Seguimos en la disyuntiva de si la insolencia es una forma de ser o una postura hacia la vida; si es una cuestión del joven y su teóricamente natural manera de ser rebelde, o una del viejo que con la edad se ha quedado sin vergüenza. Para nosotras la insolencia no tiene una connotación negativa; al contrario, es una especie de ruido —molesto, tal vez, para algunos— que tiene un poder especial: transformar.

¿Por qué la insolencia incomoda? Porque muestra una realidad que el otro no quiere ver, porque provoca. Y eso nos divierte. Transformación + provocación: decidimos conceptualizar una edición dedicada a la insolencia.

Pero no confundamos el insulto, por ejemplo, que no es insolente sino vulgar. La insolencia es de los listos porque representa un desafío que no necesariamente es pensado o planeado, pero sí implica una mente por naturaleza creativa, una mente rodante y movida en necesidad de actuar. En ese sentido, para 192 la insolencia no es un pensamiento sino una acción, pues tiene un objetivo y una carga de creación. Así han sido nuestras páginas desde hace 11 años —con esta edición celebramos un aniversario más—, cargadas de un contenido disruptivo para lo que nos tenía acostumbradas la industria editorial de nuestro país. Es una postura que no hemos cambiado a pesar de todo. Pero gracias a esa irreverencia logramos cambiar o enrutar nuestra propia vida, desafiando convicciones.

“Experimento a los extraños como una prisión de la que no es sencillo escapar. No me despiertan curiosidad: en la vida se conocen a dos o tres personas interesantes cuando mucho”