Hoy ya no es demasiado pronto como para que empecemos a hablar del metaverso como una realidad que empieza a cuestionar muchas de las limitaciones de las que, por aspectos de lo más mundanos, hemos venido arrastrando durante siglos por el “simple hecho” de ser materia. Si como decía la canción “el futuro ya está aquí”, éste no es ni metalizado ni de aire espacial, es intangible y se adentra en otra dimensión.
Como dice nuestro Mañana es hoy el mañana ya está aquí, y si existe una disciplina, una manifestación que refleje mejor el devenir de los tiempos, ésa es la moda. Diana Vreeland decía “Incluso se puede ver el advenimiento de una revolución en la ropa. En la ropa puedes ver y sentirlo todo” y ciertamente que esta visionaria papisa no se equivocaba tanto, quizá simplemente se le escapó que en el futuro, por lo menos el que nos propone Mr. Zuckerberg, el sentir de los tiempos viene evaporizado en una realidad que nos presenta tantas interrogantes como posibilidades.
Pero he aquí que no voy a entrar en debates filosóficos ni en juzgar algo que me resulta tan complejo como inquietante, sino que voy a hacer un ejercicio de positivismo al más puro estilo decimonónico para al menos pensar que nos encontramos ante un nuevo paradigma que puede (y en nuestras manos está todavía esa posibilidad) llevarnos a crear un mundo en el que la creatividad no se vea reducida a las limitaciones de su continente; donde el contenido quizá sea el verdadero leitmotiv de cada obra y la ropa pueda convertirse (y esta vez de verdad) en simple y puro mensaje. Al fin y al cabo cada tiempo tiene un comienzo y un fin, y si nos toca la difícil tarea de habitar en periodos que vislumbran cambios radicales, mejor estar abiertos a entender, porque entender es transformar y la moda encuentra su verdadero sentido trascendente cuando describe dichas transformaciones. En verdad, ¿qué puede ser más revolucionario que olvidarnos por un momento que si empezamos a vestirnos era para poder transitar un mundo lleno de retos para nuestro frágil cuerpo? Creo que aquí vuelvo a mi venerada Vreeland y digo que indeed, you can see and feel everything in clothes. Y ver y sentir no es juzgar, sino habitar y dominar los cambios que de primeras parecen desafiarnos.
El periodista de moda Imran Amed le preguntó a Ian Rogers —Chief Digital Officer en LVMH, haciendo un reportaje sobre moda y metaverso para el prestigioso Business of Fashion—, qué nos podía llevar, qué palpitaba dentro de nosotros, para acabar valorando algo que no podíamos tocar. Y aquí el reportaje alcanzaba su climax ya que era sumamente interesante el escuchar lo que éste le respondía. Y aquí reconozco que me tragué mi escepticismo ante todo lo que proviene de Sillicon Valley, ya que la conversación fluía en términos que nada tenían que ver con el dinero. Rogers, paradigma de esa nueva realeza que ha dado el universo tech californiano, afirmaba que en todo lo humano palpita el deseo primario de probar que hemos existido. Y aquí la conversación finalizaba en términos casi poéticos, y por primera vez, podías ver que a Imran Amed se le iluminaban los ojos. Y Rogers, consciente de que había dado en el clavo, rizaba el rizo y finalizaba asegurando que cada vez que le das a una comunidad creativa un nuevo campo para jugar, estos no tardan en dejar al resto de mortales alucinando.
Y esta conversación nos sirve para seguir alucinando con el metaverso. Porque creo que de primeras ésta va a ser nuestra reacción. Y es normal, y no pasa nada por flipar y pensar ¿es esto realmente cierto? ¿Vamos a pagar por vestir a un avatar con ropa que no podemos apilar en nuestro armario? Y creo que si el metaverso quiere entrar con mayúsculas en la historia, va a tener que no sólo deconstruir lo que hasta hace poco creíamos como irrefutable, aquello que todos alguna vez hemos oído (y sí todos lo hemos oído) que dice que polvo somos y en polvo nos convertiremos, sino darnos una dimensión donde podamos ser una versión sino mejorada, al menos más divertida de nosotros mismos. Y aquí toda mi fe está puesta en esos creativos que mencionaba el señor Ian, esa generación digital que mire a nuestro mundo y diga, vamos a dejar a toda esta gente alucinando. Y ahí radica para mí la fuerza y el sentido de esta pararealidad. Porque ¿quién va a querer sentarse en su salón con unas gafas para ver los mismos errores que ya vemos? La moda en el metaverso nos va a dejar soñar, al menos mientras paguemos nuestras facturas eléctricas, con versiones de nosotros que no existen en otros mundos. Mundos como el nuestro, que sino más triste, al menos mucho más complejo.
No menos complejo pero absolutamente fascinante es el curso que propone Polimoda en colaboración con Monogrid, y si hay unas gafas que me gustaría probar, ésas son las que resultaran de este combo explosivo. Porque Monogrid cuenta con el pedigrí de haber sido elegida Agencia del año por el Digital Design Award y la revista AD la propone como una de las 100 empresas digitales más revolucionarias del momento. Polimoda ha sabido captar nuestro Air du temps mejor y más rápido y como dice su director Massimiliano Giorneti “este curso ampliará el potencial creativo de los diseñadores del mañana, capaces de integrar la artesanía de la moda tradicional con realidades hiper-aumentadas. Una creatividad versátil y conceptual que conecte el legado de la moda con el Metaverso”. Y aquí, como a Imran Amed, se me iluminan los ojos y la ansiedad se me dispara porque si hay algo que aumente mi fomo digital es el saber que algo grande nos espera. Y esos creativos, como afirma Giorneti, nos ayudarán a vertebrar un legado tan antiguo como el mismo tiempo y entender y celebrar este nuevo capítulo en la moda.
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