La insolencia es ser uno mismo y no disculparse por ello.
La insolencia es un concepto que se transforma a través del tiempo; la que no se transforma es la represión que la acompaña.
La etiqueta de insolencia viene del miedo a perder el control. Etiquetan de insolente lo que no pueden comprender, ya que sin comprenderlo no lo pueden controlar, así que es más fácil reprimirlo de inicio.
La represión se manifiesta de muchas formas; una de ellas es la vergüenza. Vergüenza hacia nosotros mismos y vergüenza hacia nuestra propia naturaleza.
Hace cincuenta años, el llevar una falda arriba de la rodilla se consideraba un acto insolente. Actualmente llevar una falda arriba de la rodilla se considera insolente, pero por otras razones completamente. El pensar que nos hemos liberado de esos juicios no es más que una ilusión; simplemente hemos cambiado de dueño.
Las reglas de esta sociedad han sido creadas por hombres y aunque actualmente exista una creciente rebelión en contra del poder machista, aún tenemos un largo camino por recorrer.
Es necesario reconocer que el gran juicio que recae sobre todos nosotros hoy, ha sido alimentado por mujeres también; desafortunadamente las mujeres y las minorías seguimos teniendo todas las de perder.
La publicidad y las redes sociales nos alejan de la realidad convirtiéndola inclusive en nuestra enemiga; nos muestran imágenes, vidas y cuerpos inalcanzables y en nuestra ingenua búsqueda de esto, terminamos perdiéndonos a nosotros mismos y con nosotros se va la insolencia. Perseguimos un espejismo y esto no puede más que condenarnos a la eterna frustración y a la infelicidad que esta conlleva.
Somos manipulados y reprimidos a través de vacías promesas de felicidad.
La obsesión con cierto tipo de cuerpo, la obsesión con la juventud, la obsesión con la extrema delgadez, con las narices respingadas y las pieles perfectas no tiene nada que ver con la fijación hacia la belleza de la mujer, sino todo que ver con la fijación hacia el control sobre ella.
Es reducir a la mujer a un objeto y así quitarle la voz.
Seamos insolentes y dejemos de nutrir a quien no nos nutre a nosotros.
Nuestros cuerpos, nuestros deseos, nuestras opiniones, nuestra naturaleza, nuestro carácter, nuestras necesidades, nuestras diferencias… parecieran ser en sí la mera definición de insolencia.
Insolente es la mujer que teniendo una panza lejos de plana se atreve a enseñarla; insolente es la mujer que no se rasura las piernas y no teme mostrarlas.
Insolente es el hombre que llora en público; insolente es el hombre que usa maquillaje y no se disculpa por ello.
Insolente solía ser la mujer que osaba contradecir a su marido e insolente la que quería estudiar.
Insolente solía ser el hombre que se enamoraba de otro hombre e insolente el quererlo expresar.
La víctima se mantiene, el pecado cambia.
La palabra insolencia no tiene por qué tener una connotación negativa; ser insolente no es sinónimo de ser irrespetuoso, y de así ser interpretado, tendríamos que reconsiderar de dónde viene ese concepto de respeto y a quién favorece.
Seamos insolentes y dejemos de nutrir a quien no nos nutre a nosotros.
La insolencia es un atrevimiento, un descaro y una rebelión a los ojos de muchos hombres y de muchas mujeres con una enraizada y obsoleta mentalidad cerrada, que de algún modo se benefician con la falta de ésta.
La insolencia es ir en contra de las ya pre establecidas normas de la sociedad, normas que aunque no siempre escritas, definitivamente son siempre palpables.
La insolencia es ser diferente, y el día de hoy el simple hecho de ser uno mismo es ya ser diferente.
La insolencia incomoda a la gente que no se pregunta qué es la insolencia. A la gente que flota por este mundo ciegamente siguiendo códigos que jamás se ha cuestionado.
La insolencia asusta. La insolencia habla del cambio y el cambio da miedo, particularmente a las personas a las que el status quo les funciona de maravilla.
Es momento de actualizar la definición de insolencia y hacer de esa nueva insolencia nuestro estilo de vida.
Seamos insolentes y dejemos de nutrir a quien no nos nutre a nosotros.
Ser honesto es más insolente que no serlo.
¿Por qué nos incomoda la verdad y nos acomoda la mentira?
¿Por qué hablar de la sangre de la menstruación es insolente cuando hablar de la sangre del muerto es normal?
¿Por qué dos hombres besándose son insolentes mientras que dos hombres peleando son sólo hombres?
¿Por qué nos remitimos siempre a las mismas imágenes y a las mismas palabras? Siempre cómodas y siempre superficiales.
La palabra tristeza incomoda, mientras que la palabra estrés funciona. La palabra estrés representa un sentimiento secundario que nace de un sentimiento más profundo, del cual por supuesto, no es cómodo hablar.
¿Por qué nos incomoda tanto lo profundo?
Creo que lo profundo nos incomoda porque nos lleva a más, nos lleva a pensar, a sentir, a analizar… y esto definitivamente no es cómodo. Más cómodo es conformarse con las cosas como son.
No conformarse y cuestionar.
Cuestionar es insolente.
Los cuestionamientos hacen temblar a tantos. Hacen temblar a la industria de la moda, a la industria alimenticia, a la iglesia, al estado. Hacen temblar a muchos hombres y hacen temblar a muchas mujeres.
Los cuestionamientos y las conclusiones provenientes de estos llevarían a una gran mayoría a exigir cambios y por supuesto eso es algo que no a todos beneficia.
Seamos insolentes y dejemos de nutrir a quien no nos nutre a nosotros.
Nacimos insolentes e insolentemente moriremos.
Seamos insolentes y no nos disculpemos por ello.
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