
El río se convierte en ternura y el cuerpo en sonido
fotografía Leonardo Ramírez
estilismo Michelle Ortiz
maquillaje Belen Saenz
pelo Arturo Valdes
producción Bernardo Carreño
asistente de fotografía Natalia Quiñones
asistente de estilismo Mónica Alva
Frente a la adversidad siempre encontramos maneras de sobrellevar la pesadez y la incertidumbre. El caos puede dar pie a una catarsis que toma múltiples formas, y una de las más poderosas es la sanación que ocurre a través de la música. Una de las artistas que escribe desde el alma y deja volar las emociones es Silvana Estrada (Veracruz, 1997), cantautora y fiel creyente de mantener los pies en la tierra.
Catapultada a la escena internacional tras ganar el Latin Grammy a Mejor Artista Nueva por su álbum Marchita (2022), Silvana Estrada sigue haciendo música desde un lugar genuino, fiel a su sensibilidad y a su amor por el arte. Hoy, con un nuevo álbum en puerta —que saldrá en octubre—, sigue su instinto de abrazar la tristeza, enfrentar sus miedos y transformar la oscuridad en luz. Hablar con ella se siente como hacer una pausa en medio del ruido: una conversación íntima que reconecta con lo esencial. Me vi inmersa en su universo natural y metafórico, donde lo cotidiano se entrelaza con lo poético, y lo introspectivo encuentra un eco en lo ajeno.
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Sophia Garduño (SG): Antes de empezar a hablar sobre música, me gustaría preguntarte ¿Para ti qué significa la creatividad o la creación?
Silvana Estrada (SE): Para mí, la creación viene de un lugar un poco fuera de este mundo. Muchas veces surge en momentos casi antisistema. Por ejemplo, la creatividad tiene mucho que ver con el tiempo libre, el descanso, la prueba y el error, con intentar cosas para las que no estás preparada. Es un momento de libertad que siempre te contrapone con la realidad: necesitas la realidad para crear, pero también una libertad absoluta que te separe de ella para poder imaginar una realidad alterna.
Es ese espacio de libertad y confrontación el que te envía hacia la reflexión. Muchas veces la creatividad me lleva a preguntarme cómo vivir mejor o cómo hacer las cosas de otra manera.
SG: Es una cualidad muy importante de los humanos, algo irreemplazable.
SE: Totalmente. También es un momento profundamente sanador. El acto de permitirse crear, sin ponerse etiquetas, es muy liberador. Muchas veces lo que frena los procesos creativos es justamente eso: la necesidad de definirse como artista, músico, diseñador… Cuando en realidad, despojarse del ‘yo’ frente a la creatividad puede ser muy sanador.
Debería de haber mucho más espacio para la creatividad más allá de las etiquetas. También es bonito reconocerla en lo cotidiano, en la resolución de pequeños problemas. Por ejemplo, México… ¿Qué país va a ser más creativo que el nuestro? Convertimos todos nuestros dramas en memes. Hay una creatividad mexicana que admiro mucho y que intento honrar. No desde un ‘soy artista, voy a generar arte’, sino desde un ‘soy humano, voy a tomar lo que está ahí para mí y transformarlo’.
SG: Iba a decir eso: solemos pensar que hay que ser artista para ser creativo, pero también se trata de cómo resolvemos cosas día a día, incluso desde la primaria, cuando te piden ser creativo para solucionar situaciones.
SE: Exacto. Y shout-out a las mamás. Esa creatividad nivel 100: “Necesito una cartulina para mañana a las ocho de la mañana” —domingo a las diez de la noche. Esas cosas no son tan vistosas, pero cuando hablamos de creatividad, me gusta abrir el espectro hacia la resolutividad.
Muchas veces se romantiza la creatividad, especialmente desde el lado artístico, y eso puede alejarnos de lo que, para mí, es una de las máximas cualidades del proceso creativo: despojarse del ego. Y no hay nada mejor para eso que la resolutividad. Por eso los deadlines son tan interesantes: cómo cambia un proceso creativo cuando tienes mucho o poco tiempo. Es un tema increíble, la verdad.
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SG: El 28 de mayo lanzaste tu canción “Como un pájaro”. ¿Cómo te sientes al compartir esta primera mirada de lo que será tu próximo álbum? ¿Por qué decidiste revelarla primero?
SE: La decisión de sacarla como primer sencillo fue porque, antes de grabar una canción, me gusta testearla. Probar si funciona en vivo, si encaja en el show. Como soy alguien que gira mucho —el 80% de mi vida es tocar—, me importa que las canciones funcionen en el contexto del “show” en vivo. Esta canción la toqué varias veces en vivo y pasó algo muy gracioso, se volvió viral en Tik Tok. Alguien la grabó completa y la subió a YouTube. Pasaron mil cosas increíbles con ella, así que sentí que tenía que ser la primera.
Y había mucha gente esperándola. Se sentía rarísimo sacar cualquier otra cosa que no fuera esta canción, porque ya la canto y la gente se la sabe de pe a pa. Todos los días recibo comentarios de ‘por favor, ya sácala’. Al principio, muchos pensaban que se llamaba “Las luces”, porque el primer verso dice: Se apagaron ya las luces, ahora duerme la ciudad.
La canción en realidad se llama “Como un pájaro”, pero recuerdo estar en Bogotá y que alguien me gritó: ‘¡Canta “Las luces”!’ Y yo sin saber de qué hablaban. Luego el público empezó a cantar se apagaron ya las luces y ahí entendí. ‘Ah, esa. Se llama “Como un pájaro”.’
Lo pienso y me pongo súper feliz, pero también me dan muchas ganas de llorar. El proceso para este disco ha sido de tres años, de muchos ires y venires, de probar cosas. Así que ya por fin estar, por lo menos, pariendo esta primera canción, me hace increíblemente feliz.
SG: ¡Qué padre! Y siento que eso luego no se aprecia tanto desde afuera, ¿no? Todo el tiempo que transcurre para la creación de un proyecto. Eso también le da mucho valor.
SE: Exacto. También esta canción —bueno, todo el disco, pero en particular esta— la produje yo. Que era algo que no había hecho antes. Hay algo en la temporalidad de este proyecto que fue muy retador. Enfrentarme a producir un disco completo yo sola fue un reto enorme.
Particularmente esta canción fue la más clara desde el principio. Siento que fue una canción hecha por el universo para mí, como para darme fuerza dentro del proceso. Es una canción muy amable, muy contemplativa. Habla de la tristeza y de la soledad, pero también del deseo de sanar. Sanar a través del silencio, de la contemplación, del sentir.
Tardó lo que tenía que tardar. Digo esto porque, aunque el grupo de canciones se tardó en salir, porque me costó encontrar por dónde quería irme, esta canción fue la que me agarró la mano y me llevó a través del resto.
SG: Entonces es la base, ¿podrías decirlo así?
SE: Sí. La base y también un poco la… no quiero decir guía a nivel estético, porque luego pasan muchas otras cosas distintas en el disco —es un disco muy ecléctico—, pero sí diría que es la guía emocional para mí.
SG: Me gustó mucho la portada que acompaña este “single”. ¿Cómo construyesesa identidad gráfica de tu música?
SE: Te voy a ser súper sincera: esa portada la hicimos aquí en la casa con Ximena Estíbaliz, que es mi mejor amiga, y Edwin Erazo, que es mi manager. Entre los tres —Ximena obviamente es una crack, tiene un gusto alucinante, y Edwin tiene toda esta visión de lo que funciona, la comunicación, qué se entiende, qué no, qué está muy cargado— y yo, claro, tengo una conexión muy fuerte con la sensibilidad de la canción, la entiendo como nadie, porque es mía.
La hicimos en dos horas, y la foto la tomaron Jesús Soto y Manuel Gómez, y lograron capturar mi idea. Tenía muchas ganas de explorar con el color, y ese café que usamos para mí era importante. Me recordaba al disco Construção, de Chico Buarque. En este nuevo camino hay algo un poco retro, medio setentero, pero también medio japonés. Fue un proceso de muchas manos, de platicar, de probar cosas. Y bueno, nos da risa también, en la foto hay una silla de plástico. Esa silla de plástico latinoamericana por excelencia.
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SG: Y ahora que hablas sobre lo que viene, ¿nos puedes adelantar un poco sobre este álbum? ¿Vas a explorar distintos géneros a los que ya has trabajado?
SE: La verdad, nunca he estado más orgullosa. Trabajé muchísimo en este disco. Le puse literalmente sangre, sudor y lágrimas, porque no fue fácil. El proceso del disco me agarró en un momento muy complicado, con muchísimo trabajo. Y en medio de eso, también murió mi mejor amigo y su hermano.
SG: Lo siento mucho.
SE: Muchas gracias. Para mí, este proceso también fue una forma de enfrentar el duelo de verdad. Mirarlo a los ojos y pedirle que me soltara un poco. Por eso siento que este disco está lleno de esperanza. Quería hacer un disco que hablara de la complejidad de la vida, pero siempre desde lo hermoso que es vivir. Ese contacto con la muerte me removió muchísimo, pero también me llevó a narrar una historia que diera ganas de vivir, sin negar lo difícil que es estar aquí. En ese sentido, el disco fue un motor impresionante todos estos años.
Hay muchos sonidos nuevos. Enfrentarme a mí misma como productora, enfrentarme a mi propio deseo y a mi propio lenguaje fue increíble. Muy difícil, también, porque creo que hay una idea preestablecida de lo que es un productor. Y, además, nuestra idea de productora suele ser la figura de un hombre. Y me costó mucho entrar al rol de productora siendo yo. En vez de ser otra cosa, ¿no? Realmente dejándome ser, reinventando un poco el rol, en el sentido de: Voy a producir como yo soy, como yo quiero y con las cosas que a mí me importan’. A mí me importa la suavidad, la ternura, permitirme dudar, tener tiempo.
Fue un proceso de mucho juego y duda. Obviamente hubo síndrome del impostor. Ese es un tema enorme, y creo que está completamente ligado a la entrada de mujeres en espacios donde no tenemos ninguna representatividad. Hubo muchos momentos muy oscuros, pero al final, el proceso de grabar el disco refleja absolutamente su esencia: esta hermosura llena de complejidades, esta transparencia de los duelos que, al final, siempre esconden una belleza tan fugaz y tan difícil de comprender: solo el arte nos permite ver la luz en esas oscuridades.
SG: Qué buena oportunidad poder trabajar de lleno en este proyecto tan personal; muy auténtico también.
SE: Sí. Me preguntabas por géneros… No trabajo mucho pensando en géneros, porque al final mi columna vertebral siempre es la canción. Sumo y quito elementos, pero en realidad para mí la canción va primero. Luego lo demás ni siquiera lo pienso en términos de: ‘esto va a ser una bachata’ o ‘esto va a ser un danzón’. Pero sí siento que es un disco súper personal, en el sentido de que está lleno de cosas que me apasionan sonoramente. Es como un collage de muchísimas cosas, porque soy alguien que escucha sonidos distintos.
SG: Tomar la decisión de integrar sonidos que realmente te gustan, es un gran privilegio. Es algo que muchos artistas no logran, ya sea por la industria o por sus equipos.
SE: Sí, la verdad que sí. Me siento muy privilegiada, tienes toda la razón, por la manera en que hemos construido mi libertad—y digo ‘hemos’ porque no soy sólo yo, hay un equipo muy bonito conmigo—. Me siento muy agradecida.
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SG: Hablabas de que el 80% de tu tiempo estás de gira. ¿Qué opinas de los “tours”? Cada vez más artistas hablan abiertamente sobre las dificultades de hacer giras o “shows” en vivo. ¿Cómo lo vives?
SE: Este tema es súper interesante porque creo que no conozco a nadie que tenga un sentimiento absoluto al respecto. Bueno, sí, una persona. Estaba con ella hace rato. Se llama Ichiko Oba, es japonesa, y a ella le gusta 100% girar. Es la única persona que conozco. El resto de mis colegas tienen una relación agridulce con las giras. En mi caso, hay partes de girar que no soporto, pero no podría vivir sin cantar en un escenario. Me hace falta esa conexión. Me siento más yo y más libre en el escenario que en cualquier otro lugar.
Durante las giras hay un instante que me limpia los ojos para ver mejor el mundo, y sin eso, la verdad, podría irme a un lugar muy oscuro; porque el mundo está muy locochón. Ese momento me conecta con el amor más puro del planeta. Me hace creer en nosotros.
Lo cierto es que la gira muchas veces te maltrata tanto que a veces ni siquiera tienes ganas de cantar. Me estoy tomando un poco de tiempo para ver de qué manera puede existir el show sin que sea tan duro. Pero esa es una decisión que ahora tengo el lujo de tomar, porque al principio todo era muy desgastante. Llevo trabajando desde los 16 años y empecé a viajar a los 17; en ese momento aceptaba todo y mis primeros cinco años fueron de giras loquísimas, de estar dos días en Lisboa, de ahí irme a Argentina, luego México… Y si te soy sincera, me pasaron factura.
Tenía muchos problemas en la espalda, tengo problemas gastrointestinales… Cuando los artistas hablan de lo duro que es, no exageran. Cuando empecé, tenía la urgencia, el brío de la juventud, las ganas de que esto funcionara. Esos primeros cinco años decía que sí a todo: tocar, viajar a donde fuera, hacer todo.
SG: ¿Cómo ves la escena musical en México? ¿Cuáles son sus fortalezas y qué crees que podría mejorar?
SE: Creo que en México están pasando cosas muy interesantes. A veces me hace falta un poco más de comunidad “orgánica”, porque sí, existen las colaboraciones tipo featuring, pero últimamente no soy tan fan de eso, me dan una sensación de algo manufacturado, industrial, en vez de una conexión vital entre artistas.
En la Ciudad de México, que es la escena que más conozco, siento que todo es tan grande y pasan tantas cosas, que es difícil enterarse de todo. Y eso es increíble, porque significa que se está moviendo mucho. Pero también creo que sería muy bonito que hubiera más comunidad. Imagínate que te hago los arreglos de cuerdas porque amé tu canción, o que tú tocas la guitarra en una canción mía sólo por gusto, sin esperar un featuring. Esas cosas que tienen que ver más con la música que con la estrategia.
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SG: Hace poco dijiste que comparas el proceso de hacer tu nuevo álbum con subir una montaña: al principio es desafiante, te cansas, te quieres rendir, pero llegas a la cima, ves el paisaje y dices, ‘valió la pena’. Esta comparación con la naturaleza, con la montaña, ¿qué tan diferente crees que sería tu música si no hubieras crecido en una ciudad rodeada de montaña y vegetación?
SE: Justo estaba leyendo un ensayo muy bonito sobre cómo los paisajes, de alguna forma, se vuelven parte de tu ser, de tu personalidad. Y cómo muchas veces, aunque quieras irte de tu casa, aunque te mudes, acabas viviendo en lugares más o menos parecidos, que comparten algún tipo de vegetación o algo así. En mi caso, no sé si CDMX se parece a Coatepec, pero sí creo que mi manera de escribir fue completamente fundada en una admiración muy profunda por la naturaleza. No sé, por ejemplo, qué hubiera pasado con mi universo metafórico si no hubiera tenido el río o el agua.
Tengo una conexión muy fuerte con el agua. De hecho, este álbum está totalmente ligado a las lluvias. Y Marchita estaba totalmente ligado a los ríos y a los mares. No sé qué hubiera sido de mi inspiración sin vivir junto a un río. Sin poder caminar, subir la montaña y tomar agua de un manantial natural. Esas imágenes son parte de mí al grado de que no sé cómo comprendería el amor sin la naturaleza. Probablemente sería distinto.
Y ahora se sabe, ¿no? El contacto con la naturaleza reduce el cortisol, calma el miedo, la prisa… Y yo lo noto. En cuanto voy a Veracruz y bajo descalza al río, hay algo que me sana. Lo siento inmediatamente y creo que eso forma parte de mi música.
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