"Suena trillado, pero me siento suficiente más allá del ego."
fotografía Gilberto Rex
estilismo Alberto Rebelo
grooming y pelo Isra Quiroz
video Zunshu
asistentes de estilismo Santiago Araico e Ilian Ortiz
toda la ropa Calvin Klein
De Microchips a Moderatto, pasando por Molotov, Fobia, Titán, Los Odio!, Mexrrisey y The Guapos, la trayectoria de Jay de la Cueva se rige por una sola máxima: nunca ser el mismo, pero siempre ser él. En plena promoción de su etapa como solista, aprovechamos para repasar su vida y carrera, en una charla llena de reflexiones, emociones y mucha música.
Empecemos con una obviedad: en la historia musical de nuestro país, existen figuras cuya obra es sinónimo de un género. Por ejemplo, el espíritu vernáculo sería incomprensible sin Juan Gabriel, mientras que la balada romántica no tendría sentido sin José José. Ambos artistas lograron, a través de su talento y sensibilidad, transformarse en ethos de un estilo, la encarnación viva de aquello que solían cantar.
Dicho esto, vayamos con una curiosidad: si el mariachi y las románticas encuentran en el Divo y el Príncipe a sus máximos íconos, ¿quién sería su equivalente en el rock mexicano? Apenas terminada la pregunta, aparecen los sospechosos comunes, es decir, aquellos dos o tres nombres asociados a bandas como Caifanes, Café Tacvba, El Tri, etcétera.
Con el fin de alejarnos de cualquier obviedad, sigamos con un atrevimiento: para nuestra terna imaginaria, proponemos la inclusión de un personaje cuya obra resulta tan fundacional como fácilmente prejuzgable, tan innovadora como espléndida con las masas, pero, sobre todo, tan constante que a veces olvidamos que está allí: hablamos, por supuesto, de Jay de la Cueva.
Antes de fruncir el ceño, agitar el brazo y gritar a la nube, observemos las pruebas: habilidoso baterista desde los seis años, Jay fundó y lideró, con apenas ocho, uno de los grandes símbolos de los años 80, Microchips, banda infantil que, a pesar del estigma Televisa, se convirtió en punto cardinal para toda una generación. Después tenemos su papel como miembro fundador de Molotov y Fobia, proyectos que, desde lugares diametralmente opuestos, sacudieron los códigos del rock nacional. La historia continúa con Titán, rara avis de la electrónica mexicana, cuya inventiva fue capaz de conquistar lugares como Asia y Europa, donde su disco debut es un santo grial para los excavadores de cajas.
tank top Calvin Klein collar, propiedad de Jay de la Cueva
Tras consolidarse como músico de culto, llegó la aceptación del gran público con Moderatto, quinteto vilipendiado por la banda rockera, pero que logró convertirse en un fenómeno capaz de llevar el género a nuevos parajes dentro de la industria musical.
Argumentado el punto, no nos queda más que terminar con una invitación: en las siguientes páginas, encontrarás una charla con Jay de la Cueva, quien, so pretexto de su nueva etapa solista, nos permitió asomarnos a su vida y obra. Esperamos que disfrutes de esta conversación, pero sobre todo que, tras leerla, salgas convencido de que nuestro supuesto atrevimiento no lo es tanto, pues Jay, con trabajo, talento, pasión y comunidad, merece un capítulo único en el gran libro de la música mexicana.
ISRAEL POMPA-ALCALÁ (IIPA): Recientemente se estrenó la crónica “Traidor”, una especie de documental donde se cuentan partes de tu vida a través de testimonios de colegas, amigos y familia. ¿Qué me puedes decir al respecto?
JAY DE LA CUEVA (JDLC): Ha sido un proceso interesante. Hoy me encuentro en plena transición musical, pues decidí cerrar mi ciclo con prácticamente todas las bandas que había tocado. Para serte muy honesto, aún estoy descubriendo cómo me siento: por momentos estoy incómodo, en otros muy emocionado e ilusionado.
En específico, Traidor fue una obra muy confrontativa, porque es la visión de un director (Andy Caballero) acerca de mi vida, es decir, está contada por alguien más, lo cual generó en mí una suerte de limitante inicial para disfrutarla. El día de la presentación estaba muy nervioso, cosa que no me suele pasar con los proyectos que hago, porque en ellos he tenido el control [risas]. Pero ante una visión ajena, parte del encanto es soltar y dejar que otros cuenten parte de ti, por eso me pareció lindo que se presentara como una crónica y no un documental, pues ese ya me tocará contarlo a mí algún día [risas].
Durante el estreno me sentí raro, pero también fue como un acto de psicomagia: en una parte del filme, Andy me lleva a una sala de proyección donde aparece el testimonio de mi papá y capturó toda mi reacción sin decirme nada. De pronto, estamos viendo eso en la sala de cine, y hay un montón de gente reaccionando a mi reacción: a eso me refiero con psicomagia.
Fue muy liberador, pues me quitó una suerte de pudor que siempre había mantenido: en todo el tiempo que llevo haciendo música, nunca se ha hablado de mi vida personal, sólo de mi trabajo. Para lo expuesto que he estado desde pequeño, creo que ha sido un logro de mi equipo y mis seres queridos mantener mi privacidad, incluso en momentos donde he tenido mucha atención por parte de la prensa de espectáculos: por fortuna, siempre termino hablando de mi música.
De pronto, exponerme a que en Traidor salga gente diciendo cosas no muy lindas [risas] o abrir el tema del alcoholismo de mi padre, tuvo un impacto en mí, en mis relaciones y en todo lo que me rodea, pues siempre he sido muy reservado con mis cosas, muy discreto al momento de incluir a otros en mi vida.
Ha sido un ejercicio lindo, aunque evidentemente me siento vulnerable, pues esto coincide con haber dejado a una banda en la que estuve 24 años. Me siento expuesto, pero también positivo: estoy en un periodo de mayor ligereza, de soltar cosas y simplemente fluir.
total look Calvin Klein reloj, collar y botas, propiedad de Jay de la Cueva
IPA: Eres un artista que, a pesar de llevar mucho tiempo en el imaginario colectivo, nunca se había expuesto de esta manera, y me parece curioso que coincida con tu primer álbum solista. ¿Crees que sea casualidad o hay algo más profundo ahí?
JDLC: Creo que no es casualidad, sino causalidad y acción. Todo esto se lo debo a un momento reciente en mi vida, cuando decidí cambiar el miedo por la curiosidad. Estaba acostumbrado a una dinámica que consistía en tocar con la misma banda, ir de concierto en concierto, componer de cierta forma. De pronto surgió en mí la necesidad de iniciar una búsqueda propia, un camino distinto, y eso me sacudió mucho, pues vino el temor natural de no saber si era una decisión correcta. Un día simplemente transformé la angustia en emoción y di un salto al vacío. Analizándolo desde este momento, me doy cuenta de que estoy viviendo una especie de experimento, donde dejo que salga la parte más curiosa de mí, misma que me lleva al movimiento: hoy soy más flexible y acepto cosas que en otro momento no hubiera podido.
Por ejemplo, para una crónica/documental como Traidor, yo hubiera controlado todo: la dirección, las personas que participan, la imagen, etcétera. Y no es que no me haya involucrado, pero lo hice desde una posición en la que me dejé llevar por los demás: hice todo lo que me pidió Andy, le pasé los contactos de colegas y amigos, dejé que se dieran opiniones libres sobre mí, lo cual generó ideas muy bonitas, pero otras no tanto [risas] y, para ser sincero, algunas dolieron. No puedo ser falso y decir que todo se me resbala, sobre todo cuando son colegas o amigos quienes hablan de ti: es una sensación muy fuerte.
A pesar de que lo tomé con la mayor ligereza posible, me preocupaba todo lo que estos testimonios pudieran despertar en mí. Por ejemplo, hay una parte donde Tito de Molotov cuenta que hacía falta un verso para la canción “Gimme Tha Power”. Él y Micky me llamaron para pedirme una idea, a lo que yo contesté con el riff inicial de la canción. Entonces Tito dice: “bueno, Jay sólo hizo un marimbeo”, como minimizando mi participación en la canción, porque para él, la composición no reside en eso, sino en el verso y lo que se canta.
La crónica fue tan efectiva, que incluso hoy me tiene pensando en situaciones como el ejercicio de la composición, donde hay autores que dicen que la melodía es la canción, mientras que otros señalan que toda aportación, por mínima que sea, también forma parte de la autoría. Es un tema complejo, pero para mí la música es una cosa colaborativa, donde todos vamos a partes iguales. Con esto no quiero decir que no respete a los cantautores en solitario: tengo muchos amigos que, además de grandes compositores individuales, son compañeros de viaje e inspiración. Sin embargo, hoy en día, que se juntan entre siete y ocho personas para hacer canciones [risas], se reconoce hasta al que programó el beat, es algo muy loco.
Hablando del mismo Molotov, cuando hicieron el segundo disco, donde ya no participé, me di cuenta de que optaron por componer de manera individual, contrario a lo que hicimos en ¿Dónde jugarán las niñas?, un trabajo 100% colectivo. Para mí, al momento de cambiar esa forma de trabajo, perdieron algo de esa chispa inicial.
Son cosas muy duras o controversiales, pero importantes, porque a partir de esta crónica habrá gente que podrá revalorar las aportaciones de muchos músicos, o de plano decir que no, que la composición es una sola cosa y ya. Por mi parte decido quedarme con la primera idea, es decir, respetar un principio básico de la música: siempre se hace para compartirla.
“Traidor es un ejercicio documental lindo, aunque evidentemente me siento vulnerable, pues esto coincide con haber dejado a una banda en la que estuve 24 años. Me siento expuesto, pero también positivo: estoy en un periodo de mayor ligereza.”
total look Calvin Klein reloj y collar, propiedad de Jay de la Cueva
IPA: ¿Hubo alguna otra opinión registrada en “Traidor” que te sacudiera a nivel personal?
JDLC: ¡Pero claro! [risas]. La que más recuerdo es la de un colega, quien señala que todo lo que hicimos con Moderatto era prestado, es decir, que no tenía nada original y que no aportamos nada como banda. Es muy fuerte ver a un compañero de trabajo decir esas cosas de tu trabajo, pero a la vez me puse a pensar que con Moderatto escribimos canciones que estuvieron en el Top 10 de distintas radios y charts… sólo pienso “wow”, porque si bien empezamos haciendo covers, la mayor parte de nuestra carrera tuvimos éxitos propios. Como se dice por ahí, es el ejemplo de que ningún chile les embona —si tocábamos covers, porque tocábamos covers; si tocábamos originales, porque tocábamos originales—: siempre habrá alguien que hable de ti, pero lo importante es mantenerse fiel a tu visión.
Por eso me gusta que se llame Traidor: la gente podrá pensar muchas cosas de mí, pero jamás me he traicionado, y me siento muy orgulloso de ello. Claro, como todo ser humano me cuestiono aquellas veces que pude ser mejor persona, mejor músico, hijo, pareja, etcétera, pero siempre honrando mis decisiones. Hoy me alivia mucho no ser una caricatura de mí, sobre todo en mi primera etapa como solista. Fue muy lindo darme cuenta de que me encuentro inmerso en una catarsis constante. Suena trillado, pero me siento suficiente más allá del ego: veo todo lo que he hecho y, aunque algunos capítulos pudieron ser mejores, estoy feliz de todo lo que he logrado.
IPA: Creo que la palabra clave de todo este proceso es vulnerabilidad: al dejar que salgan a la luz cosas de tu vida privada, lo que se piensa de ti y tu música, te sometes a un espacio de fragilidad, pero también de reafirmación. ¿Qué sientes de ser el Jay que eres hoy?
JDLC: Actualmente tengo varias cosas claras sobre mí. Por principio, hoy no deseo otra cosa que ser el más tonto de la tribu: rodearme de gente inspiradora, a la cual pueda aprenderle mucho. Por ejemplo, me sucedió con Cory Wong, un grandísimo guitarrista que tocó en mi nuevo disco. Él reunió a un trío para empezar a conocernos musicalmente, lo cual me llevó a ponerme frente al piano, es decir, darle una vuelta a mi proceso creativo habitual. Además, todas esas sesiones las grabamos en cinta, es decir, a una sola toma, así que fue una experiencia alucinante.
Este tipo de vivencias me llevaron a buscar un sonido distinto, pero no de manera forzada, sino dejando que simplemente sucediera. Debo confesarte que en algún momento del viaje me sentí muy inseguro, porque pensé que quizá ya no tenía más que decir, pero todo cambió a partir de que escribí la canción “Más adelante”, que se convirtió en la primera de esta nueva etapa. La letra surgió a partir del consejo de un amigo, quien me sugirió escribir una carta para mi alter ego, de ahí que en los versos le dé las gracias por todo, pero también me despida de esa voz, con tal de imaginar nuevos lugares y otras formas de mi ser. En ese momento se forma el concepto general del álbum —empecé a convertirlo en mi lista de deseos particular—, viajé a París para grabarlo, convoqué a músicos franceses para ejecutarlo a pesar de que no hablo nada de francés [risas], busqué un nuevo sonido de guitarra, ritmos más sensuales, etcétera.
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Si bien todo este trabajo resultó increíble, llegó otra epifanía: me di cuenta de que, de manera inconsciente, no estaba terminando el disco [risas], sino que lo estaba postergando con más ideas y perfeccionismo. En ese momento llega mi manager y me propone nuevos proyectos con Fobia y Moderatto, con los cuales sentía una responsabilidad enorme, no sólo por acompañar a mis amigos, sino también por todo el trabajo que se genera a partir de una gira o conciertos especiales.
Por fortuna, a lo largo de esta etapa tuve muchas señales. Una noche, mientras cenaba con un amigo, me dijo: “te vas a seguir atiborrando de cosas, no vas a saber decir que no y sólo vas a perder tiempo de contar una nueva historia: tu historia”. Eso me caló fuerte. Al poco tiempo tuve una cena con Bunbury, a quien le platiqué lo que planeaba hacer, y me dijo: “eres muy valiente al plantearlo, porque no sé si lo sepas, pero con esta decisión, mucha gente se te irá encima, aunque lo importante es que tú estarás bien”. Entonces no quedaba más que avanzar y platicar con mis compañeros sobre el cierre de varios proyectos. De todas formas, no sé cómo me las arreglé para hacer otra banda [The Guapos] en el proceso [risas], porque no todo es perfecto.
Total, ha sido un espacio lleno de vértigo, pero estoy feliz de tomar nuevas decisiones, por ejemplo, dejar de tocar en grandes festivales junto a músicos increíbles de todas partes del mundo, para regresar a espacios más pequeños y con músicos locales. Hoy soy eso: un proceso constante de cambio, un montón de cosas distintas, pero siempre yo.
IPA: En este proceso, parece que estás en la construcción de un nuevo público, sobre todo por esas nuevas formas de hacer música que tanto te emocionan. ¿Crees que, de cierta forma, estás comenzando de nuevo?
JDLC: Creo que no de manera tan drástica, pero hay algo de ello, y es bonito. No es que tenga que convencer a la gente o tal, pero sí tengo que construir un espacio en conjunto con el público que me ha seguido a lo largo de los años, y nuevos escuchas. Mi música no es parte del mainstream, ya que no estoy intentando explorar los géneros de moda, así que me da gusto encontrar a otras personas conectando con lo que hago, porque disfrutan de manera genuina mi trabajo.
IPA: Perdona la interrupción, pero acabas de decir algo muy interesante: cuando me contaste el proceso de tu primer disco, hablabas de ser “el más tonto de la tribu”, y eso te está llevando a buscar una nueva tribu. Al final tienes ese espíritu contigo…
JDLC: No lo había pensado así, pero tienes razón, siempre busco ser parte de una tribu. Por eso me tardé tanto con el disco solista. Te confieso que desde que estaba en Microchips me propusieron hacer un álbum en solitario, pero tomé la decisión de no hacerlo y mejor irme a tocar con las Víctimas del Doctor Cerebro, para luego pasar a Molotov y Fobia.
Si pudiera ver la película de mi vida, me daría cuenta de que, en efecto, nunca me he traicionado: aunque de pequeño todos me presionaron para hacer un disco solista, decidí que no y emprendí un camino distinto.
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Ahora bien, soy consciente de que en la vida debes hacer concesiones, pero depende cuáles. Cuando haces un álbum, debes ceder a nivel marketing, pero nunca en términos de lo creativo, porque eso sería traicionarse. Ese camino me ha llevado a obtener mejores recompensas: por ejemplo, la charla que estamos teniendo ahora con 192 es muy gratificante, porque a lo largo de mi vida tuve que hacer entrevistas rarísimas en programas de cocina o similares [risas]. Recuerdo que, en una ocasión, cuando salimos de gira con Titán, nos tocó ir a una estación de radio donde nos preguntaron por nuestro baterista y vocalista, cuando lo que nosotros hacíamos era electrónica instrumental, y eso los sacaba mucho de onda [risas]. Pero bueno, esas son algunas concesiones permitidas, pues con ellas tu música suena en más lugares.
Justo viendo Traidor, me di cuenta de que he cedido muchas más veces de las que recordaba, pero siempre como parte de una tribu: sólo en comunidad las entrevistas raras se vuelven anécdotas divertidas y los aprendizajes se hacen más ricos. Me siento infinitamente agradecido por mis decisiones, porque siempre estuvieron (y siguen estando) acompañadas por quienes me cuidan y quieren. Al final, todas las personas que han estado conmigo también forman parte de lo que hoy soy.
IPA: Al final prevalece el espíritu de comunión, de compartir…
JDLC: Sí. Me siento muy feliz de hacer lo que más me gusta y de que la pasión o el instinto que me hace tocar siga tan vivo como hace años. A lo largo de este camino, si bien ganas mucho al profesionalizarte, también pierdes cierta capacidad de asombro o emoción. De pronto me pasó que empecé a ver a otros músicos que llevan toda la vida en un mismo papel y pensé: “ufff, no sé si quiero verme así, porque ese trajecito ya no me va o simplemente ya no me gusta”. Si reviso mi pasado, siempre he tenido la fortuna de identificar cuando un personaje o traje se me hacen pesados. Y es difícil dejarlos porque la gente los disfruta y celebra: hay algo en la fama que llena de carga el equipaje. Afortunadamente, nunca he perdido ese fuego, esa necesidad de reinventarme cada cierto tiempo. Dado que este disco se cocinó a fuego lento, tuve que hacer un ejercicio distinto: el de dejarlo ir para que no se volviera pesado. De pronto me sorprendí tratando de hacerle muchos cambios y perfeccionarlo, pero lo único que iba a conseguir era no sacarlo [risas]. Alguna vez me contaron que Cerati dijo: “A los discos hay que abandonarlos”, lo cual me parece bellísimo, porque justo tienes que irte de ahí para decir: “ya está, listo, es momento de liberarlo”.
Al soltar la carga, pude hacerles espacio a otras cosas, como producir un disco para mi papá en un proceso hermoso de seguir compartiendo tanto con él como con su público. Veo el presente y me doy cuenta de que todo lo que tenía guardado ya está publicado, que parte de mi vida está afuera gracias a Traidor, y bueno… siento que limpié muchas partes de mí para llenarlas con nuevas cosas. El futuro es emocionante: lo mejor está por venir.
“Hoy me alivia no ser una caricatura de mí, sobre todo en mi primera etapa como solista. Me encuentro inmerso en una catarsis constante. Suena trillado, pero me siento suficiente más allá del ego.”
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IPA: Hablando de tu papá, al inicio de la entrevista platicaste que en “Traidor” se toca el tema del alcoholismo y lo complicado que fue para tu familia lidiar con ello. Por otro lado, hace poco le produces un EP que, como tú mismo has declarado, es un sueño hecho realidad. ¿Cómo haces para procesar emociones tan contrastantes alrededor de la misma figura?
JDLC: Ésa es la riqueza más grande: el amor es tan poderoso que, con mis herramientas y las suyas, hemos construido una relación llena de cariño. A pesar de las diferencias, formamos parte activa de nuestras vidas. Pienso en lo bonito que fue terminar de ver Traidor y que la primera reacción de mi papá fuera brincar y darme un abrazo, que mi mamá estuviera ahí… eso es oro puro. Hoy mi relación con él es mucho mejor: en muchas cosas no comulgamos y el pasado nos marca, pero cuando uno decide ser adulto, se da cuenta de que hay trazos en tu historia que te marcan y te mueven. Por ejemplo, el asunto del alcoholismo trajo consigo cosas como miedos e inseguridades, pero al mismo tiempo me formó de cierta manera. Que mi papá haya podido abordarlo en la crónica, también sirve para que se dé cuenta de las cosas que no le hicieron bien, así como el gran regalo que significa estar sobrio y disfrutar juntos del documental, o como disfrutamos de hacer el disco.
Recuerdo que a veces estábamos en el estudio y nos poníamos incómodos, porque cada uno tiene su carácter y personalidad. Pero un día entendí dos cosas. La primera: que jamás podré cambiarlo. Por más que lo haya intentado, él es quién es y no me queda más que honrarlo con todo el cariño que pueda.
La segunda es algo que jamás he dicho, creo que ni siquiera a él, pero debo reconocer: mi papá siempre me ha amado y aceptado como soy. Por mucho tiempo yo no pude quererlo por lo que es, pero gracias a las herramientas que hoy tengo, puedo ver que, aunque hay cosas que no me gustan de él, las acepto. Por ejemplo, vi una entrevista donde mi papá recriminaba a los vocalistas que se salieron de sus bandas, y me entró un pánico horrendo de que pudiera pensar eso de mí, pues es justo lo que acabo de hacer con Moderatto y demás [risas], pero al final aprendí que cada uno es como es y sólo queda encontrarnos en lo más valioso que tenemos: el amor.
IPA: Durante nuestra plática, hemos hablado de tu interés por contar tu propia historia. Incluso en alguna entrevista te escuché decir que cada proyecto en el que has colaborado podría tener su propio documental. Más allá de las historias que cada banda pueda contar, me gustaría ir cerrando nuestra conversación con un ejercicio de imaginación: si las bandas que has tenido formaran parte de un género cinematográfico, ¿cuáles serían?
JDLC: Uffff [risas], está buena esa. Microchips sería infantil, obvio. Molotov y Moderatto, creo que serían de acción. Tengo clarísimo que Fobia sería un drama [risas]. Titán sería una película experimental. Del resto no sé, que la gente me cuente. Quizá The Guapos sería de Wes Anderson por los trajes que nos ponemos —tenemos mucho estilacho [risas].
IPA: Quisiera concluir con otro ejercicio: si pudieras decirle algo desde este momento del tiempo al Jay de seis años que apenas empieza a tocar la batería y soñar con hacer música, ¿qué le dirías?
JDLC: [Luego de un suspiro, una pausa y una sonrisa] Simplemente que confíe: todo va a salir bien.
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Israel Pompa-Alcalá es doctor en cosas y experto en temas, se define a sí mismo como sociólogo pop, filósofo del post-punk, enemigo (y amante por contradicción) del capital, escritor profundo de lo superfluo y guerrero nostálgico de la radio. Conocido por ser un incendio de metro y medio, ha participado en diversas frecuencias radiales como chalán-locutor-gerente-editor, al tiempo que saca a pasear la pluma en distintas publicaciones, todo con la misión de hacer que la cultura se transforme en puente de lo humano.
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