Anne Sexton creía que toda mujer tiene una niña dentro que le susurra: “Déjame ser yo misma”. En las siguientes páginas, celebramos a seis mujeres que escucharon a esa niña, y decidieron crear mundos donde soñar con la equidad y el respeto desde la trinchera del arte es posible. Seis mujeres chingonas, inspiradoras, únicas, que nos enseñan que el peso de nuestras acciones y palabras —y donde ponemos nuestros centavos— vale mucho más de lo que pensamos.
ANA GABRIELA FERNÁNDEZ | PIANISTA
Música, migración y virtuosismo
Criada en un entorno marcado por el aislamiento y la complejidad política, Ana Gabriela Fernández nació en 1990 en Cuba. Ana creció con un piano en la sala de su casa, donde la música era parte de lo cotidiano, y empezó a estudiar formalmente a los seis años en la Escuela Nacional de Arte de La Habana. Sin embargo, debido a la situación política y social de la Cuba de los 90, el avance de Ana Gabriela solamente podía llegar hasta cierto nivel, ya que no tenía la posibilidad de escuchar lo que pasaba fuera de la isla o de salir para investigarlo. A los 11 años debutó con la prestigiosa Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, y de ahí pal’ real, pues al día de hoy Ana ha dado una centena de conciertos y su curiosidad la ha llevado a investigar la música clásica sin importar el tiempo o las latitudes. “Para mí, descubrir música nueva es importantísimo, y no me refiero solamente a la música del momento, sino también a las grandes obras escritas en otros tiempos. No hay que dar nada por sentado”, menciona la pianista desde una habitación de hotel en Veracruz, horas antes de interpretar Fractalis, de la compositora mexicana Gabriela Ortiz, con la Orquesta Sinfónica de Xalapa.
Para continuar con sus estudios, tuvo la oportunidad de entrar al programa de Maestría de la Facultad de Música de la UNAM en la Ciudad de México, casa de estudios donde después estudió un doctorado y ahora un postdoctorado en Filológicas. Su migración de Cuba a México no sólo amplió sus horizontes musicales, sino que también le brindó un terreno fértil para cultivar su arte y compartirlo.
PAOLA VIVAS | NARRADORA VISUAL
Una mirada femenina sobre lo latino, lo real
El mundo está cambiando a un paso tan veloz que no estoy segura de que tengamos siquiera el tiempo de asimilar lo que pasa cada día. Una de las cuestiones más vertiginosas en la ecuación del panorama social reciente es la evolución de la inteligencia artificial, en específico, su estética. El ejemplo más claro de ello es simplemente scrollear en redes sociales y ver la mar de posteos que no sólo se leen, se escuchan y se ven iguales, sino que además cada vez se sienten más familiares, y aunque nunca naturales, sí normalizados. Por eso, cuando me llegó la invitación de platicar con Paola Vivas, sentí mucha ilusión.
Paola es mucho más que una fotógrafa. Es una narradora visual que a lo largo de su carrera ha explorado algunos polos del retrato: desde los mundos fantásticos de la moda y proyectos artísticos y culturales, hasta la vida real de la comunidad latina en Londres, donde hasta hace poco residió. Su talento y mirada fresca —en un mundo donde la mayoría de la historia ha sido contada desde el punto de vista de un hombre blanco— la han llevado a las páginas de algunas de las publicaciones más reconocidas del mundo, como T Magazine, Refinery29 o Vogue, y a ser reclutada en las filas de marcas como Dior, fichada nada más y nada menos que por la mismísima Maria Grazia Chiuri.
Paola estudió en la University of the Arts London, y cita la oportunidad de trabajar con grandes artistas y fotógrafos consagrados como parte fundamental de su formación. Sin embargo, lo que podemos observar en las imágenes que crea, va mucho más allá de lo técnico, la composición o su capacidad para contar historias: Paola tiene el superpoder de la empatía, de la conexión humana, de entender el valor de lo comunitario y la belleza de lo cotidiano. “La verdad es mucho más enriquecedora”, comenta. En un mundo inundado de imágenes manipuladas y estereotipos superficiales e inalcanzables, la verdad es no sólo necesaria, sino un acto de resistencia.
Su primer libro, Espacio latino, es un testimonio de este compromiso y de sus vivencias como mujer latina migrante. A través de retratos y perfiles conversacionales de personas radicadas en Reino Unido que encontró por medio de Instagram, y de boca en boca, Paola arroja luz sobre las experiencias de una diáspora en ocasiones marginada, en otras aplaudida. Lo anterior no solamente desencadenó su primer libro, sino que se convirtió en una serie de eventos, proyectos, amistades profundas y comunidad.
Sobre esta misma línea, uno de sus más recientes proyectos es un documental sobre mujeres indígenas que juegan descalzas en un equipo de softbol en su natal Yucatán. “Son mujeres que están desafiando los estándares de lo que es ser mujer dentro de su comunidad. Son mujeres fuertes y unidas que, a pesar de las adversidades, tienen una sonrisa en la cara y tratan de hacer bien las cosas, para mostrarles un mundo mejor a sus hijas”, comenta la fotógrafa.
Con una mirada feminista, Paola está consciente de la posición de poder que puede llegar a tener quien se para detrás de la lente, de lo que implica retratar a una adolescente que está haciendo su primer shooting, de lo importante que es ser congruente con sus valores, cuidando la dignidad y el bienestar de quienes fotografía, y mostrando la belleza en todas sus formas y manifestaciones, alejándose de lo convencional. Más allá de su magistral tratamiento de la luz y el color o la creatividad detrás de su trabajo, al ver sus fotografías se puede encontrar la humanidad en el sujeto, sin dejarlo convertirse en objeto: una hazaña que sólo las grandes logran conseguir.
OLIVIA VILLANTI | FUNDADORA DE CHAVA STUDIO
La moda sostenible es un tema central para el feminismo
Cada vez es más evidente que el mundo acelerado en el que vivimos, en el que todo es tan desechable como efímero, ya no puede sostener nuestros estilos de vida. En la industria de la moda hay marcas que lanzan hasta 52 microcolecciones en un año, lo cual crea un daño incalculable al medio ambiente y a las personas que trabajan cortas de derechos en los países del Sur global, en especial mujeres y niñas. Como respuesta a la prisa del reloj y nuestros calendarios apretados, el movimiento slow, que hoy podemos ver en restaurantes, formas de vivir y hasta en ciudades enteras, nos ofrece la opción de reevaluar la manera en la que consumimos, y la moda no es una excepción. Olivia Villanti y su marca Chava Studio son un ejemplo notable de lo anterior. “El fast fashion tiene un impacto global en nuestro planeta, que está en crisis, y afecta tanto a las personas como a los recursos”, comenta.
Nacida en las afueras de una de las ciudades más rápidas del mundo, Nueva York, Olivia encontró inspiración en la forma en que la tela podía moldearse y transformarse para contar historias en el cuerpo humano durante sus estudios como bailarina. Este amor por la tela y el movimiento la llevó a explorar el mundo de la moda desde varios ángulos. Primero trabajó en revistas como Lucky, de Condé Nast, y haciendo contenido y relaciones públicas para marcas como J. Crew, mientras perseguía su sueño de convertirse en bailarina. Sin saberlo, estas experiencias le brindaron una valiosa visión de la industria desde adentro, ayudándola a entender lo que se alineaba con sus valores.
Después de mudarse a México con su esposo e hijo, Olivia se encontró inmersa en el mundo de los textiles, gracias a la larga historia de la familia de su esposo. El negocio familiar nació varias décadas atrás, con la confección de camisas creadas con telas exportadas desde Europa, que hace algunos ayeres solamente era posible encontrar entre las tiendas de Savile Row, en Londres, y que hoy han caído víctimas del fast fashion. Olivia decidió retomar esas telas y crear piezas muy especiales. Así nació Chava Studio, una marca que desafía las convenciones siguiendo procesos artesanales tradicionales de la sastrería que solía estar reservada solamente para los trajes para hombre, y que gracias a su visión, hoy encuentran siluetas femeninas.
Desde camisas con puños removibles hasta cuellos delicadamente elaborados, cada pieza de Chava Studio es diseñada en ediciones limitadas, que llegan a tu casa apenas descolgadas del lugar donde fueron diseñadas y creadas a la medida, ya que Chava no cuenta con un inventario. Olivia sueña con crear piezas elegantes y sofisticadas que duren muchos años, tal vez para siempre. “Sentirte bien con lo que llevas puesto es difícil cuando tienes un clóset lleno de cosas que no te inspiran”, dice Villanti, que busca que sus prendas sean algo que, al ser tan único, tengas muchas ganas de cuidar y usar una y otra vez.
En su taller fundado en la Ciudad de México en 2020, en un hermoso edificio a un lado del Museo Estudio Luis Barragán, una antigua vecindad remodelada por uno de los discípulos del arquitecto, se crean alrededor de 20 piezas cada semana, algunas de ellas a la medida.
Más allá de la estética, Olivia es consciente de que la moda es un tema central para el feminismo; por eso Chava Studio se compromete con prácticas éticas y sostenibles en cada paso del proceso de producción. Se trata de conectar con nosotras mismas, con el planeta y con la ropa que usamos, redefiniendo nuestra relación con ella y abogando por una forma de consumir más consciente, donde la calidad y la sostenibilidad son priorizadas sobre la cantidad. Chava Studio busca la equidad de género en toda su cadena de suministro, creando una narrativa inclusiva e inspiradora. “A veces olvidamos lo inhumanas que son las condiciones de trabajo en las instalaciones de producción de moda rápida”, menciona.
Olivia es una de esas personas que están creando el mundo que quieren ver, una camisa a la vez. “Ropa con alma”, así describe a sus prendas, que se confeccionan con calma y amor, lejos del bombardeo mediático que nos aturde a diario.
AFRA CUÉLLAR | FUNDADORA DE LILITH’S DEN
Perrear hasta el encuere (y no morir en el intento)
En el panorama de la mitología mesopotámica, Lilith, la primera esposa de Adán, creada del mismo barro que él, se erige como un símbolo de autonomía y desafío a las normas. “Yo creo que Lilith simplemente quería ser ella sin seguir los patrones que Adán le imponía. Era una mujer que quería ser vista y escuchada, como todas las demás. Adán la quería dominar y ella no se lo permitía. Entonces, Adán fue de chillón a decirle a Dios que Lilith no lo obedecía, y es desterrada al inframundo, condenada a ser vista como un demonio. Lilith es una mujer brillante, rebelde, a diferencia de Eva, que fue creada de la costilla de Adán para ser su subordinada. Creo que todas pretendemos ser Evas, pero queremos ser Lilith”, comenta Afra Cuéllar.
Originaria de México, Afra estudió Ingeniería Industrial, pero decidió probar su suerte en Nueva York como modelo, donde fue fotografiada para revistas como Vogue, Elle, W o L’Officiel, e hizo campañas para YSL, Apple y YouTube. “En Nueva York había fiestas para mujeres, y la dinámica me pareció muy interesante. Luego llegué a México y me di cuenta de que las fiestas para mujeres estaban más enfocadas en mujeres lesbianas, pero no necesariamente eran espacios seguros. No encontraba un lugar donde me sintiera cómoda, no solamente como mujer lesbiana, sino como mujer; entonces, decidí crearlo”. Así fue como Afra encontró un lugar para hacer su fiesta en la Condesa, salió a repartir flyers en la colonia, y creó un rincón en la CDMX donde las personas que se identifican como mujeres pueden salir a divertirse. Lilith’s Den rinde homenaje a esta figura histórica como un símbolo de libertad e igualdad. Esta tardeada no es solamente un pretexto más para salir a divertirse; es un espacio necesario que la sociedad mexicana pedía a gritos: una manifestación de resistencia y sororidad que incluye shows y representaciones culturales en cada edición.
“Es una fiesta donde puedes vestirte como quieras y pasártela cabrón, sin tener que lidiar con tener tipos alrededor que te quieren emborrachar”. Con una visión clara de crear un espacio seguro y acogedor, Afra explica: “El objetivo de mis fiestas es fomentar el apoyo mutuo entre mujeres y romper con la competencia y la misoginia que a menudo prevalece en otros entornos”.
Antes de volver a México (durante la pandemia en 2021), Afra vivió ocho años en Nueva York, donde experimentó de primera mano la presión y las expectativas implacables de la industria de la moda. En su país natal, la actriz y modelo emerge como una fuerza de cambio, desafiando los estándares convencionales y fomentando la inclusión. En el futuro, la productora de eventos y actriz busca expandir su plataforma, por eso desde hace algunos meses ha explorado opciones como dar pláticas en cárceles, albergar exposiciones de arte, impartir clases de yoga y conferencias sobre temas con enfoque feminista. Su camino hacia la diversidad y la inclusión, si bien no siempre fácil, también se refleja en su carrera en la moda, en la que opta por usar marcas que abrazan la diversidad corporal y de género.
Bajo el mandato patriarcal de lo que solía ser, y al parecer sigue siendo, la industria de la moda, Afra creció con estándares de belleza imposibles que, gracias a un trabajo profundo en lo interior y en lo colectivo, ha ido desaprendiendo. “Me he parado en el espejo y he odiado lo que he visto. Como mujer debes pensar en cómo te ves, ser independiente, generar dinero, hacer hogar y un montón de etcéteras”. Y, aunque la moda sigue en gran medida perteneciendo a las élites privilegiadas, Afra ha sabido navegar y usar estas adversidades como combustible para el cambio. “Aunque enfrento desafíos y frustraciones, como la falta de apoyo financiero o la resistencia a ciertos temas, sigo buscando colaboradoras para compartir la visión de crear un espacio inclusivo para las mujeres en México”, afirma.
El trabajo de Afra se enfoca en el lado más amable de la fiesta: ella, junto con otras, está construyendo un futuro más igualitario y compasivo, celebrando la diversidad en todas sus formas, viviendo la revolución desde dentro, creando el mundo que quiere ver, e inspirando a todo tipo de mujeres a abrazar su cuerpo, su singularidad y reclamar su lugar en el mundo. En un país donde la violencia machista cobra 11 vidas cada día, donde muchas personas que se identifican como mujeres no tienen un espacio para sentirse seguras, crear un lugar para simplemente salir a divertirse representa un cambio de paradigma necesario. Un cambio que será mucho mejor si lo construimos juntas y perreando.
ANA SOFÍA ROMO | FUNDADORA DE GIRLGANG Y SAFE PLACE
Diseño que emerge de un sueño adolescente
Cuando Ana Sofía era niña, pasaba horas en su cuarto leyendo Rookie Magazine, la revista digital adolescente que Tavi Gevinson lanzó en 2011. “El otro día encontré una foto de cuando era pequeña, en mi cuarto —mis padres todavía la conservan en su casa—. Me dio mucha ternura. Siempre quería estar allí, me proporcionaba mucha paz. Hoy mi espacio de trabajo está inspirado en ese lugar”.
Oriunda de Tampico, Ana Sofía Romo estudió marketing en CENTRO. “Allí tuve la oportunidad de explorar una amplia gama de disciplinas, desde fotografía analógica hasta el comportamiento del cliente en marketing. Decidí mezclar diferentes áreas que me interesaban, como historia del arte y arquitectura. Al final, sentí que la mercadotecnia y la publicidad me permitían abordar múltiples aspectos creativos y profesionales”. Uno de sus proyectos escolares en sexto semestre, irónicamente la única materia que reprobó por faltas, se trató de Nuestra catarsis, un libro que surgió como la conclusión de una exploración personal y colectiva sobre lo que significa ser adolescente en México. Para ello, Ana Sofía habló con cientos de mujeres sobre sus vivencias al crecer. “Entrevisté a mujeres sobre su infancia y cómo influyó en su identidad como adultas. Encontré que a todas de una u otra forma nos lastimaron, no nos dejaron expresarnos tal y como éramos, y vivimos una competencia entre nosotras, muy lejana a la conexión femenina que muchas buscamos y que es tan enriquecedora. Al final creo que todas queremos pertenecer y ser escuchadas sin prejuicios”. Entender que el dolor, las limitaciones o la discriminación son un sentir universal, alimentó su deseo de crear un espacio para la sororidad y la expresión libre.
Durante la pandemia, Ana Sofía trabajaba en una agencia de relaciones públicas. Después de un periodo intenso de trabajo, al encontrarse en casa con tiempo para reflexionar, esta búsqueda por sanar a su niña interior la llevó a crear GirlGang, una plataforma en línea para mujeres, un espacio seguro desde donde crea distintos proyectos artísticos y comunitarios, además de un blog donde habla de temas como el autocuidado, comparte experiencias personales y fotografías, como una reinterpretación que hizo al trabajo de Sophie Calle. “Durante la pandemia, realizamos muchos talleres de diversas disciplinas creativas, como poesía, y también brindamos espacios de expresión a marcas y proyectos de mujeres”.
En 2021, Ana Sofía abrió Safe Place —en el 212 de Ámsterdam, en la Condesa—, un espacio multiusos que parece salido de un set de Sofia Coppola, que acoge presentaciones de libros o círculos de palabra, y que funciona como un showroom físico y hogar de proyectos de diseño mexicano emergentes de diferentes estados del país. Algunas de las marcas que puedes encontrar ahí son Casa León, Dooda, Groovy Bling, Kiri, Lost Heritage, Mend Issue o Valetto. “Me enorgullece que, para muchas de esas marcas, Safe Space sea su primer punto de venta fuera de Instagram, y luego veo cómo van creciendo, cómo interactúan entre ellas, cómo la gente se va interesando”, comenta. La visión de Romo va más allá de lo efímero de las tendencias: promueve la diversidad y la inclusión en la moda y encuentra maneras de apoyar el diseño fresco, sustentable y local.
Más adelante, Ana Sofía llevó su proyecto a Nueva York, en el marco de Fashion Week, creando un espacio para diseños emergentes en la agenda oficial del evento. Esta iniciativa no sólo promovió la diversidad, sino que también brindó oportunidades tangibles para que las personas con las que trabaja sean reconocidas y valoradas en la industria. Además de poner en alto el valor de la sororidad, Ana Sofía ofrece piezas únicas con historias potentes, creando conciencia sobre el trabajo artesanal y el impacto del consumo responsable y ético. “Si no compramos estas marcas, literalmente desaparecen”, comenta con mucha conciencia del privilegio que implica invertir en una pieza de diseño. “Creo en el poder de apoyar a los diseñadores locales y promover un consumo más consciente”, afirma. “Cada compra en nuestra plataforma contribuye al crecimiento de la comunidad creativa y fortalece la economía local”.
Proyectos como GirlGang nos invitan a reflexionar sobre el impacto positivo que pueden tener nuestras pequeñas acciones, valorar el arte y la artesanía local, el trato justo, el tiempo y esfuerzo que toma crear una pieza.
MARÍA PONCE | DISEÑADORA DE MODA
El arte de vestir
María estudió diseño textil y moda en CENTRO, donde ahora da una clase llamada Bitácora de Documentación de Moda, en primer semestre. “Se trata de fracturar un poco la mente para empezar a pensar fuera de la caja y tener una visión más creativa. Me gusta pensar que nos pulimos los ojos y entendemos dónde es valioso ver”, comenta. ¿Y qué es valioso ver? Para ella, entrar en una ensoñación, salir un poco de la realidad de lo cotidiano, una conversación con una persona extraña un día cualquiera. Basta con ver su trabajo para entender que ella crea justo aquello que, desde su visión, vale la pena.
Intento buscar los adjetivos correctos para definir las piezas que crea en su marca homónima. ¿Maximalista? ¿Teatral? ¿Irreverente? ¿Mágico? “La marca surge como una expresión de teatralidad, blindada frente a lo cotidiano, hipermaximalista. Hay un par de conceptos en mi cabeza todo el tiempo: el miedo al vacío y el más es más. Es importante entender que todo pasa en un suspiro. No me veo viviendo la vida sin tener algo extra y sin dar un mensaje de magia y fantasía en un mundo muy real”. María logra este mensaje onírico a través de las telas, pero no solamente como un statement estético, sino con la trascendencia de quien busca más allá de lo trendy, lo bonito, de quien mira hacia adentro, en la cueva, navega los ríos oscuros, y sigue el viaje de la heroína hacia la conexión con las demás. “La marca y mi identidad siempre han estado ligadas a una parte muy social, a ayudar a través del diseño, no solamente como wow, qué glamoroso es el vestido, sino buscando la diversidad no solamente en cuestión de género, sino una variedad de mentes, corazones, cuerpos, que se sientan identificados. Quiero vestir a las personas más raras”.
El trabajo de María tiene una profundidad especial: el discernimiento de quienes miran muy adentro. “Una de las partes más importantes en mi vida es que tuve un descubrimiento no sólo profesional, sino también personal. Descubrirte como una mujer transgénero es algo importante y es entender también la feminidad no adquirida desde que naces”, comenta la diseñadora, citando a Simone de Beauvoir. En un país donde las mujeres transgénero tienen una esperanza de vida de 35 años, a diferencia de los 77 del resto de la población, vivir un proceso de autodescubrimiento y aceptación y convertirlo en piezas de arte sublimes es un acto que merece todas nuestras palabras, nuestras páginas, y aplausos.
“Nunca he considerado que hago activismo, pero la presencia o la permanencia son una forma de abrir la brecha”, dice María, reconociendo su responsabilidad generacional. ¿Qué significa ser una diseñadora trans en México? Consciente de que su experiencia es personal y no necesariamente un reflejo de lo colectivo, María responde: “No todo es miel sobre hojuelas, pero la industria de la moda te permite ser. Ha sido toda una aventura”.
Como parte de su oda a la belleza femenina creada, María está trabajando en su primera pasarela con más de 40 looks. Con esta colección, busca ofrecer una experiencia teatral única que conmueva a su audiencia. Más allá de juicios estéticos, los diseños de María buscan vestir para sentirnos bien: “es un encuentro con el alma. Cuestionar la identidad, más allá de una orientación de género, el alma, el cuerpo y el corazón”.
Además de su compromiso con formar a la siguiente generación de diseñadorxs, la diversidad de género y poner el nombre de México en alto para hacer un cambio desde lo local y para crecer de forma global, María también aboga por un cambio cultural y social. Reconoce los desafíos que enfrenta la industria, pero insiste en la importancia de persistir y trabajar hacia un cambio significativo. “Ser creadora de moda y de sueños. Ése es el trabajo de una diseñadora”, afirma.
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