Meme habla poco. Es altísimo y sus movimientos son lentos y finos, salvo cuando juega con la música, que bien puede ser tocando en un escenario, bailando en una fiesta o escuchando algún beat de fondo. Cuando la música lo rodea, toda su figura se vuelve una cinta infinita que va esculpiendo el aire con una elegancia demente. Domina como pocos el arte de hacer visible lo invisible e invisible lo visible. A ratos parece un territorio de difícil acceso, pero una vez que llegas, te das cuenta de que es un jardín generoso.
Nos une una profunda amistad de años que entrelaza familias, parejas, afectos y un montón de cosas más. En algún momento de este camino compartido, cuando la idea de hacer su disco solista comenzó a gestarse, trabajamos juntos en una muestra fotográfica y un libro: Voy i Vuelvo.
Ahora que el proceso de creación de su primer disco solista está llegando a su fin, nos sentamos a hablar de estos 30 años de carrera, de la música, de vivir y permanecer en esta actualidad avasalladora. Una realidad tan imponente y veloz que es capaz de inhibirnos al punto de dejarnos inmóviles, pero que de igual forma ofrece la posibilidad de la perseverancia y la sabiduría de comprender que la procesión también va por dentro, lo cual inevitablemente conduce a un lugar precioso y raro: tu propio punto de vista.
DOMITILA BEDEL (DB): ¿Cuándo te diste cuenta de que era inevitable que te convertirías en una estrella de rock en lugar de seguir una carrera como ingeniero electrónico?
MEME (M): Más bien fue una cuestión que se dio naturalmente. Me invitaron a participar en el grupo (Café Tacvba) cuando estábamos cursando la universidad. De pronto las cosas se fueron acomodando de tal modo que cuando llegó un momento donde me faltaba un semestre o dos para terminar la carrera, fui a hablar con los profesores y les dije: “me está surgiendo esto a la par de la universidad y necesito saber si es posible que pueda de pronto tener algunas ausencias, pero vengo y hago los exámenes, entrego los trabajos”.
Y eso fue lo que hice. Hubo momentos en los que, por ejemplo, tocaba en Guadalajara y tomaba un autobús terminando de tocar, viajaba toda la noche, llegaba a la estación y me iba a la universidad a presentar un examen o a entregar un trabajo. Eso fue cuando ya habíamos terminado de grabar el primer disco y nos habían presentado un plan de promoción que era bastante demandante. Hacíamos entrevistas para todos los medios, televisión, radio, etcétera. No había plataformas ni redes, pero había mucha prensa. Y entonces fueron muchos días, semanas de estar yendo a todas las radios, de estar yendo a las redacciones de los diarios, hasta tuvimos una estancia en el Café de Tacuba durante unas semanas: desayunábamos, comíamos y cenábamos ahí atendiendo prensa. Aparte hacíamos todas las entrevistas los cuatro; siempre el grupo entero, no era como ahora, que tenemos la posibilidad de repartirnos.
Entonces me di cuenta de que al grupo ya le había pasado algo y que tenía dos opciones: o renunciaba a la banda, o renunciaba a la universidad. Me dije: “mira, la universidad va a seguir aquí; en caso de que el grupo no avance, regreso a la escuela y se acabó”. Entonces, en ese momento elegí. No fue una revelación, sino que elegí dejar la escuela. Y, prácticamente, a partir de ese momento no paramos.
DB: Fue muy rápido el ascenso, ¿no?
M: Desde que comenzamos, de que nos reunimos, a que salió el primer disco, pasaron tres años. Fueron tres años de tocar en antros, festivales, etcétera. Antes eran otro tipo de festivales, más cuestiones culturales o del ayuntamiento o de la ciudad, no era el festival masivo de música que ahora es muy padre, que la gente puede ir y tiene acceso a diferente música de todos lados y, sobre todo, a artistas contemporáneos que están viajando por todo el mundo. Antes era muy difícil, fueron tres años de construir para llegar al primer disco. La realidad es que le fue bien, tuvo aceptación en radio y se vendió bien —cuando todavía se vendían discos físicos.
DB: Ahora que miras hacia atrás, considerando que cuando Café Tacvba comenzó tanto la historia del rock en general como la del rock en México eran muy diferentes a las de hoy, ¿qué crees que ha aportado Café Tacvba específicamente a la historia del rock mexicano?
M: Es difícil, pero trataré de encarar la respuesta y hacerme responsable. Creo que dio la oportunidad de que el rock tuviera un espectro más amplio, no solamente en cuanto a géneros musicales, sino en cuanto a posibilidades artísticas y creativas. Sin saberlo, no es que nosotros hiciéramos un taller de experimentación creativa o tuviéramos un plan ambicioso de mezclar diferentes géneros, sino que realmente respondimos a una necesidad de reflejar cómo el rock nos había influenciado. El rock como actitud, como una forma de expresarte como joven, eso era algo que no se podía traducir nada más como la influencia de la música que venía de otras latitudes, sino que realmente había que llevar este ejercicio o esta práctica a nuestro contexto, haciéndonos conscientes de que nuestra influencia y nuestra cultura son mucho más amplias que nada más un género específico de música.
Fuimos aprendiendo de esta manera, y creo que eso fue lo que aportamos (o igual y no) a la música en general, pero por lo menos nos aportamos a nosotros mismos, y sigue siendo la premisa del grupo: reinventarse, buscar nuevas fronteras, aunque evidentemente en un momento eso se va achicando. Ahora la exploración creo que pasa por otro lado, y tiene que ver no tanto por lo musical, sino por las vivencias, por el estado generacional en el que estamos, la edad, y creo que ése es nuestro reto actualmente.
DB: ¿Cómo describirías los cambios en el consumo musical desde que empezaste a ser un profesional de la música hasta ahora? ¿Cuál es el mayor cambio que notas en los modos de consumir música?
M: No había esa inmediatez, esa rapidez donde algún chavo puede hacer algo desde su casa y compartirlo, se vuelve un fenómeno viral y descubre que le apasiona y es un gran artista. Eso me parece que es fantástico, pero en aquella época era todo más protocolar y tenías que realmente pasar ciertos filtros para poder llegar a tener un contrato discográfico, y con ese apoyo poder compartir, exponer y demás. Creo que ahora se ha hecho un poco más democrático, más homogéneo en todos los sentidos: puedes con una guitarra y un teléfono, o hasta sin una guitarra, grabar algo y hacer una buena canción.
En todo el arte, en la cultura y en los demás quehaceres de la humanidad, las cosas que son honestas y genuinas son las que realmente tienen una conexión y una manera de representar un presente. Por supuesto que hay diseñadores de eso y siempre los ha habido, pero creo que en el pasado estaba un poco más controlado. Hoy día ya ni siquiera se trata de hacer todo un proyecto, sino de buscar cinco segundos de conexión rápida con algo. Por eso las canciones ahora también se han reducido y la competencia es feroz, la gente quiere tener un impacto rápido y eso desconecta muchas veces de la reflexión más profunda. Es una época donde todo parece más ágil, más superficial y más veloz. Y creo que eso también responde a todo este contexto social y político complejo actual donde tal vez no queremos encarar el dolor que nos generan las noticias, y entonces vivimos la vida de otra manera y a otra velocidad, tal vez buscando otro tipo de experiencia y satisfacciones, porque si no estaríamos horrorizados permanentemente.
DB: ¿Qué fue lo que más te costó a ti de adaptarte a estas nuevas formas de consumo?
M: Hablo como grupo, porque en un momento dado realmente reaccionamos mucho como entidad. Por eso cuando vimos que algo estaba pasando titulamos a un disco El objeto antes llamado disco y luego desapareció, realmente el disco desapareció. Fue contundente, se acabó, se olvidó, no solamente la parte física.
Ahora está de regreso el vinilo, y es fantástico, pero es un comeback, no existió un nuevo formato novedoso hasta que apareció el iPod, que revolucionó todo, porque en el iPod podías tener millones de canciones en un solo dispositivo. Se acabó, no tenías que cargar más con tu Walkman, ni cassettes. Entonces el reto era comprender que todo estaba cambiando, que la parte creativa debería estar, aunque diferente, pero que de todas maneras tenía que estar, y que uno podía ser ingenioso y seguir haciendo música, y hacer música que a uno le gustase, y lo pudiese disfrutar, y si eso pasaba, pues entonces tendría una resonancia.
El género denominado “rock” dejó de proponer, porque también es un género veterano. En su momento era característico, porque era revolucionario, o contestatario, o anarquista, pero luego toda esa generación se va asentando o teniendo otros intereses y las cosas cambian. Entonces ahora están todos estos artistas nuevos que dijeron: “mira, el rock muy bien, o el pop muy bien, pero ya”, y empezaron a hacer reggaetón, sobre todo en algunos lugares como Puerto Rico o República Dominicana, y parecía que no iba a tener resonancia, pero de pronto, pum, cubrió Latinoamérica, el planeta. ¿Qué fue lo que pasó, en qué momento sucedió esto? Y es que esto me parece que es mucho más contestatario y más revolucionario que lo que estábamos haciendo nosotros, o incluso muchos artistas buscando en el rock. El rock, como estilo musical, ya no le ofrecía a una generación una herramienta para poder compartir lo que estaba buscando realmente.
DB: Ya un poco me respondiste, pero justo quería preguntarte si el rock sigue existiendo o no.
M: Dependiendo de la definición que cada uno le dé. Como te mencionaba antes, creo en el rock como un género musical, pero también como un estilo de encarar la vida en un momento dado. Veo en el reggaetón —y por ahí me pueden crucificar— o en el “trap” o en los corridos tumbados un poco más de espíritu de “rock and roll” que en grupos de rock.
Probablemente regresará, porque todo regresa, regresará un nuevo rock, o esta cuestión de tocar, y las guitarras, y la distorsión, que va a ser maravilloso, y regresará en una versión muy interesante, y seguramente serán artistas que estarán colmados de reggaetón y de otros géneros. Espero que me toque presenciarlo. Pero en este momento, el rock perdió esa frescura que tuvo como género musical. No es poner el pedal, sino es ¿por qué lo haces? Y qué es lo que te sacude adentro.
DB: Ahora que tienes una hija adolescente, ¿te enfocas en explicarle aspectos del pasado y del presente musical cuando escucha música contigo o cerca de ti, o cuando te pide ir a un concierto? ¿O simplemente observas y acompañas?
M: Lo he intentado… pero al final tiene una determinación por oír la música que ella quiere. En su mayoría es música que las plataformas y los algoritmos van mandando. Trato de opinar a veces, pero sobre todo trato de aprender a escuchar. Yo crecí en mi casa con mucha música que oían mis papás porque se ponía un disco y se acabó. Ahora escuchas música en tu propio dispositivo o con audífonos. Antes ponías un disco o ponían un disco y tú lo estabas oyendo como un soundtrack. Me parece fantástico haber crecido con música que tal vez yo no elegí, aunque a su vez me dieron la libertad de escuchar la música que yo quisiera cuando pude empezar a elegirla.
Mi hija ahora elige, al igual que mi hijo menor, y si hay algo que yo pueda ampliar o diversificar un poco el espectro de lo que están oyendo, por supuesto lo intento. Siempre estoy escuchando, poniendo cosas de diferentes géneros porque eso también fue como yo crecí, expuesto a música de todo tipo, entonces espero que algo de ese soundtrack quede por ahí plantado en ellos.
“En mi proyecto en solitario, la voz estaba comandando. Escuché que podía confiar en mí como alguien que podía cantar, y el proyecto está repleto de canciones que canto, y eso sí que es raro, es diferente y no sé cómo vivirlo todavía.”
DB: Se habla mucho de cómo las redes sociales facilitan el acceso a la fama, pero también presentan un gran desafío para que el artista se mantenga relevante. ¿Hay algo de esta voracidad, o como queramos llamarlo, que a ti te haya empezado a afectar?
M: Yo particularmente lo agradezco. Creo que la energía de esta generación está puesta en otro lugar, en uno no tan cercano a lo que nosotros somos ahora. Y entonces nos puso fuera de una zona de confort, ya que durante años los artistas grabábamos un disco, hacíamos promoción, una gira, después descansábamos, y entonces empezabas de nuevo con un proceso creativo, y un disco, y una promoción, luego una gira, y más o menos éxito, pero ya como algo automático. Creo que esto rompió ese ciclo y no todos hemos podido sobrevivir de la mejor manera a lo que está sucediendo. Yo lo percibo como una oportunidad para proponer creativamente o buscar algo que me traduzca, no quiero decir que mejor, pero que me traduzca con más conciencia.
Esto es interesante, probablemente pierdes un espacio, pero creo que ganas en cuanto a poder escuchar artistas interesantes que están haciendo algo en esta nueva vorágine, y que están utilizando una metodología que antes no existía: los algoritmos, las plataformas, cómo se entrelazan en un tejido creativo, donde una canción tiene 10 o 15 compositores o productores, y hace un featuring con una o dos personas que tal vez no son del mismo género. Antes era, “no, tú eres rockero, cómo vas a cantar con alguien que viene del pop, o cómo vas a cantar con…” y ahora eso se rompió y no importa si es más grande, si es más pequeño, si es de un continente, si es del otro, se empieza a hacer una mezcla de artistas, de productores, de gente que se dedica a esto, que ha cambiado la forma en la que nosotros entendíamos la música.
DB: ¿Qué te motivó a comenzar un proyecto en solitario? ¿Qué significa para ti este paso?
M: De unos años para acá tuve la inquietud de hacer un proyecto así, un álbum en lo individual. Fui experimentando también por invitaciones a hacer producciones, soundtracks, featurings, y me di cuenta de que era entretenido y que era un espacio diferente para probar, una oportunidad, y que los resultados me eran muy satisfactorios y me producían una sensación que no creía que pudiese obtener haciendo algo individualmente.
Hace no mucho empecé otra vez a rascar, a buscar, y cuando me di cuenta de lo que tenía en mente —no de una manera fotográfica, pero sí en abstracto— en cuanto a voluntad, inquietud e intuición, ahí fue cuando empezó a ser tangible. Y cuando ya fue muy tangible y había un volumen importante de material, fue cuando dije: “esto es lo que tal vez busqué durante mucho tiempo”. Fue importante elegir dedicarle tiempo y darle una estructura para poder concretarlo. Así que empezó a evolucionar y, en un momento dado, me di cuenta de que necesitaba ayuda para poderlo sintetizar y editar. Busqué a Gustavo Santaolalla, que es alguien que ha sido cercano para muchas cosas incluida ésta, y él me ayudó a darle sentido, que tuviese más cohesión y a amplificar las ideas.
DB: ¿Qué sentiste que descubriste en este proceso como solista que no habías descubierto antes como artista?
M: Descubrí que es posible, y eso ha sido lo más revelador y me hace sentir una plenitud de otro tipo, una gran plenitud como artista, como persona, como trabajador, como obrero de este oficio, que te da mucho, pero también te demanda mucho y tiene episodios que son muy desafiantes a todo nivel: a nivel relaciones, a nivel físico, a nivel sacrificio. Y esto que descubrí en un proyecto solitario me produce unas sensaciones que no sé si son diferentes, pero que cobran una nueva dimensión. Otra cosa que encontré en el proceso fue el estudio con mi maestra de canto Erika. Yo nunca me consideré un cantante tal cual, y trabajando mucho en mis clases de canto y grabando las canciones, me di cuenta de que la voz también estaba comandando el proyecto. Escuché que podía confiar en mí como alguien que podía cantar, y el proyecto está repleto de canciones que canto yo, y eso sí que es raro, es diferente, y no sé cómo vivirlo todavía. Tampoco me lo pregunto, sólo me hace sentir bien y espero que cuando lo comparta y vaya a presentarlo, pueda ser tan disfrutable en el escenario como lo ha sido en el proceso de producción.
DB: ¿Cómo definirías el ADN de este nuevo disco?
M: Bueno, todavía estoy a un 90%, de que lo concluyamos, por eso todavía no lo tengo muy claro. En mi experiencia, pasan años y ahí puedes ver. Es como que estás tan cerca de la pintura, hiciste un mural, digamos, y toma tiempo, y ya cuando te alejas, dices: “uy, esto fue lo que salió”. Y a veces puede ser que sea lo que tú habías pensado y también puede ser que no. Entonces, en este momento no he pensado mucho en eso, simple y sencillamente han salido canciones. Creo que, y espero y deseo que tengan que ver desde este lugar del que hablo, donde estoy tratando de traducirme lo mejor posible, en este caso en canciones, en música, en este proceso de creación, de la manera más honesta con mis reflexiones, emociones, sentimientos y pensamientos que puedan reflejarme bien en estas canciones. Eso es lo que importa. Aunque le va a tomar todavía unos meses para ver la luz, lo que sí sé es que la verá, en un momento dado. Hace un tiempo no tenía claro si iba a pasar, y ahora sé que sí va a pasar.
DB: Tuve la oportunidad de escuchar un adelanto del disco —que adoré— y sentí que refleja tu visión e interés por entender casi filosóficamente la música actual. Me pareció un ejercicio personal, con un toque contestatario, creativo y también de humor. ¿Hubo algo intencional en todo esto?
M: Sí hay una intención de “¿qué pasaría si yo observara más detenidamente lo que está sucediendo ahora y lo pudiese llevar a mi ejecución? ¿Cómo sonaría? ¿Y cómo sonaría desde un lugar donde eso que estoy tomando lo disfruto?” Llegó así, no sé si involuntariamente, pero yo no estaba buscándolo. Tal vez llegó a través de mi hija. También de pronto dije: “a ver, a ver, a ver, a ver, ¿por qué?, ¿por qué tal vez no dejo que fluya lo que está llegando?” Al revés. En vez de tratar de decirle a mi familia o a mis hijos, ¿por qué no escuchas este, por qué mejor no al revés? Que la autoridad no sea yo nada más tratando de mostrarles lo que merece la pena en la vida o en la cultura. Aquí estoy aprendiendo algo, y la vida me está poniendo en un lugar que me está retando a pensar de otra manera, me está inquietando y me gustaría buscar si pudiese adaptarlo a mi proceso creativo, a mis canciones y demás.
La parte lúdica en la creación es fundamental. Pocas son las personas que no se divierten o no se ríen en la vida, ¿no? Lo lúdico tiene que ver con la falta de respeto también. Es como animarse a sobrepasar el “¿cómo vas a hacer eso?”
DB: Hoy en día el lenguaje —lo notamos también en nuestros hijos, en los “chats”, en las formas en las que usamos las palabras— cambió mucho y sigue cambiando. Para mí tu eres un letrista increíble, ¿qué lugar tiene el lenguaje en este proceso?
M: Si no encuentro un fundamento importante en lo que estoy diciendo, entonces el resto tal vez no importa tanto. Hay canciones que tal vez no dicen nada y que son igual de importantes o de trascendentes, pero sí creo que una de las herramientas que quise respetar para este proceso era que lo que yo estaba creando (la melodía o lo que fuera), tuviese una resonancia con lo que se estaba diciendo. En algún momento existe una letra y luego una música y se juntan y pasa algo, y yo estaba pendiente de lo que me provocaba la música o viceversa. Consideré importante forzar eso. En Café Tacvba, por ejemplo, yo llevaba algunas canciones, pero sabía que de todas iban a quedar unas cuantas —tratamos de ser equitativos en la composición, dentro del grupo—. Entonces, de alguna manera, la responsabilidad recae sobre otros tres aparte de mí.
Pero ahora dije: “va a ser importante que, si van a ser todas estas canciones sólo de mi autoría, intente tener diversidad de ideas, de caminos”. Al final no sé si fue tan diverso, porque percibo que lo que digo en las canciones es como una radiografía que no podía ver hasta que no la hice. Fue muy interesante. No es que sabía lo que iba a pasar y tenía que traducirlo. No sabía que lo que iba a pasar era que iba a sacar una fotografía que no imaginé. Regresar a eso, a lo que siempre trato de regresar, que es que tengo que resonar conmigo.
DB: Y para cerrar, te quiero preguntar: ¿qué ves hacia adelante y cómo mantienes el entusiasmo para seguir?
M: Escuchando la música que hay ahora, todo lo que ha pasado. Lo que sé es que esto es infinito, la creación es infinita, por suerte, y el talento que existe es infinito y lo será. Siempre habrá gente talentosa y siempre habrá gente muy creativa y siempre habrá gente disruptiva y siempre habrá gente que quiera descubrir. Esto va a seguir adelante, seguirá habiendo cosas reveladoras y nuevas, que nos van a sorprender. Creo que es maravilloso.
Cerramos la entrevista y me quedo pensando en la promesa que encierra el título de ese proyecto fotográfico que hicimos juntos, Voy i vuelvo. Creo que Meme ya salió, anda por ahí en una tierra cercana conquistando los molinos de sí mismo. Esperando el momento exacto para volver y soplarnos como una turbonada repentina sus nuevas canciones en el alma… allí va.
Domitila Bedel nació en Argentina. Es gestora cultural —creó y condujo curatorialmente, durante 10 años, Machete Galería de arte contemporáneo—, y en la actualidad dirige en México Fueguia 1833, un proyecto artístico y etnobotánico. Vive y trabaja en CDMX.
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