Ludwika Paleta, el rostro de la pérdida: Después

Un trazo de sol en la tempestad...

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texto Carolina Chávez
stills y fotografia cortesía de Calouma Films

“No te nombro, pero estás en mí
Como la música en la garganta del ruiseñor
Aunque no esté cantando”.

—Dulce María Loynaz.

 

Era diciembre del 2021, pasaba una corta estancia en el campo con mis papás cuando sonó el teléfono. La llamada de Victoria me erizó el cuerpo antes de responder. Contesté casi obligada, del otro lado ella decía:


— Amiga… Daniela. No fue necesario que diera más detalles, el nombre de su hija bastó para intuirlo. Desde ese día, la he escuchado repasar una y otra vez el escenario, los motivos, las versiones. Todo parece inverosímil, irreal. Y así como Victoria, las madres que han experimentado la pérdida de un hijo o hija, independientemente de las circunstancias, se convierten en sobrevivientes.

 

Entrevistamos a Ludwika Paleta, quien protagonizó —al lado de su hijo, Nicolás Haza—, la película Después (2024), escrita por Sofía Gómez Córdova y Luis Briones, y producida por Julia Cherrier, Paulina Villavicencio y la propia Gómez Córdova.

 

Carolina Chávez (CCH): ¿Cómo ha sido para ti, como actriz, representar el duelo de una madre?


Ludwika Paleta (LP): Curiosamente no es la primera vez que lo hago, antes había actuado en la obra de teatro The Rabbit Hole, La madriguera (escrita por el estadounidense David Lindsay-Abaire). El argumento es sobre una madre que pierde a un hijo pequeño en un accidente…

 

Este papel lo hice justo después de que murió mi mamá. Fue una experiencia tremendamente catártica y sanadora, porque lejos de sumirme más en el dolor, me ayudó a sentirlo y soltarlo. Entonces redescubrí lo poderoso que es el teatro y la ficción, y lo poderoso de dejarse sentir y notar que las emociones también son transitorias.

Después he hecho obras de teatro y películas, como Rumbos paralelos (2016), con un argumento similar. Así que no es la primera vez que represento a estas madres viviendo el duelo y te diría que hasta me gusta. Es algo muy raro, pero es la oportunidad que me da la vida de sentir el dolor sin que sea mío. Eso resulta muy sanador y me ha empoderado. Me ha vuelto mejor actriz, sin duda, porque conozco las diferentes emociones y los diferentes gatillos que me las detonan.

 

Conozco a muchas actrices que rehúyen a esos personajes y también se vale.

Por supuesto duele, son sentimientos que están a flor de piel porque tengo hijos y espero jamás tener que pasar en mi vida por un dolor así.

 

CCH: Además, en un país que resulta tan violento para las madres —aunque el contexto en la película es otro—, que tienen que crear una narrativa propia, unir piezas, en ocasiones investigar y recrear los hechos para darse una explicación. Como actriz, debe de ser todo un reto representar este papel, pero más aún tratándose de tu propio hijo. ¿Cómo ha sido grabar esta película con Nicolás?

 

LP: Fue una experiencia muy intensa, me imagino que para los dos. Representó un montón de sentimientos, uno era mucho miedo, porque implicaba enfrentarme a algo muy cercano y muy duro. Había escenas como la de Carmen entrando a la morgue, cuando ella lo está buscando y no sabe dónde quedó el cuerpo. Ahí lo ve en la plancha y se da cuenta de que es su hijo. Esa escena me daba mucho miedo y no me dejaba dormir. Le pedí a Sofía (la directora) que no pusiera a Nicolás en esa toma, de modo que no tuviera que verlo en la plancha.


Los actores tenemos que protegernos, trabajamos con cosas tan sensibles que sin el cuidado adecuado te puedes lastimar. No quería tener esta imagen de mi hijo. Creo que tiene que ver con saber separar tu dolor y tu vida. En el momento que te dicen “¡corte!”, deshacerte y desapegarte de esa emoción, porque si no realmente empieza a afectar muchas cosas, tu cuerpo se confunde, él no sabe si esa emoción es tuya o no.

CCH: Me sorprendió el paralelismo de la película con tu vida. La edad de la protagonista y muchas de las características parecen súper orgánicas, en especial la relación madre-hijo. ¿Cuál ha sido la parte más gratificante del trabajo con Nicolás?

 

LP: De las más, cuando ves la película en la pantalla ya terminada y disfrutas el resultado materializado del sueño. La primera vez que Nicolás y yo vimos la película, fue en una sala pequeñita de la Cineteca Nacional, sólo con la gente de la producción. Nicolás estaba sentado hasta adelante —estábamos a tres metros de distancia. Cuando terminó la película me volteó a ver, tenía los ojos llenos de lágrimas. Me levanté y lo abracé; fue un momento de decirnos muchas cosas sin hablar. Porque al final hay varias similitudes de la historia de Carmen y su hijo, en el sentido de que lo tuve muy joven, los dos aprendimos al paso, yo aprendí a ser mamá sin muchas herramientas.
Era muy joven y lo hice como pude, con el papá que también era un chavito y, bien que mal, hizo lo que pudo también. Creo que la peli se parece a una parte de mi vida porque durante algunos años Sofía y yo desarrollamos la historia. Ella escribió el guion, pero tuvimos una profunda cercanía y pláticas, le di mucha retroalimentación para crear la obra, así que hay mucho de mí en ese personaje y en esa película.

 

CCH: Es muy notorio. Algo que me llama la atención es la representación de esta madre que, lejos de verse explícitamente derrumbada, parece estar viviendo un luto interior muy intenso, como un derrumbe interior muy genuino que, además, acompaña la música, que es un elemento súper poderoso. Nos guía desde el inicio y hasta el final. ¿Cuál es tu vínculo con la música?

 

LP: Desde el vientre de mi madre. Mi papá es músico, así que mi conexión es de siempre. Mi vida es música, todo el tiempo pienso a qué sonaría cada cosa; cuando quiero relacionarme con algo, lo hago a través de una melodía. A los personajes les pongo música porque, para sentir, necesito ciertos detonadores.

 

Anan (Natalia Gómez), que hizo la música, estuvo en el proyecto desde un inicio; queríamos que la música fuera como un personaje más que contase la historia. Y es que la música es increíble —a propósito, tienen que ver Todo el silencio (México, 2023), que trata sobre dos chavas que son sordas—, los sonidos y la música te conectan.

 

CCH: ¿Y cómo te conectaste con la música en “Después”?

 

LP: Es que la música es todo. Si tú ves una película sin música estás viendo otra cosa. La música estuvo pensada para que se hiciera paralelamente al rodaje. Durante las escenas, Anan estaba haciendo la música, ella veía las escenas, leía el guion y hacía la música en tiempo real. No siempre se logra ese proceso, pero así fue. Y creo que es lo que le da a la peli ese ambiente aún más nostálgico y desolador.

CCH: El personaje de Carmen es interesante porque nos cuestiona qué queda después para la madre rota. Es la música quien la salva de alguna forma. ¿Qué géneros escucha Ludwika? ¿Cómo es tu convivencia cotidiana con la música?

 

LP: Es curioso porque escucho de todo, pero tengo mis favoritos a los que les doy preferencia. Soy muy fiel a las cosas que me gustan, porque mis emociones tienen memoria. Algo que me trae mucha nostalgia y lágrimas es escuchar la música de Zbigniew Preisner, que hizo para Blanco, Azul y Rojo, trilogía de Krzysztof Kieślowski. Curiosamente en uno de esos soundtracks mi papá toca el violín y escucharlo me trae muchos sentimientos.

 

Soy muy fan de Led Zeppelin, Pink Floyd, Massive Attack, AC/DC, pero también escucho bachata y reguetón… Me encanta la música que hace Anan. Sobre lo cotidiano, no escucho mucha música en la mañana cuando me despierto; cuando pongo música es cuando camino, hago ejercicio o en el coche, en los viajes. Me gusta ponerles buena música a mis hijos. Que sepan que existen los Beatles.

 

CCH: ¿Qué viene después para ti?

 

LP: Están pasando muchísimas cosas ahorita y creo que Después traerá muchas otras. Al tiempo que me haces esta entrevista, estoy promocionando Todo el silencio, por la que estoy nominada al Ariel. También estoy preparando otra peli que haré en octubre en México y acabo de terminar una serie en Madrid. Afortunadamente no dejo de hacer, no me permito enfrascarme, no me veo haciendo lo mismo todos los días.

CCH: Quiero felicitarte porque creo que esta película es un hito en la representación íntima de las madres que han sufrido la pérdida de una hija o hijo en circunstancias complejas. Creo que es necesario dar un tratamiento ético a su dolor.

 

LP: Qué bonita entrevista. Quisiera agregar que conozco madres que han perdido hijos y siempre me han inspirado la fortaleza de seguir viviendo. Por ese respeto que siento hacia ellas, Sofía y yo no queríamos hacer un melodrama, una cosa morbosa del dolor, sino explorarlo desde la contención y no desde el hundimiento. Después es dura de ver, pero creo que le puede ayudar a muchas mujeres a saber que no están solas en ese dolor.

CCH: No son pocas las madres mexicanas a las que la inseguridad y la violencia les ha arrebatado a una hija o hijo, y su lucha por la verdad y la justicia sigue siendo fuente de inspiración y coraje para construir una sociedad más amable. Esas madres nos enseñan a imaginar y a trazar el sol aún en las peores tempestades, impulsadas siempre por el amor. En ellas arde una claridad que no cede, una ternura capaz de sostener en medio de las tempestades.

Después ya en cines.


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