La industria de la moda es, por naturaleza, una empresa colonial, una que sigue las mismas prácticas, de buscar mano de obra a bajísimos costos, siguiendo las rutas que algunas vez fueron utilizadas para la transportación de materiales y esclavos. Ahora, las conversaciones para desmantelar el sistema giran en torno a la moda sostenible como la solución, aún incluso cuando las grandes firmas occidentales siguen recurriendo a los países desarrollados con la promesa de pagarle a sus artesanos “salarios justos”. Pero lo que en realidad sigue ocurriendo es que la producción artesanal ha perpetuado el complejo sistema económico que sigue incrementando la brecha social entre el norte y el sur.

Es por lo tanto de gran importancia reconocer a las marcas que están haciendo un esfuerzo monumental para invertir en las comunidades de donde obtienen los recursos, la mano de obra y el talento. Mejorar su infraestructura de salubridad, de educación y de servicios básicos no es solo una obligación que todos debería de tener, sino un compromiso latente y constante. Carla Fernández es una de esas marcas, y la razón primordial del por qué hicimos estas fotografías. Una celebración a la firma cuyo compromiso permanece —constante y firme— por sostener una economía local en la que todos dependemos de todos.

En su afán, compromiso y pasión por la herencia indígena mexicana, Carla Fernández le ha dado visibilidad —y una voz que resuena potente— a más de una docena de comunidades repartidas en todo el país, quienes a través de sus diseños, mano de obra y detallado trabajo artesanal han sido partícipes de la industria de la moda mexicana a nivel internacional.

carlafernandez.com