No me reconozco. Este receso me hace imposible escapar a lo inevitable: el autoenfrentamiento y la autoexploración. Me resulta, incluso, más fuerte que sobrellevar la falta de “sociedad”. El claustro y la pausa me fuerzan a enfrentarme, analizarme, evaluarme, criticarme, reírme de mi ser… a conocerme y aceptarme, y a eso cualquiera le tiene miedo. Ahora vivimos en una espiral constante de soledad, autoconfinamiento, introspección y autoexploración.
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