Una propuesta que desafía los límites de su disciplina a partir de detalles específicos de su ejecución
Cada tanto, la pregunta vuelve a decenas de titulares según la coyuntura, desde la inauguración de una exhibición hasta la presentación de una colección de alta costura con una ejecución sobresaliente: ¿puede la moda ser considerada arte? Mi respuesta sugerida es no. “Pa’ qué quieres saber eso jaja saludos”.
Es cierto que una prenda, unos zapatos o accesorios tienen la capacidad de convertirse en medio para la articulación de un discurso en el sistema del arte, de la misma manera que un mingitorio o una serie de letreros neón, una escalera reclinada sobre un muro blanco o una pipa (no es una pipa) tienen estas posibilidades estéticas. La vestimenta es un instrumento útil a nivel de protección, fundamentalmente por su valor simbólico en determinados contextos sociales, económicos y geográficos. La vestimenta es personal. Es industria. Es política. El arte viene después.
¿Qué podemos decir luego de ver las prácticas performáticas y el estilismo hiperpolítico de nombres como la mexicana Bárbara Sánchez-Kane? “Por el modo de vestirse cada cuerpo es una ficción”, escribió Juan José Saer alguna vez. Y en las narrativas de Bárbara, el/la protagonista de sus colecciones es un “macho sentimental” que ha atravesado la pasarela conceptual con consignas tan precisas como “La violencia de género mata a la mujer” —en la colección “Men Without Fear”— y notables castings que persiguen la diversidad y la crítica hacia los estándares de la industria; aunado a acciones en pasarela que escapan a las lógicas políticamente correctas de la moda.
Su propuesta desafía los límites de su disciplina a partir de detalles específicos de su ejecución: si bien cuenta con líneas de streetwear, las piezas más importantes de cada colección destacan por sus niveles deconstructivos y de abstracción; un ejemplo conocido son los cierres metálicos de un típico monedero en las hombreras de una chamarra de piel. Sus estrategias de estilismo —en muchas ocasiones a cargo de la mexicana Nayeli de Alba—, han sido fundamentales en la conformación de múltiples discursos de protesta respecto a temas de migración, identidad racial, diversidad, identidad de género, etcétera. En suma, toda la obra in situ es una valiosa búsqueda estética que rebasa por mucho al simple intercambio de compra y venta.
Y sin embargo, debo insistir: esto sólo es moda. Sorprendentemente contemporánea, por su capacidad reflexiva sobre el presente, pero moda, al fin. Sin embargo el arte, lo prometo, viene después. Y es precisamente la razón por la que hablo de esta firma: como pocos diseñadores en la historia de la moda mexicana, no se ha limitado a imaginar prendas útiles a nivel vestimenta. Bárbara Sánchez-Kane también crea prendas como objetos de arte, y no lo hace como otra de sus ramas mercantiles. Sus prendas, o a veces la idea de sus prendas traducida en otros materiales, simplemente se traspasan de un lado a otro entre el sistema del arte y el de la moda. No tiene ningún reparo. Esto, en mi opinión, es verdaderamente inusual.
En días de la pasada semana del arte, su trabajo formó parte de la exhibición , concebida en Yunque en colaboración con Capomo, donde se presentaron obras realizadas por Bárbara y los artistas Pedro Friedeberg, Viktor Martínez y María José de Simón. La contribución de la diseñadora mexicana es un sombrero escultórico que formará parte de su próxima colección “Las puertas al sentimentalismo”.
Pero las preocupaciones de Sánchez-Kane no se limitaron a este evento. De hecho, su trabajo formó parte de todos los eventos de la semana del arte. Desde la “cuca” enorme que creó para la muestra femenina B L I S S, integrada únicamente por mujeres creadoras a cargo de la curaduría de Nika Chilewich y Sofía Leitner-Laserna —y que seguirá abierta hasta el 30 de marzo en la Escuela de la Paz, en colonia Escandón—, hasta la presencia de sus prendas en la feria de arte Material, al vestir a la artista visual y cantante de reggaeton MUXXXE, por cierto, exponente de la comunidad queer en Tijuana. En Zona Maco, una escultura presentada por Licenciado Gallery fue coronada con una bota de la marca, utilizada como un elemento para la construcción de la pieza que reflexiona sobre la realidad de los feminicidios en México. Finalmente, formó parte de Salón ACME dentro del espacio de Momoroom, con la elaboración de una pieza más de su estructura metálica en forma de senos, exclusiva para su venta a través de un proyecto efímero. ¿Significa esto que la moda sea arte? Lo diré una última vez: la moda no… a menos que haya pasado por unas manos como las de Bárbara Sánchez-Kane.
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