Tadao Ando, premio Pritzker, refleja en su proyecto arquitectónico el significado del nombre de la casa: “el arte de buscar la belleza en la imperfección, en el accidente y en la profundidad de la naturaleza”. A través de las secuencias en los recorridos y espacios, cada uno con punto de fuga distinto, se vive una experiencia espacial, sensorial, exquisita; casi como si uno se encontrara dentro de una escena de Kubrick. Incluso la instalación de Daniel Buren, el único muro con color artificial, crea la misma sensación secuencial.

El sitio vivo y cambiante genera experiencias estéticas distintas a las de un museo o galería. Los juegos del claroscuro —contrastes de luz y sombra entre muros de concreto—, la vegetación desértica del jardín botánico y el azul intenso del cielo crean un verdadero espacio de integración sensorial.
Escondido al fondo, conformado por una grapa cónica de concreto abierta al cielo, el observatorio incrustado en la topografía arenosa del sitio evoca las sensaciones de contemplación lumínicacromática en las instalaciones Turrell.

Espejos de agua miesanos contrastan con la marea del Pacífico; palapas de gran escala sobrepuestas a muros de concreto dialogan entre lo vernáculo y lo moderno, lo tectónico y lo estereotómico. El 90% de mano de obra local con el que fue construida Casa Wabi refleja el equilibrio entre naturaleza, arte contemporáneo, arquitectura y su entorno.


Fundación Casa Wabi, un proyecto interdisciplinario cerca de Puerto Escondido, Oaxaca, quiere fomentar el intercambio de ideas entre artistas de diversas especialidades, tanto nacionales como internacionales. Es interesante su función: una especie de trueque prehispánico.



La fundación funge como espacio de intercambio entre artistas y habitantes de las comunidades cercanas. Los artistas invitados permanecen durante un periodo de tiempo en una de las seis residencias, viviendo, observando y explorando un entorno distinto, rodeados de naturaleza para crear a cambio una obra inédita especíca para el sitio.
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