"Yo quería aprender, quería crecer. Y lo logré"
entrevista Juan Carlos Martín
En general las personas deciden vivir tratando de parecerse a los demás, intentando respetar patrones y satisfacer las expectativas que los otros puedan tener sobre ellos; la idea de portarse bien, de no transgredir las reglas nos acaba moldeando de una manera poco imaginativa y que nada aporta al concepto de lo único, de aquello que es especial. Siempre me ha llamado la atención la gente que decide ser como es, sin máscaras, esos que empujan sus rasgos distintivos al límite. En esto pensaba mientras el auto avanzaba por la carretera de San José del Cabo rumbo al hotel donde nos encontraríamos con Jorge Campos, el Inmortal, alguien que ha usado esa particularidad que le ha dado la vida para dar significado a su paso por este mundo.
También pensaba en que somos de la misma edad –caballos de fuego en el zodiaco chino– y en la emoción que me producía la oportunidad de platicar con uno de esos caballos salvajes, uno que se ha atrevido a salir de su zona de confort para ir en búsqueda de su singularidad.
Tuvo que ser un acapulqueño, amante de los caballos, la playa, el surf, el sol, el que viniera a revolucionar el concepto del guardameta bajo los tres palos, en México. Campos fue al primer portero al que yo vi abandonar la idea de que el área chica es el feudo del arquero, esa zona cómoda donde son intocables. Campos no era un portero que esperara; él veía la jugada antes de que sucediera, y entonces abandonaba su área para jugar con los otros, para no quedarse aislado, para cuidarle la espalda al equipo. Por eso su transición a la delantera fue un paso natural, una extravagancia con lógica.
Campos ganó dos Copas de Oro, la única Copa Confederaciones que ganó México en 1999, un oro en los juegos Panamericanos de ese año y en la primera aparición de México en la Copa América, llegó a la final que terminamos perdiendo con Argentina por 2 a 1.
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Formó parte de esas selecciones, que tanto nos ilusionaron en los Mundiales de Estados Unidos 1994 y Francia 1998, de los cuales el equipo regresó abatido. Campos fue parte de una generación a la que pertenecieron Cuauhtémoc Blanco y Luis Hernández, jugadores que le inyectaron mucho picante al futbol mexicano. Es quizá después de Hugo Sánchez y Rafa Márquez, el jugador más emblemático de México. Nunca ganó grandes torneos ni vistió los colores de grandes equipos a nivel internacional, pero su enorme talento y su estilo tan personal lo colocaron siempre en las listas de los mejores porteros de su época.
Campos acabó convirtiéndose en un arquero mítico, por su desparpajo, por su libertad para jugar la portería y por esos uniformes tan coloridos y llamativos que lo convirtieron en una figura global.
Finalmente llegamos con Jorge, que nos recibe en una de las cafeterías de su hotel. Me llaman la atención sus ojos claros, parecidos al tono del mar y a la camisa color aguamarina que trae puesta. Su mirada es despierta, inteligente, traviesa, es también muy humana y cálida. Desde que nos saludamos nos hace sentir bien a todos y nos desarma con su sonrisa. Hace calor, escogemos una mesa solitaria bajo la sombra. Campos pide un licuado de fruta y yo un café. Empezamos.
Juan Carlos Martín (JCM): ¿Cuál es tu primer recuerdo futbolero?
Jorge Campos (JC): En la casa, con mi papá llevándonos un balón. Mis hermanos y mi papá jugando, ésa es la imagen.
JCM: ¿Qué número de hermano eres?
JC: Soy el penúltimo. Somos como 100 (risas).
JCM: ¿Jugaban futbol tus hermanos grandes?
JC: Sí, teníamos un equipo formado por los dos más grandes, yo, y al último el más chavo. Y mis primos. Era el equipo de mi papá. Él tuvo mucha pasión por el futbol y de hecho le gustaba jugar en el equipo; lo hizo para nosotros, pero él jugaba de vez en cuando. No era un súper jugador, pero realmente lo disfrutaba.
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JCM: ¿Quiénes eran tus ídolos de niño? ¿A quién seguías?
JC: A Miguel Marín (que jugaba en el Cruz Azul), mi hermano le iba al Cruz Azul, entonces siempre me decía que aprendiera de él. También a Pablo Larios y a Héctor Miguel Zelada, de quienes aprendí mucho, y luego tuve la fortuna de que los dos me entrenaran. Les pedía consejos a ambos y eso para mí fue algo muy especial.
JCM: ¿A qué equipo le ibas de chavo?
JC: Me gustaban los Pumas porque era un equipo joven, diferente.
JCM: ¿Cómo fue que te pusieron de portero? ¿Es cierto que lo hacían porque los otros eran muy grandes de edad y así no te lastimarían en el campo?
JC: No, en la familia hay muchos porteros. (Una tradición familiar) Mi tío Joaquín Campos fue el primero, mi hermano también era portero y mi otro hermano a veces se ponía en el arco. Pero a mí realmente me gustaba la portería. Mi tío era el que me entrenaba, él fue quien me enseñó a parar. Por eso yo jugaba en la portería, pero cuando mi hermano jugaba de portero —era el mejor—, entonces yo me iba de delantero. Lo disfrutábamos todos, mis primos, mis hermanos, todos. Y poco a poco el equipo se fue haciendo muy famoso porque jugábamos muy bien.
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JCM: ¿Quién te descubrió en Acapulco?
JC: El Chino Estrada. Me vio entrenar varias veces y primero me llevó al Cruz Azul, luego habló con Mejía Barón en la UNAM, y así entré a Pumas.
JCM: ¿Cómo fue tu llegada a la CDMX?
JC: Estaba muy chavo. De hecho, mi papá no quería que me fuera; me dijo que hasta que terminara la prepa. Tenía 16 o 17 años. Yo iba a las pruebas y regresaba. Después, en un viaje, vino Mejía Barón y habló con mi papá; le comentó que iba a estar en la casa club de los Pumas, que no habría ningún problema.
JCM: Al llegar al primer equipo de Pumas, Adolfo Ríos era el dueño de la portería y estaba en un gran momento. ¿Qué pasó esa temporada?
JC: Siempre me tuvo en la banca. Yo estaba en un súper nivel en ese entonces; de hecho, nos pusieron a prueba juntos, pero él se quedó el puesto y yo regresé a terminar la prepa. Somos muy buenos amigos, casi como hermanos. Y la verdad nos ayudábamos mucho, cuando yo estaba en la banca él me daba varios consejos —él fue titular antes que yo—, y así es como me fui de delantero.
JCM: Y en esa temporada metiste 24 goles.
JC: Marqué en la Concacaf, en la Liga, en la Copa… ¡La verdad, me fue increíble!
JCM: En la delantera de los Pumas jugaban David Patiño, Luis García y tú.
JC: David Patiño por el lado derecho, Luis García de centro delantero y Campos por el lado izquierdo. Creo que ha sido una de las mejores delanteras de todos los tiempos en México.
JCM: ¿Cómo se te dio luego la titularidad como portero en la UNAM?
JC: Miguel Mejía Barón siempre me dijo que yo iba a ser portero. Le pedí la oportunidad de ser delantero porque soy un fuera de serie [risas]… y me la dio, pero me dijo: “no te olvides de que tú eres portero”. Luego empecé a entrenar y entrenar, y vendieron a Adolfo Ríos a otro equipo. Yo era el goleador, había metido 24 goles la temporada anterior [risas], pero llevaba un año sin jugar de portero. Y Miguel me dijo: “¿no que tú eres un fuera de serie? ¿No qué juegas de delantero y de portero? Vete a comprar tus guantes, el domingo vas a jugar”. Anteriormente criticaron mucho al Dr. Mejía Barón por ponerme de delantero, que cómo podía ser posible un portero de delantero. Se lo acabaron. Tuve que demostrar que no estaba equivocado. Y cuando me fue muy bien, todos dijeron que yo era la octava maravilla, el descubrimiento… y otra vez cuando me regresó a la portería, se lo volvieron a acabar. Que cómo era posible que al mejor delantero lo bajaran a la portería. Yo casi nunca había jugado de portero, jugué cuatro o cinco partidos, nada más; nadie me conocía como portero. Pero Miguel me decía, “tú eres el mejor portero. No se te olvide, ya te dije, vas a ser el futuro portero de la Selección”. Y yo le preguntaba: “¿Seguro de que lo voy a ser?” Él me convenció. Me decía: “tú no sabes lo que eres, no te has dado cuenta, tienes muchas cualidades”. Y a pesar de las críticas, el equipo empezó a ganar y a ganar y a ganar. Teníamos un equipazo. Cuando regresó Sergio Bernal, me empezó a rotar de delantero y de portero. Me combinaba cuando íbamos perdiendo, cuando quería ser más ofensivo.
JCM: Menotti te llamaba el portero del siglo XXI. ¿A qué crees qué se refería con eso?
JC: De hecho, él creía que estaba jugando un futbol muy adelantado. Me decía: “¿ubicas al Loco Gatti, un portero argentino que jugó en los años 70? Él también pertenecía a otra época, una más avanzada que la suya”. Y a eso se refería, a que yo estaba jugando otro futbol. Cuando Menotti me vio me dijo: “vas a revolucionar el futbol”. Me daba mucha confianza.
JCM: Contigo el equipo jugaba más adelante y tú atrás como un líbero, lo cual permitía una presión alta, porque tú te ocupabas casi de un tercio de la cancha. Creo que eso ya no existe. Ni Ederson, que es un gran portero en el Manchester City, juega así.
JC: Por eso digo que estamos muy mal formados los porteros en México, seguimos estando en otra época. La posición del portero se tiene que revolucionar, se tiene que jugar más adelante. Afortunadamente, tuve otra formación que me permitió jugar así: la confianza que me dieron de poder salir más del arco.
JCM: En el ’93 te nombraron el tercer mejor portero del mundo. ¿Cómo cambia eso tu vida?
JC: Me di cuenta de que lo que estaba haciendo lo hacía bien, fue algo que cambió todo. No siendo alto ni fuerte, logré cambiar el prototipo de lo que era un portero. Y eso me motivó muchísimo. Sentí que podía con todo, con la liga, con la Selección…
JCM: ¿En qué momento empiezas a diseñar tus playeras?
JC: Desde que empecé a jugar futbol. Yo surfeaba y alguna vez llegué a usar las bermudas que utilizaba en la playa, en la cancha. Tratábamos de innovar, siempre estábamos cambiando lo que me ponía.
JCM: ¿Y con quién planeabas todo eso?
JC: Con mi amigo de Acapulco. Él tenía su marca Aca Sport, y así empezamos. Yo hacía algunos diseños y le iba diciendo más o menos lo que me gustaba; él me enseñaba sus ideas y discutíamos por dónde. Hace poco sacó una edición especial de las playeras que usé.
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JCM: ¿Cómo fue el Mundial del ’94? Me imagino que había muchas ganas de que México estuviera ahí, después de lo de los cachirules y de que la FIFA nos castigara dejándonos fuera del Mundial de Italia ’90…
JC: Sí, después de 1990, de no estar en Italia, regresar a jugar una Copa del Mundo era muy emocionante. Fue algo increíble estar en ese Mundial. Desde niño tu ilusión siempre es llegar a una Copa del Mundo. Me sentía como un niño: nervioso y emocionado.
JCM: Incluso Javier Clemente, el DT de España, se quejó de que jugaras de portero y de delantero.
JC: Yo le dije a la FIFA: “hoy en día queremos espectáculo. Pues que metan a los porteros de delanteros [risas]”. En esa época no dejaban jugar a un portero de delantero, si no, en ese Mundial probablemente hubiera jugado algunos minutos también de delantero.
JCM: Recuerdo el partido contra Bulgaria. Pensaba todo el tiempo en por qué no saltabas a la delantera… Zague estaba fundido, había jugado muy bien pero ya no podía más, los búlgaros tampoco.
JC: Estábamos jugando muy bien, pero no la metíamos. Así es el futbol: si no la metes, no ganas. Enfrentamos a la mejor Bulgaria con los más grandes jugadores de su historia, empatamos y perdimos en penales. Pero nadie habla de eso. Sólo hablan de que quedamos fuera. Tiempo después, fui a una conferencia en Bulgaria y los búlgaros me decían: “Jorge, veíamos el partido y no creíamos que fuéramos a perder, teníamos ocho jugadores en los mejores equipos de Europa, ¡ocho! La mejor Selección de nuestra historia”. Y nosotros, los mexicanos, tampoco pensábamos que fuéramos a perder, pero nunca sabes. En México la gente habla y habla sin saber lo que hay detrás. Enfrentamos a un e-qui-pa-zo. Pero así es el futbol.
JCM: Creo que ha sido la Selección Mexicana más fuerte que he visto. Y creo que tenía que ver con la filosofía que Menotti había inculcado en el equipo.
JC: Se siguió esa misma filosofía y al equipo le faltó continuidad. En México es muy difícil tener continuidad.
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JCM: ¿Cómo es para ti convivir con la fama? ¿Es algo que disfrutas, es algo que aborreces, es difícil? ¿Cómo cambió tu vida?
JC: La verdad no me cambió tanto. Mi mamá me regañaba mucho, solía decirme, “te están esperando afuera como 100 personas”, pero yo ya venía cansado de la fiesta. Y me gritaba que me levantara que me estaban esperando [risas]. La verdad es que nunca me di cuenta del momento en que me volví famoso —ni quise porque sé que eso se acaba—. Y se acabó, llegan nuevas generaciones, gente más famosa. Nunca estoy pensando en eso, aunque si me piden un autógrafo, siento bonito. Jamás le negué un autógrafo a alguien, no me quita nada. Cuando no quería, simplemente me quedaba encerrado, descansando, viendo películas o recuperándome de la fiesta, y no salía hasta el próximo día que me tenía que levantar para el entrenamiento.
JCM: Háblame más de Pablo Larios, qué veías en él que te influenció tanto…
JC: Lo considero uno de los mejores porteros de la historia. La gente sabe muy poco de ser portero. Si te das cuenta, en el mundo hay mil jugadores y 50 porteros. Es una posición especial, diferente, y hay que vivirla para entenderla. Larios tenía una ubicación en la portería extraordinaria: era un fuera de serie. El que no lo vio, no puede hablar. Yo hasta entrené con él, en la Selección y antes. Platicábamos de los goles que le metí (le metí dos golazos), pero él tenía cosas fuera de lo normal, por eso digo que el mejor fue él. Yo intentaba replicar lo que él hacía, y cuando me salía, se lo presumía.
Sin embargo, siempre pensé que yo no pude ser el mejor: había tantas cosas que Larios podía hacer que yo no. Larios me decía que para ser un gran portero no siempre te tienes que aventar, hay veces que la tienes que dejar pasar. Él me entrenaba y se la pasaba regañándome y corrigiendo las cosas que me faltaban. Me encantaba que siempre estaba dispuesto a ayudarme. Cuando me salían las cosas, me decía: “ahora haz esta otra y esta otra”. Así me traía, siempre exigiéndome más. Es algo por lo que le estoy muy agradecido. Al final nos hicimos íntimos amigos.
JCM: Cómo ayuda la gente que te exige… ¿No?
JC: En la vida esa gente me ayudó mucho. Una vez Zelada me enseñó sus cuatro Citlalis (es el premio al mejor jugador de la Liga en su posición) y me decía que cuando tuviera los mismos que él, hablábamos. Logré llevarlo a entrenar conmigo en CU. ¿Cómo? No sé. Yo quería aprender, quería crecer. Y lo logré. Cuando era titular de Pumas, le pedí a Larios que me corrigiera, siempre pensando que tenía que aguantar, estar despierto, seguir aprendiendo y sacarle el mayor provecho a sus enseñanzas. Eso me hizo crecer mucho.
JCM: ¿Qué te genera ver en los estadios a gente vestida como tú?
JC: Me emociona saber que me recuerdan con cariño, y eso me motiva para enseñar. Desgraciadamente, poca gente me viene a pedir consejos como yo lo hacía en ese entonces. En México los porteros estamos mal formados, nos da miedo salir y preguntar, nos da miedo sentirnos inferiores; piensan que ya lo saben todo, pero no es cierto. A mí eso me daba lo mismo. Como le decía a Zelada: “Ídolo, ayúdame”.
Larios me decía: “eres malísimo para salir, eres malísimo wey, porque te dan miedo tales y tales cosas”. Él sabía qué hacía mal, y yo hoy en día veo a los porteros y sé qué están haciendo mal, pero no tienen el ímpetu de aprender de otros.
JCM: Y esa censura, esa limitación a veces evita que surja lo nuevo, lo diferente.
JC: Sí, no es que seamos malos, es que nos limitan. Estamos mal formados.
JCM: Además la responsabilidad es terrible.
JC: Por eso los porteros están locos. Aguantar esa responsabilidad, ser el único jugador que no puede cometer errores durante el partido, que nos mienten la madre a cada rato.
JCM: Sólo el árbitro sufre más que los porteros [risas].
JC: Como portero, si la paras, eres la figura; pero si te meten gol, eres el malo. Ahora resulta que soy el malo por no parar una, pero es la posición que elegimos, y hay que aguantar. Había momentos en que pensaba: ¿por qué no me seguí como delantero?
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JCM: ¿Cómo es la experiencia de ir a un Mundial y cuál disfrutaste más?
JC: Disfruté los dos, el de 1994 en Estados Unidos y el del ’98 en Francia, eran diferentes generaciones. Me tocó una generación muy buena con Luis Hernández y Cuauhtémoc Blanco, entre otros, pero fueron experiencias totalmente diferentes. El de 2002 lo disfruté también porque no jugaba [risas]. “No voy a jugar, no hay presión, no hay nada”. Sólo tengo que apoyar al Conejo Pérez, que era el titular en la portería. Pensaba “ojalá ni juegue” [risas]. Le pedí al Vasco que me metiera una hora como delantero, pero no se podía. No sabes la presión que es estar ahí, jugando.
JCM: ¿Cuál es en el mejor equipo mexicano en el que jugaste a nivel clubes? ¿Y cuál sientes que fue la Selección más fuerte con la que te tocó jugar?
JC: En Pumas llegamos a formar un gran equipo, 89-90 y 90-91. Y la Selección que tuvo un gran nivel fue la del ’93, la de la Copa América. Hizo un gran papel en el torneo, casi perfecto. Al inicio no fue tan claro, pero llegamos hasta la final jugando muy bien, y eso es lo que muchas veces buscan los técnicos, llegar a la final jugando un gran futbol. Desgraciadamente no fuimos campeones.
JCM: ¿Qué capitán de los equipos en los que jugaste fue el mejor líder?
JC: Un buen capitán ayuda dentro y fuera del campo. Y en eso, Alberto García Aspe era muy fuerte. Te gritaba, te enfrentaba cuando te tenía que enfrentar, dentro y fuera de la cancha. Yo respeto mucho eso, él se ganó mi respeto: era ejemplar en todos los aspectos. Eso significa ser capitán de un equipo, no es solamente jugar bien, es algo que se gana.
JCM: ¿Dónde se aprende más, en las victorias o en las derrotas?
JC: En las dos. Cuando pierdes, adquieres fuerza mental, voluntad, coraje. Te hace crecer en muchos aspectos. Y cuando ganas, sobre todo cuando eres campeón, aprendes que la victoria es algo especial, es algo diferente y ahí comienza tu hambre, la ambición de querer ser campeón.
JCM: ¿Qué adversidades has tenido que enfrentar para salir adelante?
JC: Tuve todo en contra, atravesé mil obstáculos y superarlos me hizo más fuerte. Yo tenía que creerme ser un fuera de serie, tenía que creerme que ése era yo, y eso me motivaba. Imagínate que en el equipo de mi papá yo no era el mejor, ni como portero, ni como delantero, me la pasaba en la banca. De chavo los mejores eran mis hermanos, siempre le pedía jugar a mi papá, y hasta que fuéramos ganando 4-0 me metía, para que nos empataran [risas]. Cada vez que llegaba a un nuevo equipo, me regresaban, o porque estaba muy flaco o muy chaparro, lo único que sí tengo es el estar muy guapo [risas]. Tenía todo en contra, siempre hacía falta algo. A medida que fui creciendo y me fui preparando, comencé a tener confianza en mí, empecé a pedir oportunidades, como delantero o como portero. Todos enfrentamos obstáculos y tienes que seguir adelante, porque si te rindes, nunca lo vas a lograr y nadie lo va a hacer por ti.
JCM: Cuando le decías a los entrenadores que eras un “fuera de serie”, me acordé de una cosa: Vargas Llosa, el escritor peruano decía: “cuando te sientas a escribir, tienes que pensar que eres un genio… si no para qué chingados te sientas a escribir”.
JC: La mente te ayuda a visualizar todo el potencial que tienes. Ya eres un atleta, pero es la mentalidad la que te convence de que sí puedes. El psicólogo que tuve fue clave para mi éxito.
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JCM: ¿Quién era?
JC: Octavio Rivas, que en paz descanse. Él siempre me apoyó, me dijo que podía hacer más cosas de las que jamás imaginé. Y así es como empecé a pensar que yo era un fuera de serie, aunque la gente se burlara, pero así me sentía y era lo que me movía.
JCM: ¿Ves el futbol como una metáfora de la vida?
JC: Creo que un equipo de futbol es como una familia, hay que estar atentos a todo para poder seguir adelante. Siempre hay momentos difíciles y hay que saber cómo sobrevivir a pesar de ellos. Y en la vida tienes tiempo, pero debajo de los tres palos todo pasa en un instante. Entonces sí, el futbol me ha ayudado a concentrarme, a tener mentalidad, a estar atento.
JCM: ¿Cuál ha sido el éxito más grande de tu carrera?
JC: Haber debutado. Toda mi vida estuve pensando en jugar, hasta que se logró.
JCM: ¿Contra quién debutaste?
JC: Contra el Cruz Azul, perdimos 1-0. Siempre estuve preparado esperando mi oportunidad y, cuando debuté, no estaba nervioso porque me sentía capacitado. Ése era mi momento. No sabía si seguiría jugando, pero ya nadie podría quitarme el haber debutado.
JCM: ¿Cuál ha sido tu peor fracaso?
JC: Nunca pensé en fracasar. El psicólogo me decía: “¿qué es el fracaso?” No aprendí esa palabra, la dejé fuera de mi vocabulario.
JCM: ¿Qué delanteros eran tus ídolos?
JC: Hugo Sánchez y Marco van Basten. Hugo Sánchez me motivó a ser delantero. Primero hablamos de los porteros, pero de delanteros Hugo Sánchez era guau. Platicando con Octavio Rivas, me decía: “Hugo tiene una mentalidad impresionante”, ¿pero por qué?, le preguntaba yo, es que para él no existe el fracaso, simplemente no entiende el concepto.
JCM: ¿De qué técnico has aprendido más en tu vida?
JC: Creo que de todos. De mi papá, primero, que era el técnico del equipo; pero en lo profesional, del Chino Estrada en el inicio de mi carrera. Luego, de Miguel Mejía Barón, de Menotti y de La Volpe. Todos tienen algo especial y de cada uno aprendí algo diferente. Hay que agarrar lo mejor de cada uno. De Miguel, todo lo que me dijo dentro y fuera del futbol —no toda la gente te ayuda con ambas—, y Miguel tuvo esa generosidad y me dio esa educación.
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JCM: ¿Cómo te cuidabas cuando estabas en activo?
JC: Nunca tomé —porque en mi mente yo quería estar bien preparado para los partidos—, y cuando decidí probar el alcohol, no me gustó el sabor. Agradezco no haberlo probado ni necesitado.
JCM: ¿Quiénes fueron tus compañeros más cercanos en los equipos? Háblame de esa sensación de familia que se establece cuando uno juega futbol y tiene compañeros.
JC: Creo que los equipos son una familia. Al inicio de tu carrera no te conoce nadie, los únicos que te conocen son tus compañeros, y creces a su lado. Ellos te conocieron cuando eras nadie y nos apoyábamos mutuamente. Es la gente que realmente te importa, la que te preocupa.
JCM: ¿Y de tus amigos, quiénes han sido los más cercanos?
JC: Los defensas Claudio Suárez y Ramírez Perales, ellos son mis compadres. Antes nos decíamos compadres cuando aún no lo éramos. Estábamos todo el tiempo juntos, y platicábamos de todo. Tenemos un vínculo inquebrantable.
JCM: ¿Quién ha sido el mejor jugador con el que has jugado? Como compañero y como contrincante.
JC: Romario, el de la Selección brasileña y el Barcelona, era un súper clase. Y de México, Hugo Sánchez.
JCM: ¿Cuál es el momento más feliz que recuerdas en una cancha de futbol?
JC: Cuando debuté.
JCM: ¿Y el más amargo?
JC: Cuando me retiré. Aunque no pienso en los momentos amargos, porque no tengo de qué quejarme.
JCM: Yo te identifico mucho con Ronaldinho, por el talento y la picardía que tenían, pero sobre todo por la alegría con la que jugaban. Es difícil ver a un jugador en una cancha alegre.
JC: Si, sí es difícil, pero como yo siempre decía, es un juego, hay que disfrutarlo, hay que pasarla bien. Y lo disfrutaba, a veces hasta me reía cuando me metían gol; la gente se enojaba, pero pues qué quieren, ¿que llore?
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JCM: ¿Cómo ves al equipo mexicano para Qatar? ¿Qué nos falta para aspirar al quinto partido?
JC: Nos faltan muchas cosas, pero siempre se resuelven en el Mundial. Es difícil predecir qué va a ser de una Selección en un Mundial.
JCM: ¿A quién ves como tu heredero en el puesto de portero? ¿Sientes que falta una nueva generación de porteros en México?
JC: Creo que la generación de porteros nuevos en México tiene que llegar en algún momento. No estamos bien formados y eso nos ha hecho retroceder. Es increíble que hoy no tengamos el futbol que se juega en Europa, que puedas achicar, que se juegue más con los pies, la presión alta. Yo jugaba así hace 20 años, por eso necesitamos una transformación. Heredero creo que nunca va a haber, porque ya no van a dejar a un portero ser delantero.
JCM: A nivel internacional a quién sigues. ¿Qué portero te gusta?
JC: A Manuel Neuer y a André Ter Stegen. Thibaut Courtois demostró mucho en la Champions. A Mendy, el del Chelsea. Ederson del City, que juega muy bien con los pies. Es que el futbol es así. Si no sabes jugar con los pies, no vas a poder ser portero.
JCM: ¿Te ves como entrenador de un equipo en un futuro?
JC: De repente sí me interesa, de repente no. Es difícil, no sé si llegue el momento. Me gustaría ser parte de la proyección de un equipo, donde me dejen trabajar. Cuando lo hice, salieron bien las cosas, pero en México quieren los resultados para mañana. A mí me gustaría tomar un proyecto a largo plazo. Si no te dejan trabajar, vas a fracasar.
JCM: Mi padre dice que para él los tres hombres más importantes del siglo XX mexicano son Lázaro Cárdenas, Octavio Paz y tú.
JC: [Risas] Estoy de acuerdo, señor.
JCM: ¿Qué sientes de que alguien pueda pensar algo así?
JC: No me creo, soy. Siempre he creído que soy diferente, que vengo de otro mundo, que soy un fuera de serie. Soy quien soy, soy como quiero ser y eso me hizo crecer en todos los aspectos. Soy diferente. Y espero que pronto salga otro que me supere y yo en su momento lo pueda aplaudir.
El calor es muy intenso, la plática termina, nos tomamos unas fotos juntos, le pido un autógrafo para mi sobrino que es portero. Nos damos un abrazo y yo me alejo pensando que Lázaro Cárdenas nos trajo un sentido de justicia social que cambió al país y lo impulsó hacia el futuro, que Octavio Paz nos dio un Nobel que nunca imaginamos ganar, y que Jorge Campos nos trajo la alegría para disfrutar el futbol de una manera distinta, el privilegio de presenciar en la cancha algo nunca antes visto, un jugador único: un fuera de serie.
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