
Espaldas que se retuercen. Líquidos que no pueden evitar ser derramados y sábanas que cambian de tono por una abundante presencia de humedad corporal. Sobreestimulación visual y auditiva. Un perfume complejo que desborda sensualidad. Un momento tan íntimo que podría pensarse que nunca antes había existido la experiencia humana del placer. Hedonismo en su máxima expresión.
Así es como Pato, Laura, Paco y Rodrigo se imaginan el sexo, o al menos cómo debería ser. Libre, pleno. Tan satisfactorio como observar a una persona desgajando una toronja.


El sexo no sólo es parte de nuestras vidas; es quizá una de las más presentes en la cultura que habitamos. Las imágenes provocativas están siempre presentes: no sólo al comprar lencería —como hubiera podido pensarse hace unos 50 años—, sino también en la publicidad de todo tipo de productos, sin importar si se trata de papas fritas o de llantas para la lluvia, y eso sin mencionar la inundación de contenido sexual en las redes. Tal sobreestimulación sensorial se siente fortuita o, como decimos algunos: ni al caso. Y esa lujuria injustificada, esa hipersexualización de los objetos, trae consigo una sensación de vacío, de satisfacción a medias. Como el sexo vano, carente de conexión.
Por eso estos cuatro amigos, en pleno calor de una sobremesa de pandemia, decidieron tomar acción y honrar el mundo de la industria sexual. Fueron necesarias algunas botellas de tinto para discutir sobre las posibilidades de hacer un cambio en la forma en que se experimenta el comprar objetos cuyo único fin es el erotismo. Y de esta manera nació My Pamplemousse, una tienda que ofrece la selección más exquisita de artículos diseñados para experimentar el goce puro.
Pero My Pamplemousse es algo más que una tienda. Es un movimiento que invita al placer. Debe pensarse más como una corriente, como un estilo de vida. Su estilo invoca las imágenes más sensuales sin la necesidad de mostrar absolutamente nada explícito, conservando el carácter íntimo y privado del buen sexo. Y no es que las formas humanas se consideren vulgares, sino todo lo contrario: se elevan a un carácter sagrado y, por lo tanto, están destinadas a ser compartidas en la exclusividad de un templo privado. Porque la sensualidad y el erotismo, cuando son de buena calidad, son sutiles. Son guiños. Son como el recuerdo de una falda levantada a media pierna, dejando casi todo a la imaginación.


Así la curaduría de objetos hecha para My Pamplemousse. No, no es otra simple y llana selección de dildos bonitos. Es un ambiente en sí mismo, una reinvención del tan malgastado verbo incluir. Pensaron en todo: desde un artefacto que tiene unos pequeñísimos tentáculos cuyo movimiento oscilatorio bien podría enloquecer a una emperatriz, hasta kits para parejas que incluyen todo lo necesario para un masaje que podría lograr que la expresión final feliz perdiera todo su sentido. Hay para él, ella, ellos, elles, e incluso pronombres que no se han inventado aún. No lo pienses dos veces y únete al movimiento del placer.
Tú también sé parte de este estilo de vida en mypamplemousse.com
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