Margules: mexicanos redefiniendo la experiencia auditiva

No hay cosas perfectas en el mundo, pero el sonido de Margules se acerca

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texto Romina Pons
fotografía Alberto Rebelo

El mito de la caverna de Platón vislumbra que consideramos real lo que sólo son sombras de La Verdad que está allá afuera, una especie de réplica menos vital de lo que es la realidad. Eso es exactamente lo que sentí cuando escuché música por primera vez en un equipo Margules. Si cerraba los ojos, podía ubicar perfectamente en qué lugar físico del espacio estaba situado cada músico con su instrumento, aunque al abrirlos no hubiera nadie tocando ahí. Siempre he pensado en la música como “capas”, pero en ese espacio, más que un instrumento sobre otro, era como una arquitectura musical. Es una experiencia difícil de explicar, que sólo puede replicarse estando ahí.

 

El showroom de Margules es un espacio oscuro, íntimo y bien diseñado. Está hecho para escuchar música, y ahí fue donde, entre equipos y piezas de audio antiguas, platiqué con Jacobo Margules, gerente de producción comercial y parte de la cuarta generación de esta empresa familiar. “La historia empieza en 1927 con mi bisabuelo, que tenía un pequeño localito donde vendía radios, resistencias y gramófonos. Vendía gramófonos porque no había luz en gran parte del país hasta los años 50”. Su abuelo emigró de Polonia por un rumor: se decía que Plutarco Elías Calles estaba buscando ingenieros eléctricos para completar su Plan Nacional de Electrificación. Entonces adquirió el local que menciona Jacobo. Este espacio se transformó con el tiempo en Casa Margules.

La magia de los productos Margules reside en el balance perfecto de lo nuevo con lo viejo: aprovechar la calidad y calidez de los recursos análogos con la practicidad y tecnología de los recursos actuales. “La funcionalidad importa. No podemos tener un equipo de bulbos en nuestro celular. Todo tiene una función y un objetivo. Por eso hay que usar elementos tecnológicos acordes a esa filosofía. Usar sistemas análogos tiene ventajas y desventajas, y nuestro amplificador maximiza dichas ventajas y minimiza las desventajas”, me dice Jacobo mientras escuchamos a Sade desde el Margules Gold Set, que utiliza bulbos y a la vez toma la señal de celular vía Tidal, a través de un receptor bluetooth de calidad CD. Lo mejor de antes con lo mejor de hoy. No hay cosas perfectas en el mundo, pero el sonido de Margules se acerca.

Sí, la tecnología nos aproxima a la música, hoy tenemos un universo sonoro en nuestras manos, pero también nos aleja de buena parte de su esencia: el arte objeto. La música es intangible, pero solíamos escucharla con objetos que podíamos ver, tocar, oler. Es imposible olvidar la emoción que generaba, hace unas décadas, comprar un CD nuevo. Quitarle el celofán, la etiquetita con el título que bien podía terminar en un corcho en la pared, en un cuaderno escolar o en la basura, y empezar el ritual: ponías el CD, y le prestabas atención absoluta mientras tus manos abrían el booklet, a veces fijándote en el arte, otras leyendo las letras o viendo las fotografías, con su distintivo olor a plástico y tinta. No teníamos un celular con notificaciones que nos distrajera, ni un día repleto de actividades que nos impidiera pararlo todo y disfrutar el álbum completo, una obra pensada para ser escuchada de inicio a fin. Estar en el momento presente y dejar que las emociones fluyan. Quizá el reciente revival de vinil sea eso: no sólo una cuestión de calidad, sino una manera de volver tangible lo intangible, de poder atesorar y tomar en nuestras manos un poquito de eso que la música nos hace sentir. Derramar en un objeto las sensaciones etéreas de las notas.

El showroom se encuentra a un lado del taller, que ocupa un piso de un pequeño edificio en la Roma Norte. Al llegar no entendía cómo podía haber una fábrica ahí, pero unos minutos después lo entendí: no es una empresa que produzca en serie ni que apueste a eso. A la par de su estrategia tecnológica, su metodología de producción combina lo mejor de lo viejo con lo mejor de lo nuevo para hacer obras de craftmanship de la más alta tecnología y fidelidad.

 

Deborah, hermana de Jacobo y la diseñadora industrial de la compañía, mira atenta a su impresora 3D mientras me platica que inicialmente quería ser diseñadora gráfica. Está ahí por linaje familiar, pero también por destino: hay algo en su aura que combina perfectamente con la estética de Margules, por dentro pienso que algo de su esencia queda plasmado en los acabados de cada aparato. Hacer que algo suene es muy fácil, pero que suene bien es más complicado. Y que además se vea bien, ya raya en lo complejo. Son sólo 18 personas quienes hacen que la magia de Margules suceda. Dieciocho alquimistas balanceando industria, artesanía y la más alta tecnología. El área más amplia de la fábrica consta de dos tablones largos llenos de circuitos, tarjetas de audio y cables. Varios ingenieros trabajan concentrados en distintas piezas.

Después de esa área, está la parte de mantenimiento de equipo. A pesar de ser un espacio diminuto, es de los más importantes de la fábrica: aquí se le da mantenimiento a todos los equipos de Margules, porque no importa si lo compraste hace uno o 25 años: si tienes un equipo de ellos, te va a durar toda la vida, como tus canciones favoritas.

 

Y aquí es donde está, quizá, uno de los ejes más admirables del proyecto: su economía circular. La visión es dar a los clientes la mejor atención y calidad para que no volteen a otro lugar. Puedes empezar comprando un equipo seminuevo, y si quieres algo mejor, regresas ése, te lo toman a cuenta y adquieres uno mejor. Ese equipo que devolviste, a su vez, se reacondiciona, recertifica y vuelve a salir al mercado. Y si sale nueva tecnología, ésa se le implementa al equipo que ya tienes en lugar de comprar uno nuevo. Hay equipos con hasta 40 años en circulación. En un mundo donde todo es desechable, un producto diseñado para durar una vida entera es subversivo. “Todo el mundo quiere ser the next Uber, the next Facebook, the next Apple. ¿Por qué quieres aspirar a eso?” dice Jacobo. “No soy pesimista, ¡al revés! Me gusta dar opciones y generar las condiciones para que la gente vea que generar valor es mucho más fácil de lo que parece. Vale más la pena comprar algo que te va a durar toda la vida a estar comprando constantemente”.

 

Éste es también un statement en contra de la obsolescencia programada, la cultura de lo desechable y el consumo voraz. En un mundo donde todo es desechable, un objeto que perdura es un statement político. El compromiso de Margules con la sustentabilidad va más allá. La basura generada por la empresa en todo 2021 cabe en una caja más pequeña que la basura promedio de una cena para dos de Uber Eats.

Aprovechan y reaprovechan todo el material. La madera que usan proviene de Yucatán. Es madera sustentable y sostenible, certificada por Semarnat. Sus proveedores talan pero reforestan porque viven del bosque y están enlazados a él. Otro tipo de economía circular. Claro que podrían traer madera exótica de cualquier lugar del mundo pero, ¿para qué?. “Hay que generar valor a través de las partes, y ayudar a lo local. Y es una parte muy pequeña y lógica, ni siquiera es algo para presumir”, comenta Jacobo. Incluso su estrategia de ventas es congruente con su visión.

Y vamos, es ilógico pensar que Margules sea una marca que atraiga masas. De hecho, es insostenible per se por la dedicación que le dan a cada equipo. Si bien todos sus procesos son industriales, llevan el cuidado de lo hecho a mano. Jacobo dice —y con razón– que “nuestro mejor vendedor es nuestro mejor cliente”. Es más un negocio que va de boca en boca entre audiófilos, conocedores de la música y sibaritas. Si somos lo que comemos, lo que pensamos y hasta las cuentas de Instagram que seguimos, entonces también somos la música que escuchamos. Los paisajes sonoros por los que navegamos, nos construyen, y hasta cierto punto, también nos alimentan. “Nuestros equipos son piezas que reproducen sonido, y el sonido que reproducen es música, y la música es arte, y el arte transmite emociones”, dice Jacobo. Y entonces lo entiendo… todo el proceso, y las manos involucradas, y los años dedicados están ahí para una cosa tan sencilla y compleja como ésa: generar emociones humanas, que bien que mal, son el motor más latente de nuestra existencia.

Expandiendo posibilidades

Producto de la curiosidad y creatividad, nace Margules CoLAB, un laboratorio de investigación y creación para artistas, músicos, productores y diseñadores de pro ducto. El nombre no es fortuito, pues es en los laboratorios donde sucede lo nuevo, donde lo desconocido sale a la luz, donde fluye la creatividad. Por esa curiosidad innata de Jacobo Margules y Miriam Torres, manager de proyectos, nace este espacio de cocreación y colaboración. Siendo fiel a la filosofía de la empresa, es una iniciativa organizada y rigurosa para obtener piezas y ediciones limitadas que desafíen los límites del arte, el diseño y la tecnología. Han tenido colaboraciones con Mario García Torres, Gabriel Macotela, Mob y Mutable.+

 

Conoce más de esta empresa mexicana de tradición familiar y economía circular en margules.com


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