#Archive192: G del Diablo

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texto Emmanuel Sandoval
fotografía Alberto Rebelo
estilismo Daniela Navarrete
toda la ropa Louis Vuitton primavera-verano 2020

Desde luego que ya había escuchado del infame G del Diablo, de su perfil de Instagram (@gdeldiablox), una oda al voyerismo, los chacales y toda clase de hombres —al menos de los que a Gerardo Delgado (Ciudad de México, 1965) le gustan, que son muchos— desfilando por la Ciudad de México y donde sea que el fotógrafo se encuentre. También conocía su cuenta de Twitter (@mecosfilmsxxx), censurada una y otra vez. Ahí, el también pornógrafo profesional comparte algunos clips de sus películas hechas en México —algunas de ellas coproducidas por Treasure Island Media y Paul Morris, dos de los estudios de porno gay más grandes del mundo—, en las que sus hombres favoritos aparecen cumpliendo sus más “prohibidos” fetiches y fantasías. Todo eso ya lo sabía y esperaba —con bastante morbo, para ser honesto— cualquier detalle o anécdota que pudiera obtener de mi conversación con él. Además de esas historias sin censura ni pudor, descubrí muchas otras cosas sobre Gerardo, como su pasión —y expertise— por la cocina, su miedo a envejecer, el amor que tiene por su bicicleta y el profundo respeto y admiración que siente por su madre.

Nos reunimos en un restaurante de Avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma de la Ciudad de México. Gerardo llegó antes y ya estaba en una de las mesas exteriores “vengo acalorado por el paseo en bicicleta y no me quiero encerrar ahí dentro”, me intentó explicar por la elección de mesa sin consultarlo conmigo antes. Pidió unos chilaquiles y un café. Yo sólo bebí café.

 

Emmanuel Sandoval (ES): ¿Qué tal están los chilaquiles?

 

Gerardo Delgado (GD): Soy muy crítico con la comida. Crecí en una familia de origen oaxaqueño, llena de mujeres dedicadas a la cocina. Además de lo que aprendí viendo a mi madre y a mis tías, más tarde me convertí en chef profesional y tuve, por unos instantes, una vida bastante exitosa y prolífica en la escena gastronómica del país.

 

ES: ¿Qué te enseñó tu mamá en la cocina?

 

GD: Mi madre era muy dormilona [risas], así que, por las mañanas, nos despertaba a mí y a mi hermana; se aseguraba de que nos metiéramos a bañar y, porque ella quería volver a la cama, nos empezó a enseñar cosas básicas para el desayuno. Mi hermana tenía una sazón terrible, así que me convertí un poco en ese responsable del desayuno, y me encantaba.

 

ES: ¿Tuviste una niñez muy familiar?

 

GD: Para mí no hay nada como la familia. Crecí rodeado de muchas mujeres y, como era la norma, al menos para ellas, todas se reunían en la cocina a chismear sobre otros miembros de la familia, los vecinos y lo que fuera que les llamara la atención [risas]. Obviamente me encantaba estar con ellas escuchando todo lo que pasaba, así que también en esos momentos aprendí mucho sobre cocina: me enseñaron a hacer tamales, fui el bartender de mis tías, y pues era el ambiente perfecto para mí, me sentía protegido y cómodo.

 

ES: Y eso influyó en tu decisión de convertirte en chef.

 

GD: Era actor, pero me había quedado sin proyectos y ya debía seis meses de renta, así que por casualidad llegué a la cocina de un comedor ejecutivo, y una cosa me llevó a otra, hasta que finalmente me establecí como un chef profesional. Dirigí la cocina de Litoral, un restaurante en la Condesa, publiqué libros y viví esa vida caótica y de rock star de las cocinas, hasta que me harté y entendí que, a pesar de que me encantaba la cocina, no era realmente mi pasión, que estaba ahí sólo porque me sentía obligado a cumplir con un rol profesional, pero…

 

ES: Pero, ¿cuál era tu pasión?

 

GD: Mi pasión siempre fue el porno, desde que me acuerdo.

 

ES: ¿Así que te decidiste a cumplir esa pasión?

 

GD: Por mi trabajo como chef ejecutivo en ese restaurante de la Condesa conocí a muchísima gente famosa y con dinero. El día en que decidí renunciar al restaurante, salí de mi casa, me subí a mi bicicleta y cuando estaba a punto de llegar al restaurante, entendí que no quería llegar al trabajo, que era sumamente infeliz, y que además estaba exhausto física y mentalmente. Entré a la cocina, hablé con mi socio y le dije que ya no iba a regresar, y así fue como detuve esa parte de mi vida.

 

ES: ¿Y cómo empezaste con tu vida como pornógrafo?

 

GD: Ya tenía una idea para una película porno, así que cuando me liberé de ese yugo, comencé a reunirme con gente que sabía que podía ayudarme con dinero para empezar a producir mi ópera prima. Lo sorprendente es que no me costó nada; de inmediato mis amigos accedieron a aportar y, antes de lo esperado, ya teníamos la cantidad suficiente para empezar a trabajar.

ES: Y el resultado fueron dos películas que podríamos decir se convirtieron en culto entre los gays: “La Putiza” y “La Verganza”.

 

GD: Fueron los cinco días más felices de mi vida. Trabajamos muchísimo, armé todo el equipo de producción yo mismo, nos desvelamos, hubo demasiada presión porque nos asociamos con una productora y queríamos que todo fuera perfecto, que el producto final tuviera una calidad superior, y que además fuera entretenido. El tema de los luchadores fue definitivamente un hit, y ese primer ejercicio fue el empujón que necesitaba para continuar con mi carrera en el mundo del cine porno gay.

 

ES: ¿Recuerdas cuál fue tu primer acercamiento con el porno?

 

GD: Tendría unos 12 años cuando obtuve mi primera revista de porno heterosexual. Era blanco y negro y la escondía en una bolsa de pan. Hasta que un buen día mi madre la encontró y me la rompió en mil pedazos. Tuve la suerte de que metió todos los pedazos a la misma bolsa, así que la rescaté de la basura y durante semanas estuve armando el rompecabezas, y eso me emocionaba y me erotizaba mucho, al punto en que se convirtió en una obsesión: salir de la escuela e irme corriendo a casa para armar las imágenes de esa revista. Después tuve acceso a algunas revistas a color y luego cintas en Súper 8 que proyectábamos en casa de un amigo y pues, qué te digo, nunca dejé de consumir porno desde entonces.

 

ES: ¿Fuiste un niño precoz?

 

GD: Uf, sí. A los 15 fui por primera vez a un antro gay, y ya para entonces había hecho muchas cosas.

 

ES: ¿Te sentías culpable?

 

GD: Nunca me sentí culpable de nada. Mi madre era muy católica, pero siempre fui súper ateo, así que a mí toda esta parte de la culpabilidad cristiana no me afectó en lo absoluto. Lo que es cierto es que existe un tabú enorme respecto a qué se le debe de enseñar a los niños y cómo debe ser ese despertar sexual, pero lo que no entendemos como adultos es que desde que estamos chicos empezamos a tener curiosidad, a ver el cuerpo de otros niños y a tener ciertas interacciones y juegos que en cierto punto tenían una connotación sexual.

 

ES: ¿Cómo fue tu despertar sexual?

 

GD: ¡Padrísimo! Vivía en una privada de la colonia Narvarte, y había ahí varios niños de la edad, pero había otro Gerardo, Gerardito, que fue mi primer amor y con quien empecé a experimentar nuestra sexualidad y el placer. Todos los días nos tocábamos, nos olíamos, nos sentíamos, y fueron los mejores días mi vida.

 

ES: ¿Y tu primera vez?

 

GD: Tenía 14 años y fue en un Sanborns [risas]. Estaba leyendo revistas, haciendo tiempo para irme a mi clase de educación física, en eso se me apareció un tipo guapísimo, hicimos contacto visual y nos metimos al baño. Te imaginarás que no llegué a la clase.

g del diablo

ES: El cruising antes era mucho más interesante, sin redes sociales, sin las apps de encuentros, ¿no crees?

 

GD: Estoy seguro de que los chavitos de ahora también tienen la posibilidad de hacer cruising como lo hacíamos antes, pero con la posibilidad extra de planear sus encuentros y decidir dónde y cómo. Antes, era estar en cualquier lugar, sentir la calentura y darle donde fuera que estuvieras.

 

ES: ¿Tuviste muchos amantes?

 

GD: Perdí la cuenta cuando iba en el doscientos y tantos. Esto entre mis 14 y mis 18 años, que fue una de las etapas en las que más sexo tuve. Luego tuve novios, así que le bajé mucho. Ahora, a mis 54 años es la segunda etapa de mi vida en la que más sexo he tenido.

 

ES: ¿Será porque tienes una productora de porno gay?

 

GD: Nunca inicié una productora de porno con la idea de que iba a tener mucho sexo, porque en realidad siempre me ha facilitado eso [risas], pero sin duda he disfrutado muchísimo el sexo desde que empecé con Mecos Films.

 

ES: ¿Cuál es la realidad de hacer porno? ¿Qué pasa en las producciones? El sexo en la vida real no es como en las películas, ¿no crees?

 

GD: El sexo en la vida real puede y debería de ser mejor que en las películas porno. Cuando hice “La Putiza y “La Verganza tuvimos un montón de dificultades técnicas, porque no es lo mismo coger en tu cama, con tu amante o tus amantes, que estar enfrente de todo un crew, con las luces, el frío, las incomodidades y además de todo tener la verga bien parada y el culo perfecto para la toma. Hay que hacer, como en cualquier película, cortes, ediciones, darles tiempo a los actores para que se concentren; muchos de ellos se cohíben, a otros nomás no se les para. Por eso, cuando inicié Mecos Films, quise hacer porno más casero. Además de que ya no tengo el dinero para hacer esas grandes producciones, estoy más interesado en crear esas escenas de sexo bien cachondo en las que sólo estoy yo dirigiendo y grabando, y en las que los actores están cómodos y disfrutándose de verdad. Me interesa mucho que ellos se conozcan antes de grabar, que se toquen, que se cojan sin una cámara presente, y si veo que hay química real, pues entonces grabamos la escena.

 

ES: En Twitter subes escenas de esos castings que realizas. ¿Todos los actores que contratas se acuestan contigo?

 

GD: No, para nada. Mis castings son, en inicio, una prueba de cámara, ver cómo se ven en pantalla. En muchos casos empiezo cierta interacción con el actor, pero para muchos de ellos no soy atractivo, no soy su tipo, y eso lo entiendo perfectamente. Jamás obligaría a alguno de mis actores a acostarse conmigo si no quieren, y eso no significa que no van a participar en una de mis escenas.

 

ES: ¿A qué te has enfrentado por ser productor y director de cine porno gay?

 

GD: A tener mucho éxito y a ser reconocido en todos lados. Mi familia sabe lo que hago y, aunque no hablamos de eso en la mesa, no es un problema ni un conflicto. Esto es un trabajo como cualquier otro, la diferencia es que cuando se trata de sexo, siempre habrá críticas y miedos pendejos de quienes incluso disfrutan de tu trabajo. Ser pornógrafo es enfrentarte al rechazo de ciertas personas, porque te ven como alguien sucio, como una persona indigna, pero créeme que eso me tiene sin el menor cuidado.

 

ES: ¿Y qué hay de las críticas por hacer porno sin condón?

 

GD: Para muchos es un problema, pero a mí me fascina el sexo sin condón, y entiendo lo que eso implica, los riesgos y los miedos. Las enfermedades existen, pero para eso tenemos que cuidarnos unos a otros, ir al médico, hacerte exámenes. En “La Putiza” y “La Verganza sí hubo condones, pero era una cuestión de mis socios y de qué pasaba en ese momento, pero ahora con Mecos Films es distinto.

ES: ¿Por qué no apareces en tus escenas de porno?

 

GD: Fíjate bien, en algunas aparecen ciertas partes de mi anatomía [risas]. Tengo algunas escenas en las que sí me he grabado con mis actores, pero mi trabajo es más detrás de cámaras que frente a ellas. Nunca me he considerado un actor porno; soy director. Me excita mucho ser quien da las órdenes, quien les dice qué hacer y cómo hacerlo. Me gusta mucho que mis actores se gusten entre sí y que en verdad disfruten del momento.

 

ES: ¿Cuáles son tus fetiches?

 

GD: ¡Uy! No vamos a terminar nunca. Soy bien cachondo y bien cochino. Me encanta besar, tocar y ser tocado, que me la mamen horas y horas. Me gusta mucho dominar, penetrar activos y mi deporte favorito son los bugas [heterosexuales]. En realidad, no tenía tantos fetiches hasta que empecé a hacer porno.

 

ES: ¿Qué tipo de hombres te gustan?

 

GD: Más jóvenes, que yo, de preferencia morenos, pero hay algunos güeritos ricos a los que no les he dicho que no. Me gustan los hombres bonitos, pero he tenido sexo con hombres muy feos, así que pues me gusta de todo un poco.

 

ES: ¿Te has enamorado?

 

GD: Muchas veces. Es que me enamoro muy fácilmente. Hace unas semanas tuve un amor intenso de cinco días, pero previo a eso estuve en una relación de 10 años y fue maravilloso. Me he enamorado tres veces en mi vida, y aunque ahora llevo ya un tiempo soltero, de repente me dan ganas de tener novio. Me gusta conquistar de la manera tradicional: cocinar, tener detalles con él, poco a poco empezar a hacer cosas con las que él se dé cuenta de que soy un hombre que vale la pena. Y es muy importante que ese hombre entienda lo que hago, le guste mi trabajo y que tenga una mente muy abierta.

ES: Tu vida no gira solo en torno al sexo y al porno; ¿qué más haces?

 

GD: Me encanta viajar, comer y aprender. Soy una persona que está abierta a las posibilidades de toparse con nuevas experiencias, así que intento salir de la ciudad lo más que puedo, pero cuando no hay tiempo o posibilidades, me subo a mi bicicleta y recorro la ciudad.

 

ES: Y así nació tu cuenta en Instagram, G del Diablo, recorriendo la ciudad y fotografiando a hombres en todos lados y te volviste famoso, muy famoso.

 

GD: Se convirtió en un éxito. Hombres y mujeres empezaron a seguirme y a buscar mis fotos. La razón es simple: a todos nos gustan los cuerpos ricos, todos tenemos fantasías, a todos nos llama la atención ver a hombres ricos haciendo ejercicio, todos, de alguna forma, somos voyeristas y tenemos un morbo que queremos satisfacer.

 

ES: Tras ese éxito, vino la censura.

 

GD: Yo me la busqué. A Instagram no le gustan los vellos púbicos y a mí me encantan. Cuando empezaron a censurarme, muchísima gente se deprimió, y quienes sabían que yo era G del Diablo, me empezaron a escribir y a pedirme que regresara. La verdad es que después de varias veces que fui censurado, decidí descansar un rato, porque también ya estaba cansado de que siempre tenía que sacar la cámara, de que no importara lo que estuviera haciendo, en cuanto veía a un tipo guapo, me distraía, dejaba lo que fuera y tomaba una foto. Era agotador.

 

ES: ¿Alguna vez alguien se molestó por esas fotos paparazzi?

 

GD: ¡Sí! Y también me lo busqué. Después de eso empecé a ser más discreto, a respetar ciertos espacios y momentos, pero lo sigo haciendo [risas].

 

ES: ¿En qué momento te vas a retirar del porno?

 

GD: El tiempo es algo de lo que estoy muy consciente. A veces pienso en envejecer, cómo seré de anciano, cómo será mi salud. Soy un hombre que hace ejercicio, que anda en bicicleta para todos lados, que come bien y que va al doctor constantemente, pero ahí está a veces esa voz que me dice: “ya no tienes 20 años”.

 

ES: ¿Le tienes miedo a envejecer?

 

GD: Le tengo pavor a no poder valerme por mí mismo. Quiero un final digno. Sería ideal si me muero haciendo lo que más me gusta.

 

 


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