La belleza del silencio
fotografía Fabiola Zamora
video Emilio Ordoñez para Mad People
estilismo Eva Bernal
maquillaje Isra Quiroz
pelo Clo Reyna
iluminación Juan Luis Lemus
retoque digital Ahuehuete
asistente de fotografía Susan Ades
asistente de estilismo María José Chavelas
asistente de video Oscar Sotomayor
locación Foro León
equipo de iluminación PK Casa de Renta
todo el maquillaje Lancôme
La belleza ya no es una meta de perfección ni una medida exacta que se ajusta a un solo molde. Hoy se vive como una fuerza que desarma imposiciones y favorece singularidades. Es libertad, tránsito, cambio; un diálogo de autoexpresión y congruencia entre lo que sentimos y lo que proyectamos. Sentirse bonita no sigue un guion: aparece en una experiencia íntima y vibrante, en hablarse con amabilidad, de caminar con presencia, de habitar el cuerpo con memoria y propósito. Este año, Lancôme cumple 90 años de encarnar esa idea: celebrar la felicidad a través de la belleza. Noventa años de desafiar expectativas, reinventarse y permanecer.
Para explorar cómo ha cambiado la noción de belleza a lo largo del tiempo, conversamos con cuatro mujeres de distintas generaciones. Claudia Ramírez, Naian González Norvind, Natalia Solián y Concha Orvañanos comparten la manera en que su mirada sobre sí mismas se ha expandido: la belleza como un territorio intangible, profundamente cultural y vivo; la edad como ofrenda; el cuidado como un acto político y personal.

Naian habla de la belleza como si no fuera algo que se mira, sino algo que se siente por dentro. Una consecuencia, no un objetivo. A ella le llega cuando su cuerpo está en movimiento, como si la belleza necesitara circulación para encenderse. No se trata de una cuestión atlética, sino de la sensación de estar habitándose con soltura. “Todo lo que me lleve ahí —un masaje o ir a bailar— me hace sentir bella. Mover el cuerpo siempre me hace sentir que me habito mejor y estoy más abierta”, y usa esa palabra más como una disposición que como geometría.
Estar abierta también significa dejarse sentir. En su historia personal de belleza, el tacto tiene un capítulo fundamental. Lo descubrió en la adolescencia, con su primer novio: “más allá de que te digan ‘estás hermosa’, hay algo en la caricia del otro que te transforma de manera tangible”, revela desde la complicidad. Como la sensación física del deseo y como si las manos pudieran ajustar el alma.
No es un descubrimiento menor y llegar ahí no fue inmediato. Como todas, atravesó una pubertad incómoda: el cuerpo crecía con sus propias reglas, caderas nuevas, proporciones cambiantes, la sensación de habitar un traje que no es tuyo. “Te sientes rarísima”, resume. Algo que ha cambiado con la edad es la capacidad de darle un sentido a esos procesos, entender que el cuerpo reacciona a todo: a lo que vives, a lo que piensas, a lo que callas. Y que escucharlo, con paciencia, es una forma de autocuidado que nada puede reemplazar. “Un margen de conciencia y perspectiva que he aprendido con la edad, para entender mis procesos y sus repercusiones corporales”.
Escuchar. Esa palabra aparece varias veces cuando habla. No es casual: para ella, el silencio es un lujo que hay que defender. Recuerda el discurso de Juliette Binoche cuando recibió el premio Donostia en 2022, dedicándolo al silencio como cómplice: aquel que hay previo a cada toma o antes de subir a un escenario. Lo asocia con lo que ahora experimenta en su formación como terapeuta craneosacral: “un trabajo que requiere atravesar varias capas —con ritmos, sonidos, tiempos— para llegar al centro”. El silencio, para Naian, es un espacio físico y mental que se conquista.


Procura que sus mañanas tengan la estructura de un ritual silencioso y que la conecta con los cuatro elementos: no tocar el celular apenas despierta, encender una vela, meterse a bañar como quien medita bajo el agua, salir a caminar y llenar los pulmones de aire antes de sumergirse en la cotidianidad. Cuando no es posible, tiene un inamovible: un vaso de agua con clorofila que inaugura el día, “o con limón, pero es importante depurar el sistema”, cuenta con una sonrisa. Hay un placer casi secreto en esas primeras horas, como si todo lo que ocurra después estuviera mejor enmarcado. Otro principio es nunca tomar café malo, “ese que ni disfrutas y sólo te altera”, ríe.
En su oficio actoral, proteger la autenticidad requiere atención diaria. Porque el sistema, dice, tiende a vestir, maquillar y moldear a las actrices en función de lo que “se espera” de ellas. Para resistir, hay que afirmar quién eres, levantar la voz cuando algo incomoda, pero también permitirse probar lo que no se conoce. “Explorar un poco más cada vez, para descubrir quién eres”, afirmando que de eso se trata todo. Cuando nadie la mira, la belleza se le manifiesta como una plenitud tranquila: “cuando disfrutas lo que haces, sale tu mejor versión y eso se traduce físicamente”. Es leer un libro que le gusta, cocinar algo, caminar sin destino y tomar fotografías, como las que expuso en Cuerpo Vítreo a principios de este año.



Esa misma sensibilidad artística se traslada al cuidado de su piel. “Tengo piel sensible que responde rápido a los cambios, y por eso ha aprendido a ir a lo básico: bloqueador durante el día, y un poco de hidratante si hace falta”, comparte. No es una rutina ostentosa, sino una conversación breve y escucha constante con su fisicalidad. Reconoce que la sensibilidad exterior se filtra a lo emocional, y ahí surge un reto: “Hay una línea muy fina entre dejarte ser sensible —permitir que tu alrededor tenga un efecto en ti— y estar centrada y mantener bien firme tu sentido de identidad. Una cosa no es mejor que la otra”.
Esa mezcla de reafirmación y curiosidad es, quizá, la definición más precisa que Naian puede dar de su propia belleza: la que se despliega cuando se escucha con atención, incluso si tiene que hablar en voz alta.

labial L’absolue Rouge Intimatte De Lancôme, brasier de encaje Entos vía IKAL Store,
short plisado Nin Studio, ear cuff, collar bañado en plata y
anillo bañado en plata Alejandra de Coss, zapatos Cruda

Déborah Uranga lleva años de escribir y editar textos sobre belleza, bienestar, arte y cultura en distintas publicaciones. Como publicista de cine, traza estrategias de comunicación diferenciadas. Fan declarada de los hermanos Dewaele y de las investigaciones estéticas acerca de cómo es vivir en esta era de extinción masiva.
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