¡Todo es culpa de los raves!… Pero no me arrepiento de nada

30 años de trance, smart drinks y ácidos

1912
texto y fotografía Pepe Casanova
collage Emilio Pérez

Lamentablemente ya no soy el mismo que antes. Y no me refiero a mi carácter o mi forma de ser; ésa es muy difícil de cambiar y no me interesa. Estoy hablando de algo más importante: del elixir de la eterna juventud que todos deseamos, pero que todos sabemos que es imposible tener.

Lo que quiero decir con esto es que mi mente y mi alma quieren seguir saliendo de fiesta a divertirse toda la noche, todos los fines de semana, como hace muchos años, pero los achaques de mi cuerpo y mi apatía ya no me lo permiten. Y eso no es justo. Crecer y hacerse viejo es lo más injusto.

 

¿Será que los raves me están cobrando la factura de todas esas noches que viví durante los alocados años 90? Mierda. Lo sabía. ¡Todo es culpa de los raves! La verdad no me arrepiento de nada. Prefiero tener este dolor de rodilla, estar un poco sordo de un oído y tener mala memoria, que haberme perdido ese gran momento de la música electrónica y las fiestas del DF durante principios de los 90.

Antes de ser raver fui dark. Tengo la teoría de que eso fue algo generacional entre un grupo de personas que crecimos durante los 80 y que nos gustaba escuchar la misma música: Siouxsie, Bauhaus, Gary Numan, Fad Gadget, The Cure, Nitzer Ebb, Depeche Mode, Skinny Puppy, Soft Cell, Front 242, The Young Gods, Clan of Xymox, etcétera. Me vestía de negro, me pintaba la cara y usaba zapatos con casquillo. Eso sí, era un desmadre tenerme que despintar antes de regresar a mi casa cuando salía en las noches. Si mi papá me veía así, me corría, y seguramente me aventaba todas mis cosas a la calle. Mis amigos y yo teníamos que traer crema y algodón en el coche para despintarnos y regresar sin maquillaje. Funcionaba, pero era de hueva, y yo necesitaba un techo donde dormir.

 

Una vez me cachó con un poco de bilet rojo en la boca, y rápidamente se me ocurrió decirle que le había dado un beso a una amiga. Sonrió y se fue. A mí casi me da un paro cardiaco, pero se me hizo la mejor mentira que pude haber dicho. Hasta orgulloso se ha de haber sentido de mí.

Eran finales de los 80 y uno quería descubrir nueva música que no fuese la que tocaban en la radio o sonara en los antros fresas como el News o el Magic Circus. No había clubes especializados en música electrónica todavía, pero sí comenzaron a surgir los primeros espacios enfocados en los beats, esos que abrieron el camino para algo más grande. Estaba el legendario Bar 9 —que ya tiene libro y hasta serie—, el Dynamo Garage —donde pasé mi cumpleaños número 18—, el Pericos, el Tutti Frutti —de ahí venía cuando le mentí a mi papá—, Rocotec y Danzetería. Ésos son los que más recuerdo y a los que más me gustaba ir.

 

Cada fin de semana —y a veces entre semana— quería estar ahí. Desde joven me gustó salir de fiesta y, al pasar de los años, eso me permitió tener muchos amigos y hacer dinero. No fue tan malo como mi papá creyó que iba a ser. Al final, esas miles de horas invertidas en afters acumuladas durante estos años, valieron la pena. Miren ahora: ¡No soy un fracasado! Puedo escribir. Aunque sigo pensando que lo mío es ser crítico de fiestas. No es por nada, pero creo que haría un trabajo impecable. Tengo un buen CV y me desenvuelvo muy bien bajo presión.

Fue el 20 de mayo de 1993 cuando abrió sus puertas Medusas, el primer club o discoteca en la Ciudad de México dedicado 100% a la música electrónica, el cual inmediatamente se convirtió en el lugar al que todos queríamos ir a bailar. La noche de su inauguración, los dueños esperaban recibir alrededor de mil personas, pero nunca imaginaron que iban a llegar más de tres mil. LLT fue el grupo encargado de tocar esa noche. Uno de los pocos grupos electrónicos mexicanos que había entonces.

 

El espacio era inmenso y contaba con uno de los mejores equipos de audio e iluminación del momento; los Djs tocaban música electrónica techno, trance, house, EBM e Industrial, y lo mejor de todo es que el lugar tenía una pista que se elevaba. ¡Síííí! Se elevaba. Había que tener cuidado por aquello del chupe y las drogas. No queríamos acabar en el hospital y agüitarles la fiesta a todos. Era imperdonable.

 

Y sí, eran los 90, por supuesto que había drogas. Y muchas: los Soles, los Simpsons, los Gatos Félix y las Mitsubishi, entre muchas más con nombres y estampados muy divertidos.

 

Ya ha pasado mucho tiempo y las tachas y los ácidos no me ayudan mucho a recordar exactamente cómo fue todo, pero de lo que sí estoy seguro es de que este año se cumplen 30 años de la primera vez que fui a un rave, y 30 años de la primera vez que hice un rave.

No les digo, todo pasó en 1994.

 

Pero comencemos por el principio: ¿Qué es un rave?

 

Comúnmente en castellano (/’rabe/) es un tipo de fiesta de música electrónica. El uso del término está documentado por primera vez el 4 de abril de 1970 para describir los bailes rave. Posteriormente se aplicó a las fiestas de acid house de los años 80 y a las fiestas masivas clandestinas de breakbeat hardcore de principio de los 90 en Inglaterra, que en ocasiones se extendían hasta el amanecer.

 

La última frase es mi favorita. Es completamente cierta y me atrevo a decir que no en ocasiones, sino más bien casi siempre se extendían hasta el amanecer o hasta dos, tres o cuatro días después. Podías perder el sentido del tiempo fácilmente. El secreto para aguantar —además de las drogas— era lavarte los dientes y cambiarte de calcetines. Eso marcaba la diferencia #siguemeparamasconcejosravers.

 

TRANCE fue el nombre del primer rave al que fui (si mi memoria no me es infiel) y se llevó a cabo en el Frontón México, del DF, en 1994 (“el año”, no les digo). Mi amiga Laura y sus primas Regina y Jacqueline pasaron por mí a casa de mis papás esa noche, y salimos con toda la actitud a ravear. Para mí era la primera vez, para ellas la segunda. Unos fines de semana antes habían ido a un rave en la fábrica de Eureka, ahora museo del niño, el cual está considerado como uno de los primeros o el primer rave en México. ¡Y no fui! Pero fui al segundo. Y al tercero y al cuarto y al quinto y al sexto y a todos.

Esa noche yo llevaba un chaleco y una playera pegada. Laura y sus primas no recuerdo, pero seguramente traían puesto algo de peluche rosa o algo plateado. Era lo que se usaba. Una mezcla futurista, pero también setentera. Por suerte cambió después a los pantalones de pata de elefante con caída muy grande —pero muy grande—; era lo que todos los club kids usaban en los raves, junto con playeras de películas y programas de televisión de los 80, ropa deportiva, pelo de colores y aretes en la lengua.

Pero, ¿qué es un club kid?

 

Según internet: Los club kids eran un grupo de jóvenes de clubes de baile de la ciudad de Nueva York. El grupo se destacó por el comportamiento extravagante y los disfraces escandalosos de sus miembros.

 

La definición no dice mucho y, si buscas en internet, te darás cuenta de que hay muy poca información. Pero básicamente fue un término que comenzó en Nueva York y que luego se popularizó en los raves para decirles así a los ravers que se vestían y se disfrazaban con toda la parafernalia obligada para enfiestar por días: el chupón, los glowsticks, el muñeco de peluche, la visera, las pulseras tipo Taylor Swift y la mochila en la espalda.

 

De lo que más me acuerdo esa noche en TRANCE fue de haberle comprado unas smart drinks a Naomi (Palovits) al llegar. Tenía un puesto y llegamos directo a él para ver si con un par sentíamos algo más que las cubas y la mota.

Pero esperen, ¿qué es una smart drink?

 

Según internet: La popularidad de las bebidas inteligentes alcanzó su punto máximo a principios de la década de 1990, cuando se llevaban a cabo fiestas nocturnas de música techno y house, eventos de la cultura dance underground de la época, conocidos como raves. Los entusiastas de las raves preferían drogas como el éxtasis, la metanfetamina, la ketamina o los poppers, al alcohol. En lugar de tomar bebidas alcohólicas, los bailarines ingerían bebidas inteligentes.

 

La verdad, no sentí nada diferente. Nos emborrachamos y ya no supimos ni qué. Regresamos a casa sanos y salvos, listos para ir a nuestro siguiente rave.

 

Y así fue. De pronto comenzó a haber raves cada semana: en una fábrica, en un cine abandonado, en casas de la colonia Roma y la Condesa, en Teotihuacán, Tepoztlán, Oaxtepec, Desierto de Los Leones, etcétera. Para enterarte dónde era el siguiente rave, tenías que ir a un rave —ahí era donde daban los flyers con la información del próximo—. De mano en mano y de boca en boca. No había internet, por suerte. Agradezco haber vivido esa época sin redes sociales, sin documentación de todo lo que hacíamos. Sin miedo a mentir. Lo único que me hubiera gustado es que existieran los Uber. Eso hubiera sido de mucha ayuda. Regresar de Teotihuacán en ácido no fue buena idea.

La primera vez que probé un ácido me lo regaló mi amigo Marco y fue en un rave en Teotihuacán, donde tocaba por primera vez Paul van Dyk en México. Era el escenario perfecto para hacerlo. Me encantaba el trance y también experimentar, así que nos comimos mitad y mitad de un Gato Félix, y nos dimos un abrazo.

 

Después de una hora, estaba viendo tocar a Paul van Dyk desde la parte de arriba del lugar y veía la pista como si fuese una pizza gigante y las cabezas de las personas fueran las rebanadas de pepperoni. Una maravilla. Obviamente sí me pegó… hasta que recordé que traía auto y tenía que manejar.

Unos meses después decidí organizar mi primer rave junto con mi amigo Toño. Comenzamos a buscar el lugar, y un día paseando por la colonia Del Valle encontramos el espacio perfecto. Era una fábrica abandonada de dos pisos y una terraza abierta. En cuanto nos la enseñaron, nos dimos cuenta de que teníamos que hacerlo ahí, pero no era tan fácil. Rentar el lugar para un rave era complicado. Lo logramos regalándoles unos pizarrones y equipo de dibujar a un centro de adultos mayores que estaba en la colonia, además de inventar que los fondos recaudados serían para un trabajo cinematográfico escolar. Se llamó Polución y se llevó a cabo el 3 de septiembre de 1994. En las tornamesas estuvieron Dj Gurú & Dj Gudu, DJ Lome, Dj Light, Dj Quecho, Dj Marte 9000, y el acto en vivo era Ultravioleta (el grupo de Luis Enrique Guzmán), pero no llegaron.

 

Quién sería la persona indicada para vender las smart drinks fue todo un pedo. Hubo pleito entre las dos vendedoras “oficiales” de smart drinks del momento, Naomi y Maico, por lo que tuvimos que dejar que las dos los vendieran. Una en el piso de arriba y la otra en el piso de abajo, para que no hubiera problemas “inteligentes”.

Obviamente el trance y el techno se escuchaban 10 cuadras a la redonda y, como era de esperarse, llegó la policía. Les dimos una lana, algo de cenar, y se fueron. Después de eso regresé corriendo a pedirles ayuda a mis amigos que habían ido a divertirse porque la barra era un caos. No esperábamos tante gente y se nos salió de control por un rato. Luego todo volvió a la normalidad, y a las 4:00 h corrimos a todos los ravers. Polución había sido todo un éxito. Era hora de pensar en el siguiente rave.

Al cabo de unos años, la cultura raver explotó y, para finales de los 90, podías ver en los flyers el nombre de varios Djs internacionales importantes, como Richie Hawtin, Green Velvet, Carl Cox, Derrick May, Dj Rolando, Sasha Digweed, Sandra Collins, Sven Vath, Josh Wink, Hardfloor, Kevin Saunderson o Danny Tenagllia, tocando para más de tres mil personas.

 

Imposible olvidar las famosas fiestas de Libido a cargo de Ricardo Soroa, el cual incluso llegó a hacer una entrega de premios a lo mejor de las fiestas raves de México en aquel entonces. Eran mis favoritas y las que más se llenaban; pero tampoco podemos olvidar la importancia de promotores como David Cuevas con sus raves Aceite, que llegó a hacer uno de los más grandes —en la Arena México para 10 mil personas—, o el famoso rave en el Poliforum Cultural Siquieros (1994), donde hubo portazo y un perfomance de La Bogue con Chrysler, o las fiestas de amigos como Ramiro y Cookie con Bleep, X Mandamiento y Divas. Todos éramos promotores independientes descubriendo una nueva subcultura que nos tenía fascinados y a la que queríamos aportar algo.

Yo debí haber sido Dj, pero la verdad es que este mundo lo que más necesita ahora son doctores, profesores, científicos, que sé yo. Pero Djs ya no.

 

Con el paso del tiempo, todos los ravers con los que crecí nos fuimos separando: unos comenzamos a trabajar, otros se fueron de México, a otros los metieron a la cárcel y otros fueron papás, pero curiosamente de un tiempo atrás volvimos a coincidir y reencontrarnos con ese mismo gusto como si fuese 1994. A 30 años de que todo esto comenzó, de trazar una nueva historia que no sabíamos siquiera que iba a seguir existiendo en estos días. Porque también tuvo su momento de prohibición en México. El gobierno intentó pararlos y acabar con ellos por medio de redadas, falta de permisos, noticias alarmistas en los noticieros y alertas rojas para los papás, pero al final no lo lograron. Las subculturas siempre tienen que existir para que el mundo pueda seguir avanzando.

Y así fue. Sólo que ahora los jóvenes lo tienen todo mucho más fácil y resuelto. Falta ver tu Instagram para saber dónde habrá una fiesta, abrir tu Spotify para saber qué toca el Dj y, si te gusta, pedir un Uber qué sabe perfectamente que ruta tomar gracias a GoogleMaps. Ya no hay smart drinks ni fábricas abandonadas que crashear. ¡Regrésenme a 1994! Regrésenme a Teotihuacán para seguir viendo pizzas gigantes mientras bailo trance.

 

¡Viva la rave! ¡Viva la subcultura!

 

Después volví a ser dark, pero con un corazón raver : ) #PLUR

 

 

Pepe Casanova es comunicólogo de profesión, escritor de medio tiempo. Autor de dos novelas: Yo no soy Dj y Arnold Suacheneyers o como sea que se escriba en China pero en Nueva York. Especialista en vida nocturna y crítico de fiestas. Fan de The Cure y el techno.


Ediciones anteriores

192

DÍA, de Ela Minus

Despierto un domingo alrededor de las 10 de la mañana con un mensaje recordándome que debo asistir […]

1701
192

192 Mix @ José Antonio Toledano

José Antonio Toledano, actor mexicano, nos comparte la playlist que respira las notas de su trayectoria y […]

1912
192

La eterna reinvención del bolso Prada Galleria

Crear souvenirs sobre un evento destacable en nuestra vida es un acto muy humano alimentado por la […]

1812
192

Elsa Peretti: Un canto a la libertad

“Soy adulta, soy libre, he decidido vivir una vida”, escribía en una carta Elsa Peretti a su […]

1312
192

Trópico 2024, ¡De vuelta a casa!

trópico 2024 Hace 11 años comenzó la travesía en Trópico, tan solo imaginar cómo sería un festival […]

0312
192

192 Mix @ Bruses

Desde Tijuana, Bruses emerge como una figura que destaca en la escena musical mexicana contemporánea. Nominada a […]

2711
192

León Larregui

A León Larregui se le acaba de quemar la pizza. Eso y un retraso de este lado, […]

2711
192

A Song is a Dream About You

zapatos Christian Louboutin, Chambelimoc total look Krystal Paniagua zapatos Christian Louboutin, Minny Sling total look Krystal Paniagua medias María Victoria por Carlos de la […]

2511
192

Juanpalitoschinos: El nuevo citypopdiscohousegodín…

Los 70 fue una década en donde el amor predominó. Todos sabemos que estuvo llena de glamour, […]

1911