Entre mareas, música y cartas...
fotografía y estilismo Gustavo García-Villa
maquillaje y pelo Isra Quiroz
iluminación Cuauhtémoc García
asistente de maquillaje y pelo Joanna Bernal
video Zunshu
ropa y accesorios SUNK
Su pronombre es Bruja, su género la magia. El mito que inevitablemente tenía que convertirse en realidad, nació hace casi una década, en un bautizo —que anunciaba otro nombre y otro nacimiento— en Texcoco. Octavio Mendoza, invitado a tocar su música, trajo al mundo a La Bruja de Texcoco.
Un curandero, un líder espiritual del grupo, al tomarle las manos, le dijo: “Yo a ti te estaba esperando. Tú eres una mujer. Tú eres una bruja. Tus manos son de mujer. Tú viniste aquí por algo”.
Desatando el nacimiento de una lamia que embruja con su música, tejiendo melodías que rompen con lo ordinario. De un poder inquebrantable, transformador para quienes la rodean, La Bruja convierte cada nota en un canto de sirena que nos enreda en un universo donde lo místico y la realidad se entrelazan. Sus melodías, una declaración de amor propio impregnada de sones, huapangos y mar, nos guían hacia una comprensión más profunda de la diversidad en un mundo donde ser amadx es un desafío para las personas trans. Cada acorde nos recuerda que, aunque el camino es empinado, la música es un faro de esperanza, testimonio de belleza que surge al celebrar la libertad presente y abrazar la verdad propia.
Como practicante de magia y escritora transexual, me honra compartir con ustedes la oportunidad de explorar los pensamientos de La Bruja de Texcoco, así como descubrir juntxs las metáforas que dan forma a su mundo, a través de un té con polen de abeja, una charla entre pares y una tirada de cartas.
PRIMERA CARTA: PRESENTE
Danielle Franco (DF): En mi primer concierto de La Bruja de Texcoco, te vi emerger a través de un ritual al abrir pista, como si lanzaras un hechizo al público. ¿Cómo te preparas y adaptas tus presentaciones de acuerdo con el espacio?
LA BRUJA DE TEXCOCO (LBDT): Tengo que estar al pendiente de mil cosas: arreglarme, maquillarme, peinarme, checar el audio. Nunca hay tiempo para todo, así que en realidad, los rituales los hago ya en el escenario. Entro con humo de copal, ofrezco mezcal a la tierra, me gusta tener flores y ramas de limpia. Mi ritual es para que sea una buena presentación. En un concierto siempre empiezo pidiendo permiso, luego me transformo en algo más barroco y terminó desnuda en el escenario.
Me adapto al evento. Si es algo muy íntimo, voy sola con mi arpa; si es un evento grande, llevo una banda o quizá un cuarteto de cuerdas. Cada uno tiene lo suyo. En algo íntimo, me gusta estar en contacto con la gente, platicarles mis canciones, el porqué las compuse. Para algo grande, trato de captar su atención, que les guste mi música. Pero, definitivamente, disfruto más los espacios íntimos.
DF: La creación musical es un proceso muy personal. ¿Qué te inspira a elegir los instrumentos y sonidos adecuados para transmitir tu narrativa individual?
LBDT: Primero escribo la canción, todo el tiempo estoy escribiendo, tengo miles de libretas, hojas con frases, recortes con notas en mi celular; después del texto, arreglo la rima y el tempo. Luego viene la música: busco la tonalidad, la melodía… lo hago con el arpa porque me resulta fácil; cuando tengo la base, decido qué instrumentos agregar, todo depende de la letra o del género que quiero explorar. No me gusta ponerle etiquetas a mi música ni a mí misma.
Las canciones que hablan de mis sentimientos más profundos, llevan cuerdas como el arpa, el violonchelo o la viola, que es muy especial para mí, ya que fue el primer instrumento que toqué. Además de cantar, trato de grabar toda la instrumentación yo misma; si no puedo, hago una partitura para un músico. Me gusta que cada instrumento aporte una historia, que juntos cuenten una narrativa completa y rica.
Cuando tengo todo listo, entro al estudio de grabación. Llego preparada para grabar voces y coros, comienzo calentando, vocalizando mi garganta. No tengo un ritual específico; simplemente me concentro en la música, trato de estar tranquila.
DF: El aspecto visual, así como la indumentaria, juegan un papel importante en la invocación de La Bruja. ¿Qué simbolismo encuentras en las prendas que eliges y cómo se relacionan con la narrativa de tus canciones?
LBDT: Siempre me han gustado mucho los textiles. Cuando viajaba por México para conocer su música, solía comprar algún textil, blusa o huipil para mi mamá. Después empecé a usarlos yo misma, hay mucha información precolombina en ellos, les tengo mucho respeto.
Antes quería vestirme con indumentaria tradicional completa, pero hay un sesgo machista que cree que no puedo usar un huipil porque no soy una mujer cisgénero o porque no pertenezco a los lugares de origen. Mucho tiempo lidié con eso. Aprendí de las muxes —no soy muxe—, pero amo mucho a mis hermanas, también a las maringuias y a las chuntaes. Esa transfeminidad dentro de la tradición mexicana me encanta, es parte de una alegría de celebración donde todo vale y a nadie le interesa cómo te ves, sólo que te diviertas. Me gusta percibir lo que hay en mí después de considerar todo ese linaje, como con los distintos géneros de música tradicional mexicana, pienso que son parte de mí, pero no necesariamente los represento o los abandero, porque no me corresponde.
Admiro y agradezco a todos los artesanos mexicanos que hacen textiles: los rebozos, las blusas, los huipiles, los morrales. Trato de conocer a la gente que los hace, hablar con ellos, comprender sus técnicas. Mi recomendación es comprar directo al artesano, no regatear. Creo mucho en la magia de que un huipil me llegue. No voy a buscarlo, simplemente se me atraviesa y siento que es mío. Tengo tres reglas para la ropa: si necesito algo específico, lo compro, punto. Si estoy insegura, no lo compro. Pero cuando siento una magia, una euforia que me dice “eres tú”, entonces lo compro. Ese clic es muy importante para mí.
DF: A menudo tu música explora emociones profundas. ¿Cómo manejas el balance entre compartir tus sentimientos íntimos, proteger tu identidad y tu vida personal?
LBDT: Mucha gente al entrevistarme pregunta: “Bruja, cuéntanos: ¿Qué se siente ser una travesti atrapada en cuerpo de hombre?” ¡Ay, no, que flojera! La gente busca drama, que les diga: “Sí, yo soy La Bruja y vuelo por las noches”.
La trilogía de mi última producción musical, Tepari —álbum EP de pandemia que La Bruja compuso para el corazón roto de Octavio—, fue un proceso muy fuerte en donde me adentré más en la composición dirigida a mis sentimientos. Cantar tus emociones todo el tiempo no es fácil, durante mucho tiempo no pude interpretar “Puerta en Playa” (la última canción del EP). Salía llorando después de cada concierto. El drama ya me da pereza, pero si quieren saber de drama, escuchen mi música. Trato de no llevar ese drama a mi presente, el desamor me asquea, aunque hay veces en donde una tiene que estar ahí.
SEGUNDA CARTA: PASADO
DF: La vida de La Bruja de Texcoco está llena de rituales. Cuéntanos sobre tu rutina diaria, ¿cómo encuentras un equilibrio entre lo ordinario y lo extraordinario?
LBDT: En la Ciudad de México, trato de despertarme temprano, aunque nunca lo logro. Lo primero que hago es abrirle la puerta a mi gatita, una vecinita que se instaló en mi casa y ahora es mi roomie. Después, le doy de comer. Si estoy en algún tratamiento, tomo mis medicamentos. Escurro los búlgaros y desayuno yogurt con chía. Me preparo un café expreso en una ollita italiana, disfruto de ese momento. A veces pongo algo de música. Después abro mi computadora, tengo mil correos, a menudo no los contesto de inmediato. Me hago la sorda y empiezo a bombardear a mis amigas con videos. Para esa hora, Zemmoa, mi vecina, ya me ha escrito. Nos encontramos para el almuerzo, porque no desayuno —me puede dar un soponcio antes de que me dé hambre—. En ese punto ya es mediodía, así que me tomo otro café americano, esta vez sin leche.
Me gusta ir al mercado a comprar flores para mi casa. Si tengo pendientes, los hago. Procuro salir a andar en bici o tomarme otro café, esta vez con mezcal o algún licor para recibir el atardecer. Intento mantener mi casa ordenada, aunque nunca lo logro del todo; trato de tener los trastos limpios, los espacios recogidos, darle una barrida a la casa, eso me trae buena vibra.
Vivo con dispraxia por mi déficit de atención; no lo romantizo, pero sé que lo tengo desde chiquita. De repente puedo voltear, y ¡Pum! ya me pegué. Me pego mucho en las puertas, sobre todo en los codos. Por la noche, no tomo más café, pero tal vez un té de jengibre o alguna hierba.
También duermo sin cobijas; en realidad las enrollo y las abrazo. Siempre duermo con playera, porque no hacerlo me recuerda a mi ex, eso me pone muy triste. También duermo sin calcetines, detesto dormir con calcetines. Ése es un día para mí. En las noches me cuesta mucho trabajo dormir, a menos que esté cansada. Ayer en la noche pensaba: “¿Qué puedo decir en la entrevista? ¿Qué quisiera platicarles?”… Pero ahora ya lo olvidé, así como olvidé mi ropa en el tendedero ahora que llueve.
DF: La música parece ser el centro de tu vida ¿Cómo ha influido en tu crecimiento personal y emocional?
LBDT: Voy a morirme haciendo música. La gente me pregunta: “Bruja, cuéntanos, ¿cuál fue el primer escenario que pisaste?” Y se imaginan algo grandioso. Pero no, mi papá era músico y tocaba el teclado en un grupo familiar con mi tío Carlos, el bajista. Interpretaban música versátil. Eran los 90, imagínate, cerraban las calles para armar las cumbias sonideras. Me acuerdo de que mi papá me subía al escenario, me daba un pandero neón de esos de plástico. Me sentía soñada tocando al ritmo de Selena, Laura León y Acapulco Tropical. Eso lo voy a recordar siempre.
Antes de dedicarme de lleno a la música, estudiaba la licenciatura en Física y Matemáticas del IPN. Siempre combiné mi educación con la música hasta que llegó un punto en el que tuve que decidir qué quería hacer. Dejé la universidad.
Recuerdo el día en que decidí dedicarme de lleno a la música. Estaba haciendo un examen de cálculo, casi terminando la carrera. Al darme cuenta del infierno de la burocracia y el desastre en que me estaba convirtiendo, salí corriendo… fue tan hermoso.
La música me ha puesto en lugares muy lindos, me ha salvado, al igual que ser La Bruja. Solía tocar en el metro; volvería a hacerlo, salir a botear, ir a las fondas y cantinas. Yo antes decía: “¿Qué tal? Buenas tardes. Soy La Bruja, con lo que gusten, me pueden cooperar”. Ahora hago lo mismo en un escenario más grande: “Hola, soy La Bruja, ayúdenme a pagar mi renta”. La misma historia, pero más guapa, más fabulosa.
DF: Tus composiciones están llenas de simbolismo y mensajes profundos. ¿Qué mensajes ocultos esperas que tus oyentes descubran al sumergirse en tus canciones?
LBDT: Hay un mensaje que suelo explicar a la gente: Teparí significa gorda en purépecha. Me encanta porque habla de la representación y la aceptación de tu cuerpo.
La canción homónima del álbum surgió durante un Año Nuevo en Michoacán. Estaba probándome un guanengo, una blusa tradicional, y no me quedaba. Las señoras, al tratar de ayudarme, decían en purépecha: “La teparí, la teparí”. Les pregunté qué significaba y me lo dijeron, fue muy divertido.
La letra habla de ese momento en que no sabes qué hacer, si lanzarte como gorda en tobogán o aprender a jugar el juego, fingiendo que estás enamorada mientras sigues probando suerte con otrxs. La última estrofa habla de encontrar a alguien que te ame como eres. Me enamoré y no resultó como esperaba. En esa ocasión, sentí por primera vez que a alguien le gustaba mi esencia, mi cuerpo, mi transfeminidad, Octavio, toda yo completa. Fue muy lindo, pero me llevó al drama. El último verso dice: “Magia en mostrarme desnuda, te deseo sólo a ti, de tenernos piel a piel, y besarte hasta los pies, y que termines dentro de mí”.
Explico esto en mis conciertos porque habla de la eyaculación interna, en un sentido literal: se trata de llenarte de esa persona, que a través de sus fluidos te comparte mucha información. Es fuerte que un hombre nos vea como realmente somos y nos ame por eso; en mi caso fue como romper un hechizo, un encanto, eso me vulneró. Otro de esos mensajes ocultos de desamor está en “El diablo y la bruja”. Una canción que le compuse a un ex que tenía problemas con el abuso de sustancias. Él era un desastre, un huasteco, muy de la tradición mexicana, machirulo, sombrerudo y atascado, lo cual me prendía mucho. Ahora habla mal de mí, lo cual me divierte.
Le compuse esa canción porque cuando me leí el tarot, me dijeron: “Ten cuidado, alrededor de ti hay alguien que es un diablo, lo trae tatuado en el cuerpo”. No necesariamente es malo: el diablo es travieso, como las brujas; ambos tienen esa esencia de chingar y de saber por dónde, pero las brujas somos astutas y los diablos son cabrones. De esa relación nace esa canción.
Me gusta hablar de mi sexualidad abiertamente porque llegué a vivir una época de represión sexual, donde explorarse era llevado a lo clandestino, y una no llega a esos lugares por cualquier cosa. Ahora mismo ya no estoy desanimada, estoy “desenemada”. Me siento más libre, como si me hubieran amarrado las trompas para no temer a esa fecundación simbólica de la que hablamos.
DF: Además del ya narrado encuentro con el curandero de Texcoco, ¿puedes compartir un momento clave en tu transformación personal y artística?
LBDT: Tuve una revelación cuando llegó una amiga a mi casa para entrevistarme, trajo licor y marihuana. Durante la entrevista, la hierba hizo efecto. Sentí mucho aire, el aire era la esencia de La Bruja. Sentí cómo La Bruja empezó a dar vueltas por mi casa, diciéndome: “¿Vas a poder conmigo o me voy? Porque veo que no puedes”.
Ser una mujer trans en la industria musical no es fácil. Sacar un disco, hacer un video, conocer tanta gente, lidiar con tantos que me han roto el corazón, fue un camino muy pesado, con mucho aprendizaje y dificultades, por lo que yo le rogaba a La Bruja: “No te vayas, eres lo más lindo que tengo”.
Después de ese encuentro, dejé de fumar marihuana, llevo siete años. Esa revelación me llevó a una situación de vulnerabilidad, a pensar en las realidades duras de la vida. Me di cuenta de que la única persona que tengo soy yo misma. Desde entonces, he respetado mucho la hierba, pero sé que cerró un ciclo conmigo.
DF: “Cheni” (miedo) es otra de mis canciones favoritas de tu autoría; me hace preguntarme: ¿a qué le tiene miedo La Bruja de Texcoco?
LBDT: A estar sola, a la ansiedad, a no conocer el amor, como si mi misión en la vida fuera otra. Además, temo que la gente me dañe, me rompa el corazón, o se aprovechen de mí, de darles mi confianza y que me lastimen.
Igualmente los perros me ponen muy ansiosa, pero estoy trabajando en ello. Es algo muy brujil. Aunque sé que son el animal más fiel, pueden soltar la mordida en cualquier momento. Tengo miedo a quedarme sin voz, a dejar de sentir, y a estar en un hospital.
Le tengo un miedo muy real a la muerte, aunque convivo mucho con ella; quiero morir joven, porque, ¿quién va a cuidarme? No quiero depender de nadie porque, al final, una va a morir.
TERCERA CARTA: FUTURO
DF: En todas las eras la tecnología y la música van de la mano, transformándose una a la otra. ¿Qué papel juega la tecnología en la música de La Bruja, en su imagen, su imaginario y sus presentaciones?
LBDT: Para empezar, vengo del futuro, soy lo que hubiera sido si no hubiera habido una conquista en la gran Tenochtitlan: una mujer libre, con dos espíritus, pero con wifi. Estoy explorando nuevos ritmos apoyándome en sonidos como los remixes y lo electrónico. Para mí, escuchar un arpa peruana o ver personas en los Andes, en las ferias, cantando k-pop en quechua, es súper futurista. Desde siempre me han gustado las cosas que la gente subestima, como Wendy Sulca, la Tigresa del Oriente. El hecho de ser una travesti que toca el arpa me manda al futuro.
DF: ¿Cuáles son tus sueños a futuro? ¿Qué colaboraciones esperan florecer en el horizonte de tu carrera? ¿Cuál es el legado que encapsula el impacto y la visión de La Bruja?
LBDT: Debo confesar que quien me salvó de este caos fue Tokischa. Estaba asqueada de escuchar música porque el 90% habla de desamor, quedé saturada. De repente, escuché que puedes cantarle al delincuente en tu habitación, mientras te rompe el culo en cuatro y después te lo mama. Yo dije: “¿Qué? ¡Guau!” Tokischa me sorprendió, la amo. Obviamente, quiero hacer una rola con ella. Me gustaría mucho también hacer algo con Juan Son o con Anohni and the Johnsons. Me encantaría hacer algo con Miranda.
Espero seguir haciendo música. Quiero componer algo que no hable de desamor; espero lograrlo. En el futuro quiero estar tranquila y tener las menores preocupaciones posibles. Quiero ser icónica, recordada cuando muera.
Tengo tres metas en la vida. Una ya se me cumplió: que los huastecos toquen un huapango mío, como “Té de malvón” —eso me pone muy feliz—. La otra es que las quinceañeras de México bailen “Teparí”; esa canción se la hice a ellas, con cuarteto de cuerdas y arpa. Y la tercera meta aún no podría decirtela porque aún no me llega.
DF: Cerremos por donde empezamos. Hace años, aquel curandero te dijo: “Tú viniste aquí por algo”. ¿Qué le responderías hoy día? ¿Sabes por qué viniste?
LBDT: Le diría: “Ya estarás contento del caos que hiciste”. Estaba muy tranquila y ahora soy una sirena pelirroja.
Al curandero lo respeto. Lo fui a ver una vez, en una sesión que hicieron en el monte, pero no lo quiero volver a ver y no le diría nada porque no siento que sea necesario. Agradezco mucho lo que hizo, pero esa última vez que fui, estaban en otra magia, y yo me quedé en la magia anterior. Es como con mi música y las personas que atrae, estoy trabajando mucho en dejar que las cosas sucedan. No porque sea bruja tengo que leer las cartas, pero ahora que han llegado a mi vida, las leo y me apasiona.
En realidad, no me gusta reencontrarme con gente. Me gusta mucho no despedirme, huir y vibrar en el momento. Desde que salí de la casa de mi mamá y empecé a vivir sola, siento que estoy de viaje, que no he llegado a mi casa; ya no sé si la casa de mi madre es esa casa.
Danielle Franco es profesionista multidisciplinaria con 10 años de experiencia en diferentes ámbitos de las industrias creativas. Le fascinan los residuos y el color rosa.
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