ARTE X

Esta mañana desperté con resaca. No entres en detalles. Te amo...

0409
Texto y fotografía Rodrigo Navarro

Esta mañana desperté con resaca. No entres en detalles. Te amo.

 

Siempre había pensado que era de mal gusto meterse cosas por la nariz y que la cocaína era cosa de vagos. Pero después del colocón que me hizo sentir como Superman en aquella habitación de focos rojos fluorescentes, cambié de opinión. Olvidé que era de mal gusto meterse cosas por la nariz y toda la noche me dediqué a machacar a aquella prostituta.

 

Al final de la noche le escribí mis iniciales en las nalgas y la fotografié. Le dije que posara asomándose por la ventana. La noche era cálida, tenía un cielo despejado pero sin luna. No había rastro de ésta. El aire era fresco y entraba por la ventana meciendo el visillo que colgaba de un fino y muy delgado tubo. Ella vestía un negligé negro y zapatillas de tacón alto.

 

Sus nalgas decían: RN

 

Después de mirar largo rato sus calzones mientras platicábamos y bebíamos, mis ojos se acostumbraron a la penumbra de su entrepierna, y pude ver que no había rastro alguno de vello púbico en su vagina. Minutos más tarde comprobaría que su vanidad llegaba hasta lo más profundo de ella. Su vagina mostraba un esmero excesivo en su cuidado, que la hacía parecer proveniente de otro mundo. Esta pureza podía competir fácilmente contra todas aquellas vaginas a las que me había enfrentado. Vaginas salvajes, malolientes, pertenecientes a una nueva generación que hacía alarde de su libertinaje y de las imperfecciones de la vida. Una generación con ganas de cambiar el mundo, pero incapaces de cambiarse las bragas sucias por unas limpias.

Mi madre

 

Nací el 27 de noviembre de 1982 en el puerto de Coatzacoalcos, Veracruz; a las 10 a.m., después de un largo trabajo de parto de 7 horas y 15 minutos. Ésa fue la primera vez que le hice ver su suerte a mamá. Después de ese día, nunca más pasaría otro en calma; hasta el día en que decidí salir de casa.

 

En ese entonces tenía 17 años y estaba cansado de todo: escuela, amigos, del puerto y de mi familia. La tarde en que partí, tomé las llaves del carro, dinero de la cartera de papá, la 35 mm, el kit de dibujo de mamá y algunas traducciones de textos de Roland Barthes que había realizado mi hermano.

Esa tarde me fui así, sin avisar.

 

A nosotros, que de las promesas mentiras construimos.

Te vi ahí tirada, inmóvil e indefensa. No podía evitar querer penetrarte, ver tu vagina depilada, tan limpia y perfecta, y no usarla sería un gran desperdicio. Había inhalado demasiado, estaba excitado; además tenía que aprovechar, así inconsciente no podrías hablar ni hacer reclamo alguno sobre mis repentinas salidas.

 

Te la metí así, en seco. Mi verga penetraba con dificultad, pero conforme te la metía, tu sexo se iba humedeciendo…

 

Pensaba: ¿qué me hacía quedarme aquí?, ¿por qué me había comprometido?, ¿qué iba a hacer con ella? y ¿por qué no podía decirte nada?

 

Tú no reaccionabas y yo te penetraba con cierto odio, quería des- trozarte, quería partirte en dos y vengarme de todo lo que me habías hecho.

 

Te la metí duro por insistir en que me cortara el cabello.
Te la metí duro por querer controlar mis vicios.
Te la metí duro por hacerme un maldito consumista.
Te la metí duro por convertirme en tu capricho.

 

Te la metí duro por ser una seca y fría mujer. Te la metí duro porque… ¡Feliz cumpleaños!

Cuando nos conocimos, Navarro no paraba de darle like a mis publicaciones de Instagram en las que subía pinturas. Bueno, no pinturas, bocetos de pinturas que nunca llegué a hacer. Navarro las amaba con pasión y locura. Podía pasar horas hablando de ellas con cualquier persona y defenderlas con su vida de ser necesario.

 

Recuerdo la primera vez que me buscó. Él estaba en la quiebra. No tenía ni un peso en la bolsa; estábamos en el último trimestre del año y aún no había conseguido vender nada y mucho menos la expo individual de ese año. Por mi lado, yo estaba terminando una relación de cinco años con mi pareja de ese entonces y con la galería más importante de la ciudad. Los dos me habían despedido de manera injusta. Una inter había tomado mi lugar en ambos casos. Una total estúpida.

 

El domingo en que nos conocimos, le escribí para pedirle que nos viéramos en su estudio y me mostrara su trabajo para ver de qué manera podía ayudarlo. Acá entre nos, no tenía confianza alguna en su trabajo. Ni en él.

 

Estaba segura de que era otro artista más, uno del montón. De esos que sólo están buscando a quién se pueden coger en su estudio. Y ese domingo de bajón ocupaba coger. Y él no estaba nada mal. Tenía su encanto.

 

Yo, estaba crudísima y una amiga me había depilado el bigote, irritándome tanto la piel que, cuando llegué con Navarro, lo primero que hice fue preguntarle si tenía crema para la piel.

 

Recuerdo que él muy amablemente se puso la crema en los dedos, se acerco a mí y, con la mano que no tenía crema, me sujetó la cara levantándola un poco. En ese momento pensé que el muy estúpido me besaría. Cerré los ojos esperando el beso, y me aplicó la crema en el área del bigote. Me ardió tanto que en el momento lo empujé con ambas manos y le quité lo que le quedaba de crema en la mano para aplicármelo.

 

Estaba muy molesta y no sabía si era porque me ardía como la chingada o porque Ro no me había besado.

 

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