El paraíso de los tercos

La Terquedad

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texto Danaé Salazar
fotografía Fabiola Zamora

Ser terco en el paraíso de los tercos es un sueño hecho realidad. Se imaginaron haciendo vino,  cosechando uvas y olivos, comiendo como los dioses. El ensueño ahora tiene nombre, se llama La Terquedad y es una vinícola nacida en tierra queretana.

 

En Huimilpan, Querétaro, la familia Loyola hizo crecer su uva a pesar de las adversidades. El olivo, ese sí no dio aceitunas, no las que esperaban, pero siguen intentándolo. La uva, aunque también ha llevado un largo camino —nadie dijo que la vinicultura fuera cosa fácil—, ha empezado a dar su vino. Tal vez la primer necedad fue esa, la de hacer vino en un estado que apenas figura en el enoturismo nacional. Sin embargo, la persistencia hoy se ve en sus tres hijos: un merlot bien equilibrado y versátil, el tempranillo que es potente y arriesgado, y un rosado que es la perfecta cereza de un pastel —alejado de lo dulce y bien fresco, como un soplo de brisa en el rostro en el momento más caliente del día—.

La Terquedad es un paisaje embotellado que existe para experimentar y probar —para muchos por primera vez—, el vino queretano. Visitarla es una pausa para los sentidos; pausa que significa desconexión de nuestro caos, restarteo visual y del paladar, descanso auditivo, el placer sensorial, pues, en su máxima. Y es que además de beber buen vino, la experiencia se complementa con la comida, bajo el mando del chef Omar Valderrama, quien tiene la interesante misión de hacer cuadrar la propuesta vinícola con la gastronómica, a través de ingredientes de campo y de técnicas culinarias que fusionan la vanguardia con lo tradicional.

Actualmente, al frente de La Terquedad están Luz María y María Andrea Loyola, las tercas de la familia que apuestan por poner su vinícola (la experiencia) y su vino, en nuestro radar. Todo se logra con persistencia, una cualidad que no es de todos, pero quien aprende a alimentarla, sabrá que es capaz de trascender límites y cumplir anhelos. 

 

“Hubo un día en que la pasión, el amor y la constancia, se convirtieron en vino”.

—La Terquedad


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