¿Cuántas botellas de perfume existen en el mundo? ¿Cuántos de los líquidos contenidos en ellas tienen alma? Ésta última es una de las interrogantes que se hicieron durante años Fabrice Penot y Eddie Roschi —mientras ambos trabajaban en el mundo de la perfumería—. 

Le Labo se convirtió en la materialización de un proyecto olfativo con el que ambos cumplían el deseo de embotellar aromas manufacturados bajo dos directrices fundamentales: la intención con la que se formula una fragancia y la atención al detalle con la que ésta es creada.

La primera está relacionada a esa alma que ellos siempre habían añorado, una perfumería exquisita, capaz de crear un shock olfativo, que desencadenara múltiples sensaciones y que con el tiempo, esas sensaciones, se convirtieran en recuerdos y memorias.

La segunda, una perfumería creada bajo estándares estrictos y responsables, tiene su fundamento en la búsqueda de los más finos componentes, de llevarlos al laboratorio y diseñar métodos de extracción únicos para respetar la esencia pura de cada uno de ellos. 

Al conjugar ambas directrices, Le Labo crea fragancias irreverentes, artesanales, profundas y potentes, pero sobre todo, personales.

Cada una de las 18 esencias de Le Labo es una declaratoria, una composición casi poética de lo que debería ser la perfumería —como extensión de la piel misma—: exquisita y lujosa.

Es difícil decidirse por una, pero como lo dicen las expertas de la boutique Le Labo en El Palacio de Hierro Polanco, hay que enfrentarse a ellas, probarlas, disfrutarlas y luego tomar una decisión. 

Santal 33, una seductora mezcla de cardamomo, iris, violeta y maderas australianas; Bergamote 22, de una explosión cítrica y floral única; y Baie 19 (la más reciente creación), de luminosos aromas de la combinación de pachuli y hojas verdes, son nuestros favoritos.

Decide cuál de los aromas se puede convertir en tu alma gemela. 

Le Labo en El Palacio de Hierro Polanco.