Un accidente de laboratorio detonó la búsqueda del físico Max Huber del ungüento que sanara las quemaduras de su piel. Así empezó con una travesía —que duró 12 años— en la que cerca de 6,000 fórmulas y experimentos fueron desarrollados.

Finalmente dio con la alga Macrocystis Pyrifera, que al fermentarla durante varios meses y mezclarla con vitaminas y aceites esenciales, daba resultados espectaculares. La fórmula fue bautizada como “fermento milagroso”.

Crème de La Mer se convirtió en el elixir insignia de la firma y uno de esos productos de culto que los amantes de la cosmética guardan con recelo en su gabinete de baño.

Vitaminas C, E y B12, magnesio, potasio, hierro, lecitina, aceites cítricos, alfalfa, girasol y eucalipto potencializan los beneficios de la alga —cultivada a mano para no perturbar el ecosistema marino en el que crece—, y dan como resultado un desinflamatorio potente que repara los daños causados por el medio ambiente y el paso de los años.

En su firme compromiso por cuidar los océanos, La Mer colabora, año con año, con diversas personalidades, quienes intervienen los famosos frascos de Crème de La Mer. Un porcentaje de las ventas de estas ediciones de colección son destinadas a la conservación de mares y océanos del mundo.

Este año, los fotógrafos Mario y Gray Sorrenti —padre e hija— capturaron imágenes del uno del otro en las playas del sur de Italia (donde él creció) y el sitio en el que ambos crearon el lazo que ahora los ha convertido en colegas.

Imágenes en blanco y negro, doble exposición (la insignia de Mario) cubren los frascos de Crème de La Mer.

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