Decidido, como siempre, esta vez Raf Simons examina el territorio estadounidense y lo hace por medio de la desconfiguración de sus códigos de vestimenta. La mezclilla imperante con una especie de patchwork contemporáneo, igual que las botas vaqueras de charol o en piel mate —con las que Simons meets Rothko— son el hilo conductor de la serie, junto con el jumpsuit y las parkas con franjas antirreflejantes.

Todas las piezas son ejemplares de la vestimenta utilitaria americana. Prendas funcionales para hacer identificables e iguales a los usuarios, en realidad una antítesis de la moda y sus principios con los que promueve el cambio, la individualidad y la distinción.

Pero ésta es una utopía en la que piezas comunes, que son un recordatorio del orden social, rompen las jerarquías. Como imaginó Tomás Moro, una comunidad ficticia, en un terreno inexplorado, que nos remite a una visión amable del mundo en la que sus habitantes conviven bajo un clima de paz. Para Simons, también la moda puede hablar de democracia.