Sobrevivir. El verbo no es nuevo en el vocabulario de la industria de la moda en México, una que va y viene entre la bonanza y la incertidumbre. Ser creativo —y exitoso— en nuestro país es un constante ejercicio de resiliencia y fortaleza. La competencia contra los monstruos del fast fashion, los costos de producción y el precio que hay que pagar para ser “reconocido” mantienen los ánimos y la adrenalina de muchos diseñadores mexicanos a flor de piel.
Invitamos, como cada edición, a nuestros amigos cercanos, a quienes también han estado presentes durante los años buenos y los no tan buenos. Ahora todo fue más íntimo. En sus casas y/o estudios capturamos la esencia de lo que hacen, de lo que son y de sus creaciones. Sin “filtros” ni producción, nos comparten, además, cómo han sobrevivido a estos meses de confinamiento y crisis.
Carla Fernández, Carla Fernández
“Los problemas son el disfraz de la oportunidad”, me dice Carla Fernández, cuya firma homónima, al igual que muchas otras de nuestro país, ha sufrido con los golpes durísimos que vienen acompañados de la crisis económica y social provocada por el COVID-19.
La raíz de la firma tiene su fortaleza en los pueblos indígenas de nuestro país —180 artesanos de 10 estados colaboran en la creación de todas y cada una de sus piezas—, así que, al inicio de la pandemia, el objetivo fue sólo uno: seguir el intercambio comercial con ellos sin importar nada más.
“No bajamos ni un solo sueldo, ni dejamos de trabajar con un solo artesano”, explica Carla. “Hemos estado viviendo de nuestros ahorros, porque la marca depende de la venta directa en un 80%, y con las tiendas cerradas más de tres meses, y la falta de clientes ahora que reabrimos, no ha sido nada fácil mantenernos, pero estamos orgullosos de que a nuestros artesanos no les ha faltado nada en todo este tiempo.”
Carla fue una de las primeras diseñadoras mexicanas en crear cubrebocas —avalados por el INER (Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias) e inspirados en los diseños de 10 maestros mascareros de nuestro país—, y en hacer una donación de más de 50 mil piezas a trabajadores de la Ciudad de México y de varias dependencias del sector salud. Durante la pandemia lanzó, además, los coveralls, prendas para cubrir todo el cuerpo y viajar seguro.
“Es una locura cómo hemos estado viviendo… ¡no podemos seguir así! Con ese consumo voraz (la felicidad no depende de lo material), con la desigualdad social, el racismo, el no entender que tenemos que vivir en equilibrio con la naturaleza. Hay que aprender de las comunidades rurales y los pueblos originarios de México y el mundo; ellos sí que son sustentables, respetan a la naturaleza y viven en armonía. Ésta tendría que ser la gran lección de esta pandemia.”
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