El viajero de épocas
fotografía José Carlos Martínez
maquillaje y pelo Octavio León
invitado José Antonio Toledano
asistente de iluminación Saúl Carbajal
asistente de estilismo Sophia Garduño
toda la ropa Dior Men Invierno 2024
Suena “Bliss” (Muse) de fondo, cuatro minutos y 11 segundos, en un bucle de arpegios y teclados que resuenan con el imaginario y lo significativo de esta conversación. Una canción que le habla a la felicidad y a la paz de un prójimo —aunque lo hace con una carga de osadía— a sabiendas de que la juventud es el momento de la vida en la que la expectativa no genera picazón.
¡Palabrerías y retórica! Para pronto, pues esta canción nunca estuvo sonando, pero figuró más tarde al filo de nuestra charla, donde caigo en cuenta de que, en efecto, siempre estuvo presente.
La historia de José Antonio Toledano suena más o menos así, coincidente con la historia de Gera (Esto no es Berlín, 2019) y la de Guille (Tengo que morir todas las noches, 2024), dos papeles catapulta que nos trajeron hasta aquí —independientemente a sus contextos y a sus puntos de partida—. Esta triada de melena negra y skinny jeans (entiéndase que José, Gera y Guille tan sólo se parecen, pero no son el mismo) se entremezcla con la nobleza y la empatía, la curiosidad y la juventud, pero, sobre muchas cosas, con la música, que, para este momento, y sea redundante decirlo, es el tema central de nuestra edición Karaoke #59.
José Antonio Toledano es un actor mexicano que hace doblaje desde muy pequeño. Entre varios proyectos en los que prestó su voz, uno de los principales y más carismáticos fue Finn, en Hora de aventura; sin embargo, su salto al cine es el que lo llevó a tener mayor reconocimiento. Con Esto no es Berlín obtuvo varias nominaciones en festivales internacionales como Sundance y Tribeca, con 50 o dos ballenas se encuentran en la playa (2020), fue reconocido como Mejor Actor durante el Festival de Cine de Morelia, pero Tengo que morir todas las noches le trajo un nuevo y renovado lugar en el top of mind de la gente que conocía o no su trabajo y que, tras abismales cambios en la inmediatez de la viralidad postpandemia, con plataformas como TikTok, José Antonio vive la experiencia de la nueva multiculturalidad y la intergeneracionalidad de públicos.
ALBERTO REBELO (AR): De pronto parece que Gera y Guille comparten anécdotas que corren en un mismo universo, y tengo la corazonada de que también tienen mucho que ver contigo. ¿Hay algo que encontraste en ellos que resuene con lo que eres tú, dentro y fuera de tu quehacer como actor?
JOSÉ ANTONIO TOLEDANO (JAT): ¡Qué loco! Te acabas de aventar una gran intro, tengo muchas cosas que decir… Es un gusto que esta edición esté dedicada a la música, me encanta. Soy súper melómano, la música es algo que me mueve y que realmente disfruto. Es gran parte de la inspiración que uso para estar presente, para mi trabajo y para estar siempre en la búsqueda de quién es uno y de estar en contacto con las emociones y todo lo que necesitas para un personaje. Me hace muy feliz que me hayan invitado.
Sobre estos dos personajes, creo que sí, la empatía podría ser uno de esos lugares que son parte fundamental de ambos, y que se conecta mucho conmigo.
Hay una cosa alrededor de la inocencia de ellos que también me recuerda a mí creciendo, a esa hambre por el descubrimiento. Empecé a trabajar en el mundo del teatro desde chiquitito; entonces encontré en cosas como el folclor, la vivencia misma del teatro, el disfrute, la fiesta, y en esa familia de teatro —que es como una familia que te adopta—, un momento similar donde descubres ese nuevo mundo que quieres alcanzar. Conecto mucho con eso porque, aunque no lo viví precisamente de esa manera, logro ver desde este lado toda esa parte a la que ellos quieren pertenecer.
Gera y Guille son personajes para los que sus amigos representan una importancia muy grande y profunda. Esa parte también la rescato mucho de mí, en ese mismo sentido de las “familias elegidas”, al ver que de repente llegas a un lugar donde sientes que ésa va a ser la gente a la que perteneces y que también pueden pertenecer a tu vida. Eso siempre me pasó con mis amigos y con la gente que conocí desde chico, que realmente también formaban parte del círculo de mis papás: la gente de teatro, la gente del doblaje, los compañeros actores y directores, a ellos siempre los vi como mi familia y como modelos a seguir. Creo que ambos personajes tienen esa misma oportunidad, quieren ser parte de ese mundo que los rodea.
AR: La música es algo que va muy relacionado a la amistad; es la que siempre está ahí, como acompañamiento. La música y las historias que tienen que ver con los clubes nocturnos, que lo vemos tanto en la película como en la serie, me hace pensar en un multiverso en el que Gera, Guille y tú son amigos, y que se encuentran en algún bar, que comparten gustos musicales. Pero como ellos dos, tú también tienes una historia muy particular, ¿De qué hablaría tu serie? ¿De qué trataría la película hasta este momento de tu vida? ¿Qué te gustaría que la gente supiera de ti?
JAT: ¡Wow, qué loca pregunta! Creo que de fondo hablaría de la apertura al cambio, del estar dispuesto, de esa disposición al autoconocimiento constante. Creo que eso sí es parte fundamental de mi estructura y de ahí viene la necesidad que tengo de actuar, de seguir esta exploración a través de otros. Ésa sería la parte fundamental del personaje.
Sobre la forma en la que me gustaría contarla —pensando en que no fuera tan ficcionada o fantasiosa, más bien en una biografía lo más cercana a la realidad—, me encantaría que fuera sobre un personaje que está haciendo un montón de cosas como yo, que empecé haciendo teatro, luego doblaje, ahora estoy haciendo tele y cine, pero como siempre tiene mucha inquietud, descubrió la fotografía.
AR: Cuéntame un poco de eso…
JAT: Estudié Fotografía porque me gustaba mucho, le puse empeño y en algún momento me empecé a alejar de la actuación, pensé que ese iba a ser mi camino, siempre quise estudiarlo y estaba muy clavado, pero de pronto la vida me sacó de ahí y me llevó a no quitar el dedo del renglón y no perder de vista que hay algo muy valioso que tengo en la actuación.
Me salí de la escuela de foto para hacer Esto no es Berlín. De ahí han venido un montón de proyectos muy padres e interesantes. Eso no he querido perder de vista; tampoco la oportunidad de esa rachita que se ha ido generando.
Y bueno, no podría haber una película o una historia que no tuviera música, ésa es la parte fundamental de lo que consumo, de lo que me gusta, de lo que me mueve, la música es importantísima para mí. La verdad es que siento que me da un poco de miedo, y que soy más talentoso para la actuación que para la música, pero eso también es algo que me hubiera encantado hacer y seguramente (ojalá) en algún momento venga por ahí algo.
AR: ¿Quiénes son tus ídolos musicales?
JAT: No podría decir alguno en específico. Siempre me gustó la música viejita, ya sabes… oldies but goodies. Por mi papá escuché mucho jazz, blues y rock, y por mi mamá, escuché mucha trova y pop noventero; entonces, como siempre me gustaron los géneros viejitos, tenía cierta nostalgia y ganas de que hubiera una banda con la que pudiera vivir la experiencia de que fuera de mi generación e ir creciendo con ella. Entonces conocí a Muse, definitivamente ésa es mi banda favorita, los he visto un montón de veces y me encanta lo que hacen. Los conocí por un amigo, justo relacionando esto con lo que decías al principio, como que la música puede conectar con tu vida desde diferentes lugares, y ésta justo conectó con mi mejor amigo, que además nos conocemos porque los dos somos actores, comenzamos en doblaje muy chiquitos y hemos sido amigos toda la vida. Desde adolescentes encontramos esta banda que nos ha acompañado y que ha sido alimento de nuestra amistad.
Me gusta mucho The Doors. Tengo arriba de mi cama un cuadro enorme de Jim Morrison [risas]… Hay otra banda de austriacos —me encantaría que vinieran a México, pero no son nada famosos— tocan en lugares bien chiquitos, se llaman Mother’s Cake, tocan como un punk progresivo o progresivo funk, padrísimo, ellos también me vuelan la cabeza. Queen, Led Zeppelin, Black Sabbath, hay bandas que nunca creí que fuera a ver en la vida, como Black Sabbath, Ozzy Osbourne, The Who, Guns N’Roses con su regreso, todo eso me pone muy contento, me llena mucho, siento que hay tantas bandas que me gustan que ya no tuve la oportunidad de ver nunca, porque se murieron o se separaron antes de que yo naciera. Las bandas que siguen vigentes me hacen sentir la responsabilidad de no perdérmelas, de seguirles la huella.
En los conciertos siento algo parecido al teatro, esta cosa de encontrar el valor en la parte efímera de las presentaciones, en eso que sólo sucede una vez, y que hay una importancia histórica del momento. Y es que pudo ser un buen o mal espectáculo, increíble o mediocre, pero es único y ya está, no se repite. Por más que des la misma función o tengas miles de temporadas como artista, o que un músico nunca deje de dar conciertos a lo largo de su vida, hay algo muy valioso en cada presentación, porque nunca van a volver a tener la misma edad, nunca van a volver a hacer eso que fueron esa noche. Por eso voy un montón a conciertos.
AR: Con esto que dices pienso en la música como un segmentador de épocas y generaciones. El otro día que platicaba contigo y te pregunté tu edad, hablábamos de cómo ocupas un lugar que intersecciona generaciones. Tienes un poquito de “centennial”, pero naciste y creciste como “millenial”, y con tu trabajo estás llegando a generaciones arriba de la nuestra. A ti que puedes ir de una a la otra, alegóricamente con tus proyectos y papeles, ¿cuál es la generación que más te resuena?
JAT: No había pensado en esa relación que hay entre las generaciones a las que he podido llegar, a las que, como dices, les he ido hablando de alguna manera, y cómo me siento yo en mi vida, porque siempre me he sentido un poco perdido en el tiempo. Me hubiera encantado nacer a mediados de los 60 para tener esa preadolescencia a mitad de la década, o vivir los 70 a los veintes, me hubiera volado la cabeza. Como crecí y conviví en un contexto y en un medio de muchos adultos —y no era gente con la que trabajaba nada más, sino que convivimos mucho a la par del trabajo—, me pasó que realmente conecté con esa generación y me desconecté de la mía.
En la escuela nunca tuve esa conexión con mi generación, nunca creí que realmente perteneciera a eso. Sentía que pertenecía a otro contexto, y me gustaba el humor, las conversaciones, las dinámicas y todo de esas otras personas. Con mi generación hasta hace poco empecé a conectar. No lo digo como una queja ni como una desventaja. Me gusta mucho porque eso me da libertad, opciones y muchos mundos en los cuales puedo indagar y conocer. Para actuar ha funcionado muy bien, porque me da un poco de contexto de cosas que no me tocó vivir, como en Esto no es Berlín, o en Tengo que morir todas las noches.
AR: La película de tu vida debe tener un buen clímax, una banda sonora o un “track” que alimente el universo que relata. Es un cliché obligado: ¿cuál sería esa rola que acompaña la pieza?
JAT: Aunque no tengo nada que ver con la letra, me encanta lo que sucede con ella, a nivel sensación, creo que sería “Bliss”, de Muse. Con esa canción siento que algo estalló y que estoy en una fantasía, como si fueran estrellitas y estás ahí flotando en algo de mucho disfrute. Es una pregunta dificilísima, es como cuando te preguntan cuál es tu película favorita, está cabrón. Nunca seré capaz de contestar cuáles son mis tres canciones favoritas. Pero a lo mejor en sensación sí sería “Bliss”, que habla de esa curiosidad, de qué más hay en la vida. No sé, seguro al rato me van a venir otras cinco canciones más.
Alberto Rebelo es fotógrafo, estilista y comunicólogo mexicano, que se enfoca en crear contenido especializado en moda. Actualmente es coordinador editorial de Revista 192. Su trabajo ha sido publicado en diversas revistas y plataformas, y ha colaborado con diseñadores y marcas de moda.
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