Perseverancia absoluta...
entrevista Danaé Salazar
video Emilio Ordoñez
estilismo Luis Garcia Serrano
maquillaje Maripili Senderos
pelo Octavio León
asistente de foto Sarid Maldonado
asistentes de estilismo Carli Sanper y Ana Serrano
retoque digital Ahuehuete
locación The Fashion Residence
joyería de la colección Panthère de Cartier
toda la ropa Dior
Un evento que te catapulta, que te coloca en la mira de la crítica más depurada y del espectador más exigente. Cannes, los Arieles, y tu papel como una de las protagonistas de una película cuya historia es aterradora, sin tener ningún antecedente previo en el mundo del cine. Todo un desafío interpretativo que surgió del miedo —el guion era aterrador, bien dicen que sólo hay una cosa más fuerte que el miedo: la curiosidad—. Eso fue suficiente para que Ana Valeria Becerril decidiera interpretar uno de los papeles hipercrudos e hiperdesgarrantes de Michel Franco. Las hijas de Abril fue su debut en la pantalla grande.
Luego le vinieron otras producciones y nada como Control Z, una tormenta que se convirtió en torbellino en un abrir y cerrar de ojos, para poner a Ana —como le dicen todos sus cercanos— en boca de todos.
Pero hay otro lado de la actriz que no es el de su reputación gloriosa. Durante esta entrevista hablamos de pasión, claro, como ese gran motor para empujarte a realizar sueños exóticos como la actuación. Pero para ella hay algo más. La primera palabra que le viene a la mente cuando hablamos de pasión es, casualmente, el futbol. Y ahí nada más, pero con exactitud, se viene la ola de emociones y de recuerdos producidos por el juego del balompié, del que Ana es jugadora amateur y fan de hueso colorado.
Son los sentimientos más simples, al fin y al cabo, los que mueven al ser humano y a nuestras complejidades. Son las emociones, el impulso la fuerza que nace de la vulnerabilidad, el instinto y su formidable combinación, las que representan el temple de Ana Valeria Becerril.
Danaé Salazar (DS): Dicen por ahí que no sólo eres una aficionada al futbol, sino también buena jugadora.
Ana Valeria Becerril (AVB): Juego futbol mixto todos los domingos en una liga de exalumnos de la escuela a la que fui toda la vida. Eso me da no sólo la oportunidad de seguir jugando futbol, sino de ver a mis amigos de la prepa. El futbol reúne, y a través del juego se da un fenómeno muy especial, se genera una pasión universal. Me emociona que ya venga el Mundial y todo lo que implica. Estoy esperando el álbum de estampitas —quiero tenerlo porque es algo que hago con mi papá desde niña—. Me impresiona que el futbol despierte pasiones incluso en gente que no tiene relación con él, o que te haga llorar aun cuando no seas un aficionado.
DS: ¿Qué te ha enseñado el futbol?
AVB: Muchas, muchas cosas. Me acuerdo que cuando estaba estudiando la carrera de actuación, una maestra me decía que actuar era como jugar un partido de futbol. Una de las grandes similitudes es que ambos se crean a partir de la colectividad. En su momento, cuando jugaba de lleno —que coincidió con mi pubertad y adolescencia— el futbol, además, me ayudó a canalizar muchas emociones que no sabía cómo encauzar; podía sentirme muy enojada o triste en la cancha, y tal vez en otros espacios no. El futbol fue como una válvula de escape para mis emociones, y me fascina el sentido de comunidad que comparte con la actuación; son mis dos grandes pasiones.
DS: ¿A quién le vas?
AVB: Por tradición familiar soy Puma. Mi abuelo era fanático total, todos los domingos religiosamente iba al estadio y yo con él. También soy fan del PSG (Paris Saint Germain). El futbol es parte de mi historia.
DS: Hay una parte emocional y social en el futbol que te mueve las entrañas, aunque no seas tú el que patea la pelota.
AVB: Totalmente. Ayer me preguntaban qué significa para mí “la pasión”, y lo primero que pensé fue en el futbol, no en mi pasión por el trabajo ni en sentimientos como el amor.
DS: Pasión: ¿Le das importancia a esta palabra?
AVB: Siempre he pensado que la pasión mueve montañas y que el día en que me deje de apasionar lo que hago, no lo haré más. El día en que me levante y deje de estar emocionada de actuar en cine, teatro o tele, lo voy a dejar de hacer. Por otro lado, cuando he estado sin chambear y en un estado de pausa (que pasa mucho en la vida del actor), pienso que a veces la pasión no es suficiente, no es lo único que te puede mover, pues hay otras circunstancias que determinan si tu pasión se hará realidad. Pero definitivamente el recordarme que la actuación es lo que me apasiona y lo que me hace vivir las sensaciones más bonitas, me regenera y me vuelve a llenar la pila.
DS: La actuación es un deporte difícil…
AVB: Es una carrera de perseverancia y paciencia absoluta. Hay rachas sin trabajo, son tiempos raros. Es un deporte que requiere de muchos huevos, no tenerle miedo al fracaso, aprender de esos momentos y tratar de estar bien ahí.
DS: ¿En tu casa tembló cuando dijiste que querías dedicarte a la actuación? ¿Cómo decidiste hacerla tu profesión de vida?
AVB: En la escuela teníamos varios talleres y yo estaba en el de teatro. Mariana Gándara era mi maestra en esos talleres y una dramaturga increíble. Ella tenía 23 y yo 13 años, y en una de ésas me dijo que iba a tener una temporada de teatro y que necesitaba a una niña. Con tal de volarme clases dije que sí, y desde entonces actúo. De aquella vez recuerdo perfectamente el momento en el que los actores empezaban a calentar —yo no sabía absolutamente nada de estos episodios tan íntimos e importantes previos a salir al escenario—, y fue lo más impresionante que haya visto… pocas veces me había conmovido y emocionado tanto —chance en un partido de futbol—. Al momento sentí que eso estaba muy bien, pero lo veía como un hobby. Cuando acabé la prepa, un amigo decidió estudiar teatro; entonces pensé: “se puede estudiar actuación”, y comenzó a ponerse interesante. Entré a estudiar a Casa Azul al mismo tiempo que seguí haciendo teatro, hasta que llegó el casting de Las hijas de Abril (2017), de Michel Franco.
DS: Qué decisivo y fuerte que Las hijas de Abril haya sido tu primera película. ¿Cómo le entraste al cine de Michel?
AVB: Hasta ahora, con los años que han pasado, me doy cuenta de que fui muy valiente. Me acuerdo que una de mis maestras en Casa Azul, Viridiana Olvera (que estaba llevando el casting), fue la que me dijo que había la oportunidad con Michel Franco, pero que estaba fuerte la película. Cuando leí el guion me aterré —sobre todo porque ya había visto Después de Lucía—. Pero algo me dijo que lo tenía que hacer, como cuando te avientas de un paracaídas: te lanzas sin saber y con una mezcla de emoción y miedo. Y no sólo todo el tiempo de preparación y de rodaje, sino lo que vino después: la exposición al público como nunca antes, Cannes que siempre es un sueño, los Arieles en México. Definitivamente me lancé sin saber lo que esa película traería a mi vida.
DS: ¿Qué aprendiste?
AVB: Para empezar, cómo hacer cine, lo que implica hacer una película, el descomunal equipo de trabajo. Yo venía del teatro, de trabajar con un equipo de no más de 15 personas, y de repente camiones, producciones enteras, irnos a otro estado de la república a filmar, todo el aparato monumental e increíble que es el cine, de golpe en mi vida. Además, me entró una curiosidad mórbida de saber cómo funciona todo. Fui la más entrometida durante el rodaje, a todos y cada uno les preguntaba qué hacían y cómo funcionaba tal o cual aparato. Entrometida total. Me despertó muchísima curiosidad por el mundo del cine, y creo que la curiosidad es algo que te mantiene vivo.
DS: Y la preparación fue especial, ¿no? El elenco tuvo que convivir dentro de una casa durante varios días sin poder salir…
AVB: Emma Suárez, Joanna Larequi y yo (las actrices de la película) llegamos 10 días antes a Puerto Vallarta, a la casa donde sucede gran parte de la historia, y Michel dijo: “Bueno, la casa está completamente adecuada para ustedes, van a vivir aquí cinco días antes de empezar el rodaje, nadie más puede entrar a menos que necesiten algo”. Una vez al día venía Michel para trabajar el guion con nosotras. Cada una eligió su cuarto, además de que había distintos elementos en la casa para decorar o adornar nuestro espacio, y ése fue gran trabajo para perderle el miedo al personaje, hacer el espacio tuyo, olvidarte un poco de que era un set. Todos los elementos estaban puestos para llegar a actuar y no preocuparte de nada más.
DS: Y luego vienen Control Z, Muerte al verano, Mi novia es la Revolución y Las Bravas F.C. Describe brevemente lo que cada una de estas producciones representa para ti…
AVB: Las hijas de Abril (México, 2017) es el inicio de mi curiosidad hacia el cine. Muerte al verano (México, 2019) la hicimos entre amigos y con un montón de esfuerzo.
Control Z (México, 2020) es el proyecto más grande que he hecho y al que le he invertido más tiempo a la creación del personaje, más tiempo estando en su piel. Es el proyecto que más me ha envuelto a nivel personal y profesional. Además, me dio mucha proyección, cosa que no buscaba ni esperaba, pero que ha sido un camino muy interesante. Hay un antes y un después de Control Z en mi vida y carrera.
A Mi novia es la Revolución (México, 2021) le tengo mucho cariño. A Marcelino (Islas Hernández), director de la película, lo conocí en un festival de cine en Hermosillo, cuando presentó Clases de historia, y me pareció la mejor película que se ha hecho en mucho tiempo. Me armé de valor para acercarme a él y decirle que me había gustado mucho su película y su trabajo, y que, si llegaba a tener un guion y necesitaba a una actriz, contara conmigo. Pasaron los meses y me escribió para decirme que tenía uno. La peli es particularmente especial para mí, entre otras cosas porque en ella trabajé con mi hermana, que estudió cine.
Las Bravas F.C. (México, 2022) fue el proyecto que me ayudó a conjuntar esas dos partes de mi vida que me apasionan tanto: el futbol y la actuación. Me la pasé increíble en el set y me da gusto que haya sido bien recibida. Hay gente que me ha platicado que ahora sus hijas quieren empezar a jugar futbol después de haber visto Las Bravas… algo hicimos bien. En la serie hago de portera, lo cual me daba pavor, porque nunca antes había tomado un balón con las manos; en la vida real juego de defensa. La construcción de mi personaje fue Jorge Campos y todo lo que representó en la sociedad mexicana. Para mí es un ícono.
DS: Dices que en tu carrera hay un antes y un después de Control Z…
AVB: Control Z es guau. Cuando empezó el proyecto, todos teníamos mucha expectativa porque era la primera serie juvenil de Netflix en México. Me preguntaban si estaba consciente de la proyección que me daría una serie en esta plataforma, que si tenía claro que yo llevaría el timón de este barco por ser la protagonista. En ese momento no creía que el proyecto fuera a representar todo eso que es tan grande que intimida. Me dejé ir haciendo lo que me tocaba hacer, día a día, pero al terminar y ver la repercusión, me sorprendí mucho porque existía toda la verdad en lo que me habían dicho.Control Z fue muy grande.
Fueron varios los factores que hicieron que la serie pegara. Al principio estábamos aterrados cuando llegó la pandemia, porque toda la promoción que se le haría en calle no sucedió, iba a haber una premier muy grande, en fin, había muchos planes y expectativas que se detuvieron en seco por la pandemia. Estrenamos en mayo de 2020, cuando nadie salía ni a la esquina. No iba a haber publicidad, ni espectaculares ni absolutamente nada, y eso nos espantaba mucho, como si eso fuera decisivo para que la serie fracasara. Pero resulta que fue lo mejor que nos pudo haber pasado. Todo mundo la vio. Todos estaban en sus casas y no había nada más que hacer, entonces vieron Control Z y fue un éxito.
El otro gran factor es el elenco. En pantalla se ve una magia entre las personas que estamos ahí, sobre todo el cast juvenil que le da mucha fuerza a la serie. Me han sucedido muchas cosas buenas a partir de Control Z.
DS: Y entonces también, como por arte de magia, aparece “la fama”.
AVB: El reconocimiento público me cuesta mucho trabajo y llegó con mucha potencia después de Control Z. No soy la persona más social; si me dan a escoger entre noche de pelis o ir de antro, siempre voy a escoger ver una película. La parte hermosa del reconocimiento de la gente es cuando alguien se te acerca a decirte que además de la función de la serie de entretener, les ha gustado mi personaje y la historia que contamos.
DS: ¿Tienes algo en puerta?
AVB: Hay varios proyectos que se vienen que me emocionan. Y por otro lado, también me gustaría mucho regresar al teatro.
DS: ¿Crees que la fuerza es una cualidad indispensable para ser buena actriz? A veces estar en un momento vulnerable te da cierto don para sacar lo mejor en la actuación…
AVB: No creo que, si hay fragilidad, entonces no haya fuerza. Hay mucha fuerza en dejarse vulnerar y trabajar con eso. Al fin y al cabo, nuestro oficio es trabajar con emociones y con mi cuerpo, entonces tengo que estar abierta a esa vulnerabilidad, y en eso hay un montón de valentía. En Las hijas de Abril, por ejemplo, había mucha valentía ante el temor de hacerle frente por primera vez al cine, a ese tipo de películas hiperrealistas, de no saber a qué me estaba enfrentando, pero decir va, le entro.
DS: Vivimos un tiempo muy cambiante en los roles de la mujer, de fuerza, de justicia, incluso de poder. ¿Dónde te ubicas dentro del espectro feminista?
AVB: Me considero parte del movimiento feminista. Desde hace varios años que empezó a tomar fuerza en mí, incluso de cuestionarme si muchas de las cosas que habíamos vivido de adolescentes no habían sido fruto de violencia machista. Mis papás siempre me han inculcado un espíritu liberal y revolucionario, por lo que fue algo muy natural y lógico meterme al movimiento feminista. Todo me resonaba mucho. Casi al mismo tiempo surgió este otro cuestionamiento hacia otras problemáticas, como el racismo, y he estado muy atenta a qué puedo aprender de estas manifestaciones, y qué me puedo autocriticar para ubicar, por ejemplo, otras formas de ver el mundo que no sean desde el capitalismo, aprender a reconocer mis privilegios o cuestionarme incluso mi feminismo. Ha sido muy interesante conocer otras luchas que, aunque a mí no me atraviesen directamente, son importantísimas para mí.
Esta plática se llevó a cabo en un jardín soleado, un miércoles de agosto. Había una brisa ficticia que hacía volar el pelo apiñonado de Ana, y cada tanto nos interrumpía un avión que disminuía los decibeles de su voz, que es tan franca y fresca. Me sorprende su sosiego, su placidez, su estampa simple que cobra triple vuelo cuando se pone frente a una cámara y se transforma en una mujer de fuego, una especie de felino con hambre de devorar.
Mira el video que hicimos con Ana Valeria en colaboración con Cartier.
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