
La moda, en su expresión más transgresora, se convierte en un poderoso lenguaje que desestabiliza las convenciones y nos obliga a repensar los límites de la masculinidad. A través de ella, un grupo de diseñadores contemporáneos, cuya especialización es el menswear, se levanta para desafiar las normas establecidas, utilizando la cultura, el tiempo y la pasión como un medio para explorar la identidad, el cuerpo y el género en toda su complejidad. Sus creaciones, lejos de la monotonía de las tendencias, se transforman en un manifiesto no sólo visual sino físico que incomoda, provoca y cuestiona, al mismo tiempo que reflexiona sobre el tiempo presente y lo inmortaliza en cada colección, foto y decisión empresarial.
Estos diseñadores, como verdaderos escritores de la moda, se sumergen en las profundidades de la introspección, la liberación y la creación de espacios seguros donde la individualidad se celebra sin restricciones. Su labor convierte la moda en una ventana hacia un futuro donde el deber ser se desvanece y la libertad individual se convierte en el nuevo paradigma que la moda mexicana necesita.
El mundo avanza a un ritmo vertiginoso, en el que lo inmediato reemplaza lo esencial y la prisa parece dictar nuestras decisiones. En la moda, el ritmo de las colecciones efímeras ha dominado la industria, pero Antonio Zaragoza ha optado por caminar a otro paso. En su estudio en Guadalajara, el diseñador de Liberal Youth Ministry no se deja llevar por el ruido externo. La creatividad, para él, no puede acelerarse; es un proceso que demanda introspección, pausas y, sobre todo, paciencia. “Acabo de terminar de shootear mi nueva campaña”, comparte con un tono tranquilo pero lleno de emoción, mientras se acomoda para hablar sobre lo que más le interesa: el tiempo.
Desde el inicio de su marca en 2016, Zaragoza ha explorado la moda no sólo como una forma de vestir, sino como un sistema de pensamiento. Sus colecciones son diálogos entre el pasado, el presente y el futuro, un discurso que se ha estructurado en ciclos: del 2016 al 2019 como una etapa fundacional, del 2019 al 2023 como un crecimiento vertiginoso y, desde 2024, un momento de introspección profunda. “El tiempo no es una línea recta, sino un ciclo constante de aprendizaje y evolución”, explica.
Este concepto también se plasma en sus colecciones más recientes: Igor (invierno 2024), Goblin (primavera 2025) y Darko (invierno 205). Aunque presentadas como temporadas distintas, estas líneas de diseño forman una conversación continua sobre la estética, el cambio y la resistencia al sistema tradicional de la moda. “No quiero crear por crear, ni seguir el ritmo de una industria que se mueve demasiado rápido. Prefiero profundizar en las ideas, darles el tiempo de madurar y asentarse”, menciona. En un mundo donde el fast fashion ha convertido la ropa en un producto desechable, Zaragoza apuesta por la permanencia.
El diseño, en su visión, se construye desde el aislamiento, la contracultura, la rebeldía y la desobediencia. Cuenta que siempre ha trabajado desde un lugar muy personal, donde sus miedos y ansiedades se canalizan en prendas. Para él, la moda es un acto de liberación y un espacio de autoexploración que están sostenidos por el tiempo. Materializar lo intangible y plasmarlo en una prenda es un proceso casi terapéutico, según su opinión.
En un mundo donde el impacto de la moda es cada vez más cuestionado, Zaragoza no busca la aprobación inmediata ni el éxito viral. Su marca está construida con base en el tiempo, un tiempo personal que no está pensado para un mercado que suele priorizar la inmediatez sobre la calidad. “La moda masculina en México ha cambiado mucho desde que empecé. Hoy hay más apertura, pero también retos estructurales que dificultan el crecimiento de las marcas independientes”, reflexiona. Sin embargo, su experiencia le ha enseñado a valorar la comunidad que ha construido. “Abrimos nuestro estudio cada mes, y es abrumador ver la respuesta de la gente. Esa conexión con nuestros clientes, a nuestro ritmo, nos mantiene en movimiento”.
“No quiero crear por crear, ni seguir el ritmo de una industria que se mueve demasiado rápido. Prefiero profundizar en las ideas, darles el tiempo de madurar y asentarse.”
De pronto, Nosferatu de Robert Eggers se cuela en nuestra charla. Se vuelve sin duda una fuente de inspiración. “Eggers, por ejemplo, trabaja con el miedo, con lo desconocido. Yo hago lo mismo con mi ropa: tomo mis temores y los transformo en algo tangible”, dice. Y surge una pregunta inevitable que nos aterriza de nuevo en nuestra conversación sobre moda: ¿qué pasará con sus diseños en el futuro? ¿Se imagina viendo su ropa en un museo dentro de 50 años? Zaragoza prefiere no apresurarse con esa respuesta. Mantiene un archivo de sus prendas más significativas, pero entiende que el destino de sus creaciones es incierto. “Me gusta pensar que algunas piezas serán coleccionadas, pero también sé que muchas se perderán. Eso no me preocupa; lo importante es el impacto que tienen en el momento de su creación.”
Lo de Antonio Zaragoza no se mide en temporadas ni en tendencias; se construye en el presente, con cada prenda que diseña, con cada historia que cuenta. Su visión es un recordatorio de que la moda no tiene por qué ser efímera, que puede ser una exploración pausada y significativa. En un sistema que exige rapidez, él ha decidido desafiarlo con paciencia. Y en esa decisión ha encontrado su camino.
#FacesHomme192
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