
Transformar la percepción del arte en México
fotografía Jacob Sadrak y Carrol Cruz
grooming Hiro Yonemoto
locación Steps on Broadway
Isaac contesta el teléfono desde España con un tono tranquilo, que contrasta con su agenda frenética. 2025 recién comienza, y el bailarín mexicano se prepara para regresar al American Ballet Theatre como miembro permanente, mientras trabaja en proyectos con su productora, Soul Art Productions. Para él, esta oportunidad representa más que un hito profesional: es un regreso simbólico a los sueños de un niño que comenzó a bailar en el patio de su casa al lado de su padre en Guadalajara, Jalisco.
“El American Ballet siempre fue mi sueño”, comenta Isaac. “De niño veía videos de la compañía y soñaba con bailar en ese escenario. Pasé veranos entrenando allá desde los 11 años, y ahora regreso como el primer bailarín mexicano en su historia. Es una responsabilidad enorme y un honor que no me tomo a la ligera”. Hernández fue llamado de vuelta a Nueva York por Susan Jaffe, quien fue su profesora cuando era pequeño.
La historia de Isaac es un testimonio de talento y esfuerzo, pero sobre todo de confianza y visión. Crecer en un país donde el ballet no es parte del imaginario colectivo hizo que su trayectoria fuera casi milagrosa. “No teníamos acceso a videos o materiales de entrenamiento sofisticados como se tienen hoy”, recuerda. “Mi papá me enseñaba técnica con base en su experiencia y en algún VHS que conseguía. Cada vez que lograba un paso nuevo, salía corriendo a llamar a mi mamá o a mis hermanas para que vieran lo que había logrado”.
Esas tardes en el patio de su casa marcaron el comienzo de una carrera internacional que lo llevaría a compañías como el Royal Ballet de Londres, donde conoció a la bailarina española Tamara Rojo, y el San Francisco Ballet, donde tuvo la oportunidad de bailar con su hermano Esteban. “Trabajar con mi hermano en San Francisco fue una experiencia enriquecedora en muchos niveles, un lujo”, menciona.
Algunos bailarines eligen carreras más pragmáticas, tal vez pasando la vida entera en la misma compañía, pero este no es para nada el caso de Isaac. Entonces le pregunto cómo decidió moverse de una compañía a otra, y cómo sabía que era momento de cambiar. No es de sorprender que cada transición estuviera motivada por una mezcla de ambición y miedo a la complacencia. “Siempre he temido acomodarme”, dice. “El ballet es una carrera corta, y lo peor que podría pasarme es mirar atrás y darme cuenta de que desperdicié el tiempo sin asumir riesgos”. Y continúa, “para mí fue un lujo tomar estos riesgos, pues me pudo haber salido todo mal, y esto ha sido determinante en mi carrera: no tener miedo al cambio”.
“Es un lujo tomar riesgos, pues me pudo haber salido todo mal, y esto ha sido determinante en mi carrera: no tener miedo al cambio.”
Isaac ha vivido en países con culturas y tradiciones dancísticas muy diferentes, lo que no sólo ha enriquecido su arte, sino también su visión del mundo y la paternidad. “He sido el extranjero toda mi vida”, admite. “Por eso quiero que mi hijo entienda que el mundo es vasto y diverso, y que siempre hay algo nuevo por aprender. Lo llevo al teatro, lo expongo a diferentes culturas y le enseño que la curiosidad y la apertura son esenciales para una vida plena”. Así, la influencia alentadora de su familia también se refleja en su manera de criar.
Pero su carrera no ha estado exenta de desafíos. Ser hombre en una disciplina asociada frecuentemente con lo femenino implicó enfrentar prejuicios y expectativas culturales desde muy joven. “En México, el arte se percibe como algo fútil, y el ballet, como algo ‘para niñas’”, explica. “Escuchar comentarios como, ‘te vas a morir de hambre’, era común. Eso me hizo querer demostrar que se puede tener una vida digna y significativa a través del arte.”
Este deseo lo llevó a fundar Soul Arts Productions, una iniciativa que busca acercar el ballet y las artes escénicas a públicos diversos. En estos momentos Isaac trabaja en un proyecto ambicioso con su visión artística, que le emociona porque tiene el potencial de convertirse en un clásico. Con proyectos como Despertares, el espectáculo de ballet más grande que se produce en el mundo y que se presentará el 30 de agosto de 2025 en el Auditorio Nacional de la CDMX, Isaac ha logrado generar un impacto social significativo. “Hemos demostrado que el ballet puede transformar vidas y comunidades. Hemos becado a niños y cambiado la percepción de los padres sobre lo que significa perseguir un sueño artístico”, menciona.
Isaac también está redefiniendo su papel como creador. Además de su carrera como bailarín, ha incursionado en la actuación y la producción artística, explorando nuevas formas de contar historias. Así lo pudimos ver actuando en El rey de todo el mundo, de Carlos Saura, y en Alguien tiene que morir, de Manolo Caro. “Creo que el arte es un reflejo de la experiencia humana. No se trata de ser hombre o mujer, sino de conectar con las emociones universales que nos unen”, reflexiona. “Quiero crear obras que se conviertan en clásicos modernos, que resuenen con el público mucho después de que mi carrera como bailarín termine.”
Isaac ha interpretado a grandes personajes del imaginario universal como el príncipe de El lago de los cisnes, el de La Cenicienta o La Bella Durmiente, el Romeo de Shakespeare, o seres tan complejos como James, de La Sylphide, o Basilio en el Don Quijote de Hilare y Baryshnikov. De este último, guarda una lección que parece ser una buena brújula. “Cuando le pedí a Baryshnikov que volviera al mundo del ballet, me dijo: ‘Eso ya no es mi responsabilidad; te toca a ti.’ Esa frase resuena conmigo cada vez que pienso en mi legado.”
Sobre interpretar a los grandes arquetipos del imaginario contemporáneo, menciona: “Lo que más me ha gustado de interpretar a estos personajes es tratar de vincularlos con una sociedad para la que no fueron escritos. Esos ballets fueron hechos para la sociedad de hace 200 años, que tenían una manera de vivir y entender la vida y el arte muy diferente a la de nosotros. ¿Entonces, cómo logras que esas historias se puedan entender y vivir de una manera diferente?”.
¿Son las horas de entrenar hasta el cansancio, las oportunidades tomadas, las buenas decisiones, o hay algo más detrás de su quehacer? “El arte refleja la experiencia humana”, comenta. “Eso es lo que hace a un gran artista, que puede encontrar la sustancia en el ser humano, conectar con el público, con las grandes historias y con las grandes obras de arte. Si no logras entender o expresar la experiencia humana, entonces todo lo demás no nos sirve”. Hernández ha tenido como guía a grandes caracteres de su industria, como Irina Kolpakova o Susan Jaffe, quienes han enriquecido su experiencia de vida y de baile. Sin embargo, tras reflexionar, comenta: “al final todos hablamos y nos interesamos en lo mismo, las condiciones y la experiencia humana”.
Sin embargo, ver a Isaac en escena (en videos) me hace entender que todas las palabras que pueda aquí crear apenas rozan la superficie del valor artístico de un bailarín cuya vida está en constante transformación. Isaac es un innovador que ha llevado su disciplina a otros terrenos. Su colaboración con coreógrafos contemporáneos y su voluntad de experimentar con tecnología y música electrónica en proyectos como Mortales, que llevó a cabo con su hermano, muestran su deseo de ampliar los límites del ballet tradicional. “Crear algo como Mortales, que combinó tecnología y danza, fue un reto emocionante. Queríamos mostrar que el ballet puede ser relevante y atractivo para nuevas generaciones”.
Esa responsabilidad se refleja en su compromiso con el público. “Cada función es una oportunidad para inspirar”, afirma. “Quiero que el público se sienta curioso, que experimente algo único y que salga del teatro con una perspectiva diferente.” Sin embargo, acepta que, como espectadores, también tenemos responsabilidad. “Lo importante para mí es vivir una vida plena, y una vida plena no se puede vivir desde casa. Debemos exponernos a diferentes puntos de vista y maneras de ver la vida. La vida sucede cuando la vives; entonces, me encanta que la gente se sienta curiosa cuando llegan al teatro, y lo que sigue, que es ofrecerles algo único, ya me toca a mí”.
A pesar de todos sus logros, que incluyen algunos de los escenarios más importantes del mundo, apoyar y crear visiones artísticas que cambian el rumbo de las grandes compañías y premios como Mejor Bailarín Masculino en el Benois de la Danse, Isaac sigue viendo hacia el futuro. “Creo que el arte tiene el poder de transformar no sólo a las personas, sino a las sociedades enteras”, reflexiona. “Eso es lo que quiero seguir haciendo: inspirar, cuestionar y cambiar.”
Con cada paso, Hernández no sólo redefine lo que significa ser un bailarín mexicano en la escena internacional, sino también demuestra que los sueños pueden convertirse en realidades que impactan de manera sistémica cuando nos detenemos a cuestionarnos si estamos en el lugar correcto, si estamos haciendo lo mejor que podemos, si hay alguna vida que podamos tocar.
Daniela Valdez es periodista y activista. Ha publicado artículos, poemas y entrevistas en medios como El País, Vogue, Gentleman, Metal y 192; ha prestado servicios editoriales a grupos como Planeta, Heinrich Boll Foundation o Fridays for Future, y colaborado en la creación de 15 libros. Es copresentadora del programa feminista El Aleteo Desequilibrado (Barcelona).
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