Aromas que desatan memorias y recuerdos
fotografía Fabiola Zamora
estilismo Paula Grieve
modelos Sofía Alessio y Alana Burns
El proceso de creación de una fragancia es intensamente personal e íntimo y está conectado a los recuerdos. El ejercicio no consiste sólo en identificar aromas y lograr clasificarlos —algo que únicamente unos cuantos genios consiguen—; construir un aroma es, también, tener la capacidad de ejercitar la memoria y redescubrir esas esencias que forman parte de la historia de cada uno.
En el caso de Andrea Vargas Dieppa (Colombia), los recuerdos de la infancia están relacionados con el intenso aroma del sándalo que su padre dejaba en el ambiente. “Hay muchos aromas que me transportan a mis años en familia, pero no todos despiertan emociones específicas”. Además de esa fragancia que su padre usaba después del afeitado, recuerda claramente las notas del perfume Anaïs Anaïs de Cacharel, que su madre le obsequió cuando tenía 11 años.
“Los aromas que desatan las memorias y los recuerdos más hermosos de mi vida son el del mar [creció muy cerca de la costa], y el de los gélidos inviernos en Nueva York [donde pasó varios años en su adultez]. Sé que parece un cliché, pero a veces los clichés son la fuente de la felicidad y la melancolía.”
Ése es el poder de una esencia: su capacidad de desatar una reacción química en el cerebro, que se manifiesta físicamente con el aumento de la presión arterial, salivación e incluso excitación.
“En todos lados hay fragancias. Cada uno de nosotros tiene un aroma particular, el aire huele a algo, la comida, las calles de nuestras ciudades. Todo lo que vive y no vive huele”.
Antes, mucho antes de aventurarse al universo de la perfumería —uno extremadamente competitivo—, Andrea ya diseñaba calzado para la firma que cofundó con Elisa Restrepo, y creaba conceptos para espacios interiores. “Un día me encontré con mi buen amigo Bernabé Fillion [el perfumista que aprendió el arte de crear fragancias con Christine Nagel, nariz de Hermès]. Hablamos de todo, incluso de la posibilidad de crear un perfume”. La idea, que le quitaba el sueño una noche sí y otra no, finalmente empezaba a tomar forma.
Para su ópera prima sólo tuvo una demanda: que el aroma tuviera jazmín, una esencia que la transporta a la India y la hace revivir las sensaciones que experimentó en aquel viaje. “Por lo demás, dejé que Bernabé hiciera lo que sabe hacer tan bien: contar historias a través de sus invenciones aromáticas”.
¿Y cuál era la historia que Andrea deseaba narrar? Me responde de inmediato que ésa es una pregunta con muchas posibilidades, y que la respuesta es complicada. Se detiene por un par de minutos y dice con seguridad: “Es la piedra angular de lo que está por venir en mi carrera. Un punto y aparte en lo que he hecho hasta ahora”. De ahí que el nombre para esta nueva “aventura” sea Mono.lito.
Del griego mono, que significa uno, y lito, que quiere decir piedra, los monolitos son bloques de piedra de proporciones monumentales, compuestas de un solo elemento mineral. En su mayoría son de origen natural y semejan una montaña; otros, como Mono.lito, la firma de Andrea, fueron creados y moldeados por el hombre. En este caso, las manos de diestros artesanos colombianos fueron los responsables de moldear alpaca —un metal blanco de origen incierto— en pequeños frascos que resguardan tan sólo 80 ml del preciado jugo que creó Bernabé.
“Me fascinan las cosas miniatura. Tengo una obsesión con ellas. Y sí, aunque un monolito es gigante, estos pequeño frascos, que también son joyas, resguardan nuestras fragancias”. La primera, en cuya anatomía se mezclan las notas del junípero (una conífera fragante), la rosa, el jazmín Sambac, el beeswax (cera de abejas), la mirra, el frankincense (una resina), el pachulí y el suede (un acorde imaginario creado sintéticamente) fue nombrada Shandy Shandy, que significa indescriptiblemente alegre, voluble y chiflado.
“Hay un libro [Historia abreviada de la literatura portátil, de Enrique Vila-Matas] en el que, a manera de ficción surrealista, los líderes de ese movimiento artístico deciden reproducir sus obras en miniatura, para que quepan en una maleta, y después irse a recorrer el mundo, reencontrarse y encontrarse con sus obras en otro contexto. La historia me pareció increíble.”
Así, las creaciones de Mono.lito viajan de un lugar a otro. Del cuello, cerca del corazón. Generan nuevas memorias y recuerdos inolvidables en quienes tienen la fortuna de experimentar su fragancia en la piel de otro.
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