
Actuar, explorar, evolucionar...
fotografía Maureen Evans
estilismo Alberto Rebelo
grooming Atenea Tellez
asistente de estilismo Santiago Araico
toda la joyería Tiffany & Co.
Diego Boneta parece haber estado ahí siempre. No recuerdo cuándo fue la primera vez que lo detecté o que la idea de él entró en mi cabeza, pero para cuando interpretó a Luis Miguel, sentía que llevaba milenios viéndolo triunfar. Diego es muy joven, él y sus pestañas están en el mundo desde 1990 —cualquiera que haya estado con él sabe que sus pestañas hipnotizan—. Cuando está de acuerdo o se sorprende, las abanica suave y lentamente de una forma que desconcierta y seduce. Y es que es inevitable no quedarse petrificada por Diego. Hombres y mujeres parejos, Diego arrasa donde se para. Esto lo atestigüé un día en el que, comiendo con él en un restaurante, sonó la alerta sísmica y tuvimos que salir a la calle. En medio del asfalto, dimensioné a Diego Boneta: no hubo un alma, de cualquier edad, preferencia sexual, género, credo, nivel socioeconómico, que no sacara su celular para llevarse un pedacito de él.
Su presencia sólo se potencia más cuando una lo ve a través del monitor: es como si Diego hubiera nacido para ser proyectado en una pantalla, como si hubiera nacido para ser visto. Ni en mis más locas fantasías me hubiera imaginado trabajar con ¡Diego Boneta! Es como si siempre hubiéramos ido por carreteras distintas. Yo por un camino en el monte y él claramente a toda velocidad por la autopista de cuota. Pero sucedió. La liberación nos reunió y nos puso a jugar. Nos hizo conocernos y respetarnos. No he encontrado en México un actor que trabaje tanto como él, que se prepare tanto y con tanto rigor para su papel, o sus papeles, como fue en el caso de La liberación, en donde interpretó un concepto —el patriarcado—, con todo el sentido del humor del mundo y toda la autocrítica imaginable. Yo le decía que el patriarcado tenía que ser representado por un hombre guapo, blanco, cis, hetero y lleno de privilegios como él. Nos reímos y estuvo de acuerdo. No sé cómo, pero confió en mí y se dejó ir tendido. Admiro profundamente su tenacidad y su compromiso con el riesgo, sus ganas de ponerse en lugares incómodos para aprender y crecer, como actor, pero también como persona.
Diego, Sexy Jesus, como le digo ahora que somos amigos, es una estrella hambrienta, internacionalmente insaciable, un fenómeno pop. Muero de genuina curiosidad por ver lo que viene para él porque, aunque está en el medio desde que es niño, su carrera está empezando, está eligiendo personajes extremos, complejos, contrarios al Diego que nos sonríe desde los múltiples espectaculares de la ciudad.
Bravo, Diego.
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Alejandra Márquez (AM): ¿Cómo fue tu formación inicial como actor? ¿Por qué elegiste aquellos papeles que van con tu estereotipo en lugar de optar por los radicales?
Diego Boneta (DB): En realidad, quería ser cantante. Empecé tomando clases de canto a los ocho años, y mi sueño era ser solista, lanzar mi disco. No fue sino hasta los 12, cuando participé en una telenovela infantil, que me vi, metafóricamente, lanzado a la alberca: Figure it out. Aprender a actuar en un par de semanas no era algo que estuviera en mi radar ni que quisiera hacer, todo lo contrario. Sin embargo, en esa alberca metafórica, al tratar de nadar, me di cuenta de que actuar era algo que realmente disfrutaba. Fue una sorpresa total.
Siempre me han encantado las películas e ir al cine. Desde niño, era casi un ritual: íbamos al menos una vez por semana. Recuerdo perfectamente la primera película que vi en el cine. Hasta la fecha, disfruto mucho esa experiencia. Después de los 12 años, me pregunté: ¿Cómo puedo actuar en esas películas que tanto me gustan?
Mi formación no fue académica, sino práctica. Aprendí en el set porque, de lo contrario, me hundía en esa “alberca”. Con el tiempo y más experiencia laboral, entendí la importancia de una preparación sólida. En 2007, me mudé a Los Ángeles, donde compaginaba mi carrera musical —con mi segundo disco— con mi carrera como actor. Fue curioso porque, como mexicano, pensaba que primero debía hacer cine en mi país y luego dar el salto a Hollywood. Sin embargo, durante años no me permitieron ni siquiera hacer castings en México, decían que “no parecía mexicano”. Como mi mamá es estadounidense y tengo rasgos caucásicos, me veían como un “gringo de ojos verdes”. Carla Hool, una de las directoras de casting más importantes de Hollywood, con quien he trabajado en varios proyectos, me dijo en 2007, “Diego, ven, están haciendo casting para el papel principal de la película Las crónicas de Narnia: El príncipe Caspian.” Fui a la audición —era una gran producción de Disney—, me volaron a Los Ángeles y llegué hasta la última ronda. Al final, la decisión estaba entre otro actor y yo. Carla me dijo: “Diego, múdate a Los Ángeles”. Yo aún pensaba que primero debía hacer cine mexicano, pero ella me aseguró: “No. Como dicen aquí: You’ve been barking up the wrong tree. Múdate a LA ya”.
Tras terminar la gira con Rebelde y mi disco, me mudé. Ahí fue cuando empecé una formación más formal: “workshops” con “acting coaches”, estudio de cine, análisis de directores, y ver al menos una película al día para expandir mi lenguaje cinematográfico; ver películas de los grandes directores, ver los clásicos y volverme un “estudiante del cine”. Al principio, no podía escoger si quería ser el galán o el malo; tomaba lo que cayera. Durante dos años y medio hice cuatro castings por semana. Conseguí papeles en series como Pretty Little Liars y 90210. Finalmente, obtuve mi primer papel protagónico en una gran producción: Rock of Ages (2012), junto a Tom Cruise, Alec Baldwin, Paul Giamatti y Catherine Zeta-Jones. Tenía 20 años y ese fue mi gran parteaguas en Hollywood. Al principio no podía escoger, pero después ya andaba llorando de felicidad.
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AM: ¿Entonces el parteaguas en tu carrera no fue “Luis Miguel, la serie”?
DB: Tras 10 años en LA, surgió la oportunidad de interpretar a Luis Miguel. Tenía la inquietud de producir y crear mis propias historias, para no estar a la merced de los papeles que me ofrecieran. Luis Miguel: la serie (2018) fue un proyecto increíble, mi primera gran experiencia como productor y donde tuve la oportunidad de participar con los equipos creativos para generar esta historia.
A raíz de Luis Miguel, tras una década sin actuar en español, no me sentía del todo cómodo, sentía que mi dominio del idioma estaba oxidado. En LA me forzaba a hablar inglés sin acento y eso durante muchos años me hizo sentir incómodo actuando en español; tartamudeaba y ciertas palabras no me salían de forma natural. Decidí buscar el mejor acting coach en español y encontré a Juan Carlos Corazza, cuyo estudio —Estudio Corazza— ha formado a grandes actores como Javier Bardem; realmente es una eminencia. En el verano de 2017, tomé un curso profesional con él y marcó un antes y un después en mi carrera. Desde entonces, es mi maestro y preparo cada proyecto con él. Su enseñanza ha sido fundamental y hoy Juan Carlos es como mi Mr. Miyagi.
Recientemente, viví una de las experiencias más gratificantes de mi carrera: en su academia, que ofrece una formación de cuatro años y hay sólo dos becas para actores. Hace unos meses, Juan Carlos me dijo: “Tengo la beca de Penélope Cruz, la beca de Javier Bardem, ¿cómo te sentirías teniendo tu propia beca aquí?” Fue uno de los mayores honores que he recibido. Pensar que, de la misma manera en que su formación y sus cursos cambiaron mi vida, yo podría ayudar a otros estudiantes a vivir lo mismo, fue algo muy significativo.
AM: ¿Qué te llamó de “La liberación”? ¿Qué te convenció para venir a nuestros brazos?
DB: Honestamente, mi primera reacción fue de mucho miedo. Leí el material y se me hizo tan único —por la sátira y esa incursión en el medievo—; estaba tan bien escrito. Lo primero que pensé fue “no, Ale (Márquez) no me quiere para ese papel. No hay manera de que me quiera para ese papel”. Después de que lo confirmé, dije madres, y me dio mucho miedo, porque hay escenas muy fuertes, muy burdas, con monólogos asquerosos, machistas. Por otra parte, el lado actoral de seis o siete personajes distintos y en el medievo y la mezcla con el presente… Pero después de platicarlo con mi hermana —que es mi socia en la productora—, me dijo: “Diego, esto es mucho más grande que tú; es un movimiento, es una causa increíble y tienes que ponerte al servicio de esa causa y de esta historia. Y justamente para que esto tenga el impacto que Ale quiere que tenga, tienes que ir con todo, full, full, full, full, full”. Y ahí fue cuando me cambió la perspectiva y lo vi de una manera totalmente distinta. Lo vi desde afuera, todo el panorama, y la oportunidad del rol que me tocaba jugar en esta historia.
Después de platicar contigo, Ale, por Zoom —que fue la primera vez que nos conocimos—, me diste mucha confianza. Me encantó escuchar la reflexión que haces con esta serie: el porqué, cómo la escribiste, que además la producen Jo [Johanna Murillo], Ilse [Salas], Cass [Cassandra Ciangherotti]. Pensé: “wow, qué fregón esto”. Y fue lo que me dio la confianza para ir con todo y ponerme en tus manos.
Por otro lado, platicando más del lado actoral, lo que más me atrae son los riesgos. Nunca me había enfrentado con una oportunidad que me asustara tanto, y eso también generó en mí el “no, no, no, vamos y no vas solo, vas de la mano de Ale y de todas estas mujeres chingonas”. Fue una experiencia increíble.
“Sé que el machismo es una realidad y que daña, hiere y les quita libertad y voz a muchas mujeres, pero para mí era muy ajeno. Justo por eso entendí la importancia de representarlo bien, de mostrarlo sin suavizarlo ni justificarlo. Fue un reto.”
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AM: Me acuerdo de estar muy sorprendida al ver la cantidad de trabajo que inviertes en tu preparación actoral. Me impactó tu sistema de trabajo. En “La liberación”, interpretas el patriarcado y al machismo a través de varios personajes que deambulan en el presente y en el medievo. ¿Cómo te preparaste para todo este abanico de personajes que son más bien un concepto?
DB: De entrada, leí el material varias veces. Tenía que entender el texto, el diálogo, normalizar muchos diálogos que se hablan en este español antiguo para que realmente fueran parte de mí. Después platicamos mucho de diferentes referencias para cada uno de los personajes, desde Dr. Strangelove. Luego vi todas esas películas otra vez, pero con el enfoque de ok, esto para este papel, éste para este otro.
Soy extremadamente dedicado, siempre me preparo con Juan Carlos [Corazza]. No sé cuántas horas, pero muchísimo, porque mi papel es un hombre ciego, pero a la vez no lo es —no te das cuenta de eso hasta que avanza la serie—. Prepararme para realmente desnudarme al 100%. Y es que algo que me encantó fue que me dijiste: “ya vi que puedes hacer tus prostéticos y verte de 50 años, pero aquí nada de prostéticos, aquí estás tú solo y unos dientes y un par de cositas más, y ya”. Eso implicó otro reto. Como dices, había que interpretar el concepto del patriarcado.
Y una vez habiendo estudiado para el examen —preparándome lo más posible antes de llegar al set contigo—, soltar todo. Nunca me había sentido así de desnudo, porque son muchos personajes. No había aprendido ni gozado tanto en otro proyecto y aprendí muchísimo de ti.
AM: Fue un placer tenerte y tenerte como aliado, sobre todo, por lo que representas para muchísima gente allá afuera. En tu carrera has interpretado personajes memorables, y lo que hiciste en “La liberación” es una especie de “anti eso”: anti todo lo que habías hecho. Quizá aquí me quiero meter en aguas tenebrosas, es decir, mucha gente te ve como un hombre que goza de muchos privilegios. ¿Crees que eso fue útil para este proyecto? ¿Cómo viviste esa autocrítica, o esa crítica que hicimos al convocarte?
DB: De entrada, lo acepto. Soy una persona muy afortunada y privilegiada de poder hacer lo que amo, de que me va bien y, además, entender que no todos pueden decir lo mismo. Agradezco y sé lo afortunado que soy. Luego, ver qué puedo hacer a través de mi personaje para abrirle los ojos a otros hombres, para que puedan escuchar a las mujeres, entenderlas y aceptar lo que han estado haciendo mal. Al mismo tiempo, la burla de eso, que fue muy divertido. La liberación no habla en un tono solemne, es una sátira total. Había monólogos que me parecían imposibles de articular, pero al momento de ver lo ridículos que eran, pensé: “vete full, full, full ridículo y búrlate de eso”. No soy alguien que se toma muy en serio; es bueno poder reírte de ti mismo.
AM: Me acordé mucho de que platicábamos de Tom Cruise en “Magnolia”. Ese personaje ridículo, macho…
DB: Me encantó la metáfora porque mi personaje es un hombre ciego y el patriarcado y el machismo también lo son. Y luego el backstory de qué pasa en el pasado y cómo lo ata a la historia del presente. Es un círculo perfecto, y esa manera de contar historias me encanta.
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AM: ¿Qué te incomoda sobre las conversaciones en torno al patriarcado?
DB: Para empezar, leer los guiones que me mandaste, Ale. Como actores, nos toca ponernos en la piel de otros, incluso de personajes con los que no tenemos ninguna afinidad. A veces nos toca meternos en la piel de un asesino, que realmente es ajeno a quien eres tú, pero en este caso, el personaje [de “La liberación”] me generó un rechazo inmediato porque no sabía en lo absoluto lo qué iba a hacer. Nunca me había pasado algo así. Me molestaba lo que leía, porque no crecí en un entorno machista. Aunque mi padre es mexicano, es la persona menos machista que conozco. En mi casa, quien manda es mi madre, siempre ha sido así. Mi padre nos enseñó con su ejemplo, con la manera como trata a mi madre y la relación que tiene con mi hermana, la importancia de la mujer. Nunca vi comportamientos machistas en mi familia, por lo que me costaba empatizar con el personaje.
No es que no crea que el machismo existe; sé que es una realidad y que daña, hiere y les quita libertad y voz a muchas mujeres, pero para mí era muy ajeno. Justo por eso entendí la importancia de representarlo bien, without holding anything back, de mostrarlo sin suavizarlo ni justificarlo. Fue un reto.
Más que ponerme incómodo… aprendí algo fundamental: en este tema, la intención no lo es todo. En nuestras conversaciones, Ale, muchas veces decía: “Bueno, pero mi intención es ésta”. Y me hiciste ver que, aunque la intención cuenta, lo realmente importante es el qué dices, el cómo, y la intención siempre es importante.
Este aprendizaje ha sido invaluable para mí. Generalmente, en la vida, tendemos a justificar nuestras palabras con la intención detrás de ellas, dependiendo de quién lo dijo, si nos quieren herir o no. Pero en este tema es crucial estar bien informado, ser cuidadoso con lo que se dice y cómo se dice. Ha sido un privilegio recibir estas master classes de ti y de Ilse, Dolores, Cass, Joe, Ofelia…
“Apoyo completamente las nuevas regulaciones en los sets: la presencia de “intimacy coordinators”, el trato respetuoso, la equidad salarial, el reconocimiento justo y el establecimiento de una verdadera meritocracia.”
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AM: ¿Qué ventajas o desventajas te ha traído tener esos privilegios de los que hablas?
DB: En México, al menos al inicio, no me ayudó en la actuación; de hecho, ni siquiera me daban castings porque no tenía el look que buscaban. Al menos eso a nivel profesional, porque a nivel personal, me siento afortunado y privilegiado de venir de una familia increíble. Sin embargo, en lo profesional fue complicado, al menos en México. Cuando a los ocho años les dije que quería ser cantante, mis padres, ambos ingenieros y muy académicos, pensaron que estaba loco. En lugar de apoyarme, al principio intentaron disuadirme. Sólo cuando se dieron cuenta de que no era sólo una pasión, sino una vocación, comenzaron a apoyarme, pero con la condición de que no descuidara la escuela —mientras tuviera buenas calificaciones contaba con su apoyo. Cuando me mudé a Estados Unidos, viví una especie de limbo. En México me veían como gringo, y en Estados Unidos, como mexicano, pero me decían que no parecía mexicano. Fue difícil al inicio.
Los últimos castings fueron solo para comprobar que podía hablar inglés sin acento. Ni siquiera eran pruebas de actuación, sino grabaciones de voz para que el estudio aprobara mi pronunciación. Resultaba irónico, porque mi personaje era de Detroit y mi madre nació ahí, pero el hecho de haber nacido en México y llamarme Diego generaba dudas. Era una constante lucha contra los estereotipos. Como dicen, “nadie es profeta en su tierra”. Ni Sexy Jesus.
AM: ¿Qué te dejó esta locura llamada “La liberación”? ¿Crees que la serie pueda cambiar a la industria del cine y de las series?
DB: Nunca he visto una serie —ni en Latinoamérica ni en inglés ni en nada— que se le parezca a esto. El tono satírico y el hecho de que es una serie creada por mujeres y contada por mujeres, con un equipo encabezado por ti y con productoras también. Es decir, es un punto de vista 100% femenino. Me encanta que sean actrices mexicanas produciendo esto contigo, es innovador para la industria. Y en sí, me gusta porque no puedo compararla con ninguna otra serie o película que he visto; ahí es cuando te das cuenta de lo único que es y, habiendo tantas plataformas y contenido, el que La liberación tenga su propia voz es importantísimo. Ojalá esto provoque que más plataformas y distribuidores se atrevan a contar este tipo de historias, que tienen un impacto cultural más allá de un algoritmo. Por otro lado, a mí esta experiencia me cambió. No sé cómo decirlo en español, I learned how much I have left to learn —aprendí lo mucho que me queda por aprender.
No crecí en un entorno machista en lo absoluto, sino rodeado de mujeres increíbles. Aun así, me di cuenta de lo poco que sé y de lo mucho que tengo que aprender. Como tú dices siempre: “esto es un tema de conversación que no es dogmático, el feminismo sigue vivo y sigue mutando y creciendo”. Lo importante es estar con los oídos y el corazón abiertos, y no hablando desde la certeza, sino desde un punto de vista de querer mejorar, tomando un rol de escuchar, de aprender. No soy perfecto y tengo muchas cosas que trabajar y mejorar; ser parte de La liberación me dejó con muchas ganas de seguir haciéndolo.
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AM: ¿Y al público mexicano? Porque claro, ahí está todo nuestro corazón —el mío, el de las actrices y el tuyo— pero, ¿por qué la gente debería vernos?
DB: Es una serie necesaria y tendrá un público de hueso colorado, sobre todo con mujeres jóvenes y con la comunidad lgtbq+. Le da una voz a esa minoría y eso es sumamente necesario. Sin duda es un proyecto que tiene un riesgo enorme de crítica, pues no es de medios tintes: o te pintas las uñas de “La liberación” o las quemas. Pero algo que tú y yo tenemos en común es que nos gusta tomar esos riesgos y decir: “generemos controversia”. Estoy tan orgulloso y feliz de que me hayas invitado a tu fiesta, a tu historia y a tu guion. Cuando un proyecto viene del corazón, de las entrañas, el público lo percibe e, independientemente de que guste o no, nadie te va a poder decir que no lo arriesgaste todo. No hay mejor cumplido que ese.
AM: ¿Cómo ha recibido la industria del cine el paso del feminismo?
DB: Uf, Ale, esta pregunta no sé bien cómo contestarla. Desde mi perspectiva, sin ser un experto en el tema y con el deseo de seguir aprendiendo, creo que desde el movimiento Me Too y Time’s Up, ha habido un cambio positivo. En mi experiencia, he visto avances como la incorporación de intimacy coordinators en los sets y la implementación de medidas para garantizar un ambiente de trabajo más seguro y equitativo. Es cierto que, tras estar tan inclinado hacia un extremo, el péndulo se ha movido al otro lado como parte del proceso natural para alcanzar un equilibrio.
Personalmente, nunca he presenciado situaciones negativas o abusivas hacia mis compañeras en los proyectos en los que he trabajado, pero sí he escuchado historias terribles. Por eso, apoyo completamente estas nuevas regulaciones en los sets: la presencia de intimacy coordinators, el trato respetuoso, la equidad salarial, el reconocimiento justo y el establecimiento de una verdadera meritocracia. Sé que esto puede sonar como un sueño guajiro, pero considero fundamental que se implementen medidas para garantizar “equal pay”, “equal recognition” y un ambiente de respeto mutuo, en el que todas las personas se sientan cómodas, protegidas y valoradas en los sets, y sin abuso de poder.
AM: Recientemente has interpretado personajes muy rifados. Evidentemente a Luis Miguel —qué difícil hacer a un ícono tan ícono—, luego a Fidel Castro y, en “La liberación”, este popurrí de personajes muy complejos. ¿Qué se te antoja hacer en el futuro? ¿Cuáles son tus sueños o tus manifestaciones?
DB: Me he dado cuenta de que en los proyectos donde más he crecido y más he aprendido personal y profesionalmente, son los más arriesgados que he hecho. Al inicio tengo ansiedad y se me hace “así” el estómago, porque dudo de cómo lo voy a hacer, es como si tuviera que volver a aprender a actuar otra vez. Pero al final me doy cuenta de que son experiencias increíbles, con amistades memorables, como tú, y con una enseñanza y un aprendizaje importante. Además, creo que los personajes —ya sé que esto suena a cliché— te escogen, te vienen a enseñar algo. Creo profundamente en eso y quiero seguir rompiendo los límites de lo que soy capaz de hacer. Lo más importante en mi carrera es trabajar con directores, escritores, con un equipo sólido y seguir creciendo como actor y como persona.
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AM: Y productor, empresario y generador de tantas cosas…
DB: Me di cuenta de que no me podía esperar a contar las historias que me apasionan. Tener esta productora con mi hermana y trabajar juntos es increíble, porque hay toda la confianza. Estoy con alguien que me dice las cosas como son y eso lo aprecio. Queremos romper y poner el nombre de México en alto, con producciones que tengan la misma calidad o más que las extranjeras, además de mostrar cómo hay talento en México. Hay tanta riqueza en esta industria que me apasiona contar esas historias que no caen en el cliché de lo que normalmente se produce en este país y que llevan contando ya tanto tiempo.
Alejandra Márquez Abella (San Luis Potosí, 1982) es una reconocida guionista y directora mexicana en el cine y la televisión. La serie La liberación, su primer proyecto como showrunner, ya está disponible en Prime Video.
Diego Boneta es amigo de la casa Tiffany & Co. Este reportaje celebra la reciente apertura de la nueva flagship store de Tiffany en Masaryk, la cual enaltece y da continuidad al diseño de Tiffany Landmark en Nueva York, diseñada por Peter Marino. Para la Ciudad de México, se integran elementos locales, como piezas de diseño bajo la curaduría de Ago Projects —cerámicas de Mauricio Paniagua y Tony Moxham y las nuevas lámparas de vidrio de Perla Valtierra.
La nueva tienda insignia cuenta con dos niveles, con una superficie total de 878 m2. El piso principal exhibirá la colección Icons, una sección dedicada a Alta Joyería y los diseños de Elsa Peretti, así como un un rincón para relojería. En el segundo, se encuentra la sección All About Love, un área dedicada a las colecciones de hogar, un Tiffany Bar y, por supuesto, el nuevo Blue Box Café.
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