El tiempo revela la esencia de las cosas. Nuestro tiempo son 47 ediciones e infinitas historias dentro que nos delatan. Saber quiénes somos es fácil: basta hojear esta revista. Recordamos con una nostalgia erizante los fines de semana en que nos reuníamos para cocinar este proyecto que íbamos construyendo con una dedicación casi ridícula. Cada página, cada sección, sus palabras, las imágenes, sus detalles —cómo cuidábamos los detalles—: lo hacíamos como si estuviéramos trazando el futuro de nuestras propias vidas. Y lo trazamos. Conceptualizar 192 fue de las cosas más naturales y placenteras que hemos hecho —porque era un sueño.
192 no nació de la subversión hacia una época en donde la industria editorial era plana—o al menos así se veía ante nuestros ojos curiosos—, sino de un amor compartido y absoluto por el papel. Hojear una revista era el momento cumbre de la semana, intercambiábamos las historias que más nos gustaban —siempre coincidíamos—, nos maravillábamos con un mundo que parecía lejano, soñado, inalcanzable. ¿Realmente podríamos hacer nuestra propia revista, vivir de eso y disfrutarlo? ¿Por cuánto tiempo? Lo que nos esperaba sucedió en estos 10 años. Diez en los que ha pasado de todo: lágrimas, preocupaciones, corazones rotos y relaciones fracturadas. También logros, pero uno siempre se acuerda de lo que dolió.
No éramos los mismos hace 10 años. Palabras como holiiii, #hashtag, influencer o empoderamiento, no existían —por suerte—. Tampoco las redes sociales ni los bloggers ni los likes —por suerte—. Pero sí nacimos en un momento crucial que cambió todo: la efervescencia por crear. Había una sed, casi una necesidad de creatividad, que le dio un fresquísimo respiro a la ciudad que habitamos. Hay muchísimos ejemplos de ello.
Siempre hemos pensado que una revista, un proyecto, es reflejo de quien lo hace, de quién está detrás. Pero 192 también y sobre todo es nuestro equipo de trabajo —almas aguerridas, como uno—, los muchos que colaboran con nosotros y sus corazones entusiastas siempre ahí para sumar; nuestros amigos y familia que nos han acompañado desde el principio y que no han dejado de creer en el proyecto, ni en el momento más bajo, y vaya que hemos tenido varios. Y los que confiaron en nosotras a nivel negocio, esas marcas y sus cabezas que nos entendieron y nos dejaron crear. Gracias por seguirlo haciendo.
A Quetzal, Temores y César Arellano, que ya no están. Se fueron de manera fugaz. Estuvieron en este papel, son un sello de este tiempo. A Hamachi, Gala y Tigga, presencia, buen humor, lo incondicional. A Lu y a Juan, nuestros compañeros, la fuerza. Al ser que viene en camino a escribir una nueva historia. Con el entusiasmo que ameritan estos 10 y con un nudo en la garganta, firmamos.
—Danaé Salazar y Fabiola Zamora
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