Ai Weiwei

Ai Weiwei (1957) siempre ha creído que ser artista es la única manera de tener un poco de libertad. Para él, el arte no tiene que ver con colgar imágenes dentro de un museo; tiene que ver con la magia. Para él, lidiar con la vida debe hacerse sin alejarnos de nuestra conciencia y nuestras pasiones. Y el arte da acceso a ambas. El arte tiene que pedir nuevas posibilidades y tratar de ensanchar los límites existentes. Así lo cree y lo predica Ai Weiwei. Él es un insolente de corazón. Comulga con la rebeldía, una que tiene que ver no sólo con lo revolucionario, sino con la libertad intelectual, la independencia de pensamiento. Ai siempre ha respetado a las mentes brillantes y originales que levantan la voz para anunciar una nueva idea o para presentarnos nuevas posibilidades.

 

 

Comprometido e inclinado a la acción, la libertad de expresión se ha vuelto la principal lucha de Ai Weiwei. Para él, subestimar la libertad es un insulto. La libertad es lo que más valora. En 1993, cuando volvió de Estados Unidos a China, vio con pesar que nada había cambiado desde la masacre de Tiananmén, que había sucedido en 1989. Entonces se encaminó a la plaza y tomó una fotografía que se volvería su primer gran gesto: Su mano izquierda pintando dedo a la Ciudad Prohibida.

 

Con ese gesto, Ai Weiwei buscaba decir: “Yo, el individuo, puedo mostrar a mi manera mis sentimientos hacia un Estado poderoso. Él puede seguir siendo poderoso, pero yo puedo seguir siendo yo”. Tras la caída del Muro de Berlín, había cobrado conciencia de que habría una lucha constante entre el individuo y el Estado, pero también contra cualquier poder, ya fuera cultural, económico, institucional o corporativo. Entonces decidió llevar sus Studies of Perspective a distintos lugares donde hubiera monumentos arquitectónicos prominentes, como la Torre Eiffel o la Casa Blanca. Porque Ai Weiwei siempre ha sido crítico en China y en cualquier lugar. Está convencido de que, donde hay poder o un sistema rector, hay corrupción y una parte podrida. Aquel dedo medio convertido en sus Studies of Perspective pronto se volvió prohibido y perseguido.

 

Pero cuando alguien le dice a Ai Weiwei que algo no es posible, lo motiva aún más a hacerlo. Está en su naturaleza. Ha dicho en varias ocasiones que lo que más infeliz lo hace son las restricciones. «Soy un espíritu libre, impredecible, por ello las autoridades me temen. Así es como debería ser el arte.»

 

El simple perdón no funciona. El perdón de un solo lado no vale la pena. Hay que exigir primero una tregua, antes de que podamos comenzar a hablar de reconciliación.

 

Quienes conocen el trabajo de Ai Weiwei (Beijing, 1957) saben que resulta imposible recorrer una de sus exposiciones sin considerar como uno de los subtextos o matices esa insolencia, su postura política y su biografía. Ai es un crítico prominente del gobierno comunista de China, que en diversas ocasiones lo ha amedrentado de muy diversas formas. Una de las más recientes, en agosto del año pasado, fue la demolición sin aviso previo de uno de sus estudios —una ex fábrica de autopartes a las afueras de Pekín— con varias obras suyas dentro. Pero la crítica de Ai Weiwei, que se potencia por la elocuencia y el poder plástico y evocativo de sus piezas —muchas de ellas de un tamaño que ha sido descrito como “un sentido épico de la escala”—, se orienta en múltiples direcciones. En Restablecer memorias, su exposición para el MUAC, veremos dos piezas suyas que dirigen su reflexión hacia el trauma de la pérdida del futuro en dos puntos distantes geográficamente: México y China. Por un lado, una gran instalación con retratos hechos a partir de piezas Lego y un documental exploran las secuelas personales y sociales de la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Y uno de sus célebres readymades —arte encontrado—, Salón ancestral de la familia Wang (2015), una ruina de madera de cuatro siglos de antigüedad que en su momento fuera una mansión construida por una familia rural adinerada, luego derruida por la violencia de la revolución y, tiempo más tarde, adquirida por Ai Weiwei con anticuarios, le sirve como pretexto para mostrar la tensión entre lo nuevo y lo viejo. En el texto curatorial se lee así: “Une la inquietud que representa la destrucción del patrimonio cultural y nuestra relación con los ancestros”. Ai Weiwei es uno de los artistas más exhibidos en el mundo. En 2014, por ejemplo, participó en un centenar de exposiciones, individuales y grupales. Es una de esas exposiciones que a nadie deja indiferente.

 

Unas horas antes de la inauguración de la muestra, poco más de una decena de periodistas culturales pudimos sentarnos alrededor de una hora en una especie de entrevista colectiva. Ahí, pudimos indagar en su visión sobre el perdón, la memoria, la libertad, la manera en que sus sentimientos le han conducido a acciones y el rol de la poesía en su formación y su trabajo.

 

 

Jesús Pacheco (JP): ¿Cómo describirías tu relación con la poesía? ¿Y qué tan importante ha sido en tu manera de ver el mundo y aproximarte desde el arte a temas como la desigualdad o la violación de los derechos humanos?

 

Ai Weiwei (AW): Bueno, tengo una relación física. Mi padre es poeta, es uno de los poetas más importantes de China. En todos los libros de texto, los niños leen su poesía, y muchos líderes importantes de la nación citan su poesía en discursos. Pienso el mundo como algo muy difícil de comprender, pero la poesía es algo que nos permite saltar, volar y usar nuestra imaginación para mantenernos a salvo de ser completamente enterrados por el desarrollo de la ciencia o los debates políticos. La poesía está relacionada con nuestra naturaleza humana más profunda y con la forma más alta de pensamiento.

 

JP: El perdón es un tema que constantemente se discute en México. ¿Crees que el perdón y la reconciliación con nuestra historia sea una de las vías que nos conduzcan a la reconstrucción de la memoria colectiva?

 

AW: Ésa es una razón obvia. Pero primero tenemos que ser muy claros en algo: ¿Qué estamos perdonando? Tienes que perdonar algo o a alguien, ¿Pero ellos también lo están reconociendo? ¿Admitieron su crimen? El simple perdón no funciona. El perdón de un solo lado no vale la pena. Hay que exigir primero una tregua, antes de que podamos comenzar a hablar de reconciliación.

 

JP: Sabemos que las flores fueron muy importantes en el trabajo de tu padre. ¿Qué flor viene a tu cabeza cuando piensas en México?

 

AW: Me conmueve mucho su hermosa primavera. Cuando veo todas esas flores recuerdo mi infancia, porque crecí en el desierto de Gobi, y podían pasar temporadas enteras sin que viéramos ningún tipo de flor. Cuando mi padre volvió de París después de vivir ahí por un rato, fue encarcelado. Cuando un artista está en la cárcel y ya no puede pintar, entonces comienza a escribir. Así que luego de que fue liberado, se volvió poeta. Un poeta bastante conocido. Fue criticado por ser antirrevolucionario y por usar el lenguaje de la poesía, un lenguaje tan poderoso que podía hacer sentir muy incómodos a los políticos más peligrosos e importantes. Por ello tienen que matarlos. Volviendo a lo de la flor, mi favorita es esa roja muy hermosa que está en todos lados.

 

JP:¿Bugambilia?

 

AW: Sí, son hermosas. Cada vez que encuentro una, tengo que acercarme a tomar una foto. En la filosofía china, se dice que “una flor es el mundo”. Lo mismo con el ser humano. Cada uno de nosotros somos el mundo. Lo mismo con la vida misma. Por ello tenemos que pelear por que nadie lastime una vida. Herir una vida es malvado, nadie puede hacerlo.

 

 

JP: ¿Continuarás denunciando los crímenes y la corrupción a pesar de que esto signifique para ti ser perseguido o incluso lastimado?

 

AW: Bueno, no es algo que haya planeado. Es parte de la lucha vital de la que siempre me he sentido parte. Tú eres parte de mí. La humanidad es una. No es sólo alguien que es asesinado en Yemen o en Siria. Todos somos parte de lo mismo. Cuando tienes delante a toda esa gente puedes darte cuenta de que no puedes separarlos. No es posible. Así que mis sentimientos guían mis acciones. Para mí, eso es un regalo, así que mejor lo uso.

 

JP: Hay varios movimientos migratorios que se desplazan a través de México. Y ha habido muchos otros. ¿Los ves diferentes a lo que atestiguaste mientras hacías Human Flow?

 

AW: Después de Human Flow, me involucré mucho en el tema de la migración. ¿Por qué? Porque me veo como un migrante. Un refugiado. Dejé mi país no porque quisiera, sino porque mi vida estaba amenazada. Me detuvieron, fui golpeado, fui llevado a corte, pero estaba determinado a luchar por mis derechos y los de mi familia. Mi hijo no merecía eso. Por ello lo envié a Alemania un año después, y también por ello he vivido ahí por un tiempo. No porque así lo quisiera. Tuve que hacerlo. Alemania me proporcionó la seguridad que necesitaba. Hay 70 millones de refugiados en el mundo. Y cada minuto hay alguna familia yéndose de su país. No porque quieran irse. Nadie quiere dejar su hogar. Incluso si vas a las zonas más pobres, la gente quiere estar ahí. Aunque pienses “cómo pueden sobrevivir”, están en un sitio que pueden llamar hogar. Así que cuando alguien deja atrás su hogar, es porque necesita ayuda. Si no partimos de esa idea, y solo pensamos que la gente quiere ir a otro país porque quiere aprovecharse de ese lugar, seguirá siendo una pena para la humanidad y seremos parte del problema. Eso es lo que pienso y siento sobre el tema. Después de Human Flow, hice otra película, The Rest, que va a exhibirse en el Toronto Film Festival [en septiembre]. Iré a todos lados a presentarla. También estoy trabajando en otra película sobre los rohingyas [minoría musulmana de Birmania]. Han sido abusados y asesinados, sus pueblos fueron incendiados, y hoy se están estableciendo en Bangladesh.

 

JP: Dos de los temas abordados en tu exposición para el MUAC son la memoria y el trauma. Mientras uno busca recuperar el pasado, el otro niega la posibilidad de futuro, generando un estado permanente de tensión. ¿De qué manera debe ser comprendida la idea de restaurar la memoria?

 

AW: La memoria es como un rompecabezas, y en muchos casos, pensamos que nunca podremos ver la imagen completa, porque faltan demasiadas piezas. Cuando llegué a México y vi los carteles políticos en la calle [sobre los 43], pregunté a distintas personas y nadie pudo darme una respuesta clara. Así que dije: “Como tengo que hacer un proyecto aquí, ¿Por qué no me involucro investigando y conociendo gente?”. Expertos, especialistas en derechos humanos, oficiales, familiares… Así tendría la oportunidad de conseguir más piezas para mi rompecabezas, y podría ver la imagen con mayor claridad. ¿Por qué lo hice? Porque estaba ansioso por conocer la verdad, los hechos, y haciéndolo, podría entender mejor a la sociedad mexicana y su historia.

 

JP:¿Qué es la libertad para ti por estos días?

 

AW: La libertad es algo que requiere luchar, y es lo opuesto a la guerra. No sólo se refiere a las posibilidades que tienes si eres rico. La libertad es algo espiritual.

 

 

El fascinante proyecto de Ai en aiweiwei.com

 

 


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