“No hay ninguna inteligencia en amar a otra persona"
fotografía Maj Lindström
dirección creativa Vanebon
estilismo Ocanna Ramos
maquillaje Adrian Ruvalcaba
pelo Robbie Martínez
asistente de estilismo Ana Sofía Romo
asistentes de luz y foto Luis Hernández y Simón Barber
Me equivoqué otra vez. Me imaginaba a una Camila Sosa Villada de arrebatos; un acto de discriminación de los que la escritora detesta, con mucha razón. Hay que decirlo, la ganadora del premio Sor Juana 2020 es a la vez una y muchas mujeres y todas de contrastes: es dueña de una voz dulce y la usa en una narrativa que resuena con estrépito de batalla. Busca la soledad y adora la cercanía de los amigos. Vive con una actriz chirriante en la cabeza; menos mal, porque sucede que la actriz debe rescatar a su rommie, una escritora tímida. Ocurre, también, que la escritora escribe diálogos para que la actriz pise el escenario.
Por último, Camila Sosa (La Falda, Argentina, 1982) es dueña de una inteligencia aguda, que la impulsa a escribir Soy una tonta por quererte (Tusquets 2022), su último libro de cuentos, en el que muestra que la imaginación trasciende la feminidad o la masculinidad, lo mismo que el amor que, como advierte el filósofo esloveno Slavoj Zizek, es el mal de hombres y mujeres.
Vanesa Robles (VR): Afirmas que la gente piensa que Las malas es una novela autobiográfica sin consultarte. ¿Lo es o no lo es?
Camila Sosa Villada (CSV): Cuando escribió La vida de las mujeres, Alice Munro enfrentó los mismos cuestionamientos. Ella respondió que es una novela autobiográfica en la forma, no en el contenido; eso me parece muy inteligente y bonito.
En Las malas he puesto a mi servicio toda una experiencia de mi juventud, que tuvo que ver con las travestis. Pero la novela da la sensación de que eso duró años, de que yo iba todas las noches al parque con ellas y de que una se encontró un bebé. En realidad, mis padres fueron a hacerle una promesa a la Difunta Correa —una santa pagana popular en Argentina— a finales de 2008, cuando yo tenía 26 años, para que dejara la prostitución y tuviera una mejor vida. Al año siguiente hice una obra de teatro y empecé a hacerme conocida y no tuve que volver a prostituirme nunca más. La anécdota principal de la novela, la del bebé, y todos los personajes han sido creados desde el barro por mí. Yo he soplado vida sobre ellos; ninguno existió, aunque están todos a la vez.
VR: También has dicho que antes de nacer como mujer empezaste a escribir como mujer. ¿Crees que hay alguna diferencia entre escribir como mujer y ser un hombre escritor que le da vida a una mujer?
CSV: La diferencia entre la escritura femenina y la escritura masculina tiene que ver con una predominancia de los escritores varones, por sus privilegios. Con el tipo de ejecución del oficio, más que con el tipo de escritura. Primero, ellos tienen buenos trabajos, tienen tiempo, estudios. Piensa que las mujeres han podido estudiar mucho después que los hombres. Y si las mujeres estaban relegadas a ciertas tareas, las travestis todavía más, solo a la prostitución, a escondernos y de vez en cuando a sobrevivir, cosa que muchas no lograron.
Me separé hace poco. Uno de mis reclamos fue que yo necesito estar sola algunos fines de semana, porque es el único momento que tengo para escribir. A mi ex era imposible hacerlo entender que yo pretendía un momento de soledad para pensar como una escritora: desayunar y mirar la tarde por la ventana, y dejar que comenzaran a leudar, a jugar en mi vida esos rencores, esas rabias, esos sentimientos que hacen a la escritura.
Creo que la diferencia entre la escritura de los hombres y de las mujeres es más bien una cuestión económica, una cuestión de clase y una cuestión material.
Ahora, la diferencia con un escritor que habla desde un personaje femenino es que los escritores no son travestis y yo sí lo soy. Tengo un compromiso absoluto con el espíritu y con el cuerpo, sobre todo porque no se esperaba que las travestis escribiéramos.
VR: ¿Existe entonces una escritura con identidad trans? ¿Cómo es?
CSV: La diferencia entre escribir como mujer y salir a la calle vestida como mujer no puedo distinguirla nítidamente, porque mi universo es la escritura. Hace años comencé a entender al mundo a través del lenguaje, no de la realidad, aunque el lenguaje es lo único que configura a la realidad.
Federico García Lorca escribió: “Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman, contra el niño que escribe nombre de niña en su almohada, ni contra el muchacho que se viste de novia en la oscuridad del ropero…”.
Yo me vestía con las ropas de mi mamá en el baño y me miraba en el espejo. Estaba ahí lo que dura echarse un cago. Me miraba. Luego me lavaba la cara, me sacaba la ropa y me volvía a vestir como varón. También escribía como mujer y escondía mis cuadernos debajo del colchón porque tenía terror de que mis padres me encontraran vestida de mujer y me golpearan.
Un día me animé a contar lo que me estaba sucediendo. Me enamoré de un profesor de gimnasia en la escuela y se lo confesé a quien creía que era mi mejor amiga. Además escribí una novelita en la que yo contaba cómo una chica se enamora de su profe de gimnasia. Él me robaba y me llevaba a la montaña y nos revolcábamos entre los árboles y blablablá. Le pasé la novelita a mi amiga. Me traicionó y se la mostró a sus padres. Los padres fueron a mi colegio y dijeron que yo no podía ir más a ese colegio, porque era un peligro. ¡Mira de lo que yo estaba hablando!
Ahora sé que la escritura de las mujeres y las travestis es un poco más salvaje, sobre todo la literatura de las travestis, porque nuestro proceso de escolarización y de aprendizaje han sido muy diferentes a los del común de las personas. Mientras mis compañeros de comunicación social en la universidad prestaban atención, estudiaban y se juntaban para hacer sus trabajos prácticos, yo estaba recuperándome de la resaca de la cocaína, del alcohol, del sexo, de los golpes y de las orgías. Del cansancio de una noche de ronda. Yo no tenía dinero para los apuntes. No aprobaba porque no tenía de dónde estudiar.
El territorio del lenguaje también era muy particular entre las travestis y los maricones con los que me juntaba. Todo era metafórico, todo tenía doble sentido y era muy precioso de habitar, porque los insultos eran caricias y las caricias escondían golpes. Era un lenguaje difícil. Hablar con las travestis implicaba una lucidez que los heterosexuales no precisan. Acá el lenguaje se utiliza con la política del asalto bancario; hay que hablarlo todo en el menor tiempo posible, porque “camarón que se duerme se lo lleva la corriente”. Si pierdes tiempo en la negociación con un cliente, viene “otra” y te lo roba o viene la policía y te lleva presa. Entre las travestis, la vida y el lenguaje son de una velocidad y de una intensidad que otras personas no necesitan. El hecho de sentirnos perseguidas hacía que nosotras usáramos el tiempo con más rapidez, que nuestras vidas fueran muy intensas, y cuando digo vidas digo lenguaje.
VR: ¿Hay vestigios de aquella discriminación ahora que eres una escritora famosa?
CSV: El primero es pensar que no soy capaz de inventar un mundo, sino que estoy haciendo una crónica de mi vida. Eso tiene que ver con la transfobia y tal vez con la misoginia; con decir que las mujeres no somos capaces, a pesar de que lo hemos demostrado acabadas veces.
Mira la novela de la [Mariana] Enríquez, la de Nuestra parte de noche. ¿Qué hombre es capaz de escribir algo así de bueno?
Pensar que sólo estoy haciendo relatos autobiográficos… ¡No hay cosa que deteste más! A quienes lo piensan, les voy a hacer la guerra cada vez que saque un libro. Me parece una imbecilidad creer que hay escritores que hacen relatos autobiográficos y escritores que hacen ficción. Esa es una de las peores discriminaciones.
VR: Ya que estamos en esto de la ficción y la realidad. ¿Qué partes de tu vida son más divertidas que las de Las malas? ¿Cuáles le envidias a la ficción?
CSV: Bueno, ahorita vivo en un departamento lindo, mis amigos son hermosos.
Contrario a esa imagen un tanto melancólica que puedo dar, sé reírme mucho. Tengo amantes y el sexo es muy divertido. Con mis amigos salgo a emborracharme. Me río bastante. Nos juntamos con mis amigos y empezamos a darle a la lengua. Me divierto con la comida, me divierto mucho con la música. Me encanta bailar. Hacer deporte…
¿Qué partes le envidio a la ficción? Extraño esas travestis que yo creo que están desapareciendo. Las extraño muchísimo. En Suecia vi que las trans se visten como señoras. En Argentina, las nuevas generaciones se visten como señoritas europeas, intentando pasar desapercibidas; están mirando siempre a las europeas, en vez de mirar esas flores carnívoras que éramos nosotras. ¡Ay con nuestros vestidotes, nuestras tetas, nuestras medias y tacones, nuestro calor, nuestra calentura, nuestra violencia! Las de mi generación están desapareciendo, se están muriendo, están grandes, cansadas. Las extraño.
VR: Hay una parte de asumirnos como mujeres que implica cuidados y que la mayoría de los hombres cincuentones no tiene; es divertida, pero puede ser cansada. ¿Existe una Camila Sosa Villada en chancletas?
CSV: No existe una Camila Sosa Villada en chancletas, existe una Camila Sosa desnuda. En mi casa siempre ando desnuda. Luego sí, bueeeno, ando en chancletas a veces. No voy al supermercado en tacos ni entreno en minifalda de lentejuelas. Pero para mí la desnudez es la sensación del rilax, del despojo de esa performatividad. Me gusta y respeto mucho a la gente que anda desnuda por su casa. Desconfío de esos amantes que se visten inmediatamente después de hacer el amor. ¡Es tan lindo andar desnuda con tu pareja, paseando por el departamento! ¡Cocinando desnudos, desayunando desnudos! Yo no entiendo otra forma de existir.
Y cuando se trata de performar, pues bueno, performo y me produzco bien.
VR: Hablando de lo performativo, ¿en qué momento la escritora que eres extraña a la actriz que eres y viceversa?
CSV: A veces la actriz socorre a la escritora, porque yo soy más tímida de lo que parezco, entonces la actriz aparece y me resuelve cierta performatividad frente al público, frente a los periodistas, frente a los lectores. Soy verdaderamente tímida y he sido siempre muy solitaria, desde niña. Cuando la gente se me acerca “Camila, y tan lindo tu libro, y te admiro, y gracias por esto y gracias por lo otro y blablablá”, me quedo paralizada porque no sé qué responder. Entonces la actriz me socorre; me da gestos, me da sonrisas, me da respuestas que la escritora no tiene.
El teatro, lo que tiene es que estás necesariamente en contacto con otras personas. Hay que lidiar con los seres humanos, incluso si son tus amigos o las personas en las que confías muchísimo, todo el tiempo hay que estar acordando algo. El único momento de soledad es el previo a la escena, en el camerino. Yo apago las luces, respiro, me concentro, estiro la espalda y las piernas, bebo agua, me tomo un traguito de mi mezcal, me fumo un porrito. Salgo a escena y esa soledad se queda en el camerino.
La escritura es más solitaria y eso lo extraño. Extraño que antes tenía más tiempo para escribir. Escribía páginas, sin saber que estaba escribiendo. Eso dejó de ser así y empezó a ser un trabajo. Ahora la mirada ajena interviene sobre mi escritura. Pasa por un editor y luego por un corrector. Ahora tengo que pensar en libros, antes no.
A la vez, la escritora socorre a la actriz, porque no hay personajes interesantes para una trans; no los hay. Durante todos estos años de hacer teatro he estado escribiendo para mí esos personajes.
He escrito desde que aprendí a escribir. Estoy aquí y ahora escribiendo y me lo tomo muy en serio. Miro el mundo con ojos de escritura, escucho el mundo con oídos de escritura, que también son los oídos de una cantante y son los ojos de una actriz.
La actriz también socorre a la Camila cantante, de modo que no sabría decirte cuál soy, de todas esas personas que tengo dentro. Soy tantas cosas, tantos animales, tantas personas, tantas plantas…. No tomo voces prestadas, estoy dentro de esas voces.
VR: El título de tu último libro de cuentos Soy una tonta por quererte (2022) suena un poco a mujer latinoamericana sumisa…
CSV: Bueno Soy una tonta por quererte es el título una canción de Billie Holiday: “I’m a fool to hold you.. Such a fool to hold you… To seek a kiss not mine alone… To share a kiss that Devil has known”.
Yo también creo que el amor es una especie de enfermedad o de estupidez para las mujeres y los hombres. Lo creo profundamente: es una enfermedad mental, sin duda.
Por suerte para mí, sabiendo esto que te digo, que creo que el amor es una estupidez y que nos vuelve tontas y todo lo demás, la disfruto. Disfruto esa estupidez: estar tarada y con esa agitación y que me guste alguien y caer una y otra vez en el mismo error, que me busque alguien y todo lo demás.
Pero, eso sí, entiendo que es para todos por igual: no hay ninguna inteligencia en amar a otra persona.
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