Natalia

La música tiene una llave de entrada a algún espacio y forma parte de la conciencia.

1903
texto y estilismo Pamela Ocampo
fotografía Dorian Ulises López Macías

Natalia Lafourcade ha recorrido un camino evolutivo que la ha convertido en una de las voces más importantes de nuestro país. Su labor en la construcción de un nuevo centro en Jáltipan, Veracruz, que busca promover y preservar el son jarocho, los distintos reconocimientos de la Academia nacional de Artes y Ciencias de la Grabación de Estados Unidos —mejor conocidos como Grammys— por sus álbumes Mujer divina, Hasta la raíz y Musas, así como el cierre de la gira en el teatro Metropólitan con lleno total, y su participación en 2018 en los Óscares, son sólo algunas de los inolvidables momentos que acompañan a Natalia en los últimos años. ¿Cuál es su relación con la música y cómo —su música— la ha llevado a lugares y situaciones o momentos que nunca imaginó? la respuesta está en su acercamiento al folclor nacional, armonías de una extraordinaria riqueza sonora con las que propone conquistar al mundo entero.

 

llevamos a cabo esta sesión un fin de semana durante el mes de febrero en su casa en Coatepec, el espacio favorito de Natalia y donde se inicia esta historia de conquista y placer por la música, que la despierta cada mañana y donde ha experimentado los mejores —y los más tristes— momentos de su vida.

 

cobija propiedad de Natalia

 

Todo empieza con el relato del día en que decidió que el son jarocho merecía y tenía que ser rescatado. El día en que llegó a un centro artístico cuya razón de ser es precisamente ésa, rescatar una parte importante de nuestro patrimonio.

 

Natalia Lafourcade (NL): llegué a Jáltipan, hasta la habitación donde dormían y ensayaban los miembros del grupo. Más que un centro cultural era como un centro comunitario. Una casa donde se teje una gran red de personas unidas por la música. En esa casa se enseña el son jarocho zapateado, se imparten talleres de décima de poesía, que casi nadie lo hace actualmente. Pero lo más importante es la documentación: en ningún otro lugar existen tantos documentos como los que ellos tienen, la historia completa del son jarocho, de dónde viene todo.

 

Pamela Ocampo (PO): ¿Con quiénes te encontraste en ese centro de cultura e intercambio musical?

 

(NL): ¡Ahí viven todos! la abuela, la mamá, la tía, la que cocina, el que llega y se pone a hacer clases con los niños: es una comunidad. Los Cojolites viven ahí, con los alumnos que llegan y toman clases, con todos los adolescentes que adoptaron y que ahora son como los nietos de Perry.

 

Ricardo Perry es el director de los Cojolites, él no toca y mucho menos se para en el escenario, pero ha escrito muchos de los versos que ellos recitan. Muchos artistas, como Zack de la Rocha, los han memorizado también. lo evidente era que las condiciones para preservar el son jarocho, un patrimonio cultural tan importante, eran muy precarias.

 

PO: ¿Qué fue lo que más te impresionó?

 

NL: La manera como vivían y cómo impartían las clases, todo muy rudimentario. Hay cuatro camas en una habitación y ahí viven en comunidad con el calor, la tierra y los instrumentos. Me impactó que no tuvieran el apoyo de nadie, y aunque ya han recibido ayuda, ésta no fue constante y resulta muy difícil conseguirla.

 

Tres días después de que terminó la gira Hasta la raíz, me reuní con un maestro que se llama Ramón Gutiérrez y me dijo: “Oye, Nat, ¿no vas a ir al seminario de son jarocho que van a dar en luna negra?” [Luna negra está en la isla de Tacamichapan, a una hora y media de Jáltipan.] No sabía cómo era ese seminario. agarré mi casa de campaña y a mi perro, y me fui sola a la aventura.

 

Perry ha trabajado por conservar la naturaleza de esta isla desde hace más de dos décadas. Llegó a rescatarla, a sembrar árboles y convertir el espacio donde se lleva a cabo el seminario de son jarocho. Cada Semana Santa llegan niños, adolescentes y adultos a aprender sobre este legado musical.

 

PO: ¿Hace cuántos años fuiste y cómo fue la experiencia?

 

NL: Hace como dos o tres. No hay teléfonos, luz ni agua potable. Durante los primeros días, antes de que se corriera la voz de que andaba por ahí, conviví mucho con las mujeres a cargo de la cocina. Su día es ajetreado, desde el desayuno no paran. Van y vienen con costales de maíz, y los demás son responsables de limpiar y ayudar con otras tareas. A las 10 de la mañana empiezan las clases [talleres de versos y percusiones]. Todo al aire libre. tocamos música hasta que cae la noche, hay conciertos y fiestas alrededor de una tabla y comienza el fandango. Es caótico en un principio, pero luego te vas familiarizando con las reglas y los procesos.

 

Por ejemplo, alguien tira un verso y entonces, sube una pareja a la tabla. En cuanto otra persona más tira el siguiente verso, sube otra pareja. Conforme la noche avanza, el fandango empieza a agarrar fuerza, de repente ves que hay siete parejas alrededor de la tarima como toros peleándose por entrar a bailar. Estar ahí es como entrar en la máquina del tiempo. La gente improvisa, canta, altera y repite los versos, ¡La bamba duró hora y media! ¡Hay fandangos que llegan a durar tres días!

 

PO: ¿Qué movió en ti estar dentro de esta comunidad?

 

NL: Me enamoré de todo lo que vi ahí. Había muchos adolescentes de entre 14 y 16 años… son los más apasionados del son jarocho. Los dedos les sangran y no les importa; siguen tocando sin parar, lo que me hizo pensar que tengo que demostrar esa misma pasión en mi vida. Es un movimiento incluyente, de respeto, reglas, tiempos y, sobre todo, de mucha energía. Quería ser parte de eso. Conecté de una manera muy especial.

 

PO: ¿Y todos los presentes participan?

 

NL: No necesariamente. Puedes estar afuera y observar, pero muy poca gente se queda quieta. De repente, un muchacho se me acercó y me preguntó: “¿bailamos?” y le contesté: “no sé bailar”. Él dijo: “aquí la mayoría no sabemos nada, pero vamos”. Y eso es incluyente.

 

PO: ¿Cómo entra Natalia Lafourcade en esta ecuación?

 

NL: Fue una experiencia muy interesante y de alguna manera quería ayudarlos. A pesar de lo romántico que puede sonar la idea de estar en una isla tocando música sin electricidad, hay situaciones que no funcionan. Eventualmente todo colapsa porque no tienen infraestructuras o las herramientas necesarias. Es imposible becar a 300 niños sin recursos. Hay muchos visitantes de San Francisco, nueva York y París, que vienen a aprenderse un jarocho y dan algunas aportaciones. ¡Cada clase cuesta 20 pesos! no se puede regalar así el trabajo. Se debe cuidar un patrimonio cultural y apoyarlo formalmente.

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PO: ¿Cómo se desarrolla esto?

 

NL: Hace un año volví a Jáltipan y, después del sismo, sabía que tenía que levantar algo. Junto con mi equipo hicimos conciertos y algunas presentaciones para reconstruir el centro. Nos dimos cuenta de que estábamos metidos en una locura y no era tan fácil como pensábamos. Entonces, se acercó una fundación que se llama Nido Social, que hace que las cosas sucedan: administran dinero, levantan papeles y le dan forma a las cosas.

 

PO: Lanzaron un concurso para la construcción de este proyecto, y el ganador se presentó en tu último concierto en el teatro Metropólitan. ¿Qué pasó después?

 

NL: Por sugerencia de Nido, invitamos al arquitecto Alonso de Garay como juez para elegir las propuestas, pero en realidad ninguna era costeable o poco tenían que ver con el lugar. No se pudo llevar a cabo la obra que ganó. Aun así, teníamos que seguir con la promesa de construir el centro. Alonso se empezó a enamorar del proyecto y nos presentó a la gente de Piensa Sostenible, que está reconstruyendo casas en San Mateo, Oaxaca. Tuvimos una plática con ellos, se unieron y nos consiguieron un fideicomiso de Fuerza México. Recibimos una llamada con la noticia de que la gente de Reconstruye México había reunido el dinero necesario. Sony Music se sumó también. Todo esto en menos de un año.

 

PO: ¿La música mueve y la música es comunidad?

 

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NL: Este proyecto es incluyente. Es ayuda para los niños de Jáltipan que tienen problemas con el narco. Así que hay más motivos para combatir. los niños tienen un nivel de cultura súper fuerte, arraigo por su identidad y un orgullo para tocar y contar todo esto. En enero formamos este proyecto como equipo. Ya hay una maqueta, un render, papeles listos, y la última semana de febrero tuvimos el fandango de despedida para demoler el centro y empezar a construir. ¡La música sí es comunidad!

 

PO: ¿Y cómo te sientes?

 

NL: Estoy nerviosa y emocionada porque es mucha responsabilidad. Mi manager Kevin me decía que me calmara y le dije: “imagínate que tienes una casa que te costó levantar y se está cayendo porque no funciona; pero aun así es tu casa y te resguarda del mundo. Ahí han vivido tus hijos y nietos. Es un espacio en el que has estado por años, y van a tirarla para hacer una nueva, pero aun así te la van a tirar”.

 

PO: Destrucción para construir, preparar el terreno, preservar un género musical para el país, que es riqueza, inclusión y comunidad.

 

NL: Vamos a hacer una nueva historia, pero es muy fuerte, porque ellos están confiando en nosotros. El impacto que va a tener este centro es grande porque mueve conciencias para que el gobierno reaccione. El apoyo se recibirá a través de Nido Social. Vamos a reconstruir este espacio y crearemos estructuras donde se cobrará el hospedaje y las clases para las personas que vienen de fuera. Ya tenemos la cuarta parte del dinero, ya arrancamos, ya metimos las máquinas, pero nos hace falta más.

 

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PO: ¿Habrá un proyecto especial de música que apoye esto?

 

NL: Se nos ocurrió hacer un disco con los Cojolites y los alumnos. Sony y Spotify se unen al proyecto a través de Nido Social para tener una distribución eficiente.

 

PO: ¿Te imaginaste algún día que tu música llegaría a este punto?

 

NL: No, nunca. Con este proyecto, me surgió la idea de hacer conciertos y juntar fondos, pero hasta ahí. Hoy, quiero decirle a la comunidad de Jáltipan que es de y para ellos. Será su trabajo y su labor llevarlo adelante. Quiero que trabajen mejor, que se organicen y entiendan el poder que tendrá este espacio. Más adelante, me encantaría organizar un festival, hacer un estudio, pláticas, talleres y que el lugar cobre vida.

 

PO: Existe una eminente revaloración de nuestra cultura. La música funciona como generador de un cambio social, preserva la cultura, mejora la calidad de vida y revive la tradición.

 

NL: La música es muy poderosa. Es una medicina que altera la mente de la gente. Un mensaje hablado o leído no se percibe de la misma manera que cuando es cantado. la música tiene una llave de entrada a algún espacio y forma parte de la conciencia.

 

PO: ¿En qué momento de tu carrera la música te presentó esta llave de entrada para ver a México con otros ojos?

 

NL: Cuando canté en el Ángel de la Independencia para el Bicentenario con Alondra de la Parra y la Orquesta Filarmónica de las Américas. Esa noche fue parteaguas en mi vida.

 

PO: Tu inicio en la música estuvo marcado por el pop…

 

NL: Mi inquietud musical era totalmente diferente. ¡Con HUHUHU andaba en Marte! [risas]. Después de la llamada de alondra, me preguntó si quería cantar con una orquesta en vivo música mexicana.

 

Empecé a escuchar a Agustín Lara, María Grever, Roberto Cantoral. Así fue como comencé a escuchar música tradicional, boleros, ¡y con Lara me quedé enamorada! “la llorona”, “Un Viejo amor”, “Cielito lindo”…

 

PO: ¿Cómo fue estar en ese escenario?

 

NL: ¡Estaba aterrada por cantar con una orquesta en vivo! Canté con Ely Guerra y Denisse lo Blondo y observé que la gente a la cual le cantaba no era mi público regular; era la gente de México. Un público que solamente gratis podría ver una orquesta en vivo. Vi a México. Estaba cantando frente a México.

 

PO: ¿Qué sucedió después?

 

NL: En ese momento dije que nunca más quería cantar para otras personas que no entendieran lo que soy, ni en inglés, ni tratar de pretender ser algo que no soy. Todo me hizo sentido, me dieron un talento y quiero usarlo bien para cantarle a mi país. No me importa ya Londres, ni Canadá, ni Japón. Solo quiero a México y nada más.

 

PO: Y cuando te enfocas en nuestro país tu carrera internacional detona…

 

NL: Veo hacia atrás y me parece que tardó años. No me fue tan fácil el cambio y encontrarme. Empecé a construir un nuevo discurso y una nueva Natalia a partir de ese concierto en vivo.

 

PO: ¡Que buen momento! algo tan honesto y real se convirtió en tu motor. Te perfiló como mujer, como artista y como cantante…

 

NL: Sí, después de ese momento, llegó el disco en homenaje a Agustín Lara. Fue muy difícil hacerlo y entenderlo. Quería grabar algo que sonora a México… a mí. Una cosa llevó a la otra y el resultado fue muy bueno.

 

PO: Una hermosa transformación. Además de Lara, ¿quienes han sido los personajes más importantes en tu vida a partir de ese momento?

 

NL: Alondra de la Parra tuvo mucho que ver, Eugenia León también. El momento cuando me invitaron a formar parte del disco homenaje a Chavela Vargas. Todos y cada uno de ellos me hicieron conectar con mi país y entender el lazo que tenía con México. ¡Por supuesto, los Macorinos con quienes grabé Musas!

 

PO: Las buenas cosas toman tiempo, como este disco…

 

NL: Llegué con Queta [su manager] y le dije que algún día haríamos un disco con estos señores. ¡Y lo hicimos! Gustavo Guerrero fue muy importante también. Me enseñó la música de Simón Díaz, un artista muy arraigado a la tierra, la naturaleza, su mundo, su pueblo, su gente. Yo quería eso: un entendimiento más profundo de mi gente, conectar con ella, trascender.

 

PO: En ese momento empiezas a trabajar en Hasta la raíz (2015)…

 

NL: Sí, ya no quería cantar con máscaras como lo hice en HUHUHU o inventarme un mundo fantástico. Las canciones de Hasta la raíz son completamente mías. Me partieron el corazón, pero también me identifiqué con mi país. Por ejemplo, “Hasta la raíz” es una canción que trata sobre México, sobre Veracruz, mi tierra que tanto amo. Y mucha gente piensa que es sobre un novio o algún amigo que se fue.

 

PO: Le cantas a otro tipo de amor. Y aquí es cuando la gente conecta con la música de otra forma. Como Silvio Rodríguez con “Ojalá”, una canción que le cantó a Cuba, aunque todo mundo cree que le cantaba a un amor.

 

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NL: ahí me di cuenta de la importancia que tiene encontrar tus vínculos, o salirte de las típicas historias de amor, y empezar a conectar con la vida, a profundizar más.

 

PO: ¿En qué momento empezaste a trabajar en Musas?

 

NL: Lo hice al mismo tiempo que estaba en la gira de Hasta la raíz. Necesitaba hacer música, simplemente no podía parar. Hablé con los Macorinos y empezamos a grabar muy rápido. De nuevo Gustavo fue una pieza clave. Aportó a mi mundo un gran repertorio de música latinoamericana que no conocía. Aprendí sobre música de Chile, Colombia, Venezuela y Perú. Repasé la trayectoria de Toña la Negra, que para mí es nuestra Ella Fitzgerald. Con los Macorinos, teníamos la consigna de trabajar en un disco acústico, sin instrumentos electrónicos, y todo se grabaría en vivo en una toma. Tendrían que ser compositores latinoamericanos olvidados. Y así empezamos.

 

PO: ¿Qué fue lo más difícil?

NL: Darme cuenta de que no era tan fácil interpretar este tipo de música. No tenía voz para cantarlas.

 

PO: ¿Y cómo la encontraste?

 

NL: Conecté conmigo. Entendí la exigencia de este tipo de interpretaciones, que es una responsabilidad enorme, pero que tiene una magia inigualable.

 

PO: ¿Tienen algo que ver tus raíces? Estamos en Coatepec, Veracruz, tu tierra, y sé que aquí está tu corazón.

 

NL: Es un pueblo hermoso. Viví de los dos hasta los nueve años. Amo este lugar, su gente, vegetación, naturaleza y sonidos. Amo su neblina. ¿Vieron el atardecer? llueve, sale el sol, vuelve a llover. Las memorias más hermosas de mi infancia están aquí. También las más tristes, como la separación de mis padres. Pero hay momentos que resultan, incluso ahora, una delicia: correr en el campo, atrapar luciérnagas y cantar las misma melodías de esa época. Compré este terreno hace 12 años, cuando no tenía carrera ni nada. Pero en ese momento decidí poner mis semillas en este lugar y fue gracias a esto que me enfoqué en mi carrera para poder conseguir una casa y construir un hogar.

 

PO: ¿Cómo lo conseguiste?

 

NL: Lo único que tengo es mi voz. Cada tabique de esta casa es una persona que compró un boleto para mis conciertos. Amo cada esquina de este espacio. Me encanta Coatepec, ¡es un pueblo, pueblo!

 

PO: Durante tu carrera, ¿quién te ha dado el mejor consejo y cuál fue?

 

NL: Juan Gabriel me dio una cantidad de consejos brutales, pero a ver, el más importante tiene que ver con los procesos. Es decir, el porqué de lo que quiero. Eso conecta con sinceridad cada uno de mis pasos. aprender a disfrutar cada momento me ha ayudado a realmente sentir cada concierto, disco y experiencia. aceptar los procesos de las cosas y que éstas no se dan de la noche a la mañana. Ésa fue una gran reconciliación conmigo.

 

PO: Gran consejo que aplica para todo. Es difícil hablar del futuro porque en la mayoría de los casos provoca una sensación de vértigo. ¿Cómo te ves en un unos años?

 

NL: Quiero devorarme al mundo entero. Quiero hacer miles de cosas, y eso es muy difícil porque no hay tiempo que alcance. Tengo que elegir entre tantas cosas.

 

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PO: ¿Cómo ordenas todas estas cosas que quieres hacer?

 

NL: Lo escribí en papel. Desde ahí nacieron mis sueños, que poco a poco se fueron haciendo realidad. ¡Aunque mis sueños rebasaron mis expectativas! Se presentaron oportunidades como la película de Coco, mi participación en los Óscares en 2018 y la gran promoción del disco con los Macorinos.

 

PO: ¿Cómo te mantienes en control con tanto?

 

NL: En este momento me toca entender que no puedo tener control de todo. Estoy aprendiendo a lidiar con eso, para escoger cosas que hagan sentido con mi vida. Desde un lugar súper real y honesto donde me conecto conmigo misma. Me cuesta mucho trabajo, ¡porque quiero todo! [risas]. Tocar mi guitarra me ayuda a tranquilizar el espíritu. Es en esa intimidad donde sale lo que realmente soy, tanto en mi casa como en el escenario.

 

PO: ¿Qué tipo de cosas te ayudan a conectar y encontrar esta intimidad?

 

NL: Me encanta pasar tiempo con mi papá y verlo tocar el piano. Meditar, ir al mercado, comprar flores y hacer arreglos con ellas. ¡Amo cocinar!, a mis mascotas y la naturaleza.

 

PO: ¿Qué sucederá con esta pequeña pausa que haces después de Musas?

 

NL: Es una pausa movida, un descanso de la gira, de los discos y de lo que he venido haciendo tantos años. Es momento de explorar, de terminar ciclos que estaban abiertos y que no había podido cerrar.

 

PO: Y tan importante que es darle vuelta a la página para avanzar.

 

NL: ¡Exactamente! Darme cuenta de las consecuencias que tiene todo lo que uno decide y hace. Entendí que se vale decir no y que esos no son válidos también. Me comprometí con la construcción del centro y emprender esta aventura con todos ellos. He aprendido a asumir mi parte, seguir y avanzar.

 

PO: Los tiempos del universo son perfectos.

 

NL: Son perfectos. Por algo todo se dio así y no antes. Ahora estoy en una etapa de exploración, de búsqueda, de estar en casa y regresar a la familia. De regresar a mí y darme a mí. No busco nada más.

 

 

 

 


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