Pedro Reyes

Realismo capitalista

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texto Bartolomé Delmar
fotografía Andrés Navarro

Pedro reyes me recibe en su casa, una biblioteca convertida en una casa, hito del hipermodernismo cavernícola que la caracteriza arquitectónicamente.

Además del sinfín de libros, en mis últimas visitas (pues he visitado mucho la casa de Pedro en los últimos meses) he indagado un poco en una buena colección de acetatos que tiene discretamente almacenados en una serie de anaqueles perfectamente categorizados. De ahí surge la primera, y más evidente, de mis preguntas.

 

Bartolomé Delmar (BD): ¿Te consideras un coleccionista de discos?

 

Pedro Reyes (PR): Escucho la música en acetato. Unas tres, cuatro horas al día de música en ese formato. En ese sentido, sí. El objeto físico me interesa enormemente.

 

BD: ¿Te interesa el álbum como formato, más que la canción?

 

PR: No. Pero hay mucha música que no existe en formatos digitales. Como los libros, el hecho de contar con un formato físico, que se llene de polvo, que tengas que buscar y catalogar, te recuerda su existencia.

 

BD: ¿Hay algo que colecciones que no entre en esas dos categorías?

 

PR: Hay algunas cosas que compro sistemáticamente: todo lo que exista de literatura en vinil, música concreta, música étnica, música contemporánea. Me interesa mucho saber qué textos propios eligieron los escritores para leerlos en voz viva. Ahí te enteras de cuál es su verdadera intención, al escuchar su delivery, y te sientes muy cerca del autor.

BD: Hay muchas cosas muy raras que te encuentras en esas secciones, las de lectura y spoken word, que además son muy baratas porque son pocos los que se interesan en eso.

 

PR: También busco mucho discursos históricos, por ejemplo, o comedia. Es interesante, porque mucha comedia exploraba el formato del disco para encapsular temas específicos, pero también es un registro fonográfico de las formas de hablar y los modismos de cada época, por ejemplo.

 

BD: En el caso del libro, hay una fijación por el objeto vivo y que vive. Por lo que veo en tu biblioteca, para cada tema parece que almacenas volúmenes indiscriminados de ediciones distintas. ¿Sucede lo mismo con los discos?

 

PR: Soy muy promiscuo en mis intereses. Entonces compro dependiendo de lo que me va interesando: un mes sobre Centroamérica, por ejemplo. Y vas armando el rompecabezas: comienzas a comprar las referencias principales. Y vas construyendo así una constelación cada vez más y más compleja.

 

En el caso de los discos, comienza con una inquietud equivalente. En algún momento, por ejemplo, me di cuenta de que no sabía nada sobre cumbia. Entonces comencé a indagar, a comprar, a conocer.

 

Compro también discos que sé que pueden funcionar para tocar en las fiestas, cuando me invitan de Dj.

 

BD: Entonces hay tres ejes: los que adquieres por “investigación”, los que consigues para escuchar y los que usas para poner en las fiestas, siendo muy llanos.

 

PR: Sí. depende también mucho de las tiendas a las que vayas: voy mucho a Japón y ahí encontré los discos de música mexicana más raros que tengo, porque las tiendas de allá son muy especializadas.

 

BD: ¿Como cuál?

 

PR: Los cantos de María Sabina, por ejemplo. Una ceremonia grabada en 1957, cuya transcripción es lo que conocemos como los textos de María desde entonces. Los de Nancarow, que son discos editados en México, también los encontré allá.

 

Conocemos poco de la música indígena mexicana. Las grabaciones que editó la UNAM no son las mejores; hubo muchos musicólogos europeos que hicieron discos, con grandes descripciones del contexto social.

 

BD: ¿Cómo comenzó el interés por este tipo de grabaciones?

 

PR: Tengo un tío, Joaquín Díaz, que es uno de los principales folcloristas españoles. Crecí escuchando sus discos. Él iba por toda España grabando a ancianas que cantaban romances, canciones de cuna, etcétera. Así conocí, desde niño, esas canciones, muchas de ellas medievales. En México, los músicos no han aprovechado el inmenso repertorio de canciones populares que existen.

 

BD: ¿Qué joyas tienes en tu colección?

 

PR: Alguna vez, por 30 pesos, compré el disco de Zen Jazz de Juan José Gurrola, cuya portada tiene dibujos del caricaturista Aragonés de la revista MAD, de Arnaldo Cohen y de Felipe Ehrenberg. Soy la única persona que tiene ese disco, que yo sepa. Gurrola, cuando se enteró de que yo lo tenía, me llamó y me pidió que se lo vendiera.

 

BD: ¿Se lo vendiste?

 

PR:No.

 

BD: ¿Le envidiaste algún disco a alguien, alguna vez?

 

PR: Hay discos que estoy cazando ahora, por su rareza. Un disco de un grupo que se llama Los Tepetatles, un grupo de los 60, parodia de los Beatles, una especie de etnopop, como Los Xochimilcas y así.

 

Antes del rock rupestre, en México existía este deseo de fusionar elementos del folclor con el rock. Federico Arana habla de eso en el libro de los folcloroides: un folclor hecho por niños burgueses.

 

Es interesante, porque el pop art no existió en América Latina. en Alemania, al pop se le llama “capitalismo realista”,una celebración de los objetos de la sociedad de consumo. Pero en Latinoamérica, durante la Guerra Fría, había mucha resistencia al capitalismo, al “sistema”, y este tipo de expresiones eran una contraparte al pop que se hacía en occidente.

 

Por eso me interesa tanto el asunto de Los Tepetatles. Toman las estrategias del pop como una farsa del capitalismo.

BD: Que coincide con un proceso, además, de industrialización en América Latina.

 

PR: Claro, pero ésa es justo la razón de por qué muchos cantantes de protesta no querían verse como productos. Mercedes Sosa, por ejemplo, decía que ella no era cantante, sino cantora.

 

BD: En este sentido: ¿el contexto social puede ser el eje para armar una colección de discos?

PR: La canción de protesta, por ejemplo, es interesante por sus fines últimos, pero en sí misma… es un gusto adquirido.

 

www.pedroreyes.net


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