La piedra más deslumbrante del mundo y su narrativa
texto Danaé Salazar
toda la joyería Tiffany & Co.
Hablar de diamantes parece, hasta cierto punto, pasado de moda. Una lectura rápida y se puede presumir de conocimiento a medias, pero con ganas de deslumbrar: que si las 4Cs, que si la blancura es más importante que los quilates, que si el tamaño de la piedra es fastuoso y de ahí el precio, etcétera. Toda una joya, eso sí. Pero la joya del amor, créanme, es una afirmación pasée.
La seriedad de un diamante —y también gran parte de su valor— está en su origen y en la forma en la que fue manejado. Se antoja un símbolo de piedra resistente, tremendamente bello y que representa un lugar al que siempre se vuelve, de ahí que sea tan valorado.

El diamante ha viajado a la velocidad del tiempo; sin embargo, hoy nos interesamos por otra parte de él, que no necesariamente es la de su preciosidad. La piedra más deslumbrante del mundo también tiene un pasado y su propia narrativa de vida. En pro de su dignificación, de lo que avala el abastecimiento responsable y la valoración de las manos artesanas que los trabajan, la casa maestra en el trabajo con diamantes, Tiffany & Co., se ha colocado un paso adelante: “se ha comprometido con la capacidad de rastrear el origen de los diamantes yendo más allá de las normas de la industria para promover la protección del medio ambiente y los derechos humanos” —lo afirma Anisa Kamadoli Costa, directora de sustentabilidad de Tiffany & Co.
Desde 2019, la norteamericana de la “caja azul” comenzó a compartir con sus consumidores la información del origen (región o países de donde provienen) de sus nuevos diamantes obtenidos y registrados individualmente, lo cual se considera toda una iniciativa en materia de transparencia de diamantes. A partir de este 2020, también comunicarán su trayecto artesanal, es decir, que el
consumidor sabrá cómo fue trabajada su piedra, desde la mina hasta el dedo.

Esto suma valor al valor intrínseco de la piedra, pone a la vista lo que hay detrás de cada una —y es que las piezas llegan a tardar casi un año, desde que se descubre el diamante hasta que se termina su diseño—. En el camino, muchas decisiones se toman para darle vida, fuego y brillo a estas piedras:
desde su brutalismo hasta su final más inmaculado, ahora el foco está en todo lo que sucede en ese paréntesis.
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