Conocí a Artemio en el año 2011 en el Salón Madrid en la Plaza de Santo Domingo. Llegué no recuerdo muy bien por qué, pero me senté al final de la mesa larga que se componía de varias pequeñas que seguramente se habían juntado conforme había llegado la gente. Artemio estaba rodeado de amigos, de quienes me acuerdo son: Gina Arizpe, Rolando Flores, Gabriel Cazares, Julio Castro (Tercerunquinto), Teresa Margolles, Claudio Castelli y María Alós (+), y estoy casi segura de que también estaba Antonio de la Rosa. Por aquel entonces varios de los presentes estábamos organizando una exposición que presentaríamos en el Archivo General de la Nación.
Al irme le pedí a Artemio que para la carpeta del proyecto me mandara su semblanza por correo, a lo que él me contestó: “te la paso de una vez: sólo pon que soy el Rolls-Royce del arte mexicano.” Acto seguido la mesa estalló en risas. Debo confesar que me cayó pésimo en ese momento —casi lo mando a la verga—. Pensé que se estaba burlando de mí. Pero no era así, ya que en realidad ésa sí era su semblanza, y así la encontré en varios sitios de Internet. Y así terminó escrita en la carpeta de ese proyecto.
Artemio es artista y cineasta. De formación autodidacta, desde la década de los años 90 ha trabajado en diversos formatos (video, fotografía, escultura, instalaciones) temas como la violencia y las estructuras de poder. Su obra siempre tiene notas de humor negro, algo de acidez incluso, la solemnidad no se le da bien.
Artemio es parte de una generación de artistas que en los años 90 irrumpieron en la escena mexicana del arte para cambiarlo todo: los discursos tanto académicos como curatoriales, las exposiciones y los montajes de éstas, la técnica… ¡Hasta la gentrificación de la Condesa se les puede atribuir! La frescura, la audacia, eran las características de varios de estos artistas, músicos y entusiastas. Artemio es audaz con sus decisiones profesionales: ha hecho dos largometrajes; una serie de 400 piezas de texto en sopa de pasta; declaró que se retiraba del arte para al año regresar; hizo una feria de arte en miniatura que se expuso en paralelo a la semana del arte en la Ciudad de México en el año 2019, y actualmente se encuentra escribiendo dos guiones más
Ixel Rion Lora (IRL): 2020 fue sin duda un año de la verga en muchos sentidos. El mundo se paró y la vida se convirtió en una especie de estado de hibernación. A la verga se fueron planes, proyectos profesionales y proyectos de vida, negocios y una forma de vida que dentro de su caos proporcionaba cierta sensación de seguridad. ¿A ti qué se te fue a la verga el pasado año?
Artemio (A): ¡Uy! [pausa] Varias exposiciones, muchos planes, muchos viajes. Pero lo peor fue que tenía una divertida e interesante gira con mi segunda película, era su año de festivales, y habían salido ya buenas invitaciones con sus respectivos viajes. Entre ellas una a China y, finalmente todo se fue a la verga. Se quedó enlatada la película. Se me fue a la verga mi película y mis planes de viajar. A otros artistas se les fueron retrasando sus exposiciones y pues éstas se fueron a la verga en 2020 y a mí me tocaba 2021. Al final a todos nos recorrieron. Y ahora, para lo que resta de 2021, ya se me fueron a la verga esas exposiciones y pasarán hasta 2022.
IRL: ¿Y los festivales de cine que te cancelaron no se retoman este año?
A: Pues prácticamente todos cancelaron. Los festivales retomarán actividades de otras formas, si llegan a hacerlo. La película tenía la posibilidad de irse a unos 15 o tal vez 20 festivales, y esa lista se redujo a sólo seis. Y no hemos vuelto a saber nada de esos festivales que tenían interés. Todo lo que se estrenó en cine en 2020 se fue a la verga con el 2020. No creo que haya muchas películas con mucha vida, hasta las comerciales tuvieron que decidir si tenían un fracasado estreno en plataformas o las soltaban en YouTube o como fuera. La realidad es que la gran mayoría de las películas no tuvieron los estrenos que esperaban.
Tuvimos la mala suerte de estrenar. El estreno mundial fue en Rotterdam (IFFR), Holanda, en febrero, y en el mes de marzo en FICUNAM en la Ciudad de México. Todo lo que venía después de estos esperados estrenos se fue a la verga.
IRL: Como ya mencionaste, ColOZio (2020) es tu último proyecto cinematográfico, mismo que es una oda al fracaso. Es el año 1994 y dos adolescentes en ácido tienen una visión: salvar al candidato a la presidencia Luis Donaldo Colosio de una muerte segura. A ellos se les une —de manera involuntaria— un burócrata que vive una vida miserable en una oficina de gobierno. Es evidente desde el inicio que su misión está destinada al fracaso. ¿Por qué dedicarle un largometraje al fracaso? ¿Qué papel tiene el fracaso en tu vida?
A: El fracaso para mí es uno de los subtextos de todo mi trabajo, es una parte importante. Si hago una revisión de toda mi carrera, prácticamente todo lo que ha sucedido es consecuencia de un fracaso. Cuando era muy joven, quería ser pintor, un pintor increíble de esos que sufren y son bohemios e intensos, que viven en un loft en Nueva York como en las películas. Y era tan mal dibujante y en realidad tan malo, que mi fracaso como pintor me llevó a ser fotógrafo. Y bueno, mis fotos tampoco resultaron ser tan buenas y también fracasé como fotógrafo. Entonces empecé con los videos y la video instalación…
Puedo hacer una reflexión sobre mi carrera a partir del fracaso y entender cómo el fracaso resulta ser una fuerza creativa. El fracaso te lleva a otros lugares, no me resulta una situación en donde todo sale mal y te quedas pasmado, estancado. Hubo un momento con mi primera película que fue una pausa para retirarme del arte, incluso pensé que me estaba retirando del arte de manera permanente, y pues mi retiro resultó un fracaso.
Sentía que mi carrera como artista había llegado a un punto de estancamiento y que iba a continuar haciendo lo mismo: incluso cuando me invitaban a exposiciones, me pedían las mismas obras, a pesar de que yo proponía nuevas. Me sentía un fracaso. Entonces decidí ser cineasta. Cuando hice mi primera película, Me quedo contigo (2015), erróneamente pensé que el mundo estaba esperando verla, que a todo el mundo le iba a interesar ver mi película “la película de Artemio”, y pues no fue así: a nadie le intereso ver “la película de Artemio”. Y fue un fracaso absoluto. [ríe a carcajadas] Y bueno, finalmente decidí aceptar con resiliencia mi fracaso.
Mientras me tragaba mi fracaso y mi mediocridad, también recibía cartas de rechazo a festivales de cine. En ese periodo tan miserable empecé de nuevo a hacer arte. A lo largo de ese largo año de rechazos produje una exposición muy grande con 400 piezas de texto en sopa de pasta. La exposición Los que mueren son los otros (2017) era de alguna manera una suerte de autorretrato y un comentario sobre el arte de texto y la solemnidad que conlleva hacer este tipo de piezas. El proceso de separar las letras una a una resultó un ejercicio que me obligaba una vez más a tragarme y abrazar ese fracaso. Muchas de las frases resultaron ser muy mal rollo, pero fue un excelente ejercicio de exorcismo para mí. Fue un regreso al arte, asumiendo mi fracaso como cineasta…
Autorretratos de pandemia , 2020 - hasta que termine la pandemia. Faceswap, mucho tiempo libre.
“Incluso hoy en día que estamos (y seguimos) encerrados, la gente sigue haciendo hasta lo imposible para demostrar que sus vidas y el encierro están padrísimos. Instagram es una mentira para pretender que no estamos en el infierno.”
—Artemio
Para leer la entrevista completa con Artemio, suscríbete aquí.
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