El Hotel Brick, el elegante y lujoso de la calle Orizaba, en la colonia Roma, guarda en su vestíbulo las baldosas originales traídas desde Inglaterra (a principios del siglo XX) con las que se construyó su estructura, muy de la Belle Epoque; por ésas sigue transitando su historia y sus visitantes todos los días. Es un lugar de carácter, con ladrillos británicos que han hospedado a exigentes y refinados, pero también curiosos, modernistas y contemporáneos. Un hotel de lujo que alberga frescura, porque se reinventa, y secretos que se trae bien guardados, como el bar subterráneo; un speakeasy de estilo bostoniano con capacidad de no más de 80 personas que recibirá a huéspedes y visitantes externos que quieran vivir noches tranquilas acompañadas de tragos y música que no le preceda a una buena conversación. 

Ahí —preámbulo ancho y no como quisiéramos— están las puertas abiertas de Cerrajería, el restaurante de la casa. Un rinconcito de comfort food bien hecha, bien lograda, —dice El Gourmet de México que este tipo de cocina se basa en platillos fáciles de preparar, ricos en sabor y carbohidratos, que nos ayudan a sanar heridas físicas o emocionales—, o sea, cocina con-sentimiento puro. Una probadita del talento y el trabajo del chef Armando Acosta (al mando), que cocinó para Mugaritz y El Celler de Can Can Roca en tiempos de su tercera estrella Michelin, y que hoy con Cerrajería desarrolla una cocina pura, fresca y auténtica; basada en sus recuerdos y vaciada en platillos mexicanos y modernos, con ingredientes de calidad y temporada que promueven en su sabor la importancia de ser productos locales. 

En una visita reciente, con todas las atenciones de una experiencia guiada, conocimos la primicia de un nuevo menú que se presentó con los platillos que se convertirán —augurio y deseo— en emblema de esa mesa. 

De entrada, fue un montadito de guacamole con pico de gallo y cecina horneada en una tlayuda oaxaqueña, en la cocina in situ, porque para el chef fue importante conocer la propuesta desde sus adentros. Ya en la mesa, un ceviche de callo de hacha en su leche de tigre y tomate cherry, —no quiero perder la oportunidad de mencionar que probé de todos los platillos la versión vegetariana y quedé igual de encantado que el resto de los invitados; en el caso del ceviche fue palmito rasurado con pimientos rostizados y vinagreta de cítricos— como entrada, el taco de pato parrillado, con frutos secos y mayonesa de chile serrano fue después, antes del pulpo en salsa harissa con puré de coliflor y brotes, que se coronó con un postre, de merengue, maracuyá, sorbete de mango y crema fresca, lo puedes pedir como el vacherin de la casa. Para el segundo y tercer tiempo en su versión vegetariana fue portobello en vez de pato, y camote rostizado en vez del pulpo, pero éste acompañado de un puré de nuez de la india, coliflor de colores y chimichurri, el postre fue el mismo para todos los invitados. 

No es que por su formato de comfort food sea comida a la ligera, los platillos pesan, y de entrada consienten a la mirada con su composición estética; dicen que de la vista nace el amor, y aunque es un cliché de las reseñas de cocina, cuando se conecta el excelente servicio y atención, con los sabores que sí, te calientan del paladar al corazón, y encima, se ven y huelen bien y bonito, no hay quien no se sienta apapachado, y eso, en pocos lugares se pone en la mesa.

Visita el restaurante Cerrajería, ubicado en la planta baja del Hotel Brick, Orizaba 95, Roma Norte. Pregunta por los vinos mexicanos del Valle de Guadalupe para maridar. Reservaciones en www.brickhotel.com.mx