Camino por la ciudad. Es domingo, temprano por la mañana; ayer llovió toda la noche y por eso todo brilla: el cielo, las hojas de los árboles, el pavimento. Quedé de ver a Valeria Mariaud, primera solista de la Compañía Nacional de Danza, en una cafetería de estilo americano afuera de una boca del metro, Etiopía. Voy a entrevistarla.

He pensado hacer esta entrevista al estilo del cuestionario Proust (una serie de preguntas cortas que de todas maneras permitan ver a la persona). Este cuestionario estuvo muy de moda a fines del siglo XIX y principios del XX y lleva este nombre porque Marcel Proust lo respondió (famosamente), pero en realidad lo inventaron las hijas de Karl Marx. Hoy en día el cuestionario, en su manera original, es ya un poco anacrónico; denota, sin duda, su siglo, así que me he decidido a reformarlo. Lo llevo escrito en uno de mis cuadernos de dibujo y he dejado espacio para las respuestas. Creo que puede funcionar, ya que preguntas y respuestas, en este cuestionario, tienden a ser precisas. Lo hago porque, si hay algo que una bailarina no tiene, es tiempo.

Suena una alarma de pronto, pero la gente no hace caso. Entro a la cafetería y me siento a esperar a Valeria. Me había escrito para preguntarme cómo nos reconoceríamos: “voy de verde oscuro, traigo lentes”, le escribo. Enseguida me contesta, “yo voy de rojo”. Apenas pasan uno o dos minutos, cuando llega caminando. Luego de saludarnos, se sienta con esa compostura que es la marca de una bailarina: todos sus movimientos son irreprochables. Valeria es muy joven, aunque baila profesionalmente desde hace años. Pide un yogur y un chai para desayunar mientras hablamos brevemente de los ballets rusos y del ballet Don Quijote (la composición de Marius Petipa con la música de Ludwig Minkus, que se estrenó en el Bolshoi, en diciembre de 1869) y que Valeria protagonizó (como Kitri) en Cuba en julio de 2022 con el Ballet Nacional de Cuba en versión coreográfica de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso: luego, concentrada, comienza esta entrevista.

PSF ¿Has pensado en no ser bailarina?

VM No. Es mi vida.

PSF Si pudieras hacer que una cosa pasara, ¿qué harías?

VM En otra vida, ser bailarina del Royal Ballet.

PSF ¿Qué países del mundo conoces?

VM Todos los que conozco, han sido por la danza: Cuba, Colombia, Paraguay, EEUU, Alemania.

PSF ¿Qué país te gustaría conocer?

VM Muchos. Uno de los que más, Japón.

PSF ¿Hay algún artista plástico que te atraiga particularmente?

VM No me gustan las pinturas o esculturas de ballet que he visto. No parecen reales. No hay emoción. Para mí, no empatizan… Pero me gusta Monet, los nenúfares.

PSF ¿Qué animal te atrae?

VM Los animales marinos. Las orcas. Tengo sueños con las orcas.

(Aprovecho para mostrarle en mi celular una pintura de una orca. Hablamos de la banda de orcas que está volteando embarcaciones, sonreímos.)

PSF ¿Qué animal te repele?

VM Los gatos. No me gustan.

(Sonreímos de nuevo. Yo tampoco amo los gatos, en parte porque me dan alergia.)

PSF ¿Cuál es tu paisaje favorito?

VM Me encanta todo en la naturaleza. Y para mí, ver la nieve. Fui a Alaska a bailar, y en Anchorage, allí la vi.

PSF ¿Cuál es tu pasaje favorito?

VM Los adagios. A las bailarinas los adagios nos causan un conflicto por creer que no tienes el control, por creer que puedas perderlo, pero me gusta saber que tengo el poder de controlar mi cuerpo en un adagio.

PSF ¿Quién es tu mayor inspiración?

VM A cada persona le puedes aprender algo, a la mayoría de las personas… Pero diría que mi mamá, mi novio. En la danza, Marianela Núñez.

PSF ¿Tienes algún hobby?

VM Me gustan las plantas. Me gustaría pintar. Pero…

PSF Yo sé… no has de tener tiempo de nada…

(Valeria me sonríe, sosegadamente. Yo dudo entre pedir otro café o no. Pero veo que ella está ya terminando de desayunar y me decido en contra. No faltan muchas preguntas ya, Valeria.)

PSF ¿Qué te dices cada mañana?

VM Hay días en que parece que no puedes más. Que estás exhausta. Y entonces me digo: “un día más. Tú puedes hoy”.

PSF ¿Cuál es tu idea de la felicidad, Valeria?

VM Es algo complejo. La felicidad es algo efímero. Es muy poco el tiem- po en que uno es feliz, es un momento. Cuando lo piensas, si lo piensas y te dices “soy feliz”, ya en ese momento comienza a cambiar. Creo que es muy utópico pensar en la felicidad. Se puede llegar a sentirla, pero son momentos pequeños.

(Agradablemente ha pasado ya una hora y un poquito más. Sé que tiene que irse y no puedo sino desearle toda la suerte del mundo.)