El museo Jumex reúne las piezas de su colección hechas por mujeres
fotografías Vista de la exposición Podría ser (una flecha): Una lectura de la Colección Jumex, Museo Jumex, 2018
por Ramiro Chaves
En la colección del Tate hay un póster de las Guerrilla Girls en el que se lee: Do women have to be naked to get into the Met. Museum? Es parte de una serie llamada Guerrilla Girls Talk Back en la que cuestionan el rol de la mujer como una permanente musa para el arte, nunca creadora de contenido de valor. Y es que hasta la modernidad, la disciplina artística era casi en su totalidad, una labor masculina. Es el hombre quien cuestiona, quien romancea y quien busca ampliar los medios de cada técnica de representación. El intento femenino queda relegado a una labor de artesanía: el clásico tejido o bordado, no de arte como estado elevado de consciencia y brillantez.
A partir de los sesenta el panorama se abre y nuevas artistas surgen, gestando un cambio en las dinámicas de poder, del mercado y de cómo funcionan las instituciones culturales. Louise Bourgeois, Ana Mendieta, Sherrie Levine, Cindy Sherman, Marina Abramovic, artistas que se desarrollan en sus propias disciplinas, alcanzaron a finales del siglo pasado el mismo reconocimiento que sus contemporáneos masculinos.
La curadora Catalina Lozano hace en el Museo Jumex, una lectura de la colección a partir de las piezas elaboradas por mujeres que tienen en su acervo. Imágenes de la serie Chewing Gum de Hannah Wilke, o la pieza de video en la que realiza un striptease a través del Gran Vidrio de Duchamp, artista/referencia también para la fuente de Sherrie Levine, una escultura de Annette Messager, o la astilla de Sichuan de Teresa Margolles (Escombro, 2008), se dividen en áreas que hablan sobre el cuerpo, el quehacer político, la percepción o la manera en que la pieza afecta su contexto.
La intención del museo es aportar su propio grano de arena a re-balancear la predominancia de visibilidad de artistas hombres en el canon de la historia del arte occidental y reconocer cómo hemos formado, culturalmente, dichos juicios. Si de empezar a cuestionarnos esta situación hace menos de sesenta años, se ha logrado este amplio panorama para la artista femenina, el futuro parece esperanzador. Casi al final de la sala está un autorretrato de Mónica Castillo: es un busto tejido en crochet y frente a este su reflejo, tejido también. Es un gesto anarquista, un dedo cordial levantado, que hace que la “labor femenina”, se materialice en una pieza que está en una de las colecciones más importantes de arte contemporáneo en el mundo.
Podría ser (una flecha): Una lectura de la colección Jumex, se exhibe del 29 de noviembre de 2018 al 31 de marzo de 2019.
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