AQUÍ TE PRESENTAMOS UNA SELECCIÓN DE EXPOSICIONES, PROYECTOS Y OTRAS RECOMENDACIONES PARA DISFRUTAR LA DIVERSIDAD CULTURAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO Y ALREDEDORES, CURADA POR EL EQUIPO EDITORIAL DE 192.
Omega | Labor
¿Qué sucede cuando el tiempo parece diluirse? Cuando el tic-tac deja de ser sólo una medida para volverse algo casi tangible, que nos obliga a detenernos y mirar hacia adentro. En OMEGA, Pablo Vargas Lugo (1968, Ciudad de México) transforma esta inquietud en una experiencia visual que confronta nuestras sensaciones y reflexiones más profundas.
El centro de la exposición es un gran reloj de bolsillo suspendido del techo, colgado de una cuerda que lo mantiene firme, sin permitirle moverse ni balancearse libremente. Esta restricción genera una tensión palpable, enfrentándonos a uno de los miedos más humanos: que el tiempo se detenga y llegue a su fin. Pero este reloj no es sólo un objeto, sino un símbolo potente de la fragilidad de la existencia y de nuestra urgencia por comprenderla antes de que sea demasiado tarde.
Rodeando al reloj, tres collages evocan mandalas tibetanas: figuras simbólicas que representan la conexión entre el centro y su entorno. Estas piezas incluyen elementos como los círculos —símbolo de continuidad— y el signo omega, que alude al fin del tiempo. Esta combinación sugiere un juego de opuestos: todo termina, pero también continúa. Así, se refleja el proceso interminable de autoconocimiento y reflexión interior. La búsqueda del centro es un viaje constante, un trabajo sin descanso que, en ocasiones, nos enfrenta a un vacío interno, similar al del reloj suspendido.
Esta muestra es la cuarta exposición individual de Pablo Vargas Lugo en LABOR, donde reafirma su interés en el tiempo, su paso y su final. OMEGA se vuelve un espacio de cuestionamiento, cuatro piezas que te hacen mirar alrededor y al interior.
La exposición estará disponible hasta el 7 de septiembre en LABOR, Francisco Ramírez #5, Col. Daniel Garza, Miguel Hidalgo, CDMX.
texto: Michelle Alencaster
fotografías: cortesía de Labor
SIGN-IN | Museo Tamayo
Cuarenta y dos años después de haber sido la primera mujer en exponer individualmente en el Museo Tamayo, Tina Girouard regresa con ‘SIGN-IN’, una retrospectiva que revisa su obra y reafirma su relevancia. Porque si en 1983 su muestra, ‘Vámonos a México’, marcaba un gesto pionero, hoy su práctica resuena como una para entender cómo el arte puede ser íntimo, colaborativo y profundamente político.
Originaria de Louisiana, Estados Unidos, Girouard trabajó desde los márgenes —del canon, del mercado, de la centralidad— para construir un lenguaje donde el cuidado y el ritual cotidiano fueran tan válidos como cualquier gran gesto artístico. En su universo, barrer, cocinar o bordar no eran tareas domésticas: eran coreografías del pensamiento. Su obra propone una relectura del trabajo femenino como una forma activa de resistencia, donde cada objeto mantiene la energía del cuerpo que lo sostuvo.
En una época donde el arte se discute en términos de discurso y representación, el trabajo de Girouard ofrece otra cosa: espacio. Refugio. Un lugar donde los materiales encontrados, los cuerpos presentes y las relaciones entre personas eran, en sí mismos, obra. SIGN-IN nos recuerda que la práctica artística puede comenzar con la pregunta: ¿Cómo sostener? ¿Cómo mantener lo vivo?
La exposición se presenta en colaboración con CARA y el Rivers Institute for Contemporary Art & Thought, y da forma a un homenaje necesario. No sólo a una figura que desafió estructuras, sino a una forma de hacer arte que todavía incomoda: la que insiste en que el gesto mínimo también es revolución.
Visita la muestra de martes a domingo de 10:00 a 18:00 hrs.en el Museo Tamayo, Paseo de la Reforma 51, Polanco.
texto: Zunshu
fotografías: cortesía del Museo Tamayo
Ready-Maybe | Ago Projects
¿Qué pasa cuando el homenaje se vuelve manual? Cuando en lugar de elegir un objeto ya hecho, el artista lo rehace desde cero —con barro, con intención, con la historia del arte entre las manos. En ‘Ready-Maybe’, Ramiro Gonzalez Luna cita y reinterpreta Duchamp: lo reinterpreta, lo traduce, lo desplaza. Y con ello, convierte la referencia en gesto encarnado.
Esta nueva serie marca un punto de inflexión en su práctica: la teoría y la vida doméstica colisionan en un cuerpo de obra que es tan certero como lúdico. Íconos del arte contemporáneo, reimaginados en cerámica, aparecen bajo una lógica que no teme el humor ni el absurdo. Hay bancos en forma de Cheeto, lámparas con forma de Crocs y piezas que desdibujan la frontera entre escultura y función. Todo es reconocible pero nada está en su lugar habitual.
‘Ready-Maybe’ es una pregunta sobre la autoría, la materialidad y el contexto: ¿cuánto pesa la mano que transforma? ¿Cuánto cambia la historia cuando la copia es, en realidad, una versión íntima, lenta, casi ritual? En un momento donde la velocidad digital amenaza con volvernos indiferentes a la forma, Ramiro apuesta por la atención radical al objeto.
Desde la cerámica, el artista convierte la cultura pop y la historia del arte en materia viva, palpable, cargada de ironía y deseo de conversación. Porque en su universo, lo cotidiano no es simple ni inocente: es un terreno fértil para pensar quiénes somos y qué decidimos llamar arte.
Visita la muestra de martes a domingo de 10 a. m. a 6 p. m. en Ago Projects, Paseo de la Reforma 382, int. 501, Juárez.
texto: Zunshu
fotografías: cortesía de Ago Projects
‘To feel a then and there’ | Kurimanzutto
Hay cuerpos que no se dejan definir, que se resisten a ser fijados, que rehúyen los límites. En la exposición ‘To feel a then and there’, Felipe Baeza (Celaya, México, 1987) presenta un conjunto de obras que —como los cuerpos que retrata— se mantienen en tránsito: figuras que no pertenecen del todo al aquí ni al ahora.
Inspirado por la visión del teórico cubano José Esteban Muñoz —quien propuso imaginar futuros queer desde la insatisfacción del ahora—, Baeza crea piezas que se ubican en el umbral de lo que no ha sucedido, pero podría suceder. Sus cuerpos no tienen contorno fijo ni pertenencia clara. Esto lo hace a través de retratos, esculturas de vidrio, y composiciones mixtas que combinan grabado, collage, bordado y erosión.
En su obra, los pigmentos se filtran y las texturas se rebelan contra la idea de acabado. Piezas como This time and place is not enough o Unruly Forms IV desbordan los márgenes del papel y de la forma, como si buscaran respirar más allá de su contorno. El núcleo de la muestra lo integra una serie de once retratos dedicados a figuras clave de la contracultura del siglo XX. No se trata de fijarlos en una imagen, sino de invocar sus presencias: miradas que atraviesan capas de tinta, gestos que sobreviven entre veladuras, rostros que no se terminan de revelar.
En sus propias palabras, “somos una combinación de distintos tiempos”. Y quizá por eso, cada obra funciona como una pequeña arqueología íntima: recortes acumulados a lo largo de los años y papeles que se adhieren como pieles superpuestas para formar identidades nuevas.
Visita To feel a then and there hasta el 19 de julio en Kurimanzutto. Gob. Rafael Rebollar 94, San Miguel Chapultepec, CDMX. De martes a jueves de 11:00 a.m. a 6:00 p.m. y viernes y sábado de 11:00 a.m. a 4:00 p.m.
Texto y fotografía: Sophia Garduño
Subconscious Bloom | Picci Fine Arts
En ‘Subconscious Bloom’, el artista Hugo Maza retrata flores y territorios. No como un botánico, sino como alguien que ha aprendido a leer las formas naturales como si fueran páginas de un lenguaje antiguo —uno que no se pronuncia, sino que se siente. En su primera exposición individual, el artista construye una cartografía de lo íntimo a partir de 13 obras —10 fotografías de gran formato y 3 pinturas digitales— que desdibujan los límites entre lo vegetal y lo humano. No es una coincidencia: el cuerpo y las plantas comparten estructuras, pliegues, ritmos. Las venas se bifurcan como raíces; los pétalos se abren como labios o heridas.
Aquí, lo orgánico deja de ser ornamento y se convierte en mapa: un reflejo ampliado de lo que somos, de lo que deseamos, de lo que olvidamos sentir. Esta exposición no es sobre flores, sino sobre cómo las formas naturales contienen instrucciones emocionales del cuerpo. Un tallo erguido puede evocar la soledad; una corola a punto de marchitarse, el instante previo al desprendimiento. Las imágenes de Maza capturan ese momento liminal entre lo que crece y lo que desaparece. Y al ampliarlo, al volverlo monumento visual, el artista obliga al espectador a ver lo que normalmente se escapa: la miniatura del deseo, la fragilidad de lo sublime.
En tiempos donde lo natural se consume a la velocidad del scroll, detenerse a mirar con este nivel de intimidad es casi un acto desafiante. Hay algo profundamente subversivo en amplificar lo pequeño: una flor en gran formato deja de ser decoración y se convierte en espejo. Un espejo que devuelve la imagen del espectador no como individuo, sino como parte de un tejido vivo, interconectado. La propuesta de Subconscious Bloom es, en el fondo, una forma de reencuentro: con el origen, con el cuerpo, con la posibilidad de mirar sin filtros.
Visita esta muestra de lunes a viernes de 9:00 a. m. a 7:00 p. m. y sábado de 10:00 a 2:00 p. m. en Alpes 700A, Lomas de Chapultepec, CDMX hasta el 10 de mayo. Citas a través de mensaje directo en @piccifinearts.
texto: Zunsu
fotografía: Cortesía de Picci Fine Arts
‘La mirada, 100 años después’ | Centro de la Imagen
Una cámara puede cambiarlo todo. Hace un siglo, la Leica I rompió con las formas y los formatos de su época: el ojo se hizo más rápido, más móvil, más íntimo. Con su llegada, la fotografía se volvió un acto cotidiano. Ya no era solo cosa de estudios ni de élites: cualquiera con el impulso y la curiosidad podía capturar el mundo en 35 mm.
Fotografía por Rene Burri
Cien años después, ‘La mirada esencial’ celebra ese cambio. Esta muestra en el Fotomuro del Centro de la Imagen reúne un centenar de fotografías hechas con cámaras Leica, todas con una raíz común: Latinoamérica. Nuestra región, vista desde sí misma, desde fotógrafos y fotógrafas que han usado el lente como espejo y como testigo.
Fotografía por Francisco Mata Rosas
Aquí la historia no se posa en grandes gestos, sino en momentos esenciales. Tradiciones, desigualdades, esperanzas. Un archivo emocional que va de Manuel Álvarez Bravo a Luvia Lazo, de Colette Urbajtel a Koral Carballo, pasando por Francisco Mata Rosas, Héctor Guerrero, Yvonne Venegas y muchos otros ojos que han hecho del instante un acto político y poético.
Fotografía por Bob Schalkwijk
‘La mirada esencial‘ es una constelación: cada imagen un punto, cada autor una voz que dialoga con otra, cruzando décadas y geografías. Y aunque las cámaras cambien, el gesto de mirar —con intención, con emoción— sigue siendo esencial.
Visita la muestra de miércoles a domingo de 11 a. m. a 6 p. m. hasta el 17 de agosto en Plaza de la Ciudadela 2, Centro Histórico.
texto: Zunshu
fotografías: Cortesía de Leica
‘Volver a la tierra del quetzal’ | Centro de la Imagen
“Hacer una fotografía es participar en la mortalidad, vulnerabilidad, mutabilidad de otra persona o cosa. Precisamente porque seccionan un momento y lo congelan, todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo”.
—Susan Sontag
El fotoperiodismo es un acto de valentía, algo casi heróico que exige poner cuerpo y alma en campos de batalla, físicos y emocionales, para documentar momentos emocionales —crudos y también bellos—, que perduran para siempre y forman parte de la historia. Es un tipo de fotografía que otorga el privilegio de contar una realidad, de enmarcar un panorama, y detener el tiempo en el clímax de una situación que en segundos puede disolverse.
Niña refugiada en México
Chiapas, 1982
Plata gelatina
Exponerse a tal grado no es nada fácil, y aún así hay fotógrafos como Pedro Valtierra (Zacatecas, 1955) que se han comprometido a mostrar las distintas caras de la moneda, de momentos que hablan de la rudeza del humano, pero también de su resiliencia y de sonrisas que atraviesan el dolor. Para revisitar su trayectoria, el Centro de la Imagen ha lanzado la exposición ‘Volver a la tierra del quetzal’, donde se exponen piezas del fotógrafo zacatecano, que documentan un poco del conflicto interno de Guatemala en 1980, y que debe su nombre a la primera muestra que se hizo sobre éste proyecto bajo el título ‘Bienvenidos a la tierra del quetzal’, en 1983.
Entrenamiento
Guatemala 1982
Plata gelatina
Un refugiado guatemalteco —Uno de los primeros refugiados que llegaron a México—
Frontera Echeverría, Chiapas, 1982
Plata gelatina
En el recinto se encuentran más de 90 fotografías de la época, impresas por el mismo Valtierra, de las cuales 74 fueron parte de la primera exposición. El resto de las imágenes retratan los pasos del fotógrafo por países como México, Cuba, El Salvador y Nicaragua. Una compilación extensa que habla de la sociedad latinoamericana, desde sus raíces y sus problemas, haciendo un ejercicio de colectividad y reflexión sobre conflictos actuales. ¿Realmente ha cambiado algo? La fotografía nos ayuda a darnos cuenta que, en ocasiones, los patrones se repiten y nos vemos inmersos en posiciones que emiten una sensación de déja vu.
Refugiados en México —Los primeros refugiados que llegaron a México, huyendo de la violencia—
Chiapas, 1982
Plata gelatina
‘Volver a la tierra del quetzal’ fue organizada por el CI en colaboración con la revista Cuartoscuro y la Fundación Pedro Valtierra.
Visítala de miércoles a domingo de 11:00 a.m. a 2:00 p.m. y de 3:00 p.m. a 6:00 p.m. hasta el 13 de julio, en Plaza de la Ciudadela 2, col. Centro, alcaldía Cuauhtémoc, CDMX.
texto: Sophia Garduño
fotografía: Cortesía del Centro de la Imagen
Politécnico Nacional | Museo Jumex
¿Qué tienen en común una caja vacía de zapatos, una cáscara de cebolla, un Citroën intervenido, una pelota de fútbol? En manos de Gabriel Orozco, lo aparentemente trivial se convierte en detonador de ideas, en espejo de lo colectivo.
Balones acelerados, 2005
En ‘Politécnico Nacional’, su nueva exposición en el Museo Jumex, Orozco presenta un recorrido por más de tres décadas de experimentación visual. Una muestra de casi 300 obras —entre esculturas, instalaciones, fotografías, dibujos, proyectos públicos y arquitectónicos— que dejan ver la amplitud de su universo creativo y la coherencia con la que ha sostenido una pregunta central: ¿cómo mirar el presente con ojos nuevos?
Caja vacía de zapatos, 1993
Desde piezas seminales como La DS (el Citroën comprimido que alude a un organismo en gestación) o Caja vacía de zapatos (convertida ya en un ícono de su carrera), hasta trabajos recientes como su controvertida Calzada Flotante en Chapultepec, la expo despliega una constelación de ideas sobre el cuerpo, el espacio, la percepción y la belleza de lo inadvertido. Orozco toma objetos comunes, acciones mínimas o formas geométricas elementales y las vuelve parte de un lenguaje que desafía el orden establecido del arte: uno que no se explica, se siente.
La DS, 1993
El nombre de la muestra no es gratuito. “Politécnico” habla de esa suma de saberes, técnicas, intuiciones y sensibilidades que se cruzan en su obra. Aquí, todo se conecta por azar, por juego o por memoria. El arte es un archivo vivo de lo cotidiano. Y lo cotidiano, como bien nos recuerda Orozco, puede ser tan sublime como una cáscara de cebolla o un balón que espera ser pateado.
En tiempos donde las redes y los algoritmos simplifican la experiencia visual, ‘Politécnico Nacional’ invita a desacelerar. A detenerse frente a una caja, un hueso, un punto de color y preguntarse: ¿por qué esto me mira de vuelta?
Visita la exposición de martes a domingo de 10 a. m. a 5 p. m. hasta el 3 de agosto en el Museo Jumex.
texto: Zunshu
fotografías: Cortesía de Museo Jumex
Tabula Rasa | Kepler 101 | Consigna
Una muestra como una respiración. Tabula Rasa, exposición inaugural de Kepler 101, no se impone: se insinúa. Cada obra es una entrada hacia lo orgánico, no como representación de la naturaleza, sino como manifestación de lo que habita dentro. Un pulso que se expande hacia afuera y al mismo tiempo se repliega hacia adentro.
En este espacio curado por Regina Alencaster, las piezas no buscan sobresalir, se funden entre sí en un mismo murmullo. Hay algo etéreo que lo atraviesa todo: superficies suaves, formas que se desdibujan como si un blur las filtrara, imágenes que se sostienen en la pausa, en el borde de lo real.
Las obras dialogan como si compartieran una intimidad silenciosa. Algunas se sienten como órganos flotantes, otras como pensamientos suspendidos que apenas toman forma. El mobiliario de Pol Agustí está hecho desde la delicadeza más radical: no para ser útil, sino para rendir homenaje. Las esculturas de Otto detienen la máquina en seco y nos devuelven al momento justo antes del ruido. La flor encapsulada de Pablo Arellano no es ornamento, es memoria detenida. Y las visualidades de ERM y Franklin Collao parecen traducir un lenguaje que aún no sabemos hablar, pero que reconocemos en el cuerpo.
No es una exposición sobre el futuro ni sobre el pasado, sino sobre ese instante blando donde todo convive: almas desnudas, experiencias lejanas que de algún modo comparten el mismo código. Tabula Rasa no es inicio ni cierre: es ese ‘entre’. Un lugar donde las cosas aún no se definen, pero ya se sienten.
Y en esa sensación de suspensión, de suavidad compartida, el espacio mismo parece latir con las obras. Como si Kepler 101 no fuera solo un contenedor, sino un cuerpo más dentro del ecosistema que aquí se traza: uno que aún no sabe qué será, pero ya empieza a soñar con lo que podría.
Visita esta muestra de lunes a viernes de 10 a.m. a 6 p.m. Y sábados y domingos de 11 a.m a 5 p.m. en Kepler 102, Colonia Anzures.
texto: Zunshu
fotografías: cortesía de Kepler 101
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