La moda como trinchera, la belleza como acto político
fotografía y estilismo Gustavo García Villa
iluminación Cuauhtémoc García
En un panorama global saturado de imágenes y discursos que suelen reciclar viejos cánones, la voz de Willy Chavarría destaca como una de las más necesarias de la moda contemporánea. No es sólo un diseñador con un lenguaje estético propio: ha convertido la pasarela en un escenario político y en una plataforma para quienes han sido históricamente invisibilizados. Migrantes, comunidades queer, cuerpos no normativos, identidades racializadas: todos encuentran en su obra un espacio de visibilidad y dignidad.
Con raíces chicanas y una infancia marcada por la convivencia entre la cultura mexicana de su padre y la herencia irlandesa de su madre, Chavarría ha hecho de su biografía, atravesada por fronteras, el núcleo de su propuesta creativa. En un mundo de moda dominado por narrativas eurocéntricas y estándares homogéneos, su trabajo rompe y reescribe el canon, desde una ternura radical y una estética que combina lo callejero y lo ceremonial, lo áspero y lo poético.

En sus pasarelas, la belleza no es un molde estrecho: es un territorio expandido donde caben pieles diversas, tallas grandes y gestos cotidianos. Al incluir modelos poco presentes en la alta moda, Chavarría no sólo amplía el horizonte del deseo, sino que cuestiona quién tiene derecho a ser considerado bello. Su casting, que él mismo define como un acto político, reafirma que la representación no es una tendencia, sino un compromiso ético.
Para Chavarría, la moda es una forma de activismo real. No en el sentido superficial del eslogan, sino como una práctica de construcción simbólica que derriba prejuicios y propone imaginarios nuevos. Sus colecciones dialogan con la historia de las comunidades latinas y migrantes en Estados Unidos, con la memoria chicana, con la ropa de trabajo como uniforme de dignidad. Así, crea un archivo vivo de la experiencia inmigrante, donde cada prenda es memoria y proyección.
Ese compromiso choca a veces con la industria, que busca mensajes “auténticos”, pero teme el radicalismo real. Su respuesta es operar desde la integridad y el amor, convencido de que la verdadera belleza nace del reconocimiento mutuo.
Recibir la invitación de 192 para entrevistar a Willy Chavarría fue, para mí, un sueño cumplido: la oportunidad de conversar con una de las voces más potentes y necesarias de la moda actual. Admiro profundamente su convicción y la valentía con la que ha decidido romper el canon, cuestionar los estándares impuestos y abrir espacio a nuevas representaciones. Su trabajo no sólo amplía los límites de la belleza, sino que la redefine desde la inclusión, la dignidad y el amor. Escucharlo fue confirmar que la moda puede ser un acto político capaz de transformar miradas y realidades. Espero que los y las lectorxs de 192 disfruten esta conversación en la que Chavarría habla de sus raíces, de la nostalgia como recurso estético, de la belleza como amor puro y de la urgencia de expandir la representación en la moda.

Ana Elena Mallet (AEM): Admiro profundamente tu trabajo y tengo muchas preguntas, así que voy a empezar. Tal vez no pueda hacerlas todas. Ésta es mi versión reducida. ¿En qué momento te diste cuenta de que tu identidad personal también era una herramienta estética y política?
Willy Chavarría (WC): Creo que lo supe desde muy joven, aunque no empezó a florecer hasta que fui mayor. Por mis padres, mi familia y la forma en que crecí, siempre sentí que debía tener una voz para hablar en defensa de las personas. Cuando ya llevaba un tiempo trabajando en la industria de la moda, me di cuenta de que había muchas desventajas en ella. Mi corazón estaba destinado a diseñar moda y contar historias, pero no me sentía conectado con la industria tal como era. Hace unos 15 o 20 años entendí que mi propósito no era sólo vender ropa, sino crear belleza y entregarla al mundo de una forma que resonara con las personas, que nos hiciera ver lo bueno en nosotros mismos y en los demás. Sentía que eso se había perdido en la moda. Es un negocio basado en el ego, que a veces nos hace sentir menos para empujarnos a comprar cosas y así “mejorarnos”, y lo considero dañino. Ahora creo que el mundo ha evolucionado hacia un lugar donde esa filosofía de la moda es arcaica y es una manera antigua de comunicarse. Me alegra ver cambios, y espero haber contribuido a ellos.
AEM: ¿Cómo equilibras la celebración y la crítica en tu trabajo alrededor de la latinidad y la migración?
WC: La celebración es muy importante para mí, porque mi marca y mi arte están siempre evolucionando. En los últimos años, mi queerness y mi lugar como latino en la sociedad han sido centrales. Es fundamental celebrar estos aspectos, sobre todo en contraste con el clima actual en Estados Unidos, que sigue siendo muy derogatorio hacia latinos y personas queer.
Creo que es vital celebrarnos, mostrar nuestra belleza, nuestra evolución y nuestra expresión artística, que es nueva, pionera e innovadora. Y, al mismo tiempo, ser muy conscientes del estado actual del mundo y de cómo se presenta hoy.
AEM: Con los tiempos cambiando, con más información y un pensamiento más crítico —no sólo como diseñadores, sino también como consumidores—, ¿crees que el mundo de la moda ha aprendido a leer identidades no blancas y “queer”, o simplemente las consume?
WC: Es una muy buena pregunta. Un libro entero podría escribirse sobre este tema porque es complejo y, a lo largo de la historia de la moda, las cosas han evolucionado. Pero al final del día, el mundo es mucho más grande que la moda, y hoy estamos más conectados globalmente que nunca. Creo que la moda, como todo arte, está aprendiendo. Y es responsabilidad de la moda y de los líderes de la industria —y de cualquier expresión artística con una plataforma que influya en la vida de las personas— escuchar y aprender del mundo mientras crecemos.
“La belleza no es un molde estrecho: es un territorio expandido donde caben
pieles diversas, tallas grandes y gestos cotidianos.”

AEM: ¿Qué significa ser un diseñador latino en Estados Unidos en este momento, considerando el segundo mandato de Trump y las discusiones que se están poniendo sobre la mesa?
WC: Somos pocos los que hemos alcanzado cierto nivel de notoriedad y respeto en el negocio; como yo, también está Raúl López, de Luar, y algunos más que sería bueno mencionar. Pero sí, viene con responsabilidad. Como cualquier sector marginado que logra entrar al mainstream de la moda, el teatro o el arte, debemos asumir esa responsabilidad y hacer lo correcto. Para mí, eso significa que se nos reconozca por el valor que ofrecemos.
AEM: ¿La moda puede ser activismo o es una ilusión?
WC: Creo que la moda puede ser activismo. Todos podemos ser activistas en cualquier línea de trabajo, pero especialmente en aquellas conectadas con los medios, donde la gente escucha lo que decimos. Para mí, la moda es una plataforma para enviar mensajes; mi misión es mostrar a los latinos, a la gente de color y a todas las personas que representan formas de belleza que no están siendo reconocidas. En Estados Unidos, muchas veces se nos presenta como peligrosos o “no buenos”. Por eso es importante usar esta plataforma que tanta gente mira y absorbe para mostrar toda la belleza que tenemos y que somos.
AEM: ¿Cómo negocias con una industria que quiere y necesita tu mensaje, pero teme tu radicalismo?
WC: Es cierto que muchas grandes corporaciones tienen miedo de aceptar voces nuevas por el riesgo que implica, más aún con la economía tan impredecible y aterradora. Mi enfoque siempre ha sido ser honesto y positivo, transmitir un mensaje de amor, porque en el fondo todo se trata de eso. La verdadera belleza es el amor. Si el mensaje se transmite desde ahí, no hay razón para rechazarlo.
AEM: En tus colecciones y pasarelas, como la última en París, que me impresionó mucho por su momento político, qué te interesa más: ¿provocar, seducir o reconciliar?
WC: Las tres son importantes y deben coexistir. Últimamente, lo que más espero es generar cambios, y que sean para bien: más igualdad, más aceptación, tanto en la industria como en el mundo. Quiero ser un líder para impulsar ese cambio. Mi generación —aunque ya estoy en mis 50— y las más jóvenes, queremos ver algo diferente, más amor en la industria y más valor en lo que hacemos. Es importante que esas mentes jóvenes tengan espacios de liderazgo para que podamos ofrecer una moda con sustancia.


AEM: Hablamos mucho de belleza en este rato que llevamos hablando y nuestra edición de 192 está dedicada a ella. ¿Qué es la belleza para ti?
WC: La belleza es el amor. La belleza es el amor puro. Encuentro belleza en todos, y creo que lo aprendí de mi familia, de mi madre y de mi abuela. Es muy importante mantener tu núcleo, tu corazón libre de juicios y buscar la belleza en cada persona. A veces es difícil, pero en las situaciones más complejas es cuando resulta más necesario encontrarla.
AEM: Me parece valiente la manera en que representas diferentes cuerpos, especialmente fuera de los normativos. ¿Cómo decides a quién vestir, a quién poner en la pasarela y a quién observar?
WC: Opero mi negocio de forma distinta a otros. Trabajo muy de cerca con mi equipo de diseño, no sólo en lo estético, sino también en lo filosófico. Todo mi equipo es latino: mi jefe de diseño es de México, tengo un chicano y dos dominicanos. Trabajamos con un calendario muy cercano al lanzamiento de cada colección, estudiando lo que está pasando en el mundo.
Cuando hago el casting, pienso mucho en quién debe ser mostrado en los niveles más altos de la belleza en la pasarela. Hasta ahora, han sido personas de color, personas queer, personas trans; ahí está mi enfoque.
AEM: ¿El “casting” puede ser un acto político también?
WC: Para mí, sin duda. Estamos constantemente bombardeados con imágenes de cómo “deberíamos” vernos. Entonces vernos representados en revistas, vallas publicitarias o redes sociales, es reconfortante. Si no nos proyectamos como belleza, corremos el riesgo de vernos a nosotros mismos como algo distinto, y eso me entristece.
AEM: ¿La moda, y en particular tu trabajo, puede cambiar el deseo?
WC: Sí. Creo que gran parte de nuestro deseo es aprendido; nos dicen qué es hermoso y deseable, y lo absorbemos. Espero cambiar esa narrativa de muchas maneras.
“Hace unos 15 o 20 años entendí que mi propósito no era sólo vender ropa, sino crear belleza y entregarla al mundo de una forma que resonara con las personas, que nos hiciera ver lo bueno en nosotros mismos y en los demás.”

AEM: Mirando tu biografía y tu familia, ¿qué imágenes de tu infancia siguen resonando cuando diseñas?
WC: Soy chicano, de California. La familia de mi padre es de México. Me crié muy cerca de mi madre, que es irlandesa, y de mi abuela, que es de Rosario, Sinaloa. Sus enseñanzas fueron muy importantes para mí.
En California, durante la segregación, los mexicanos debían vivir en una ciudad separada de la ciudad blanca. Después del movimiento por los derechos civiles, ambas comunidades comenzaron a compartir la misma escuela preparatoria, y ahí se conocieron mis padres, y así es como existí yo.
Mi madre, que aún era joven, se mudó con la familia de mi padre y me crió dentro de una familia mexicana, en una ciudad de trabajadores agrícolas donde llegaba gente de Puebla, Michoacán, Oaxaca… que venían a trabajar en el campo. Esa mezcla fue una gran fuente de inspiración para mí. De hecho, 90% de mis sueños todavía transcurren en aquella casa.
Es muy divertido. Todavía pienso en mi abuela todos los días; pequeñas cosas me la recuerdan: cuando limpio el fregadero, cuando saco la comida atorada… Siempre veo sus manos haciendo esas tareas. Haber nacido en una ciudad pequeña, alejada de la moda y del comercialismo, me enseñó valores de vida y de trabajo duro, muy tradicionales, que he llevado conmigo siempre.
Cuando me mudé a Nueva York para seguir mis sueños en el arte —pensaba ser artista gráfico—, vi que esos valores faltaban en el mundo donde trabajaba. Para mantenerlos, tuve que crear mi propio espacio.
AEM: Hablando de tu abuela, el pasado y los sueños que aún están presentes, ¿qué lugar ocupa la nostalgia en tu trabajo?
WC: La uso de forma intencional. Me gusta conectar emocionalmente con las personas a través de mi trabajo. Me gusta que vean algo que se sienta familiar y cómodo, que les haga sonreír y sentirse vistos.
Cuando con mi equipo trabajamos en una colección, siempre surgen comentarios como: “Eso me recuerda a lo que mi abuela usaba” o “estos aretes son como los de mi tía”. Nos encanta traer esos elementos a las colecciones.
AEM: ¿Dirías que tus colecciones funcionan como un archivo de la memoria inmigrante?
WC: Para mí, sí. Aunque todos tienen sus propias memorias, me gusta referenciar la historia chicana y la inmigrante porque estoy cerca de ellas, las considero hermosas y merecen el reconocimiento de belleza que cargan.
AEM: Haces muchas colaboraciones y mencionaste que tu equipo es latino, chicano o hispanohablante. ¿Qué significa para ti comunidad en este momento?
WC: Hoy la comunidad es más importante que nunca. Es encontrar a tu gente, a tu familia y a tu familia elegida: quienes te apoyan, te nutren, te mantienen en movimiento y te inspiran.
AEM: ¿Cuál ha sido tu colaboración más transformadora?
WC: Honestamente, todas lo son de alguna forma. Cada una tiene un valor y propósito distintos. Una que recuerdo con cariño fue con la marca europea Kansas, antes de que fuera tendencia, donde hice uniformes de trabajo para obreros y también los vendí como moda, y me encantó.
También mi colaboración con Dickies fue muy especial, porque el uniforme chicano está hecho de ropa de trabajo Dickies. Darle el significado y el valor de moda que merece fue especial para mí.
“Me gusta referenciar la historia chicana y la inmigrante porque estoy cerca de ellas, las considero hermosas y merecen el reconocimiento de belleza que cargan.”


AEM: Pero también has colaborado con organizaciones que generan impacto social.
WC: Sí, la colaboración con la ACLU (Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, por sus siglas en inglés) es probablemente la más transformadora. Fui nombrado embajador, y trabajar con ellos es un honor. Son la primera organización en Estados Unidos que trabaja día y noche para proteger los derechos que están siendo amenazados. Ésa es la más transformadora.
AEM: Eso es importante, no sólo hablas de moda, sino también de tu vida diaria y tu entorno. ¿Dónde dibujas la línea entre moda y “marketing”?
WC: No me veo protestando a través de la moda; me veo mostrando lo que está pasando y celebrando la belleza. Mi objetivo es contrastar las realidades del mundo con la belleza que representamos.
AEM: Mencionabas la importancia de nombrar y dar espacio a otros diseñadores latinos y latinoamericanos. ¿Cómo crees que están ayudando a la narrativa actual en Estados Unidos y en el mundo?
WC: Es difícil para quienes apenas comienzan o están en una etapa temprana de su negocio, tener una voz de activismo, porque puede dar miedo. Pero creo que los latinos que son diseñadores, sólo por serlo y crear trabajo hermoso, es suficiente.
AEM: Me encanta eso. Ahora eres muy popular, una voz relevante para escuchar y, por qué no, también para criticar. Vivimos en un mundo donde cualquiera puede alzar la voz, para bien y para mal. Si te propusieran dirigir una gran casa de moda, ¿te interesaría? ¿Crees que tu voz sería más fuerte desde ahí?
WC: Creo que sería importante para mí liderar una casa de moda. Cuanta más oportunidad tenga de trabajar en la industria y generar cambios, mejor. Por supuesto, dependería de la casa, pero sí lo consideraría.
“No me veo protestando a través de la moda; me veo mostrando lo que está pasando y celebrando la belleza. Mi objetivo es contrastar las realidades del mundo con la belleza que representamos.”

AEM: ¿Y cómo desafiarías desde dentro los códigos de la moda europea?
WC: Honestamente, siendo yo mismo y operando desde un lugar de integridad. Es tan simple como eso. Eso impacta en a quién contratas, cómo tratas a las personas, cómo construyes historias y campañas. Cuando estás en ese rol y puedes tocar tantas áreas, incluso un pequeño cambio puede tener un gran impacto.
AEM: ¿Te gustaría explorar la alta costura y ese territorio, o crees que sería una contradicción?
WC: Claro que me gustaría. Pero siempre conservaría mi propia marca y sus principios, para llegar a un público amplio y no sólo a quienes compran alta costura. Creo que es importante estar representado en ese espacio, porque es una puerta que históricamente ha estado cerrada para personas como yo. Aunque no todos consuman esos productos, la presencia de la alta costura permea el ambiente cultural. Hay una oportunidad ahí para impactar.
AEM: Creo que ya cubrí la mayoría de mis preguntas, pero no sé si quieras añadir algo más.
WC: Sí. Quiero decir que la belleza es algo muy preciado y que hoy, entre tantas cosas poco atractivas que suceden en el mundo, es difícil encontrarla. Creo que una de las partes más importantes de la vida es poder reconocerla, descubrirla en distintos aspectos del día y, sobre todo, en lugares donde no crees que pueda existir.
AEM: Es hermoso. Muchas gracias, Willy. Me parece muy importante que hablas desde tu humanidad.
Ana Elena Mallet vive entre objetos e historias. Curadora independiente y custodia del diseño moderno y contemporáneo latinoamericano, recorre talleres, archivos y museos como quien sigue un hilo invisible que une pasado y futuro. Es maestra distinguida en el Tecnológico de Monterrey, pero su aula es también el mundo: ahí donde una silla, un textil o una joya cuentan quiénes somos. En 2024 llevó al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) la exposición Crafting Modernity. Design in Latin America 1940-1980, un viaje fascinante por la creatividad y el ingenio de la región, que puso a América Latina en el centro del mapa del diseño global.
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