
A cielo abierto, entre la tierra, firme y caprichosa, y las nubes, efímeras e inalcanzables. Ahí yacen, imponentes, las esculturas del artista filipino-mexicano Eduardo Olbés. En un jardín secreto, a los pies del Cerro del Tesoro, en Tepoztlán, que se expande a lo largo y ancho de tres hectáreas, 50 esculturas se mimetizan con su entorno.
La idea no es fortuita ni casual. Es más bien causal; un proyecto que Olbés había visualizado por años y que resonaba en su cabeza cada vez que visitaba una exposición enclaustrada entre paredes, restringida.
Dilao —que significa amarillo en tagalo— es el nombre del espacio escultórico y expositivo con el que Eduardo, de manera explícita, expresa cómo debería ser la relación entre una pieza de arte y el espectador: completamente libre.
Y es que Olbés explica que las galerías y los museos cumplen con su labor de proteger las obras, pero carecen de la capacidad para que éstas alcancen su máximo potencial, ya que el rango de vista, la forma en la que se puede interactuar con ellas e incluso la capacidad del mismo artista para conectar con su propia obra una vez terminada, está limitada al entorno físico que la rodea.
En Dilao, la cercanía o la distancia con la que se pueden apreciar las esculturas depende de cada uno. Recorrer los pasillos de sus jardines colmados con flores y árboles frutales (en su mayoría cítricos) es, además, una experiencia multisensorial muy especial.


Si bien el espacio está dedicado a su propia obra, Olbés ha invitado a unos cuantos artistas a mostrar también su talento: Valentina Glez Wohlers, Julio Martínez Barnetche, Iván Puig y Juan Sánchez. El objetivo no es solo el de abrir un espacio en el que otros puedan expresarse, sino el de dotar a las piezas que estos artistas conciben del perfecto escenario en el que puedan ser admiradas y por qué no, adquiridas.
“Cada obra está enmarcada en su propio ambiente, su oasis perfecto, pero es al mismo tiempo parte de un todo, de una sola esencia, de un solo santuario”, explica Eduardo.
Dilao es, además, un proyecto sustentable en el que converge la tecnología al servicio de la naturaleza: un sistema de riego de aguas pluviales, un equipo de iluminación compuesto por paneles fotovoltaicos y decenas de árboles plantados que alcanzarán su máximo potencial en 20 años. Un proyecto a largo plazo con el que el artista rinde un homenaje al pueblo mágico.
“Esta ha sido mi casa por más de 40 años y tengo que cuidarla. Aquí nacieron y crecieron mis hijos y ahora mis nietos. Dilao materializa lo que siento por Tepoztlán y es una carta de lo que quiero como artista.”
Para visitar Dilao, manda un correo a info@dilao.mx
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