Vivían al son del día. Él, pueril. Ella, mayor. Sus gafas redondas, cuadradas o de antifaz escondían sus miradas. Era un juego de colores y formas. Evitaban conectar profundamente. El contacto físico era permitido; el visual, prohibido. Los cristales Polaroid, los cristales de espejo, los cristales multicapa y las varillas de metal eran de gran ayuda. Sus pupilas permanecían protegidas; de la luz, de los rayos UV y del cruce de miradas. Un solo contacto y lo efímero se avecinaría.





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