El clóset de la nostalgia

Donde la moda y la música cruzan caminos...

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texto Carlos Didjazaá
fotografía David Franco para 13/Trece
estilismo Alberto Rebelo
maquillaje Aleida Gómez
pelo Gerardo Maldonado
modelo Fabb @ Queta Rojas
asistentes de fotografía Adriana Flores y César Rodríguez
asistente de estilismo Sophia Garduño

locación Parker & Lenox


Cuando empecé a escribir este texto, pensé que hablaría de vestuario. Que entrevistaría a algunos diseñadores sobre su ropa y su relación con las cantantes más destacadas que han vestido y que, en el camino, tendría algunas anécdotas interesantes que volverían este reportaje una pieza ligera y entretenida. Era cuestión de cohesionar todos los testimonios en un relato fluido y ya: pan comido. Sin embargo, conforme transcribía algunas de las entrevistas, me di cuenta de que, aunque estábamos hablando de moda, como si el vecino tuviera fiesta y la música traspasara las paredes, la nostalgia, los anhelos juveniles de los sueños por cumplir y la sorpresa alegre de los sueños cumplidos, se convertían en un ruido de fondo imposible de ignorar que acababa inundando la conversación entera.

Al explicar por qué la música que escuchamos en nuestra adolescencia nos acompaña por el resto de nuestra vida, el psicólogo Daniel Levitin dice: “Descubrimos la música cuando somos jóvenes, normalmente a través de nuestros amigos […] la escuchamos como si fuese una insignia, una manera de pertenecer a cierto grupo social. Esto combina la música con nuestro sentido de identidad”. Sobra decir que este procedimiento se extiende a todo lo demás, incluida la ropa que usamos, muchas veces como una referencia directa a lo que usan los músicos que nos gustan y la gente que nos rodea.

 

En México, ha habido varios diseñadores de moda consagrados que también hicieron vestuario como una actividad aparte, algunos de ellos fueron: Julio Chávez, que realizó los vestidos “sirena” de María Victoria; Tao Izzo, que realizó los ropones repletos de encajes y escarolas que usó Lola Beltrán en la madurez de su carrera; Claudia Magún, que le cambió el look a Daniela Romo y a casi todas las cantantes mexicanas que participaron en el oti, y Grypho, un favorito de muchas bandas y cantantes de finales de los 90 e inicios de los dosmiles: desde No Doubt hasta Fobia, pasando por Alejandra Guzmán.

 

Hoy en día, ¿quiénes son los diseñadores de moda mexicanos que, sin dedicarse a hacer vestuario propiamente, también han tenido incidencia en los escenarios? ¿Quiénes son sus clientes? ¿Cuál ha sido su experiencia? ¿Cuáles sus motivaciones y añoranzas?

 

 

FRANCISCO CANCINO PARA NATALIA LAFOURCADE 

vestido Francisco Cancino para Natalia Lafourcade

 

La primera vez que Francisco Cancino vistió a Natalia Lafourcade, ella aún estaba en Natalia y La Forquetina y él aún no diseñaba bajo su propio nombre. Fue hace muchos años, y en realidad, Cancino no la vistió directamente; se dio a través de préstamos editoriales. Tiempo después, volverían a coincidir cuando Lafourcade lanzó Hasta la raíz y él era director creativo de Yakampot; el clic fue inmediato, y la relación se ha extendido por casi una década hasta el día de hoy.

 

CARLOS DIDJAZAÁ (CD): La última vez que te entrevisté, me comentaste que tu finalidad siempre ha sido “contar la historia de México a través de tu trabajo”, el cual es un acercamiento al folclor mexicano, pero de manera muy sofisticada; esto me parece también lo que Natalia ha hecho en sus últimos discos, lo cual coincide con tu obra. ¿Es esta una conversación que has mantenido con ella, o es simplemente un entendimiento que se dio de manera natural entre ustedes dos?

 

FRANCISCO CANCINO (FC): Ha ocurrido de las dos maneras, pero en la actualidad lo hemos platicado de manera cada vez más frontal, incluso confrontativa, pero en un buen sentido. Mantener una relación creativa por tanto tiempo puede ser complejo; en cualquier álbum ella podría cambiar de mood. O yo podría hacer lo mismo en cualquier colección. Pero, conforme ha pasado el tiempo, estas coincidencias son cada vez más evidentes; tenemos un proyecto parecido y formamos parte de la misma generación —ella y yo somos del mismo año—, entonces, dar cuenta de ello es parte de nuestra madurez como artistas. Antes, en nuestras primeras colaboraciones tenía cierto sigilo, por respeto o miedo, al comentarle nuestras coincidencias; en la actualidad es un desfogue absoluto. Seguido hablamos sobre cómo estamos montados sobre el mismo tren. Esto nos ha acercado mucho, al grado de que tengo un maniquí de Natalia en mi taller.

 

CD: Me imagino que tiene necesidades muy puntuales al momento de vestirse para resaltar en el escenario. ¿Cuáles son?

 

FC: Claro, como todos. Hay aspectos técnicos, corpóreos y simbólicos. Como anécdota te puedo contar que, en nuestros fittings, la guitarra que va a llevar en el escenario siempre está ahí; procuro que nada le estorbe, que nada le pique, que no haya nada con lo que pueda tropezarse, que esté cómoda cuando se ponga a tocar. Al tratarse de una artista tan relevante, nunca puedo pasar por alto el sonido, lo visual, el movimiento; ya sea en los Óscar, los Grammy… o su boda. Por supuesto, es ropa con mucha historia, llena de símbolos que nadie sabe que están ahí. Para mí es importante que sea un atavío que diga algo más: que sea exquisito. No importa si la gente sabe que el dobladillo de adentro está perfecto y es azul, y significa… Eso es sólo para la intérprete y para mí. Que haya esa seguridad, que se sepa que todo se hizo hasta ese nivel de procuración; eso es lo que lo vuelve mágico.

 

CD: Mencionas algo importante: la madurez y los cambios que han experimentado ambos, tanto como individuos como creativos. ¿Estos caminos han sido completamente individuales, o consideras que ha existido una influencia mutua?

 

FC: No puedo responder por ella, pero suele referirse a mí con aprecio; me imagino que he de haber aportado algo en su estilo, no lo sé. Pero en mí, ella sí ha sido una gran influencia. Su música me acompañó en momentos importantes, crecí con ella, me desvelaba en la uni mientras cosía, con sus discos sonando al fondo. Esta relación se construyó sobre un anhelo, y eso ha sido lo más padre que ha pasado: quería vestirla en una gira, en un concierto importante… y todo eso sucedió. La admiro también como creativa, como persona. Espero que el sentimiento sea mutuo.

 

 

VANESSA BON PARA DENISSE GUERRERO (BELANOVA)

 

Fue mientras transcribía esta entrevista que se me reveló el tema del reportaje: la nostalgia, los anhelos de los diseñadores de moda —el mismo Cancino los menciona—, y su relación con la música. En el momento actual, éste es un tema preponderante en la cultura: hay un resurgimiento de los dosmiles. En México, este fenómeno se ha revelado de una manera particular: con la vuelta al escenario de Belanova después de cinco años de silencio.

 

Al pensar en la banda, el vestuario de la vocalista, Denisse Guerrero, importaba casi tanto como la música. Esto mismo causó muchas expectativas para su vuelta al escenario: quién la vestiría y cómo. Dicha tarea corrió a cargo de varios diseñadores; pero la que más destaca es Vanessa Bon, una joven de 27 años con un currículum impresionante que anteriormente ha vestido a Björk y Rosalía. Aunque en un grado más ligero, ella tampoco es ajena a la nostalgia que provoca Belanova.

 

VANESSA BON (VB): Un día, Álvaro Valadez me dijo “Denisse te quiere conocer”, y me la presentó en un opening de Ricardo Luévanos. Estaba nerviosísima porque soy super fan de Belanova y crecí escuchando su música; admiraba su vestuario. Ya no me pasa tan seguido quedarme starstruck, pero con ella sí estaba como “oh my God, oh my God, no puedo creer que estoy enfrente de ti, ¡te adoro, te amo!”. Llegué a la galería y ahí estaba ella con sus lentes Miu Miu, shades on, no se podía ver su expresión, y me dijo: “me gustan tus cosas, hay que tomarnos una foto”. Cuando la subió, los medios empezaron a especular mil cosas. Aún no se sabía nada de su regreso, pero le dije a Álvaro: “si va a volver, yo quiero ser la primera en vestirla”. Cuando me hablaron para que enviara mis sketches, me dijeron: “no, pues sí te emocionaste”, porque mandé como 30 diseños con frente, revés y especificaciones.

 

CD: ¿Fue distinto trabajar con Denisse, considerando que también estudió diseño de moda?

 

VB: No. De hecho, es súper fácil trabajar con ella. Es muy padre, también, porque sabe lo que le gusta, sabe de terminados. Aunque somos de generaciones distintas, conocemos las mismas referencias.

 

CD: El vestido que le hiciste para el Vive Latino tiene un “pannier”, es convertible y muy llamativo; entiendo que también hubo dos versiones ¿Qué tanta libertad tuviste al hacerlo?

 

VB: Bueno, obvio, tenía que ser rosa pastel: es Belanova. Y yo quería que llevara rosas reales dentro del vestido para que se las lanzara al público, pero me dijeron que no, porque se iban a hacer feas, que las hiciera de tela. De ahí en fuera, estuvieron muy abiertos a todo; las referencias de ella estaban mezcladas con un montón de cosas mías: le dijeron que sí a las copas, a los bordados, al pannier. Llevaba unos guantes altos y otros bajos, al final le pusieron los dos al mismo tiempo; estaba encorsetadísimo, con metros y metros de enlazados “espagueti”, que están hechos y volteados a mano… Mi intern me odió: “¡no, por favor, ya no más voltear tubos!”.

 

CD: En tu trabajo sueles mencionar que te interesa desafiar la male gaze, no obstante, sigue siendo ajustado, corto, descubierto… Esto me remite a una frase de Emily Ratajkowski: “hay algo peligroso y sexy cuando estás consciente de la mirada masculina, pero no está ahí físicamente”. ¿De qué manera lidias con este fenómeno? ¿Es una especie de reapropiación?

 

VB: The male gaze is always gonna be there, I guess. Pero me interesa más trabajar la sensualidad desde mi perspectiva como mujer: cómo la vivo y cómo me hace sentir más cómoda. Es un ejercicio muy personal que viene de un lugar de total autoexploración. No está hecho en específico para el hombre hetero —del que vivo un tanto aislada, pues mi mundo es otro—. Me interesa más proponérselo a otras mujeres… o a quien quiera ponérselo.

vestido Vanebon para Denisse Guerrero

 

 

BÁRBARA SÁNCHEZ-KANE PARA MON LAFERTE

 

Moda. México. Género. A lo largo de la conversación fue imposible no pensar en Bárbara Sánchez-Kane. Desde su debut en 2016, la intención de su trabajo ha sido clara: presentar a la masculinidad mexicana de modo perverso y conflictuado a través de la figura del “Macho Sentimental”, una especie de híbrido entre los dos géneros: “a new humankind, según explicó vagamente a 192 en 2020. Sánchez-Kane no estuvo disponible para una entrevista, lo que quizá ha resultado mejor, pues nos permite interpretar su trabajo con más libertad; finalmente es una artista.

 

De todos sus “performances”, el mejor y más honesto es Latino Couture (2020); en él, 12 modelos masculinos, vestidos de modo extravagante, ataviados de códigos femeninos, masculinos y cristianos, caminan, posan, bailan abrazados; conforme salen a pasarela escriben una y otra vez “Macho Sentimental” sobre las paredes del escenario. La obra culmina con una orgía simulada entre machos, que “expresan emociones y actitudes sexuales”. El cantante Pablo Osorio se presenta como una especie de Judas que rompe la armonía triádica de esta última (es)cena, e interpreta “Sálvame”, de RBD, con su voz profunda y armoniosa. Sánchez-Kane tenía 17 años cuando se estrenó esta canción. La música resuena como un eco lastimero de su adolescencia anhelante. La artista los observa desde la esquina del cuarto, sentada en un banquito, como un director de cine: como un cuck.

 

Posiblemente, la conclusión más triste sea que el “Macho Sentimental” es tan solo una lesbiana que quiere ser un hombre gay. No obstante, esto dista de ser un simple comentario cínico; más bien es la base sobre la que se funda la parte más interesante de su trabajo: el deseo por lo imposible, la nostalgia por lo no vivido. Incluso si transicionara, el “macho” nunca sería gay, pues lo que le gusta no son los hombres, ni siquiera sus vidas, sino la idealización que ha construido a partir de ellas.

 

En 2023, Sánchez-Kane hizo la dirección creativa y el vestuario de Autopoiética, el último álbum de la cantante chilena Mon Laferte. “Todo su universo me atrapa, me siento muy cercana a su arte… Le tengo mucho cariño, creo que estoy un poco enamorada, enamorada de su cerebro”, dice la cantante en entrevista, “creo que ambxs tenemos esta idea de cuestionar la masculinidad, los roles; de cuestionar en general”. En la portada, la cantante lleva puestos unos pantalones que, en el área del trasero, tienen un relieve con la forma de su propio rostro. “Le invité a crear la portada libremente; le mandé las canciones, le hablé sobre la autopoiesis y ellx trajo la propuesta”, dice Laferte. “Para mí, ese rostro tiene mucho que ver con el concepto de la autopoiesis: el reconstruir desde otra mirada, esa mirada de cuestionar lo hegemónico”.

 

Con esto en mente, cuando los pantalones me devuelven la mirada, también pienso en Manifiesto del poeta chileno Pedro Lemebel: “Yo no pongo la otra mejilla / Pongo el culo compañero”.

 

A lo largo del disco hay varias referencias al pensamiento católico, las cuales, sin ser una parodia, tampoco son del todo una denuncia —la molestia que expresa es tan genuina como su culpa—: en “Tenochtitlán”, reza un Ave María; en “Levítico 20:9”, un sacerdote ficticio la regaña sermoneándola con el cuarto mandamiento (Honrarás a tu padre y a tu madre). En la última canción del disco, “Casta Diva”, aunque sea una reapropiación de la ópera de Bellini, hay una plegaria honesta en donde le ruega a un ente celestial que la ame con locura. El video es interesante por su vestuario: Laferte se retuerce mientras usa un vestido cuya falda está decorada con un arpa, y su bustier adornado con dos violines en los pechos. Esta imagen ha habitado la mente de Sánchez-Kane desde que era niña.

 

En una entrevista que cedió para Art Forum en 2021, donde habló de las 10 cosas que le cambiaron la vida, la primera que recuerda es el vestuario de Thalía; en específico, el que llevaba en “Amor a la mexicana”: un brasier con copas en forma de guitarra, el cual iba combinado con una falda con forma de sombrero de charro. “I don’t know who designed it”, dice, “but it’s Mexican fashion 101”.

 

En realidad, ese conjunto es de Mitzy, quien vistió a la cantante con sus mejores creaciones. Y la presentación a la que se refiere es de 1997; entonces Bárbara tenía 10 años. No es difícil imaginar la escena: la niña Sánchez-Kane sentada boquiabierta frente a la televisión, el calor de Mérida inundando su sala, una suave brisa juega con su pelo; mientras, en la pantalla, Thalía, vestida de Mitzy, define las obsesiones del resto de su vida con un meneo de cadera… Me pregunto si con su propia obra Sánchez-Kane ya ha causado ese efecto sobre la mente de otro niño. Quizá.

traje Sánchez-Kane para Mon Laferte

 

 

PALOMA LIRA PARA AVRIL LAVIGNE

 

“Avril Lavigne es mi máxima, la escucho a diario”, me dice Paloma Lira cuando la entrevisto. Hace unos meses, la cantante utilizó uno de sus vestidos para una editorial en la revista Lady Gunn. “Mis discos favoritos de ella son Let Go y Under my Skin, antes de que se muriera y la cambiaran por Melissa”, comenta riéndose.

 

Lira tampoco fue reemplazada por una doble, creo, pero sí sufrió una transformación radical como diseñadora en 2019: cambió los encajes por látex, el chiffon por lycra y los colores pastel por tonos ácidos. No obstante, a pesar de ser una diseñadora más atrevida ahora, en el centro de su obra subyace una nostalgia perenne —antes por una juventud muy anterior a su nacimiento, en los 70—, ahora por una juventud de nuevo milenio correspondiente con su propia vida.

vestido Paloma Lira para Avril Lavigne

 

CD: Vestir a Avril Lavigne fue una especie de “full circle moment”. ¿Cómo pasó?

 

PALOMA LIRA (PL): Cuando salió la foto, todos se volvieron locos. La fotógrafa de la sesión también estaba con que “Dreams come trueee” en su Instagram; mis amigas me mandaron mensaje de que estaban llorando. Avril Lavigne es fucking Avril Lavigne, ¿sabes? Yo pensé que me había quedado en el trip, pero no, she’s still an icon. Estaba en Nueva York hace como cinco meses porque me fui a pasear, y de paso a llevar mis cosas a una “pop-up” en Bloda’s Choice, y me dijo: “oye, va a venir Phil, el de “Lady Gunn”, y le encanta tu trabajo”. Él también es latino y habla español. Total, que llegó y todo normal, le gustó este vestido y me dijo: “¿Cuándo te vas? Es que voy a tomar unas fotos con Avril”, ¿Cuál Avril?, “pues Avril Lavigne”.

 

CD: Vi que también comentó Nelly Furtado, ¿también vas a vestirla?

 

PL: Ay, sí, otra ícona, ojalá.

 

CD: Quiero hablar del tema de la nostalgia en tu trabajo. Incluso cuando ahora es más “futurista”, sigue estando muy presente.

 

PL: De hecho, mi última colección estuvo inspirada por la música de mi adolescencia, un lado un poco más “grunge”: Avril, My Chemical Romance… El desfile empezó con “Complicated”, y a la gente le pegó mucho. Cuando empecé esa colección, me acordé de una tienda punk en Nueva York, y recordé que esa ropa me gustaba. Volví a ese trip y me puse a buscarla; pero cuando la encontré y fui a verla, ya era distinta. Creo que ahí está la nostalgia.

 

 

JULIA Y RENATA PARA ELY GUERRA

 

La última entrevista que hice fue a Renata Franco, la menor del dúo de hermanas diseñadoras Julia y Renata. La artista que han vestido en más ocasiones ha sido Ely Guerra. Al analizar su caso, en el contexto de este reportaje, me topé con pared. Guerra comenzó su carrera casi al mismo tiempo que las hermanas Franco (la cantante en 1992; las diseñadoras al año siguiente); entonces, su relación no se basa en el anhelo provocado por la lejanía entre dos trayectorias disonantes, sino en el acompañamiento de tres artistas que han crecido juntas.

 

En una entrevista de 2007, Guerra recuerda cómo le dijeron, cuando llegó a una alfombra roja de los Grammys con una creación de las hermanas: “Oye, tu vestido es tan alternativo como tu música”. Es un comentario chistoso, tal vez, pero habla de algo central dentro de su relación: la singularidad, el respeto a las diferencias, y la integridad artística. La colaboración aún continúa. “Termino con Ely y respondo tus preguntas”, me dice Renata por mensaje. La cantante estaba con ellas el domingo en que pudimos hablar.

 

RENATA FRANCO (RF): A Ely la conocimos por el año 2000. Su familia vive en Guadalajara, y ella también vivió mucho tiempo aquí. A la vuelta de nuestro taller había un restaurante llamado i-latina. Ahí teníamos una postal para promocionarnos. Ely vio el domicilio y nos cayó un día. Y desde ahí, como almas gemelas. La conexión entre las tres es impresionante. Se llevó unas cosas y luego le hicimos la imagen para “Sweet & Sour, Hot y Spicy”, hasta estuvimos en la sesión de fotos de la portada y tal. Así empezó.

 

CD: A lo largo de estos 30 años, su estilo como diseñadoras ha cambiado mucho, al igual que la música de Ely; sin embargo, siguen coincidiendo en muchos aspectos, y estos cambios se han dado casi al mismo tiempo. ¿A qué crees que se deba? ¿Consideras que existe algún tipo de influencia mutua?

 

RF: Diría que sí. Como personas somos muy parecidas, nuestro entendimiento del mundo es similar: cómo alimentamos nuestra creatividad y entendemos nuestro trabajo, cómo vemos la vida y reaccionamos a ella, cada una en su industria… Tenemos muchas pláticas al respecto: todo el tiempo nos estamos poniendo al día. Nos hemos acompañado mucho y nos hemos influenciado, pero ella nunca se mete en el rollo de diseño, sólo nos dice en qué mood anda. En ocasiones, no ve la ropa hasta el día en que tiene que ponérsela. Tenemos un nivel de comprensión mutuo como de hermanas, está cabrón, y muchas veces coincidimos, ya sea que estemos más introspectivas, más alegres….

 

CD: ¿Cuál ha sido el vestido favorito que le han hecho y por qué? ¿Hay algún momento que hayan pasado juntas que recuerdes con especial cariño o nostalgia?

 

RF: No sé. Es muy difícil ponerlo en frases cortas porque hemos pasado por tantos momentos importantes juntas. La primera vez que alguien se presentó con música en vivo en Fashion Week fue cuando ella cantó a capella para nosotras. Con el tiempo, empezamos a hacer desfiles en Guadalajara y ella cantó en uno también. Ese día nos agarró una tormenta y su escenario no estaba techado, entonces se mojó toda; la pasarela se inundó, las modelos caminaron pateando el agua… fue dramático y muy teatral. Ha habido muchos momentos así: cuando cantó con Dudamel; cuando cantó con Eugenia León y Tania Libertad; momentos que lo cambiaron todo para ella y para nosotras. Hemos madurado juntas. Nos hemos apoyado mucho. Muchísimo.

vestido Julia y Renata para Ely Guerra zapatos propiedad del estilista

 

Una idea común dentro de los estudios de moda, es que la ropa constituye una especie de casa móvil, la habitamos al mismo tiempo que navegamos por el mundo con ella. Esta primera capa superficial media las ideas de nuestro mundo interior con las relaciones del mundo externo. Las impresiones que causa se proyectan en la memoria de los demás, forjándose como un recuerdo de la vida que llevamos y las cosas que quisimos. Pocas imágenes son más inquietantes que la prenda de un ser querido, colgando de un gancho, con el conocimiento de que antes la habitaba su cuerpo y ahora la llena su ausencia. Una prenda habitada por un cuerpo es una prenda llena de vida: la vida del que la porta y la vida del que la hizo.

 

Anhelos, deseos, experiencias compartidas. Las memorias silenciosas de la infancia, las marcas permanentes de la adolescencia, las noches en vela, el trabajo diario, la disciplina necesaria para llegar a este punto, las relaciones que se forjan a través del diálogo y la empatía, de la empatía y la comprensión, de la comprensión y el cariño. Quizá, como con todo, la temática de este texto nunca fue la ropa, ni siquiera la nostalgia, sino algo más: el amor.

 

Esta historia —que celebra el diseño mexicano en el contexto de la música— se fotografió en Parker & Lenox, un espacio en la colonia Juárez que rinde tributo al jazz, la gastronomía y la coctelería de autor. Su diseño íntimo crea el ambiente perfecto para compartir y disfrutar de la música de artistas consagrados y emergentes que abarcan géneros como el blues, el soul y el rock.

 

El ecosistema del Parker trasciende su espacio físico, pues su melómana visión se extiende también a un podcast llamado Jazz en las rocas, que presenta conversaciones con grandes referentes del género (encuéntralo en YouTube o Spotify con ese nombre), además del festival M Jazz, que celebrará su tercera edición en el Auditorio del Parque Bicentenario, en febrero de 2025. Descubre más en mjazz.mx y en @parkerandlenox


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