AQUÍ TE PRESENTAMOS UNA SELECCIÓN DE EXPOSICIONES, PROYECTOS Y OTRAS RECOMENDACIONES PARA DISFRUTAR LA DIVERSIDAD CULTURAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO Y ALREDEDORES, CURADA POR EL EQUIPO EDITORIAL DE 192.
‘La mirada, 100 años después’ | Centro de la Imagen
Una cámara puede cambiarlo todo. Hace un siglo, la Leica I rompió con las formas y los formatos de su época: el ojo se hizo más rápido, más móvil, más íntimo. Con su llegada, la fotografía se volvió un acto cotidiano. Ya no era solo cosa de estudios ni de élites: cualquiera con el impulso y la curiosidad podía capturar el mundo en 35 mm.
Fotografía por Rene Burri
Cien años después, ‘La mirada esencial’ celebra ese cambio. Esta muestra en el Fotomuro del Centro de la Imagen reúne un centenar de fotografías hechas con cámaras Leica, todas con una raíz común: Latinoamérica. Nuestra región, vista desde sí misma, desde fotógrafos y fotógrafas que han usado el lente como espejo y como testigo.
Fotografía por Francisco Mata Rosas
Aquí la historia no se posa en grandes gestos, sino en momentos esenciales. Tradiciones, desigualdades, esperanzas. Un archivo emocional que va de Manuel Álvarez Bravo a Luvia Lazo, de Colette Urbajtel a Koral Carballo, pasando por Francisco Mata Rosas, Héctor Guerrero, Yvonne Venegas y muchos otros ojos que han hecho del instante un acto político y poético.
Fotografía por Bob Schalkwijk
‘La mirada esencial‘ es una constelación: cada imagen un punto, cada autor una voz que dialoga con otra, cruzando décadas y geografías. Y aunque las cámaras cambien, el gesto de mirar —con intención, con emoción— sigue siendo esencial.
Visita la muestra de miércoles a domingo de 11 a. m. a 6 p. m. hasta el 17 de agosto en Plaza de la Ciudadela 2, Centro Histórico.
texto: Zunshu
fotografías: Cortesía de Leica
‘Volver a la tierra del quetzal’ | Centro de la Imagen
“Hacer una fotografía es participar en la mortalidad, vulnerabilidad, mutabilidad de otra persona o cosa. Precisamente porque seccionan un momento y lo congelan, todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo”.
—Susan Sontag
El fotoperiodismo es un acto de valentía, algo casi heróico que exige poner cuerpo y alma en campos de batalla, físicos y emocionales, para documentar momentos emocionales —crudos y también bellos—, que perduran para siempre y forman parte de la historia. Es un tipo de fotografía que otorga el privilegio de contar una realidad, de enmarcar un panorama, y detener el tiempo en el clímax de una situación que en segundos puede disolverse.
Niña refugiada en México
Chiapas, 1982
Plata gelatina
Exponerse a tal grado no es nada fácil, y aún así hay fotógrafos como Pedro Valtierra (Zacatecas, 1955) que se han comprometido a mostrar las distintas caras de la moneda, de momentos que hablan de la rudeza del humano, pero también de su resiliencia y de sonrisas que atraviesan el dolor. Para revisitar su trayectoria, el Centro de la Imagen ha lanzado la exposición ‘Volver a la tierra del quetzal’, donde se exponen piezas del fotógrafo zacatecano, que documentan un poco del conflicto interno de Guatemala en 1980, y que debe su nombre a la primera muestra que se hizo sobre éste proyecto bajo el título ‘Bienvenidos a la tierra del quetzal’, en 1983.
Entrenamiento
Guatemala 1982
Plata gelatina
Un refugiado guatemalteco —Uno de los primeros refugiados que llegaron a México—
Frontera Echeverría, Chiapas, 1982
Plata gelatina
En el recinto se encuentran más de 90 fotografías de la época, impresas por el mismo Valtierra, de las cuales 74 fueron parte de la primera exposición. El resto de las imágenes retratan los pasos del fotógrafo por países como México, Cuba, El Salvador y Nicaragua. Una compilación extensa que habla de la sociedad latinoamericana, desde sus raíces y sus problemas, haciendo un ejercicio de colectividad y reflexión sobre conflictos actuales. ¿Realmente ha cambiado algo? La fotografía nos ayuda a darnos cuenta que, en ocasiones, los patrones se repiten y nos vemos inmersos en posiciones que emiten una sensación de déja vu.
Refugiados en México —Los primeros refugiados que llegaron a México, huyendo de la violencia—
Chiapas, 1982
Plata gelatina
‘Volver a la tierra del quetzal’ fue organizada por el CI en colaboración con la revista Cuartoscuro y la Fundación Pedro Valtierra.
Visítala de miércoles a domingo de 11:00 a.m. a 2:00 p.m. y de 3:00 p.m. a 6:00 p.m. hasta el 13 de julio, en Plaza de la Ciudadela 2, col. Centro, alcaldía Cuauhtémoc, CDMX.
texto: Sophia Garduño
Fotografía: Cortesía del Centro de la Imagen
Politécnico Nacional | Museo Jumex
¿Qué tienen en común una caja vacía de zapatos, una cáscara de cebolla, un Citroën intervenido, una pelota de fútbol? En manos de Gabriel Orozco, lo aparentemente trivial se convierte en detonador de ideas, en espejo de lo colectivo.
Balones acelerados, 2005
En ‘Politécnico Nacional’, su nueva exposición en el Museo Jumex, Orozco presenta un recorrido por más de tres décadas de experimentación visual. Una muestra de casi 300 obras —entre esculturas, instalaciones, fotografías, dibujos, proyectos públicos y arquitectónicos— que dejan ver la amplitud de su universo creativo y la coherencia con la que ha sostenido una pregunta central: ¿cómo mirar el presente con ojos nuevos?
Caja vacía de zapatos, 1993
Desde piezas seminales como La DS (el Citroën comprimido que alude a un organismo en gestación) o Caja vacía de zapatos (convertida ya en un ícono de su carrera), hasta trabajos recientes como su controvertida Calzada Flotante en Chapultepec, la expo despliega una constelación de ideas sobre el cuerpo, el espacio, la percepción y la belleza de lo inadvertido. Orozco toma objetos comunes, acciones mínimas o formas geométricas elementales y las vuelve parte de un lenguaje que desafía el orden establecido del arte: uno que no se explica, se siente.
La DS, 1993
El nombre de la muestra no es gratuito. “Politécnico” habla de esa suma de saberes, técnicas, intuiciones y sensibilidades que se cruzan en su obra. Aquí, todo se conecta por azar, por juego o por memoria. El arte es un archivo vivo de lo cotidiano. Y lo cotidiano, como bien nos recuerda Orozco, puede ser tan sublime como una cáscara de cebolla o un balón que espera ser pateado.
En tiempos donde las redes y los algoritmos simplifican la experiencia visual, ‘Politécnico Nacional’ invita a desacelerar. A detenerse frente a una caja, un hueso, un punto de color y preguntarse: ¿por qué esto me mira de vuelta?
Visita la exposición de martes a domingo de 10 a. m. a 5 p. m. hasta el 3 de agosto en el Museo Jumex.
texto: Zunshu
fotografías: Cortesía de Museo Jumex
Tabula Rasa | Kepler 101 | Consigna
Una muestra como una respiración. Tabula Rasa, exposición inaugural de Kepler 101, no se impone: se insinúa. Cada obra es una entrada hacia lo orgánico, no como representación de la naturaleza, sino como manifestación de lo que habita dentro. Un pulso que se expande hacia afuera y al mismo tiempo se repliega hacia adentro.
En este espacio curado por Regina Alencaster, las piezas no buscan sobresalir, se funden entre sí en un mismo murmullo. Hay algo etéreo que lo atraviesa todo: superficies suaves, formas que se desdibujan como si un blur las filtrara, imágenes que se sostienen en la pausa, en el borde de lo real.
Las obras dialogan como si compartieran una intimidad silenciosa. Algunas se sienten como órganos flotantes, otras como pensamientos suspendidos que apenas toman forma. El mobiliario de Pol Agustí está hecho desde la delicadeza más radical: no para ser útil, sino para rendir homenaje. Las esculturas de Otto detienen la máquina en seco y nos devuelven al momento justo antes del ruido. La flor encapsulada de Pablo Arellano no es ornamento, es memoria detenida. Y las visualidades de ERM y Franklin Collao parecen traducir un lenguaje que aún no sabemos hablar, pero que reconocemos en el cuerpo.
No es una exposición sobre el futuro ni sobre el pasado, sino sobre ese instante blando donde todo convive: almas desnudas, experiencias lejanas que de algún modo comparten el mismo código. Tabula Rasa no es inicio ni cierre: es ese ‘entre’. Un lugar donde las cosas aún no se definen, pero ya se sienten.
Y en esa sensación de suspensión, de suavidad compartida, el espacio mismo parece latir con las obras. Como si Kepler 101 no fuera solo un contenedor, sino un cuerpo más dentro del ecosistema que aquí se traza: uno que aún no sabe qué será, pero ya empieza a soñar con lo que podría.
Visita esta muestra de lunes a viernes de 10 a.m. a 6 p.m. Y sábados y domingos de 11 a.m a 5 p.m. en Kepler 102, Colonia Anzures.
texto: Zunshu
fotografías: cortesía de Kepler 101
‘Huellas del Distrito’ | Leica Gallery Mexico
Documentar fotográficamente el rock mexicano y latinoamericano como pocas veces se ha hecho. ‘Huellas del Distrito’, del fotógrafo mexicano Gonzalo Morales y que se exhibe en Leica Gallery Mexico City, muestra una época clave de la escena musical entre los años noventa y los dosmiles. Rock en su más pura expresión y con los representantes que marcaron un antes y un después: fueron los inicios de Caifanes, Maldita Vecindad, Soda Estéreo, Zoé, Ely Guerra, Molotov y un larguísimo etcétera. Son instantes íntimos, “fotografías que casi pueden escucharse”, escribe Rulo David, en un texto que abre la exposición. Ahí se siente, se oye y se respira el caos, la emoción y las vibraciones de cada tocada, las pausas detrás de un escenario, las aventuras al grabar un videoclip, los primeros ensayos de sus discos debut.
Gonzalo se refiere a ese momento como uno que actualmente es prácticamente imposible de repetir. La cercanía del fotógrafo con los artistas, permitía tener una intimidad especial e irrepetible. Las imágenes que presenta Morales son parte de su archivo personal y no habían sido expuestas hasta hoy. Todas tomadas en formato análogo, lo cual también le da una textura y sensibilidad a cada imagen. Esos son los instantes que vemos en ‘Huellas del Distrito’, y que son el reflejo de un momento de hervor cultural, creativo y social: instantes cruciales —y muy emocionantes— del rock latinoamericano.
Huellas del Distrito estará exhibida hasta el 30 de abril.
Leica Gallery Mexico City: Masaryk 422B, Polanco, CDMX.
texto: Danaé Salazar
fotografías: Gonzalo Morales
‘La Segunda Venida del Señor’ | Museo de la Ciudad de México
Cirios encendidos, luces rojas y un aire de misticismo transgredido: Fabián Cháirez presenta La segunda venida del señor en el Museo de la Ciudad de México, una exposición que se alza como respuesta a la censura, una afirmación de resistencia que retoma la energía de su antecesora, La venida del señor, clausurada en su momento por la presión de grupos religiosos.
Nueve piezas creadas entre 2018 y 2023 desafían la moralidad impuesta, fundiendo el éxtasis religioso con el erótico. La divinidad y la carne, lo sagrado y lo profano, coexisten en un diálogo visual que desnuda los mecanismos de poder y deseo dentro de las distintas instituciones. En Cordero de dios, Cháirez evidencia la continuidad de la estructura patriarcal a través del lenguaje del placer y la sumisión. En Cardenal con monaguillo, el reto es otro: provocar sin desnudarse, insinuar sin mostrar, reafirmando que la censura, cuando se impone a voluntad, se convierte en un nuevo terreno de exploración.
La segunda venida del señor es un ejercicio de estrategia y resistencia. Cháirez desafía, integra y reinterpreta a manera de observador, sin perder de vista que la transgresión es su mayor fuerza. Su obra sigue cuestionando los límites de lo permitido, resignificando figuras religiosas, con la misma potencia con la que un día transformó a Zapata en un ícono queer.
Treinta días de exposición. Treinta días para ver, juzgar, replantear y recordar que la libertad de expresión no se pide: se ejerce.
Podrás visitar la exposición hasta el 30 de abril, de martes a domingo, de 10 a.m. a 6 p.m. en José María Pino Suárez 30, Centro Histórico, Cuauhtémoc, CDMX.
texto y fotografía: Zunshu
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