Vivir es repetir. Repetimos el acto de despertar, de pasar el día, de dirigirnos a la noche. La repetición le da un sentido a nuestro día, cierta seguridad o certeza. No escapamos nunca del tiempo lineal ni de su acumulación. Como si todos fuéramos parte de un mismo canon. De un ciclo que al menos nos tiende la oportunidad de volver a empezar.

Pero el tiempo puede pasar de diferentes maneras. Continuamente su complexión se distorsiona. Los segundos se estiran cuando estamos a la espera, y no nos damos cuenta de que las horas pasan cuando estamos sumergidos en el gusto. La percepción del tiempo cambia según el momento en que nos encontremos. Aunque da lo mismo si se va rápido o lento, no es una cuestión de velocidad, sino de experiencia. Llevamos dentro un reloj propio y marcamos a nuestro paso ese continuo relativo. Somos nuestras propias manecillas.

12:00

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10:00

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