Lisa Immordino Vreeland: el origen de las cosas

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Texto Fernanda Sela
Fotografía Fabiola Zamora

Para hacer un documental de personajes como Cecil Beaton o Diana Vreeland, de entrada, hay que conocer su pasado. En la moda, la literatura y la fotografía existe una gran cantidad de material de archivo del que se puede echar mano, pero si encima se tiene en la cabeza una biblioteca propia a la que recurrir, para una historiadora de arte como Lisa Immordino Vreeland, el proceso es todavía más fácil. Aunque no se trata de elegir un momento y explicarlo, sino también de decir algo nuevo. Hay que escarbar y escarbar con tal de demostrar que todavía hay más que ver. Para esto Lisa tiene un método bien definido: consiste en echarse un clavado a lo más profundo del archivo, hasta llegar a la raíz. Es fácil ver las cosas terminadas, pero necesitamos saber dónde se originan.

 

Aunque el interés por la historia del arte lo ha tenido siempre — un área en la que se formó mucho antes de ir a la universidad, cuando obras como La última cena de Da Vinci formaban parte de su rutina familiar los fines de semana—, la intersección con el cine la encontraría años después. Su vida profesional nunca ha sido la común: ha dado saltos entre las Relaciones Públicas y la moda; en algún momento lanzó su propia marca, hasta que confirmó que el mundo corporativo no era para ella, y decidió girar. Su trayectoria como directora es todavía muy joven, pero Lisa no es inexperta. La capacidad para investigar, buscar de manera incesante, y su habilidad para dar con hallazgos, son cualidades innatas. El resultado es la compilación de material valioso, la mayoría nunca antes visto, y yuxtapuesto de manera única —lo que revela un profundo entendimiento de la historia del arte— para hablar de personajes como Diana Vreeland, Peggy Guggenheim o Cecil Beaton —hasta ahora los protagonistas de sus tres documentales—. Pero su papel de dirigir estos filmes tiene que ver más con rescatar figuras de la moda, el arte o la literatura para contar su historia, que con hacer un blockbuster.

Lisa Immordino

Fernanda Sela (FS): ¿Por qué decidiste hacer un libro y un documental sobre Diana Vreeland? La suya es una historia que se ha contado antes en autobiografías, biografías y hasta en una exposición. ¿Qué te llevó a traerla de vuelta?

 

Lisa Immordino Vreeland (LIV): Llegué a un punto de mi vida en el que necesitaba hacer algo distinto. Mi esposo, mi hija y yo estábamos viviendo en París y me surgió la idea de empezar el libro sobre Diana. Sí es una historia que ya ha sido contada, pero no se había hecho un libro en mucho tiempo, y aunque no me considero una excelente escritora, soy muy buena investigando y seleccionando imágenes; me fascina hacer investigación y logré reunir material muy valioso para el proyecto. Alguien me dijo: “deberías hacer una película, tendrías acceso a mucho”, y sabía que por mi apellido (está casada con el nieto de Diana Vreeland, Alexander Vreeland) las puertas se abrirían, pero yo tenía la necesidad de contar esta historia.

 

FS: Esto fue en 2008. ¿Cómo empezó?

 

LIV: No había hecho una película antes, pero pensé que se trataba de reunir el material y darle forma. Al principio no sabía qué iba a pasar, para mí estaba muy claro que era una historia que teníamos que contar, y empecé a filmar. Nos tardamos como ocho meses, fue muy importante trabajar con Bent-Jorgen Perlmutt y Frédéric Tcheng, coeditores y editores, me enseñaron todas las bases. Los dos son muy talentosos y nos divertimos mucho.

 

No soy una fashion junkie, pero tengo un pie en ese mundo, aunque honestamente la industria actual me parece poco interesante; entonces, personajes como ella destacan. Diana Vreeland es la realeza de la moda, nunca va haber otra Diana Vreeland. Con la película pudimos traerla de vuelta, y nadie más lo había hecho antes.

 

FS: Hasta ahora tus tres documentales son sobre personajes distintos, en los que profundizas mucho. ¿Qué es lo que te interesa más, descubrir a la persona o hablar sobre su trabajo y lo que hace?

 

LIV: Los dos son interesantes, tanto la persona como su trabajo desatan una historia, aunque para mí, muchas veces el énfasis termina en el personaje. Llevo un tiempo haciendo una serie de cortos de moda para M2M, y en los de Dries Van Noten o Manolo Blahnik, por ejemplo, todo es acerca de ellos, de dónde vienen sus referencias y lo que piensan.

FS: Tu primer documental (Diana Vreeland: the Eye Has to Travel) y el tercero (Love, Cecil: A Journey with Cecil Beaton) están acompañados de un libro. ¿Cómo se complementan estos dos formatos en ambos proyectos?

 

LIV: Creo que los libros son una manera de abordar el tema, pero también una oportunidad de celebrar el proceso de investigación en el que tanto me meto. En eso consisten; ahí puedo mostrar mi recorrido por el archivo, mis hallazgos y descubrimientos. Los libros reúnen mucho material que no ha sido mostrado antes y al mismo tiempo es una forma de plasmar mi propia versión de las cosas. Con el de Cecil Beaton, por ejemplo, no sentí que tenía que apegarme a todos los datos históricos; decidí no incluir a la reina, ni retratos de celebridades, tampoco quería incluir a Greta Garbo, pero mi editora me lo pidió. Me encanta poder revelar una faceta desconocida de este personaje a través de documentos como cartas o fotografías, hay cosas muy personales en este material, y en un libro los puedo exponer mejor que en un documental.

 

FS: Hay muchas maneras de contar una historia y existen diferentes medios y soportes para hacerlo. Con tu tercer documental, ¿qué es lo que has encontrado en el lenguaje cinematográfico para expresarte? ¿Qué cosas han logrado explorar con este formato?

 

LIV: Honestamente, creo que fue accidental que terminara en esto. Pero definitivamente es algo que me ha dado la oportunidad de explotar mi habilidad de hacer investigación, de trabajar en el archivo y meterme al fondo de las cosas. De las diferentes etapas en el proceso de hacer una película, lo que más me gusta es la parte de investigación. Soy una nerd, me encanta encerrarme en una biblioteca y sentarme en una esquina con un par de libros. Me fascina trabajar con material de archivo, seleccionar imágenes y combinarlas para construir una narrativa; eso se nota en mi trabajo. En cuanto a mi faceta de cineasta, estoy aprendiendo; tengo 54 años, pero soy bastante joven en el mundo del cine. Cada vez que terminamos un proyecto, pienso: “debimos haber hecho esto así, podíamos haber hecho esto otro”. Me falta mucho por aprender, sobre todo de técnica, pero tengo un punto de vista propio y una manera de contar una historia; hay muchas formas de hacerlo y ésta es la mía. Tengo la capacidad de encontrar algo que es bello y mostrarlo, ésa es mi aportación.

 

FS: Eres historiadora del arte y creciste en Milán. Desde siempre tuviste la oportunidad de estar cerca del arte, de visitar museos y viajar a ver exposiciones. ¿Hay algún momento en particular que te haya impactado tanto que te llevó a hacer lo que estás haciendo ahora?

 

LIV: Crecer en Italia definitivamente me marcó, desde el punto de vista estético tuvo un impacto muy fuerte. Íbamos a la iglesia y en Santa María de la Grazia había piezas como La última cena de Leonardo Da Vinci. Siempre he tenido una sensibilidad por el arte y la historia, y también he sido muy afortunada de tener amigos en este mundo que me han enseñado a ver las cosas manera distinta.

 

Estudié Historia del Arte en Skidmore College, en Estados Unidos, y sigo siendo una apasionada del tema, siempre ha sido muy importante para mí. Tiene que ver con cómo ves las cosas y poder apreciarlas. Y eso ha influenciado la forma en que ahora hago documentales, porque veo las cosas de diferente manera y tengo la capacidad para identificar ciertos aspectos y mostrarlos.

FS: ¿Te consideras más una persona que cuenta historias que una directora? ¿Cómo te ves?

 

LIV: Sí, pienso que mi papel es ayudar a contar estas historias que tal vez debieron haberse contado antes. Me considero una narradora. Es cierto que estoy en el mundo del cine, pero también estoy muy alejada de él; no estoy haciendo tratos o negociando una película, aunque disfruto mucho lo que hago y estoy muy comprometida.

 

FS: ¿Cómo es tu proceso de investigación? Creativamente hablando, ¿cuál es tu mejor momento?

 

LIV: Me emociono mucho desde el primer momento en que empiezo a pensar en el proyecto, la historia comienza a tomar forma de diferentes maneras. Por un lado, surge durante la etapa de investigación. Cuando hablas de alguien como Cecil Beaton, por ejemplo, hay muchísimo material. Para ese documental leí 38 libros, sólo los escritos por él, más los de otros autores, ¡en total fueron como 48!

 

Cuando sé de qué quiero hablar, la historia se va acomodando poco a poco. Lo que hago —y me funciona muy bien— es leer mucho; subrayo todo y tomo notas. Me lleva mucho tiempo, pero así es como puedo asimilarlo y recordarlo. Y una vez que tienes las palabras, vas sumando imágenes. Ahí todo empieza a cobrar vida. Lo visual se define en gran parte por el material que puedo reunir o al que puedo tener acceso, desde fotografías y documentos hasta entrevistas con otros personajes.

 

FS: Teniendo tanto material al alcance y tanto de dónde escarbar, ¿cómo sabes cuándo detenerte? ¿Qué tan instintivo es?

 

LIV: Es una pregunta interesante, creo que mis límites están bastante claros para saber cuándo parar; sabes cuando ya hiciste todo. Además, hacer una película es caro como para tomarse mucho tiempo. Con la historia de Beaton, sabía perfectamente dónde empezar y dónde terminar, todos lo teníamos claro, nos tardamos aproximadamente siete meses. Una vez que empezamos a construir el guion, hay muchas cosas en las que pensar, somos muy detallistas, pero tiene que ver con saber que vamos por el camino correcto y somos un muy buen equipo. Coincidimos mucho estéticamente, lo que hace que las decisiones sean más fáciles de tomar, porque no es solamente tu juicio, sino el de todos. Como dicen, nunca olvides que eres tan bueno como el equipo que te rodea.

 

Como ya dije, hago la investigación y me enfoco en encontrar los puntos clave. Hay mucho trabajo detrás, al final se trata de llegar al fondo de las cosas hasta encontrar la esencia de estos personajes.

 

Con Beaton sabía que quería mostrar la casa en la que vivió. El director de fotografía, Shane Sigler —trabajó mucho tiempo con Bruce Weber— y yo, fuimos a filmar a Ashcombe, un pueblo al sur de Inglaterra. Éramos solo él y yo, no había nadie más del equipo, y fue una experiencia increíble. La casa pertenece ahora a Guy Ritchie y nos dieron acceso a todo, se convirtió en una experiencia inolvidable: te empiezas a involucrar personalmente y eso es muy importante para mí. Me gusta trabajar de esa manera en la que todo funciona de manera intuitiva.

 

FS: Hay una cita de Beaton en la que dice que de todas las formas de escritura, un diario es la más personal, y después agrega que su interés en escribir un diario tenía que ver con preservar la memoria. Creo que la memoria y la biografía son dos conceptos muy importantes en todo tu trabajo. Hablemos del papel que juegan los archivos y su importancia para tu investigación. ¿Qué tan importante es que existan recursos como éstos, tomando en cuenta que a partir de ellos se origina gran parte de las historias? Por otra parte, ¿tienes alguna anécdota o hay algún hallazgo inesperado?

 

LIV: Para mí, el archivo dicta una historia, pero también puede modificarla o cambiarla, según los hallazgos recopilados en el trayecto. En primer lugar, recurro a los archivos en busca de autenticidad, uno de los aspectos más importantes en mi trabajo.

 

Con Beaton, por ejemplo, tuvimos acceso a cuatro archivos distintos en Londres, el de Sotheby’s, el del museo Victoria y Alberto, el del Imperial War Museum —donde hay más de 7 mil de sus fotografías de la guerra— y el del St. John’s, en la Universidad de Cambridge. En especial este último fue muy importante porque había muchos documentos y cartas de sus amigos, desde Jackie Kennedy y Bébé Berard, hasta Duchamp y Jean Cocteau, y las leí todas. Fue una fuente muy importante, y durante la investigación tuve una gran revelación: me di cuenta de la importancia y el impacto de Beaton, él fue el cronista del siglo XX, él escribió y fotografió a toda la gente de la época, pero además mantenía un diálogo constante con otros artistas con los que intercambiaba ideas sobre arte y lo que sucedía en ese tiempo. Éstos son el tipo de descubrimientos que suceden en el camino, pero eso sólo pasa cuando estás ahí en persona, y por eso es importante hacerlo.

 

En el caso de Diana Vreeland, en el Costume Institute están todos los archivos y diapositivas de sus exposiciones. En la mayoría de los casos es obvio saber dónde buscar, usamos internet o a veces hay algunos contactos, pero en realidad nada es secreto; todo está ahí, es cosa de buscarlo. Además, soy muy persistente. Para el documental de Peggy, por ejemplo, queríamos usar minutos de un video con imágenes de Picasso y Brancusi, y necesitábamos autorización; me tomó muchos mails conseguir el permiso. Y lo mismo con la biógrafa de Peggy, Jacqueline Bograd Weld; tenía unos cassettes con entrevistas de los últimos dos años de la vida de Guggenheim, y decía que no los encontraba. Me tuve que meter hasta el sótano de su departamento y prácticamente limpiarlo todo hasta que los encontré en una caja. Eso cambió muchas cosas.

FS: Se siente un interés genuino por la vida de estas personalidades tan relevantes en la historia del arte o de la moda, más allá de su industria, y me parece muy interesante cómo, aunque estás volteando a ver el pasado, consigues traerlos al terreno de lo actual, incluso con toques contemporáneos en la edición. Los visuales en Peggy Guggenheim: Art Addict, son un ejemplo. ¿Cómo conseguiste eso?

 

LIV: Lo primordial siempre es hablar del personaje, pero con Peggy, por ejemplo, era importante el tratamiento de la película y la edición, que en sí mismas debían ser estéticamente hermosas. Hicimos un ejercicio con gouaches y color, que me recuerdan un poco a John Baldessari. Teníamos como cinco mil imágenes en blanco y negro, lo que no es muy atractivo cinematográficamente hablando, y éste fue el recurso para resolverlo. El resultado nos encantó.

 

Por otro lado, tiene mucho que ver con mantener los ojos abiertos, saber aprovechar los recursos y lo que estás tomando como referencia. Es una forma de respetar el pasado y traerlo al plano actual, aunque lo que hago en realidad no es contemporáneo. Con Beaton, se trataba sobre creatividad, él mismo sacrificó todo por la creatividad, así que debíamos lograr una película creativamente exitosa, que se viera increíble en la pantalla. Hay ideas que no sabes si van a funcionar; los colores, los collages, mucho es por instinto y tiene que ver con la libertad para trabajar un tema.

 

FS: En ese sentido, ¿qué tanta libertad creativa tuviste?

 

LIV: Muchísima, porque ninguno de los tres proyectos ha sido comisionado, todos han sido idea mía. Para la historia de Beaton sí me senté a discutir algunas cosas con Hugo Vickers, su biógrafo autorizado, y le mostramos un corte; creo que fue respetuoso tomarlo en cuenta, pero eso no significa que vaya hacer lo que los demás me digan. Me he dado cuenta de que si la gente respeta mi trabajo es porque soy respetuosa con los personajes.

 

FS: Tu obra nació por una curiosidad personal, como decías. Y has ido trabajando en un estilo propio, que poco a poco vas perfeccionando. ¿Qué tanto hay de ti en cada filme?

 

LI: Mucho. No soy editora ni directora de fotografía ni compositora, pero sé qué quiero como resultado. Siempre me clavo mucho en lo que estoy haciendo.

 

Todo mi trabajo tiene mi esencia, hay mucho de mí, y también la de la gente que he sabido elegir para trabajar. Conozco mi área, pero, una vez que termino, por ejemplo, Bernadine Colish, la editora, se pone a hacer lo suyo. Al final es un trabajo en equipo.

 

FS: El filme de Beaton en especial es muy íntimo y llega a ser muy conmovedor. Te metiste mucho; tocas fibras muy sensibles y se muestra una faceta muy personal, pero de manera delicada y sutil, sobre todo cuando hablas de temas como identidad, sexualidad, incluso el episodio de los comentarios antisemitas. ¿Cómo tomas estas decisiones, cómo sabes qué incluir y qué dejar fuera? ¿En dónde está el límite entre exhibir a los personajes, y mostrarlos de una forma distinta?

 

LIV: Creo que ésta es mi mejor película hasta ahora, es de la que estoy más orgullosa. Lo interesante de estos personajes es que todos tienen defectos, algo crucial en sus vidas, y que ha servido como motor en sus historias. Es importante que la gente se identifique con esos defectos y sepa que no todos los grandes personajes han sido grandes seres humanos.

 

No se trata de hacer énfasis en todo lo positivo, porque no es real y no es interesante, pero tampoco de subrayar únicamente lo negativo. En Londres hubo algunas críticas negativas porque hay gente que odia a Beaton, escribió cosas horribles sobre algunas personas, pero a la vez tenía un deseo inmenso de crear y fue un gran artista. Ésta es una manera honesta de abordarlo, la transparencia es un elemento muy importante y de eso se trata documentar algo, aunque claro que debe haber respeto.

FS: ¿Cómo fue el salto de un personaje a otro? ¿Qué crees que tienen en común?

 

LIV: Lo de Diana Vreeland sucedió por el libro, y mucho está motivado por la cantidad de imágenes con las que pude trabajar. Con Peggy fue porque tenía muchas ganas de hacer algo relacionado con arte, es una personalidad muy fuerte y una muy buena historia para contar. Y a Beaton lo traía en mente desde hace tiempo. De alguna manera los tres están conectados: Beaton fotografió a Peggy —incluso escribió en su diario lo fea que le parecía— y era amigo de Diana Vreeland, quien lo llamaba Cecilia. Y Truman Capote —de quien será mi próximo documental— los conocía a todos. De hecho, gran parte de Answered prayers: the unfinished novel lo escribió en el palazzo de Peggy, en Venecia.

 

Pero no pienso en ellos como un mismo grupo, cada uno ha llegado de manera individual, aunque están relacionados por ser parte del mismo momento de la historia.

 

FS: Los tres personajes que has retratado hasta el momento fueron grandes figuras del siglo XX. Los tres abrieron camino para lo que hoy es la moda o el arte, además de otras áreas, y desafiaron las convenciones sociales de su época, eran unos obsesionados con la belleza. ¿Cómo crees que desviaron el curso de la historia?

 

LIV: Los tres querían sobresalir y eligieron vivir una vida de manera distinta a la esperada en su momento. Se salían de lo establecido. Tenían este motor y encontraron la fuerza y el coraje para hacerlo. El concepto de reinvención es una característica común entre ellos. Son personajes que no se conformaron con lo que tenían, sino que se esforzaron para cambiarlo. Creo que todos tenemos la capacidad de moldear nuestro rumbo, es algo en lo que creo firmemente, se trata de ver a lo más profundo y descubrir qué es lo que realmente queremos ser.

 

FS: Me recuerda la cita de Diana Vreeland que dice: “Sólo hay una vida buena: la vida que sabes que deseas, y la construyes tú mismo”. ¿Te inspira esta frase de alguna forma?

 

Vreeland agregaba a sus anécdotas un elemento que llamaba faction (una combinación de fact y fiction), para hacerlas más interesantes. También el mismo Beaton construyó su propio escenario y camino, si es que se puede decir así. En ambos se podría percibir cierto aire de escapismo. ¿No crees?

 

LIV: Lo de Diana Vreeland es cierto, y por eso es difícil descifrar si muchas cosas realmente pasaron. Se ponía a sí misma en ciertos momentos de la historia. Por ejemplo, contaba que fue una de las últimas personas en ver la Mona Lisa la noche antes de ser robada en Alemania.

 

Diana Vreeland era única, una eminencia. Llegué a conocerla mejor por medio de mi investigación, y me sorprende la pasión que tenía por absolutamente todo lo que hacía, un joie de vivre. Entiendo por qué es una referencia constante. Además, una de sus cualidades era sacar lo mejor de los demás. En realidad no ha sido una referencia directa para mí, pero te puedo decir que conocerla me empujó a cuestionarme más, a profundizar más y a ver las cosas con tantita más pasión.

FS: Hoy en día, las redes sociales te permiten crear un perfil y mostrarte como quieras. ¿Hay algo de este tema que te inquiete o intrigue, tomando en cuenta que podemos conocer a cualquiera por medio de su cuenta de Instagram?

 

LIV: En mi caso, para nada. Si fuera más joven tal vez, pero en este punto de mi vida, no; no uso redes sociales ni publico nada. Tengo una hija de 15 años y ella sí usa mucho Instagram. El tema con esta red social es que hay una parte que sólo se queda en lo superficial y en mostrar una faceta que no es real, eso me parece ridículo; por eso debe usarse con cuidado.

 

FS: Lo pregunto por todo estos temas de los que estamos hablando y porque creo que tu trabajo tiene una faceta que resuena mucho con la de las nuevas generaciones, si tomamos en cuenta problemáticas de identidad, sexualidad o incluso género. ¿Piensas en esto? En realidad a cualquiera de estos personajes los podríamos poner en un contexto actual, y habría muchas cosas en común.

 

LIV: En especial creo que la historia de Beaton es la más relevante en la actualidad, cuando cualquier persona puede hablar con más libertad sobre su sexualidad. Siempre procuro que haya algo con lo que el público se pueda identificar, busco que encuentre algo personal y pueda reflexionar en ello.

FS: ¿Cuál será tu próximo proyecto? ¿Te asusta caer en un patrón repetitivo?

 

LIV: De algún modo sí, no me gustaría repetirme. Por eso quiero trabajar de manera distinta y abordar el tema desde otra perspectiva. Creo que la gente sabe que seguramente verá una gran cantidad de material de archivo, mi marca, pero siempre puede haber nuevas maneras de contar una historia. Con el corto sobre Fabien Baron para M2M, reunimos material de revistas como Vogue Italia y de sus campañas pasadas. En una parte incluimos unos minutos de material histórico del Ballet Mécanique, y funcionó muy bien. Me encanta hacer eso, y puedo hacerlo porque tengo muchas referencias históricas, pero siempre y cuando venga al caso.

 

En el caso de Truman Capote decidí no recurrir a entrevistas con personajes y creo que este proyecto representa un nuevo reto porque su trabajo es más escrito que visual, y será un retrato a través de su literatura. Para este cuarto documental me siento más cómoda. Estoy contenta de pasar a lo que sigue, no quiero ser conocida como alguien que hace documentales de moda, sino como una directora, y lo que quiero es contar esas historias.

 

FS: Ya hablamos de cómo estos personajes se distinguieron por una cierta fuerza que los llevó a luchar por tener un propósito, y se me viene a la mente Frida Kahlo como ejemplo. Su historia ha sido contada varias veces, pero ella misma se redefinió a través de su obra, su diario y hasta su vestimenta. De esto último incluso hay toda una exposición en México. ¿Alguna vez te pasó por la cabeza?

 

LIV: Definitivamente. Si pensamos en la historia, han existido muchos personajes con estas cualidades, pero Frida fue alguien muy especial que luchó por distinguirse y hacer su vida diferente, también pienso en Patti Smith. Necesitamos este tipo de personajes auténticos para tomarlos como referencia. Por lo menos para mí, son estas historias las que me mueven a hacer lo que hago. Hay directores interesados en asuntos sociales y otros temas, pero, en mi caso, esto es lo que me interesa señalar: personajes que pensaban diferente, que hicieron las cosas de manera diferente y dejaron una huella. Esto es lo que me mueve y me emociona. Al final de eso se trata todo.


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