Encontrar un espacio para sentarse a platicar con Diego Mur no fue un tema sencillo. Desde que empieza el día, está enfocado en su quehacer artístico. Ensayos, juntas con gestores de proyectos, presentaciones, filmaciones, sesiones creativas. En las tardes da clases hasta ya entrada la noche. Vive, respira y medita en la danza contemporánea.

Diego no cree en los límites ni las fronteras. Por eso sus proyectos de danza no van firmados con su nombre, quizá porque se le hace demasiado protagonismo y porque reconoce absolutamente que el trabajo no es producto de una sola persona, sino del colectivo al que pertenece. Nohbords es un reconocimiento público al esfuerzo en conjunto. Es una palabra inventada que alude a la ausencia de los límites físicos, de los bordes. Y es el nombre de la compañía que dirige Diego. Con esta ideología detrás, por supuesto que no están limitados a los escenarios impuestos por la convención social.

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Para darnos una idea de los alcances de la expresión corporal de Nohbords, podemos visualizar una de sus próximas colaboraciones con Carla Fernández, una diseñadora que también está compro-metida a romper con los prototipos establecidos por la moda, y que presentó su colección primavera-verano 2020, Sábado de Gloria, en forma de una pieza de danza, en la que sus prendas las portaban bailarines y modelos. Diego está al frente de la presentación y es una colaboración también con Leonardo Linares, heredero de la tradición de alebrijes, encargado de hacer las máscaras de cartón con las que bailaron.

Actualmente está en los ensayos de su obra Salterio —dirigida por él, en la que bailan únicamente mujeres—, inspirada en su abuela, una mujer que vive en un pueblo y que pasa sus tardes rezando el rosario con otras mujeres. La obra se presentó originalmente hace tres años, pero esta vez están preparando una versión para presentarla a un público que la apreciará desde sus autos en un esta-cionamiento gigante, una suerte de autocinema-teatro, una de las tantas adaptaciones que se están haciendo a la nueva normalidad post-COVID-19.

Luis Rosales (LR): ¿Cómo fue crecer para ti, a qué jugabas de niño? ¿Siempre tuviste esta relación con tu cuerpo?

Diego Mur (DM): Bueno, nací en Los Mochis, Sinaloa, y allá no crecí en un espacio rodeado de danza ni nada por el estilo. En realidad siempre me gustó bailar, pero como algo muy casual, de fies-tas nada más. Mi primera aproximación a la danza fue muy azarosa, a los 19 años. Desde muy niño yo tenía un entendimiento del cuerpo que era muy evidente, sólo que no estaba representado de ma-nera artística por el contexto social y familiar; como que la danza simplemente no era una opción. Me dedicaba más bien al deporte, siempre fui muy bueno para eso. Había de vez en cuando activida-des artísticas que se representaban en la escuela y yo era el número uno, pero hasta ahí.

Estudié en Hermosillo, Sonora, un estado más arriba que el mío. Y me formé como bailarín con Miguel Mancillas e Isaac Chau. Miguel es el director de Antares, una de las compañías más importantes a nivel nacional, tienen una trayectoria tremenda de 30 años de hacer danza de una manera impecable. Él es sin duda un personaje muy relevante en la historia de la danza en el país. Antares tiene una escuela de formación de bailarines profesionales completamente independiente, y el director de la escuela es el maestro Isaac Chau, quien también baila en la compañía.

LR: ¿Y después de eso te viniste a México?

DM: No, cuando empecé con la formación, evidentemente mi sueño era ser parte de la compañía y decidí que a eso me quería dedicar. Me enamoré de su trabajo y sigo enamorado. Pero al paso del tiempo, uno se va descubriendo, se va cuestionando, y la danza se vuelve algo que uno reconoce y entiende de otra manera. Me di cuenta de que quería dirigir, hacer mis cosas. No quería pertenecer a lo ya establecido, así que bailé algunas piezas con ellos como invitado y decidí que, terminando la escuela, llegaría mi momento de partir.

Entonces cambié el rumbo y me fui a Europa (a Bruselas, Bélgica), a comenzar una residencia artís-tica, y ahí comienza mi investigación como artista independiente, como bailarín. En Bruselas hice una residencia en un centro que se llama Danscentrum Jette, y ahí comenzó mi proyecto, cuando fue muy evidente para mí que no quería tener un proyecto académico, sino algo transversal, algo más amplio.

“La danza sigue estando muy estancada, sobre todo en el área en la que estoy, que es la parte cultural, no los proyectos completamente comerciales. Nohbords es un proyecto que está muy dedicado a la investigación, a la cultura, al arte, entonces resulta algo complejo.”

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