Daniel Giménez Cacho

Platicamos con uno de los actores y activistas más talentosos y dinámicos de México.

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texto Diego Rabasa
retratos Yvonne Venegas
asistente de fotografía Brenda Islas

El tiempo ha sido objeto de discusiones y reflexiones milenarias por algunas de las mentes más brillantes del planeta. ¿Existe el tiempo o es un sistema de medición humano (y, por ende, cultural)? ¿Cuándo comenzó a andar el tiempo? ¿Qué había antes? Aristóteles solía decir que el tiempo es eternidad en movimiento. El premio Nobel de Química Ilya Prigogine, en cambio, asevera que la entropía (la tendencia del universo al desorden) es la manera en la que el cosmos mide su desarrollo (tiempo).

 

Desde una perspectiva más terrenal, es indisputable que el tiempo es uno de los grandes parámetros para establecer contrapuntos en la historia. Desde la Ilustración, pasando por la modernidad, hasta nuestros días, los seres humanos hemos desarrollado la vital pero sufrida vocación de preguntarnos por el carácter de nuestro presente, y esto sólo puede hacerse a través del estudio del pasado.

 

Daniel Giménez Cacho, uno de los actores y activistas más talentosos y dinámicos de nuestra época, protagonizará una coproducción Amazon-Televisa sobre los acontecimientos de 1968 en nuestro país: encarnará nada menos y nada más que al jefe de la Dirección Federal de Seguridad durante el aciago año 68 del siglo pasado.

 

 

Un personaje sombrío y oscuro, de códigos de vieja escuela política (refinado y culto en lo público, inclemente en lo soterrado), este personaje de ficción que en mucho se parece a un “prócer” de aquel régimen reaccionario —interpretado por Daniel—, da cuenta de los modos de operación del antiguo Partido Único y la forma violenta e intolerable con la que reaccionó ante el movimiento estudiantil de aquella época.

Dicha recreación, a 50 años de uno de los episodios más negros de nuestra historia, nos permite revivir el pasado bajo el crisol del presente y preguntarnos hacia dónde hemos ido como país y como sociedad.

 

Diego Rabasa (DR): El tema de esta edición de 192 es el tiempo. Entonces quiero empezar por el tema de la serie del 68 que estás haciendo. Hace poco estaba viendo audios y videos de la época, hay una entrevista con Díaz Ordaz cuando ya está exiliado en España…

 

Daniel Giménez Cacho (DGC): Ya sé cuál dices.

 

DR: Una de sus primeras apariciones publicas.

 

DGC: “Por eso, muchachito…”

 

DR y DGC: “…usted puede estar aquí”.

 

DR: Dice muchas cosas, pero enfatiza que, si de algo se siente orgulloso en la vida, es de haber aplastado las protestas estudiantiles. ¿Crees que ha habido, más allá de cambios cosméticos, un cambio con respecto a esa hegemonía del pensamiento reaccionario y ese pinche Estado vertical, que podía ufanarse de actos de ese tipo? ¿O crees que éste sigue siendo un país ultraconservador, un país donde hay un Estado que pone una ideología? ¿Qué tanto ha cambiado eso en 50 años?

 

DGC: Creo que ha cambiado cabrón en algunas cosas y en otras no tanto. Tenemos una sociedad muy dividida y es difícil hablar en nombre de todos. Creo que el autoritarismo de casa, en la cultura familiar, no es el mismo después de ese movimiento. Después de todo, el 68 fue un movimiento en distintas partes del mundo. La rebeldía, los hippies, sí crearon nuevas dinámicas. Pero he visto que aún hay casas en las que al padre todavía le hablan de usted. Al final me parece que sí hay cambios, aunque, bueno, uno habla de cómo le fue en la feria, en general, y en mi casa sí entró ese espíritu de cuestionar y de discutir y de democratizar las opiniones familiares.

 

DR: ¿Cuántos años tenías tú?

 

DGC: En el 68 tenía siete. Me acuerdo de las marchas, porque vivíamos cerca de Reforma y mi mamá nos llevaba. Me acuerdo de ‘La marcha del silencio.’ Lo viví de cerca porque mi hermano estaba muy metido con José Woldenberg, por cierto, y ellos hacían globos de cantolla con propaganda subversiva. Era un momento en el que, si pintabas una banca con una leyenda subversiva, podías desaparecer, y nadie volvería a saber de ti. Eso ha cambiado, y políticamente creo que también hay cambios importantes.

 

DR: Se tardó mucho en llegar el cambio, ¿no? Porque todavía uno piensa en los 80, uno piensa en Durazo, todavía seguía un partido…

 

DGC: No, porque todavía tenían el control.

 

DR: Es decir, tardó mucho tiempo en verse el efecto, ¿no?

 

DGC: Todavía con Salinas y hasta Zedillo sí había un monopolio político del control del poder, ¿no? Después vino la alternancia, y bueno, ya nos dimos cuenta de que la alternancia no significa necesariamente un cambio, pero, por ejemplo, un cambio muy notable fue la relación con los medios durante el sexenio de Calderón. A pesar del gasto de publicidad tremendo del gobierno, había un nivel de crítica que no era fácil observar antes. Lo único donde se sentía su mano es cuando decían que era alcohólico: ahí sí movían redes y mandaba señales de “cállense”. Fuera de eso, el Canal 11 fue libre, tanto que creció hasta que Televisa se enfureció y dijo que era competencia desleal; entonces llegó Peña Nieto y otra vez chuac. Cuando llega Peña Nieto, se vuelve a sentir un control tremendo en los medios. Otra vez de llamar y decir: “no digan eso y no digan esto”, es decir, de censura y de control. Y su asociación con Televisa también.

 

DR: Quizá haya sido como el último coletazo de ese sistema…

 

DGC: Esperemos, porque su desbarranque ha sido violento. Ya anunció López Obrador que va a gastar la mitad de lo que el régimen anterior en publicidad oficial, que es ahí donde tienen el vínculo tan fuerte de miles de millones de lana que el gobierno les da a los medios. Ahí se va a cortar a la mitad, entonces sí creo que habrá una dinámica diferente.

 

DR: Y, ¿qué opinas de la oposición…?

 

DGC: Otro avance que ha habido es la organización ciudadana, notable. Si la comparamos con el resto del mundo, a lo mejor todavía estamos verdes, pero ya hay cosas muy sólidas, como todos los temas de justicia, de nuevos modelos de justicia, los colectivos que hay de seguridad sin guerra. Eso es fabuloso, o sea, la cantidad de gente organizada y especialistas académicos con posturas muy sólidas.

 

DR: Este tipo de efemérides, me parece, pueden ser también peligrosas. Se corre el riesgo de folclorizar un movimiento. Por una parte, me parece fundamental reconocer cuánto le debe la oposición a los regímenes de gobierno, desde la ciudadanía, a los movimientos del 68; por el otro puede venir una sobreabundancia de libros, películas, artículos que terminen por estereotipar el movimiento. ¿Qué opinas sobre esto?

 

DGC: Bueno pues sí, ese riesgo existe, pero creo que todavía falta mucho por andar para saber qué pasó, y por lo tanto hay una obligación por abordar el tema. Ése es un compromiso que la sociedad y la ciudadanía exigieron, por ejemplo, a Vicente Fox. Él dijo que se comprometía a una comisión de la verdad, que no llevó a ningún lado. Ahí empezamos a ver que la alternancia no significaba el cambio. Entonces se investigó, pero no se llegó a ninguna verdad. Y Luis Echeverría está vivo y se va a ir limpio, sin ninguna condena efectiva, jurídica. Entonces creo que todo lo que se pueda hacer con el riesgo de que se vuelva memorabilia, para que se sepa que pasó, es valioso. Hay cosas que no se van a poder saber, pero hay mucho indicio, no de datos duros, pero sí mucho indicio de cómo se orquestó eso, es mucho de lo que trata nuestra serie.

 

 

DGC: Ni se van a ir en un sentido, porque creo que lo que está en conflicto ahí, son modelos económicos, modelos sociales y políticos antagónicos, o sea, todo lo que sucede en Ayotzinapa, pues es de corte marxista. Y el modelo de alguien que puede decir “le agarraron la cola al tigre” es neoliberal. Ese conflicto sigue y creo que se va a reavivar. Durante este gobierno tendremos que enfrentar preguntas cruciales. ¿Qué va a pasar con el petróleo, es nuestro patrimonio o es un negocio privado? ¿Las mineras? ¿La tierra es nuestra, el agua es nuestra, o es de la Heineken? Eso creo que está llamado a generar un choque en los próximos años.

 

Volviendo a lo que decías antes, con respecto al comentario ese de “le agarraron la cola al tigre”, ahí hay un componente muy racista y clasista. Si bien podemos encontrar cierto avance en temas de cultura democrática, en muchos aspectos también se han profundizado las brechas, y los muros entre ricos y pobres, muy fuerte; es decir, somos un país extremadamente racista, esta muy dividido en zonas residenciales y barrios jodidos, y no hay interacción. Hay mucha desconfianza, mucho miedo, eso sí se agudizó.

 

DR: Los 50 años de la matanza de Tlatelolco son una buena oportunidad para hacer un corte de caja y decir qué cosas sí han cambiado y qué cosas se han vuelto más graves. Quizá el Estado no tiene ese mismo autoritarismo que tenía entonces, pero esto de lo que estás hablando no ha cambiado mucho, los jodidos siguen siendo jodidos, los marginados siguen estando marginados, los indios, los nacos, siguen siendo los indios y los nacos, y esa retórica no parece haberse movilizado demasiado.

 

DGC: Eso se ha acentuado y creo que muchos de los ataques que tenían éxito contra López Obrador iban por ahí. “Cómo es de ignorante, mira qué mal habla, además no habla inglés, todos los nacos lo siguen”, etcétera. Cuando perdió la selecciones en 2006 o en 2012 había una lectura al respecto: la banda aspiracionalmente se identifica más con el PAN, con el éxito económico, no con los indios jodidos.

 

DR: Es uno de los aspectos más graves e indignantes de nuestra sociedad… Ahora sí, cuéntame de la serie.

 

DGC: Es interesante ver cómo en cosas sí ha cambiado México, por ejemplo. Ahora Televisa se asocia con Amazon, en unas condiciones muy distintas, donde ellos no intervienen absolutamente en nada del contenido, o sea, no hay un control sobre lo que se va a decir; entonces, ése es un cambio a la vista.

 

DR: Pensé que nunca íbamos a ver eso.

 

DGC: Televisa diciendo vamos a apostarle a una serie que hable con la mayor veracidad posible y la mayor investigación y seriedad del caso. Televisa presenta. Eso es un cambio, ¿no?

 

DR: Un cambio al que se vieron orillados.

 

DGC: Totalmente, porque el monopolio se desmoronó desde que llegaron Netflix y otras plataformas. Eso permitió una libertad creativa y una libertad de contenidos importantes. Se acerca- ron muchos asesores serios y lo interesante también es el punto de vista, porque trata sobre el movimiento, pero, sobre todo, visto desde el poder en el contexto de la sucesión presidencial de Díaz Ordaz a Echeverría, y cómo el poder utilizó al movimiento. Cómo lo aceleró, cómo lo llenó de infiltrados, cómo la tesis que se sostiene es que a través de la Dirección Federal de Seguridad ellos aceleraban, incendiaban, controlaban, provocaban para generar una situación de caos porque ya venían Las Olimpiadas. Provocaron un entorno en el que sólo la mano dura podía intervenir, porque había negociadores dentro del gobierno de Díaz Ordaz. Es más, hubo una negociación en la mañana del 2 de octubre. Esas dos facciones representaban al siguiente presidente, a distintos candidatos posibles…

 

DR: Todavía no era claro que era Echeverría.

 

DGC: Había varios, entonces la estrategia que siguieron Echeverría y su gente fue: “generemos caos para que la vía violenta sea la única solución, y ésa nosotros la ejecutamos”.

 

DR: ¿Quién hizo el guion de la serie?

 

DGC: Es de Gabriel Ripstein y Emma Bertrán, una española. Obviamente ha ayudado mucho, creo que tuvo mucho que ver ahí el director de noticias de Televisa, Leopoldo Gómez, hermano de Arely Gómez.

 

DR: ¿Él participó en los contenidos?

 

DGC: Creo que sí, y otros asesores. Sé que estuvieron otros como Jorge Castañeda o Enrique Krauze.

 

DR: La versión histórica, probablemente, que sostenga la serie, va a determinar un poco cómo le vaya, ¿no crees? Más allá de que esté bien hecha.

 

DGC: Que sea creíble, no puedes apostarle más que a que sea creíble.

 

DR: Pero también tiene que estar de un lado de la historia que sea…

 

DGC: Del de la verdad, compañero. Suena mamón, pero lo más cercano que se pueda, sobre todo si se afirma que lo del 2 de octubre fue completamente planeado, organizado desde el Estado, los francotiradores e iniciar el desmadre disparando a un general del ejército.

 

DR: ¿Qué papel desempeñas tú en la serie?

 

DGC: Soy el director de la Dirección Federal de Seguridad, pero no es el “célebre” director de aquella época. Queda trazada la figura en la serie, pero no podía tener nombre y apellidos, porque hay una serie de indicios y acusaciones con muchos elementos para ser creíbles, pero que no tienen, digamos, pruebas duras. Entonces no podíamos arriesgar un juicio si se sugiere que él firmó una orden para disparar, por ejemplo.

 

DR: Obviamente, no existe ese documento…

 

DGC: Pues no existe; entonces le cambiamos el nombre y decimos en las entrevistas que es un personaje ficticio, todos los demás tienen nombre, menos él.

 

DR: Me queda muy claro. Y por el lado de los líderes estudiantiles, ¿hablaron con alguien? ¿Cómo fue? Porque no era un grupo, eran varios grupos…

 

DGC: Sí pero eso le tocó más a Gabriel (Ripstein), el director.

 

DR: Y tú, ¿leíste, antes de decir que sí? Me imagino que siempre lo haces, tenías que ver…

 

DGC: Sí, sí, claro. Dónde nos vamos a poner, cuál es el punto de vista de esto.

 

DR: ¿Y cómo se hace ahora este nuevo formato de televisión? ¿Crees que existen zonas de confluencia entre la tensión y el entretenimiento y todas estas cosas implícitas en el rating y en que no mates al espectador de la hueva en el capítulo 3, pero que sin embargo pueda sostener verosimilitud histórica? ¿Existe esa zona de confluencia?

 

 

DGC: Claro, ése es el gran poder que tiene la ficción cuando se hace bien. Porque puede entrar a lugares donde el documental no, es a las cosas más íntimas de vida, más de seres humanos, quiénes son esas personas que viven ahí, cómo desayunan con su hijo, qué conflictos tienen. Eso es muy bonito de la ficción.

 

DR: Tiene que haber un poco de empatía al final, aunque sea poco con ese cabrón.

 

DGC: Por supuesto, que lo entiendas. Va a ser interesante. Bueno, para mí lo más interesante va a ser cómo la van a recibir los fans del aparato, los que dicen “había que hacerlo”. Porque sí mostramos seres humanos que están convencidos de lo que están haciendo, de lograr una paz y una estabilidad. Tuvieron que tomar estas decisiones, pero nosotros no los abordamos como villanos, pero hay que matar y hay que torturar… Es lo que toca, la patria es primero, gajes del oficio.

 

DR: ¿Y ésta es una serie de una sola temporada?

 

DGC: Ocho.

 

DR: Ocho capítulos.

 

DGC: Hay una elipsis en el capítulo ocho que termina con la toma de posesión de Echeverría.

 

DR: ¿Y hay pietaje original, video?

 

DGC: Sí, todavía no sé cómo lo van a usar, pero sí. Hay misterios de qué hay, se sospecha que pueda haber más cosas, tampoco no sé si decirlo, pero Televisa tiene cosas y no las estarían sacando. Ellos eran la principal fuente de noticias en ese momento, pero pues no aparecen. Luego, muy cagado, conocí a un señor que fue empleado de don Fernando, de confianza, y estuvimos platicando, fue interesante para ver de este lado. Esto que te digo de “ni modo, tocó”. Porque don Fernando era un dandi, jamás se le escuchó gritar, insultar, era amigo de Fidel Castro. Era informante de la CIA, eso ya es información desclasificada. La inteligencia de Estados Unidos les pagaba a todos, a Echeverría y a Díaz Ordaz y a don Fernando, por supuesto. Les llamaban litempos, y había litempo 1, litempo 2, litempo 3, para intercambiar información. Luego la CIA criticó mucho a Winston Scott, que era el agente de la CIA desplegado acá, porque le decían: “es un chingo de varo y no nos dan información útil. Estás en las fiestas con los cuates repartiendo… y ¿qué información nos dan? Cancelen esa mamada… No, que espérense, que siempre sí…” y así. Imagínate, tu presidente y el director de Seguridad Federal pagados por la CIA.

 

DR: Un escándalo.

 

DGC: Pero, te digo, era un tipo muy capacitado, muy inteligente, un político de un nivel brutal. Cómo se puede ser amigo de Fidel Castro, tratar con la CIA y con los rusos mientras dominas la escena doméstica… impecable todo. Con códigos muy estrictos.

 

DR: Una gramática cabrona.

 

DGC: Que hoy en día ya no se da: caballero, elegante, educado, en fin.

 

DR: ¿Así es tu personaje, de etiqueta?

 

DGC: Jamás un grito, jamás.

 

DR: Curiosos estos personajes. Me los imagino diciéndoles a sus hijos: “no pongas los pinches codos en la mesa”, después de que en la mañana ordenaron un crimen de lesa humanidad.

 

DGC: Exacto.

 

DR: Y con esta otra serie que estás haciendo, Aquí en la tierra, que también es sobre corrupción.

 

DGC: Ésa es hoy.

 

DR: ¿Contemporáneo? Es interesante, ¿no?, porque no recuerdo de joven programas de televisión así. No había espacios de entretenimiento cultural con posturas críticas, o sea, un espacio de entretenimiento cultural masivo. Eran las pinches telenovelas o los musicales de los que estábamos hablando hace rato, o exposiciones, pero muy obvias, de Diego Rivera, no había espacios que aspiraran a ser masivos en términos de audiencia, pero que tuvieran una postura crítica.

 

DGC: No, quizá el primero que empezó fue Epigmenio Ibarra con Demasiado corazón, y ahí se hablaba, de nada secreto, ni confidencial, pero se exhibían las noticias del periódico, sobre las ligas del narcotráfico con la autoridad. Y aunque eran noticias públicas, se generó un desmadre que los anunciantes vetaron, o sea, Pond’s, Bimbo… y yo ahí dije: “ah, interesante, ésta es otra manera de censura”. Desde el poder económico que dice: “no, le cambias y le cambias a los guiones”. Fue un desmadre, a reformatear todo y hacer historias de amor, y dejar de lado los temas incómodos. Pero digamos que hay que reconocerle a Epigmenio que él empezó ahí, y eran telenovelas, pero empezó a abrir algo más, aunque del 68 no hay mucho, o sea Rojo amanecer y algunos documentales, pero no mucho.

 

DR: ¿Qué tantas barreras tienen estos nuevos jugadores en la producción de contenidos? En términos del empaque que le tienes que dar a una historia, hacerla más entretenida, es decir, ¿qué tanto se puede diluir una cosa como aquella de la que hablamos hace rato?

 

DGC: Ahora depende más de los que la hacen. Saber envolver, saber hacer un empaque para eso, pero ya mano directa así de “esto se puede decir, esto no”, no hay. Hay condiciones culturales o de moda o de tendencias, de qué es lo que más se vende. Ahí sí puede haber mano, el mercado tiene sus reglas, pero siempre hay sorpresas, de verdad me llama la atención cómo hay series documentales muy buenas, originales o compradas por Netflix, es decir, sí está virando, sí hay un público y es un trabajo arduo. Para mí siempre ha sido una batalla que hay que dar, siempre hemos estado ahí con muchos colegas. Tenemos que batallar por los contenidos, meter cosas que provoquen, que hagan reflexionar, que sean entretenidas, divertidas. Pero eso es una cosa mía, para mí lo entretenido es lo que me hace reflexionar y aprender cosas, no lo que me cuenta el mismo chiste que me hacía gracia hace 10 años, eso no me entretiene. Ya sé que la gran masa es una cosa distinta, pero es que las cosas cambian, ahí hay que trabajar, hay que generar públicos nuevos, a la gente no le va a gustar lo que no conoce. ¿Cómo le va a gustar si nunca lo ha visto? Bueno, pues ahí hay que empezar.

 

DR: Ahora insisto en ese punto, porque creo que antes los públicos estaban ideológicamente muy segmentados. Si te gustaba el cine de arte ibas a la Cineteca; si te gustaba La Jornada pues leías La Jornada, y los otros güeyes leían el Reforma, era muy marcada la diferencia. Pero ahora hay estos espacios donde de repente hay públicos muy diversos y un güey que puede haber votado por Anaya o por Meade va a ver tu serie, y probablemente también vea la de Fox.

 

DGC: Sí, eso se me hace muy bueno.

 

DR: Tiene las posibilidades de interpelar discursos de zonas sociales muy cerradas.

 

 

DGC: Y cuestionar hegemonías. Añádele la globalización que juega ahí. Tienes contenidos de todo el mundo, entonces eso también eleva el nivel y la competencia en un sentido bueno.

 

DR: Y, por ejemplo, de la serie de Fox (Aquí en la Tierra), ¿qué tipo de reacciones tienes? ¿Te escriben cosas? ¿Te dicen algo?

 

DGC: De todo. El que hace el café ahí en El Jarocho, en la esquina de mi casa, le gustó más o menos. Me dice: “es que está como compleja, no le entendí”. Y luego están las peluqueras que están encantadas. Lo que no estoy viendo con mucha claridad es que la gente lo vea mucho, porque hay que entrar a la plataforma y hay que pagar.

 

DR: Que ahí sí sigue habiendo una barrera: la tarjeta de crédito…

 

DGC: Si le sumas aparte que sólo 30% de la gente en México tiene internet, pues ya estás fuera de un 70% de gente que ve televisión abierta. Ahí creo que Televisa todavía tiene unas cartas que puede jugar bien en este nuevo esquema, porque 70% es un chingo de gente que no tiene internet.

 

DR: Hace rato, antes de la entrevista, hablábamos de cómo el Estado ha sabido delinear la política cultural para establecer una incubadora de individuos que dependan de él, para tener control de personas potencialmente incómodas. Todas las industrias culturales de México, o casi todas, han sido históricamente hiperdependientes del Estado. Ahora empieza a haber un poco más de espacios donde no hay participación del Estado u otros poderes que antes eran impenetrables como Televisa, pero, ¿qué papel tienen figuras como tú, que tienen mucha más visibilidad en este nuevo tiempo político? No sé, el capital político con el que llega López Obrador es inmenso. Por primera vez en quién sabe cuánto tiempo, o por primera vez, hay espacio para pensar en que realmente podría haber un cambio. ¿Qué papel te gustaría desempeñar? ¿Crees que tienes alguna responsabilidad o es un asunto personal o no?

 

DGC: El papel que me gustaría es el de militar en la sociedad organizada, que está mirando al aparato ejecutar y que le está exigiendo y recordando y visibilizando los asuntos urgentes. Porque no creo que el cambio de México vaya a llegar por arte de magia. El cambio va a suceder si la sociedad civil entra a tener decisión y poder. No existen esos canales para que la ciudadanía tenga poder de decisión, me gustaría ponerme ahí. Siempre he estado ahí, por cierto. Ahora con esta ola de esperanza hay más sinergia o empuje, para que se diseñen, para que se escuchen las voces de los ciudadanos y tengamos poder de decisión. Está la lista de promesas que se hicieron en campaña y ahora nos toca como ciudadanía exigir que se cumplan. La participación del Estado en la cultura, por ejemplo, creo que hay maneras de hacerlo incluyente y productivo. Sí había un modelo que era absolutamente controlador; luego se pasó a una cosa intermedia de financiamiento a través de becas, etcétera, y ahora hay que lograr que eso se amplíe, y que no signifique un control. Coinversiones, reglamentos, porque sí creo que funciona el sistema de becarios del FONCA, y todo eso se puede perfeccionar, pero funciona.

 

DR: Hace rato que hablábamos de tu hijo, él tiene ahora 20 años…

 

DGC: Diecinueve.

 

DR: Acuérdate de ti a los 19 años. ¿Qué diferencias hay en el espacio de participación política que tenías tú a los 19 años, y los que tiene él, por ejemplo, en este país? Esto puede ser un parámetro.

 

DGC: Pues él tiene las redes sociales que nosotros no teníamos. Y los espacios de participación política que había en mi tiempo eran de absoluta rebeldía, en la frontera con lo clandestino, movimientos de estudiantes por el socialismo, comunistas, bueno eran a los que tenía acceso en la universidad. Ésos eran, y eran absolutamente minoritarios, rebeldes, antisistema total y no había redes. Ahora, si te interesa una causa, ya hay opciones. Si a ti lo que te interesa es la ecología, entras a internet y empiezas a ver colectivos de barrio, de ciudad, que vigilan a las mineras, hay muchas opciones. Hay una perspectiva nueva, que no había antes, que era poner al frente los derechos humanos. Y que ha sido muy útil porque despolitiza un poco. A ver, vale madres si usted es de derecha o izquierda. Aquí hay un ataque a los derechos humanos y eso es sentido común, todos tenemos que defenderlos. Esa perspectiva no estaba tan al frente, se consideraba, desde la izquierda, como reaccionaria, reformista, hacerle el juego al sistema, pero bueno, porque también la izquierda en aquel momento era destruir ese sistema, y esa idea ya cambió. Ahora voy a entrar a estudiar unas nuevas teorías. Hay un libro que se llama Agrietando el capitalismo, y hay un tipo en Ecuador, un gringo que lleva muchos años viviendo ahí, trabajó creo para Correa como asesor, y está hablando de que, a la hora de la hora, la izquierda ya no tiene rumbo. No ha podido redistribuir la riqueza y no ha podido modificar nada del sistema económico, de las cosas gordas, y que hay que ir buscando los huequitos, que es esta idea de “agrietando el capitalismo” y empezar a hacer como hormiguita, cambiar cosas localmente. Todavía no lo leo.

 

 

DR: No puedo no preguntarte de Zama, pinche aventura cinematográfica tan desquiciada en la que te metiste, que me pareció además una cosa maravillosa que Lucrecia pensara en ti, un personaje perfecto para ti, pero pues es una producción argentina, de un libro argentino, que sucede en Paraguay, una película de época. No era una elección obvia. Le preguntaste alguna vez: “¿por qué pensaste en mí?”

 

DGC: Sí, porque había visto mi trabajo con Ripstein y las cosas que había hecho en España. Fui a una librería en Buenos Aires porque no sé si perdí mi libro o quería encontrar otra edición de Zama, entonces dije: “¿Tienen este libro?” Me responde el librero: “Sí, claro. ¿De dónde eres?” “De México”, le contesto. “Te estás llevando al Juan Rulfo de acá”, me dice el librero.

 

Para mí también fue una sorpresa que Lucrecia me llamara y nos entendimos a las mil maravillas, pero aparte nos hicimos amigos. Ella tiene una cosa humana muy desarrollada. Todo lo que sucede ahí es una cosa de amor, toda la gente que se acerca tiene un amor por ella y por lo que hace. Se tarda en hacer los planos, porque además los hace como artesana. Le dicen: “deja que el utilero lo haga”, y responde: “no, no”. Entonces construye, lo mira y dice: “es que no es así, hay que cambiar todo”. Pero cuando afirma: “ya está”, todo mundo se sorprende y dice: claro, sí era por ahí. Y eso ya te pone en una dinámica muy bonita.

 

Sólo hubo un día en que lo que yo estaba haciendo no le cuadraba y me estaba cerrando puertas. Le dije “Ya no tengo más, o sea, ¿qué más?” Y me empecé a enchilar. Me lo aguanté, pero yo soy así, y al día siguiente empieza a salir de otras maneras. Me dijo: “vienes bravito hoy”. “No, ayer”, le contesté. Fue un solo día, en todo lo demás nos entendimos muy bien. Y con todos los actores también. En Argentina hay un nivel de actuación muy interesante y muy distinto al de aquí. La gente llega, no sé, a lo mejor es mamón compararlo, pero a veces me pasa aquí en México que no se saben la línea los compañeros. Y dices: “no chinguen, es una vez en la vida que vamos a estar aquí, es tu única oportunidad, ¿cómo que no estudiaste, cabrón?” En Argentina sí reconocí un rigor, o al menos en la gente que llamó ella, muchos de teatro, básicamente. ¿Me entiendes? Que ya vienen metidazos…

 

DR: ¿Y Zama se puede ver aquí o no?, digo ya sé que estuvo, pero…

 

DGC: En pirata sí. Recomiendo ampliamente la piratería, es un gran canal de distribución. Si no, ¿no vemos nada? Pues no. Afuera de la Cineteca hay un gran pirata, sobre pedido. Le dices “quiero tal”, y al día siguiente te la tiene. Pero no sé dónde se pueda ver ahorita.

 

DR: Pues ojalá se libere porque es un pinche peliculón, y es un papel tuyo muy chingón.

 

DGC: Me gusta mucho, aprendí mucho, puse cosas en práctica, de llegar a ciertos límites, del agua, la comida, la concentración. Estaba muy curioso de ver si se notaba o si nomás es un pinche esfuerzo que haces, y dices: “está igual que en todas”, pero no. Creo que sí llegué a otros lugares a los que no había llegado nunca.

 

 

Un extraño enemigo es el primer thriller político inspirado en los eventos reales que acontecieron durante los conflictos del movimiento estudiantil de 1968.

 

Agradecemos al Teatro El Milagro por las facilidades para la realización de estas fotografías.


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